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Authors: Frank Herbert

Tags: #Ciencia ficción

Herejes de Dune (45 page)

BOOK: Herejes de Dune
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¿En privado?
Entonces se trataba de malas noticias.

Miró a Burzmali. Era un hombre bajo y esbelto, con un rostro finamente triangular que se estrechaba en una puntiaguda barbilla. Su pelo rubio colgaba ligeramente sobre su alta frente. Sus ojos verdes, muy separados, eran alertas y observadores. Parecía demasiado joven para las responsabilidades de un Bashar, pero Teg también había parecido demasiado joven en Arbelough.
Estamos haciéndonos viejos, maldita sea.
Taraza se obligó a relajarse y a depositar su confianza en el hecho de que Teg había adiestrado a aquel hombre y había depositado toda su confianza en él.

—Decidme las malas noticias —murmuró Taraza.

Burzmali carraspeó.

—Sigue sin haber señales del Bashar y su grupo en Gammu, Madre Superiora. —Poseía una voz pesada, masculina.

Y eso no es lo peor,
pensó Taraza. Veía claramente los signos en el nerviosismo de Burzmali.

—Decidlo todo —ordenó—. Obviamente, habéis completado vuestro examen de las ruinas del Alcázar.

—Ningún superviviente —dijo el hombre—. Los atacantes fueron concienzudos.

—¿Tleilaxu?

—Probablemente.

—¿Tenéis dudas?

—Los atacantes utilizaron ese nuevo explosivo ixiano, el 12–Urí. Yo… creo que pudo ser utilizado para confundirnos. Había también orificios de sondas cerebrales mecánicas en el cerebro de Schwangyu.

—¿Y Patrin?

—Tal como Schwangyu informó. Se hizo estallar él mismo junto con aquella nave–señuelo. Lo identificaron por unos fragmentos de dos de sus dedos y un ojo intacto. No quedó absolutamente nada lo suficientemente grande como para sondear.

—¡Pero tenéis dudas! ¡No sabéis quiénes fueron!

—Schwangyu dejó un mensaje que solamente nosotros podíamos leer.

—¿En las señales de desgaste del mobiliario?

Sí, Madre Superiora, y…

—Entonces sabía que iba a ser atacada y tuvo tiempo de dejar el mensaje. Vi vuestro informe anterior sobre la devastación del ataque.

—Fue rápido y absolutamente aplastante. Los atacantes no intentaron hacer prisioneros.

—¿Qué dijo ella?

—Rameras.

Taraza intentó contener su impresión, aunque había estado esperando aquella palabra. El esfuerzo por permanecer tranquila casi agotó sus energías. Aquello era tremendamente malo. Taraza se concedió un profundo suspiro. La oposición de Schwangyu había persistido hasta el fin. Pero entonces, viendo el desastre, había tomado una decisión pertinente. Sabiendo que iba a morir sin la oportunidad de transferir sus Memorias de Vidas a otra Reverenda Madre, había actuado de acuerdo con la más básica lealtad. Si no puedes hacer ninguna otra cosa, arma a tus Hermanas y frustra al enemigo.

¡Así que las Honoradas Matres habían actuado!

—Habladme de vuestra búsqueda del ghola —ordenó Taraza.

—Nosotros no fuimos los primeros buscadores en este sentido, Madre Superiora. Había muchas quemaduras adicionales de árboles y rocas y maleza.

—¿Pero había una no–nave?

—Las
señales
de una no–nave.

Taraza asintió para sí misma. ¿Un silencioso mensaje de Antigua Integridad?

—¿Cuán de cerca examinasteis el área?

—Volamos sobre ella, pero en un viaje de rutina de un lugar a otro.

—Taraza señaló a Burzmali una silla junto a los pies de su camastro.

—Sentaos y descansad. Deseo que hagáis algunas suposiciones para mí.

Burzmali se sentó cuidadosamente en la silla. ¿Suposiciones?

—Vos fuisteis su estudiante preferido. Deseo que imaginéis que vos sois Miles Teg. Sabéis que debéis sacar al ghola del Alcázar. No confiáis completamente en nadie a vuestro alrededor, ni siquiera en Lucilla. ¿Qué es lo que haríais?

—Algo inesperado, por supuesto.

—Por supuesto.

Burzmali se frotó su puntiaguda barbilla. Finalmente, dijo:

—Confío en Patrin. Confío enteramente en él.

—De acuerdo, vos y Patrin. ¿Qué haríais?

—Patrin es un nativo de Gammu.

—Yo también he estado pensando en eso —dijo Taraza.

Burzmali contempló el suelo a sus pies.

—Patrin y yo tendríamos un plan de emergencia preparado con mucha antelación para cuando fuera necesario. Siempre preparo formas secundarias de enfrentarme a los problemas.

