Hermosas criaturas (30 page)

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Authors: Kami Garcia & Margaret Stohl

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil, Romántico

BOOK: Hermosas criaturas
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La futura generación de las Hijas de la Revolución Americana se dirigió hacia nosotros. Yo decidí encontrarme con ellas a mitad de camino.

—¿Dónde está tu disfraz, Emily? ¿Se te ha olvidado que es Halloween?

Emily parecía confusa. Luego me sonrió, esa sonrisa pegajosa de alguien que está orgulloso de sí mismo en exceso.

—¿De qué me estás hablando, Ethan? ¿No es esto lo que te va ahora?

—Sólo estamos intentando que tu novia se sienta como en casa —dijo Savannah, mascando chicle.

Lena me lanzó una mirada de advertencia.

Déjalo, Ethan. Va a ser peor.

No me importa.

Puedo manejar esto.

Lo que te pasa a ti, me pasa también a mí.

Link se adelantó hasta colocarse a mi altura, tirándose de las medias.

—Hola, chicas, creí que íbamos a venir todos vestidos de brujas, pero vaya, eso ya lo hacemos todos los días, ¿no?

Lena sonrió a Link sin poder evitarlo.

—Cierra el pico, Wesley Lincoln. Le voy a decir a tu madre que andas por ahí con ese bicho raro y no te va a dejar salir de tu casa hasta Navidades. Sabéis lo que significa esa marca que tiene en la cara, ¿no? —Emily sonrió con suficiencia, señalando la marca de nacimiento de Lena y luego la que ella se había pintado en la mejilla—. Le llaman la marca de la bruja.

—¿Encontraste eso anoche en Internet? Eres todavía más idiota de lo que pensaba. —Solté una carcajada.

—Tú eres el idiota. Eres tú el que sale con ella.

Me estaba ruborizando, la última cosa que quería que ocurriera. No quería mantener esta conversación delante de todo el instituto, eso sin mencionar el hecho de que no tenía ni idea de si Lena y yo estábamos saliendo de verdad o no. Nos habíamos besado una vez y siempre estábamos juntos, de una manera u otra, pero ella no era mi novia, o al menos yo no pensaba que lo fuera, incluso aunque yo creyera haberle oído decir eso el día del Encuentro. ¿Qué podía hacer? ¿Pedirle que saliera conmigo? Quizás era de ese tipo de cosas que si tienes que pedirlas es porque la respuesta es no. Había una parte en ella que parecía apartarse de mí, una parte a la que yo no conseguía llegar.

Emily me pinchó con el extremo de su escoba. Seguro que el concepto «clavar la estaca directamente en el corazón» le molaba en ese momento un montón.

—Emily, ¿por qué no os tiráis todas por la ventana? A ver si voláis. O no.

Entrecerró los ojos.

—Espero que disfrutéis esta noche sentaditos en casa y juntitos mientras el resto del instituto está en la fiesta de Savannah. Éstas serán las últimas vacaciones que ella pase en el Jackson. —Se dio la vuelta y se dirigió pasillo abajo hacia su taquilla, seguida por Savannah y sus adláteres.

Link estaba bromeando con Lena, intentando animarla, lo cual no era muy complicado, considerando el aspecto tan ridículo que tenía. Como yo solía decir, siempre se podía contar con Link.

—Me odian de verdad. Esto no se va a acabar nunca, ¿no? —Suspiró Lena.

Link empezó a dar saltos imitando el grito de las animadoras y moviendo los pompones.

—Te odian de verdad, claro que sí. Si odian a todo el mundo, ¿por qué a ti no?

—Estaría más preocupado si les gustaras. —Me incliné y pasé el brazo por su hombro con cierta torpeza, o al menos lo intenté, porque se dio la vuelta y mi brazo apenas le rozó el hombro. Qué bien.

Aquí no.

¿Por qué no?

Va a ser peor para ti.

Soy masoquista.

