Hermoso Final (26 page)

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Authors: Kami García,Margaret Stohl

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

BOOK: Hermoso Final
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Aquello resultaba difícil de imaginar, y John definitivamente no se lo estaba tragando.

—¿Pretendes que nos creamos que encantaste a Abraham únicamente con unos cuantos chupachups de los tuyos? ¿Tú y qué cadena de tiendas de caramelos?

Ridley hizo un mohín.

—Pues claro que no. Antes tuve que vendérselo. Así que pensé, ¿quién sería lo suficientemente estúpido para hacer todo lo que yo le diga y acabar siendo un juguete entre mis manos? —Lanzó un beso a Link—. Nuestro pequeño Línkubo, por supuesto.

Las mandíbulas de Link se tensaron.

—Está llena de mierda.

—Todo lo que tuve que hacer fue decirle a Abraham que me serví de los sentimientos de Link hacía mí para infiltrarme en vuestro estúpido círculo privado y enterarme de cuál era vuestro estúpido plan. Entonces me quejé porque me hubiera tenido enjaulada como su más preciada mascota. Por supuesto, le dije que no podía culparle. ¿Quién no querría tenerme alrededor todo el tiempo?

—¿Es ésa una pregunta? Porque me encantaría contestarla —espetó Link.

—¿No estaba furioso porque te escaparas de su bonita jaula de pájaro? —preguntó John.

La voz de Ridley se tensó levemente.

—Abraham sabía que no me quedaría dentro si conseguía encontrar la forma de salir. Soy una Siren; no está en mi naturaleza vivir confinada. Le dije que había usado mi poder de persuasión en su patético y errante chico Íncubo de los recados convenciéndole para que me soltara. Pero aquello no acabó bien. Abraham ha hecho una jaula más grande para él.

—¿Qué más le dijiste? —Quería saber si había una posibilidad real de que pudiéramos recuperar el libro. Retorcí mi collar de amuletos alrededor de mi dedo, tratando de no pensar en los recuerdos que me traía.

—Me puse de su lado y le dije que prefería apostar por él antes que por vosotros. —Mostró a Link una dulce sonrisa—. Ya sabéis cuánto me gusta estar en el equipo ganador. Naturalmente, Abraham se creyó cada palabra. ¿Por qué no iba a hacerlo? Resulta tan verosímil.

Link tenía aspecto de querer lanzarla al otro lado del cementerio.

—¿Y Abraham estará allí? ¿Hoy? —John aún seguía sin fiarse.

—Estará allí. En carne y hueso. Por supuesto, lo digo en sentido figurado. —Se estremeció—. Muy figurado.

—¿Accedió a cambiarme por el
Libro de las Lunas
? —preguntó John.

Ridley suspiró, apoyándose contra el muro de la cripta.

—Bueno, técnicamente, creo que dije algo así como: «Son tan estúpidos como para creer que cambiarás a John por el libro, pero por supuesto no lo harás». Y luego puede que hubiera algunas risas. Y también algún hechizo de borrachos. Está todo un tanto confuso.

Link cruzó los brazos sobre su pecho.

—El problema, Rid, es: ¿cómo sabemos que no le has dicho lo mismo a él? Eres tan Oscura como la que más. ¿Cómo podemos estar seguros? —Se plantó en un gesto protector delante de mí—. ¿De qué lado estás realmente?

—Es mi prima, Link. —Incluso mientras lo decía, no estaba realmente segura de la respuesta. Ridley era otra vez un Caster Oscuro. La última vez que se ofreció a ayudarme me tendió una trampa, que me llevó directamente hasta mi madre y la Decimoséptima Luna.

Sin embargo, sabía que me quería. Hasta donde un Caster Oscuro podía querer. Hasta donde Rid podía querer a alguien que no fuera ella misma.

Ridley se inclinó más sobre Link.

—Buena pregunta, Encogido. Una pena que no tenga intención de contestarla.

—Uno de estos días supongo que lo descubriré por mi cuenta. —Link frunció el ceño mientras yo sonreía.

—Déjame que te dé una pequeña pista —declaró ella ronroneando—. Hoy no es el día.

Entonces, en un remolino de brillante algodón de azúcar, la Siren a la que adoraba odiar desapareció.

* * *

Empezaba a anochecer cuando dejamos a Liv y al tío Macon en el estudio, examinando cada libro Caster que pudieron encontrar sobre Sheers y la historia de los Ravenwood, respectivamente. Liv, convencida de que Ethan estaba intentando contactar con nosotros, seguía empeñada en encontrar una forma de poder comunicarnos con él. Cada vez que me dejaba caer por allí abajo, la encontraba tomando notas o ajustando ese absurdo instrumento que utilizaba para medir las frecuencias sobrenaturales. Creo que estaba desesperada por hallar una solución que no implicara el intercambio de John por el
Libro de las Lunas
.

Y no podía culparla.

Tío Macon, por su parte, también estaba haciendo lo mismo, aunque no quisiera admitirlo. Escudriñando cada periódico o recorte de prensa que hiciera alguna referencia a otros lugares en donde Abraham hubiera podido ocultar el libro.