—Ya está bien de hacer de PDA. —Link me dio un codazo en las costillas—. Vas a hacer que me sienta fatal, ahora que he conseguido quedarme sin citas otro año entero. Llegamos tarde a la clase de inglés y me voy a quitar esos pantis por el camino. En serio, esto me está espachurrando.

—Tengo que pararme en la taquilla para coger el libro —dijo Lena y el cabello comenzó a rizarse sobre sus hombros. Sospechaba algo, pero no dije nada.

Emily, Savannah, Charlotte y Edén permanecían frente a sus taquillas, acicalándose ante los espejos que colgaban en el interior de las puertas. La de Lena estaba un poco más allá.

—Ignóralas y ya está —le aconsejé.

Emily se estaba frotando la mejilla con un kleenex. La marca negra con forma de luna estaba adquiriendo un color más oscuro y se estaba extendiendo cada vez más en lugar de desaparecer.

—Charlotte, ¿tienes desmaquillador?

—Claro.

Emily se restregó la mejilla unas cuantas veces más.

—No se quita. Savannah, creía que habías dicho que esto salía con un poco de agua y jabón.

—Así es.

—Entonces, ¿por qué no sale? —Emily cerró de un portazo la taquilla cabreada.

El drama captó la atención de Link.

—¿Qué están haciendo esas cuatro ahí?

—Parece que tienen algún problema —comentó Lena, inclinándose sobre su taquilla.

Savannah intentó borrar la luna negra de su mejilla.

—La mía tampoco se quita. —La luna se había extendido hasta casi cubrirle la mitad de la cara—. Tengo el lápiz aquí.

Emily sacó el bolso de la taquilla y rebuscó algo dentro.

—Olvídalo. Tengo el mío en el bolso.

—¿Pero qué…? —Savannah sacó algo del suyo.

—¿Has usado un marcador Sharpie? —rio Emily.

Savannah lo sostuvo delante de ella.

—Pues claro que no. No tengo ni idea de cómo ha llegado hasta aquí.

—Pero qué cortita eres. Esto no se te va a quitar antes de la fiesta de esta noche.

—No puedo llevar esto en la cara toda la noche, voy vestida de diosa griega, de Afrodita. Me arruinará por completo el disfraz.

—Deberías haber tenido más cuidado. —Emily rebuscó un poco más en su bolsito plateado hasta que lo dejó caer en el suelo delante de la taquilla y salieron rodando el brillo de labios y los pintauñas—. No lo encuentro. Se supone que estaba aquí.

—¿De qué estáis hablando? —preguntó Charlotte.

—El maquillaje que usé esta mañana no está aquí. —A esas alturas, Emily había empezado a llamar la atención de todos y la gente comenzó a detenerse para observar lo que estaba ocurriendo. En ese momento, salió rodando otro marcador Sharpie del bolsito.

—¿Tú también has usado ese marcador?

—¡Pues claro que no! —gritó Emily, frotándose la cara frenéticamente, aunque sólo consiguió que la luna negra se ennegreciera y se extendiera aún más—. Pero ¿qué demonios está pasando?

—Estoy segura de que yo sí tengo el mío —dijo Charlotte, y abrió el pestillo de la puerta de su taquilla. Se quedó allí quieta unos segundos, mirando fijamente el interior.

—¿Qué está pasando? —increpó Savannah, y en ese momento Charlotte sacó la mano de la taquilla con un Sharpie en la mano.

Link sacudió los pompones.

—¡Las animadoras molan!

Miré a Lena.

¿Un Sharpie?

Se le dibujó en la cara una sonrisa traviesa.

Creía que me habías dicho que no podías controlar tus poderes.

La suerte del principiante.

Al final del día, todo el Jackson hablaba del equipo de animadoras. Aparentemente, todas las chicas que se habían vestido como Lena se las habían apañado para usar un marcador Sharpie en vez de un lápiz de ojos para pintarse una estúpida luna creciente en la cara. Las animadoras. Los chistes fueron infinitos.