Ésa era la razón por la que no podía contarles lo que estábamos haciendo. Ya sabíamos lo que Liv sentía respecto a cambiar a John por el libro. Y tío Macon nunca estaría dispuesto a confiar en Ridley. En su lugar, les dije que quería visitar la tumba de Ethan, y que John se había ofrecido a acompañarme.

Link nos esperaba a John y a mí en el cementerio. El cielo estaba oscuro, y apenas podía distinguir al cuervo que trazaba círculos en el aire sobre nuestras cabezas, graznando, mientras avanzábamos hacia la parte más antigua del Jardín de la Paz Perpetua.

Me estremecí. Ese cuervo debía de ser algún tipo de augurio. Pero no había forma de saber de qué clase. O bien las cosas salían de acuerdo con lo planeado y acababa el día con el
Libro de las Lunas
en mi poder y una oportunidad de conseguir que Ethan regresara, o fracasaba y perdía a John en el intento.

John Breed no era el amor de mi vida, pero era el amor de la vida de otra. Además, John y yo habíamos pasado más de unos cuantos meses oscuros juntos, cuando él y Rid parecían ser las únicas personas con las que podía hablar. Pero John ya no era el mismo de entonces. Había cambiado, y no se merecía volver a una vida con Abraham. No le habría deseado eso a nadie.

¿En qué me había convertido?

Regatear con una vida

que no es la mía

no es negocio

la miseria

no

sale

barata.

John no se decidía a mirarme. Incluso Link mantenía sus ojos fijos en el sendero que teníamos por delante. Sentía como si, de alguna forma, estuvieran decepcionados conmigo por ser tan egoísta.

Yo misma estaba decepcionada.

Esto es lo que es, y yo soy lo que soy. No soy mejor que Ridley. Sólo quiero lo que quiero.

En cualquier caso, eso no impidió que siguiera caminando.

* * *

Traté de no pensar en ello mientras seguía a Link y a John a través de los árboles. Si bien la mayor parte del Jardín de la Paz Perpetua estaba en proceso de ser restaurado a su estado anterior al ataque de los Vex, no podía decirse lo mismo de la parte más vieja del cementerio. No había vuelto a pasar por allí desde la noche en que la tierra se abrió, cubriendo estas colinas con cadáveres en descomposición y huesos destrozados. Y aunque los cuerpos habían desaparecido, la tierra aún estaba patas arriba, con enormes agujeros reemplazando las tumbas que habían rodeado generaciones de Wates desde antes de la Guerra Civil. Incluso aunque Ethan no estuviera aquí.

Gracias a Dios.

—¡Tíos, vaya cuesta! —Link trotaba colina arriba con sus cizallas de jardín en mano—. Pero no pasa nada, yo os guardo la espalda. No podrá llevaros a su horripilante guarida. No sin pelea. No con estas preciosidades.

John empujó a Link a un lado.

—Aparta esas cosas, novato. No podrás acercarte lo suficientemente a Hunting ni para cortar la hierba alrededor de sus pies. Y si Abraham las ve, las usará para rajarte la garganta sin siquiera tener que tocarlas.

Link le devolvió el empujón, y tuve que agacharme para evitar que me tiraran colina abajo como daño colateral.

—Sí, bueno, pues resulta que me fueron muy útiles cuando tuve que ir a ver a Obidias y me enfrenté con ese vampiro con aspecto de pollo frito. Así que no me mates aún, chico Caster.

—Esperad un segundo. —John, súbitamente muy serio, se volvió hacia nosotros—. Abraham no es ninguna broma. No tenéis ni idea de lo que es capaz… no creo que nadie lo sepa. Manteneos al margen y dejadme tratar con él. Link, tú nos cubrirás en caso de que Hunting o tu novia nos den problemas.

—Rid está de nuestro lado, ¿recuerdas? —dije.

—Se supone que lo está. Y ella no es mi novia. —Link apretó la mandíbula.

—Según mi experiencia, el único lado en el que Rid suele estar es en el suyo propio. —John caminó hasta una estatua rota de un ángel orando, con sus manos partidas por las muñecas. La visión de todos los ángeles rotos a nuestro alrededor empezaba a parecer un mal auspicio.

Link puso cara de estar molesto, pero no dijo nada. Daba la impresión de que no le gustaba cuando alguien que no fuera él criticaba a Ridley. Me pregunté si alguna vez las cosas entre ellos se solucionarían.

Él y John rodearon los ataúdes rotos y las ramas caídas, descubriendo un enorme agujero justo al otro lado de la vieja cripta de los Honeycutt. Hice lo posible por seguir su zancada, pero eran Íncubos, así que no había nada que pudiera hacer, salvo alguna clase de hechizo o encantamiento para clonar Íncubos.

No obstante, muy pronto dejó de ser importante, porque no nos quedó ningún sitio adonde ir.

Abraham nos estaba esperando.

O bien habíamos caminado directamente hasta su trampa o bien él había caído en la nuestra. Era el momento de descubrirlo.

* * *

Abraham Ravenwood estaba de pie en el extremo más alejado del agujero. Vestía un largo abrigo negro y chistera, y estaba apoyado con aspecto aburrido contra un árbol astillado, como si este fuera un encuentro molesto.

El
Libro de las Lunas
asomaba bajo su brazo.

Solté un suspiro de alivio.

—Lo ha traído —dije con voz queda.

—Todavía no lo tenemos —murmuró Link.

Vestido con un jersey negro de cuello alto y una chaqueta de cuero, Hunting se mantenía un poco más atrás que su retatarabuelo, mientras lanzaba anillos de humo hacía Ridley. Ella tosió, apartando el humo de su vestido rojo, y lanzó a su tío una aviesa mirada.

Había algo inquietante en la visión de Rid con el vestido rojo, separada unos pocos pasos de los dos Íncubos de Sangre. Confié en que John estuviera equivocado y ella se pusiera de nuestro lado, tanto por el bien de Link como por el mío propio.

Los dos la queríamos. Y no puedes controlar a quién amas, incluso aunque quieras. Ése había sido el error de Genevieve con Ethan Carter Wate. Y también el del tío Macon con Lila, y el de Link con Ridley. Incluso puede que también el de Ridley con Link.

El amor fue el resorte que hizo que todos estos nudos empezaran a deshacerse en primer lugar.

—Lo has traído —le dije a Abraham.

—Y ya veo que tú también lo has traído. —Los ojos de Abraham se clavaron en John—. Aquí está mi chico. He estado tan preocupado.

John se puso rígido.

—No soy su chico. Y usted nunca se ha preocupado por mí, así que deje de fingir.

—Eso no es cierto —repuso Abraham, fingiendo estar dolido—. He invertido una gran cantidad de energía en ti.

—Demasiada, si quieren oír mi opinión —intervino Hunting.

—Nadie te la ha pedido —espetó Abraham.

Hunting apretó su mandíbula, lanzando su cigarrillo a la hierba. No parecía contento. Lo que significaba que probablemente desfogaría su rabia contra alguien que no se la mereciera ni la esperase. Todos éramos posibles candidatos.

John parecía indignado.

—¿Se refiere a tratarme como un esclavo y utilizarme para hacer su trabajo sucio? Gracias, pero no me interesa la clase de energía que pone en las cosas.

Abraham dio un paso hacia adelante, su corbata de nudo negra ondeando con la brisa.

—No me importa lo que te interese. Éstas hecho para un propósito, y cuando dejes de servir para eso, ya no serás útil. Creo que ambos sabemos lo que siento por las cosas que no me son de ninguna utilidad. —Sonrió maligno—. Contemplé cómo Sarafine se quemaba hasta morir, y lo único que me fastidió fue que la ceniza pudiera manchar mi chaqueta.

Estaba diciendo la verdad. Yo también había contemplado a mi madre arder. Aunque no solía pensar en Sarafine de esa forma. Pero oír a Abraham hablar de ella así, removió algo en mí, aunque no supiera bien el qué.

¿Simpatía? ¿Compasión?

¿Acaso sentía lastima por la mujer que había intentado matarme? ¿Era eso posible?

John me había contado que Abraham odiaba a los Caster casi tanto como a los Mortales. No le había creído hasta este momento. Abraham Ravenwood era frío, calculador, un ser perverso. Realmente era el diablo o lo más parecido a él que había conocido.

Observé cómo John erguía la cabeza y llamaba a Abraham.

—Sólo déles a mis amigos el libro, y me marcharé con usted. Ése era el trato.

Abraham se rio, con el libro aún a buen recaudo bajo su brazo.

—Los términos han cambiado. Creo que, después de todo, me lo quedaré. —Hizo un gesto hacia Link—. Y también a tu nuevo amigo.

Ridley dejó de lamer su chupachups.

—Ése no te interesa. Es un inútil, créeme. —Estaba mintiendo.

Y Abraham también se había dado cuenta. Una sonrisa maligna se extendió por su rostro.

—Como desees. Entonces lo echaremos como comida para los perros de Hunting cuando volvamos a casa.

Hubo un tiempo en el que Link se hubiera echado atrás, muerto de miedo. Pero eso fue antes de que John le mordiera y su vida cambiara. Antes de que Ethan muriera y todo cambiara.

Observé cómo Link se colocaba ahora junto a John. No pensaba ir a ninguna parte, incluso aunque tuviera miedo. Ese otro Link hacía tiempo que había desaparecido.

John intentó ponerse delante de él, pero Link sacó un brazo para detenerle.

—Puedo defenderme por mí mismo.

—No seas estúpido —espetó John—. Sólo eres un cuarto de Íncubo. Eso te hace la mitad de fuerte que yo, sin sangre Caster.

—Chicos. —Abraham chasqueó sus dedos—. Todo esto es muy enternecedor, pero es hora de marcharnos. Tengo cosas que hacer y gente a la que matar.

John se cuadró de hombros.

—No pienso ir a ninguna parte a menos que les entregue el libro. Últimamente he entrado en contacto con poderosos Caster. Ahora soy yo quien toma sus propias decisiones.

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