Durante los siguientes días, todas tendrían que ir de un lado a otro por instituto y por el pueblo, a cantar en el coro juvenil de la iglesia y animar los partidos con las mejillas marcadas con el Sharpie hasta que se les borrara. A la señora Lincoln y a la señora Snow les iba a dar un ataque.

Yo lo único que deseaba era estar presente cuando ocurriera.

Acompañé a Lena al coche después de las clases, lo cual sólo era una excusa para poder cogerla de la mano un poco más. Las intensas sensaciones físicas que experimentaba al tocarla no tenían el efecto disuasorio que era de esperar. No importaba lo que fuera, que me quemará, me salieran sarpullidos o me aturdiera la descarga de un rayo, tenía que estar cerca de ella como fuera. Era como comer o respirar, algo ante lo que no tenía elección. Y esto me daba más miedo que todos los Halloweens del mundo. Iba a acabar conmigo.

—¿Qué vas a hacer esta noche? —Mientras hablaba, se pasó la mano por el pelo sin darse cuenta. Se había sentado en el capó del coche y yo permanecía de pie delante de ella.

—Pensé que podrías pasarte por mi casa y quedarnos allí para abrirle la puerta a los chicos cuando vengan con lo de «truco o trato». Y puedes ayudarme a vigilar el césped para asegurarnos de que nadie se pone ahí a quemar cruces. —Intenté no pensar con demasiada claridad en el resto de mi plan, que implicaba a Lena, nuestro sofá, ver películas antiguas y Amma fuera de casa durante toda la noche.

—No puedo. Es una de las Celebraciones. Vienen parientes de todas partes. El tío Macon no me dejará estar fuera de casa ni cinco minutos y eso sin mencionar el peligro. Jamás abriría la puerta a un extraño en una noche con tanto poder Oscuro.

—Jamás lo había visto desde ese punto de vista.

Claro, hasta ahora.

Amma estaba a punto de marcharse cuando yo llegué a casa. Estaba guisando pollo en la cocina y amasando un bizcocho con las manos «de la única manera en que hace bizcochos una mujer que se respeta a sí misma». Miré la cacerola con suspicacia, preguntándome si esa comida iba a ser para nuestra cena o para la de los Notables.

Pellizqué un poco de masa y me cogió la mano.

—D.E.S.V.A.L.I.J.A.D.O.R. —Sonreí.

—Pues por eso, mantén tus manos ladronas fuera de mi bizcocho, Ethan Wate. Tengo gente hambrienta a la que alimentar. —Supuse que no sería yo quien comería pollo y bizcocho esta noche.

Amma siempre regresaba a su casa la noche de Halloween. Decía que era una noche especial para ir a la iglesia, pero mi madre solía decir que era una buena noche para hacer negocio. ¿Qué día podía haber mejor para que te leyeran las cartas? No tendría el mismo montón de gente en Pascua o el día de San Valentín.

Pero a la luz de los hechos recientes, me pregunté si no habría alguna otra razón. A lo mejor también era una noche apropiada para leer los huesos de pollo en el cementerio. No se lo podía preguntar, pero no estaba seguro y quería saberlo. Echaba de menos a Amma, charlar con ella con franqueza y confiar en ella. No dejaba ver si ella sentía que las cosas habían cambiado entre nosotros. Quizá lo achacaba a que estaba creciendo y a lo mejor ésa era la verdad.

—¿Vas a ir a esa fiesta a la casa de los Snow?

—No, este año me quedaré en casa.

Alzó una ceja, aunque no preguntó nada. Ella ya sabía el motivo por el cual no iba a ir.

—Tú sabrás lo que haces, atente a las consecuencias.

No contesté nada. Ya sabía que ella no esperaba respuesta.

—Me estoy preparando para irme dentro de unos minutos. Ábreles la puerta a los chavales que vengan por aquí. Tu padre está ocupado trabajando. —Claro, como si mi padre fuera a salir de su exilio autoimpuesto para abrirle la puerta a los del «truco o trato».

—Vale.

Abrí las bolsas de caramelos que había en el vestíbulo y las volqué sobre un gran bol de cristal. No podía quitarme de la cabeza las palabras de Lena. «Una noche con tanto poder Oscuro». Recordé a Ridley de pie ante su coche, en el Stop & Steal, con todas aquellas piernas y aquella sonrisa empalagosa. Era evidente que distinguir fuerzas Oscuras no era uno de mis talentos ni decidir a quién abrirle o no la puerta. Cuando la chica en la que no puedes dejar de pensar es una
Caster
, Halloween adquiere un sentido completamente distinto. Me quedé mirando el bol de cristal que tenía en las manos, abrí la puerta, lo coloqué en el porche y me volví adentro.

Mientras me acomodaba para ver
El resplandor
, me di cuenta de que echaba de menos a Lena. Dejé que mi mente divagara, porque casi siempre encontraba la forma de acercarme a ella de esa manera, pero no la encontré. Me quedé dormido en el sofá esperando que ella soñara conmigo o algo similar.

Alguien llamó a la puerta y me despertó. Miré el reloj. Eran casi las diez, demasiado tarde para los chavales del «truco o trato».

—¿Amma?

No hubo respuesta. Volvieron a llamar.

—¿Eres tú?

El cuarto de estar estaba a oscuras y sólo parpadeaba la luz procedente de la televisión. En
El resplandor
, el padre destrozaba la puerta de la habitación del hotel con el hacha ensangrentada para atacar a su familia. No era el momento más apropiado para abrir ninguna puerta, especialmente la noche de Halloween. Sonó de nuevo otro golpe.

—¿Link?

Apagué la televisión y miré a mi alrededor para coger algo para defenderme, pero no encontré nada. Al final, cogí una vieja videoconsola que estaba tirada en el suelo entre un montón de videojuegos. No es que fuera un bate de béisbol, pero al menos era un trasto de antigua y sólida tecnología japonesa de la vieja escuela. Debía de pesar por lo menos cinco kilos. La alcé sobre mi cabeza y di un paso hacia la pared que separaba el cuarto de estar del vestíbulo. Otro paso más y moví apenas un milímetro la cortina de encaje que cubría la puerta acristalada.

No podía ver nada en la oscuridad puesto que el porche no estaba iluminado. Sin embargo, habría reconocido en cualquier sitio aquella camioneta de color beis que estaba aparcada enfrente de casa con el motor en marcha. Ella solía decir que era de color «arena del desierto». Era la madre de Link, con un plato de
brownies
. Yo aún sujetaba la consola entre las manos. Si Link estuviera mirándome, no llegaría a ver amanecer ese día.

—Un momento, señora Lincoln. —Encendí la luz del porche y corrí el cerrojo de la puerta, pero ésta continuó cerrada cuando intenté abrirla. Comprobé el cerrojo otra vez, pero seguía estando echado, incluso aunque yo creía haberlo quitado.

—¿Ethan?

Intenté quitarlo de nuevo, pero volvió a cerrarse con un golpe brusco antes de que pudiera apartar la mano.

—Señora Lincoln, lo siento, pero no consigo abrir la puerta.

Dejé caer contra ella todo mi peso haciendo malabarismos con la consola. Algo cayó justo ante mis pies y me agaché para cogerlo. Era ajo, envuelto en uno de los pañuelos de Amma. Era de suponer que se trataba de algo así, puesto que era una de sus pequeñas tradiciones del día de Halloween y los colocaba en las puertas y en los alféizares de las ventanas.

Sin embargo, algo evitaba que pudiera abrir la puerta, una fuerza parecida a la que me abrió la puerta del estudio hacía unos cuantos días. ¿Cuántas cerraduras en casa funcionaban a su antojo? ¿Qué estaba pasando?

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