—Muy bien. Ahora… el plan. ¿Qué haríais?

—¿Por qué se mataría Patrin? —preguntó Burzmali.

—Vos estáis seguro de que eso fue lo que hizo.

—Visteis los informes. Schwangyu y algunas otras estaban seguras de ello. Yo lo acepto. Patrin era lo suficientemente leal como para hacer eso por su Bashar.

—¡Por vos! Vos sois Miles Teg ahora. ¿Qué plan habréis maquinado Patrin y vos?

—Yo no enviaría deliberadamente a Patrin a una muerte segura.

—¿A menos?

—Patrin hizo eso por iniciativa propia. Podía hacerlo si el plan lo había ideado él… no yo. Lo haría para protegerme, para asegurarse de que nadie descubría el plan.

—¿Cómo podía Patrin hacer acudir una no–nave sin que nosotros lo supiéramos?

—Patrin era un nativo de Gammu. Su familia viene de los días de Giedi Prime.

Taraza cerró los ojos y giró la cabeza hacia un lado, apartándola de Burzmali. Burzmali seguía las mismas huellas que ella había estado siguiendo mentalmente.
Conocíamos los orígenes de Patrin.
¿Cuál era el significado de aquella asociación con Gammu? Su mente se negaba a especular. ¡Así era como había llegado a sentirse tan agotada! Miró una vez más a Burzmali.

—¿Halló Patrin alguna forma de entrar secretamente en contacto con su familia y sus viejos amigos?

—Exploramos todo contacto que pudimos descubrir.

—Podéis estar seguro de que no los habéis rastreado todos. Burzmali se alzó de hombros.

—Por supuesto que no. No actuamos bajo esa suposición. Taraza inspiró profundamente.

—Volved a Gammu. Llevaos con vos tanta ayuda como pueda daros nuestra Seguridad. Decidle a Bellonda que esas son mis órdenes. Debéis introducir agentes en todas partes. Descubrid lo que sabía Patrin. Lo que quede de su familia. Sus amigos. Descubrid todo lo que sea posible.

—Eso armará revuelo, no importa lo cuidadosos que seamos. Otros se enteraran.

—Eso no puede ser evitado. ¡Y, Burzmali!

El hombre estaba ya en pie.

—¿Sí, Madre Superiora?

—Los otros que están buscando: debéis estar siempre por delante de ellos.

—¿Puedo utilizar un navegante de la Cofradía?

—¡No!

—Entonces, ¿cómo…?

—Burzmali, ¿y si Miles y Lucilla y nuestro ghola estuvieran aún en Gammu?

—¡Ya os he dicho que no aceptaba la idea de que habían abandonado el planeta en una no–nave!

Durante un largo período de silencio, Taraza estudió al hombre de pie a los pies de su camastro. Adiestrado por Miles Teg. El estudiante preferido del viejo Bashar. Aquello significaba que el adiestrado instinto de Burzmali estaba sugiriendo algo.

Con voz muy baja, murmuró:

—¿Sí?

—Gammu era Giedi Prime, un lugar Harkonnen.

—¿Qué os sugiere eso?

—Los Harkonnen eran ricos, Madre Superiora. Muy ricos.

—¿Y?

—Lo suficientemente ricos como para completar la instalación secreta de una no–estancia… incluso de un gran no–globo.

—¡No hay grabaciones de eso! Ix nunca ha sugerido ni siquiera vagamente algo así. No han enviado nada a Gammu desde hace…

—Sobornos, compras por medio de terceros, intercambios de carga entre naves —dijo Burzmali—. Los Tiempos de Hambruna fueron unos tiempos muy desorganizados, y antes de ellos hubieron todos esos milenios del Tirano.

—Cuando los Harkonnen tuvieron que humillar sus cabezas o perderlas. Está bien, admitiré la posibilidad.

—Las grabaciones pudieron perderse —dijo Burzmali.

—No por parte nuestra o de los otros gobiernos que sobrevivieron. ¿A dónde os lleva esa línea de especulación?

—A Patrin.

—Ahhh.

Burzmali habló rápidamente:

—Si algo así fuera descubierto, un nativo de Gammu podría llegar a saber de ello.

—¿Cuántos nativos de Gammu podrían llegar a saberlo? No pensaréis que hayan podido mantener algo así en secreto durante… ¡Sí! Entiendo lo que queréis decir. Si fuera un secreto de la familia de Patrin…

—No me he atrevido a preguntarles nada de eso a ninguno de ellos.

—¡Por supuesto que no! Pero podríais buscar… sin alertar a…

—Ese lugar en la montaña donde fueron dejadas las marcas de la no–nave.

—¡Eso requeriría que fuerais vos en persona!

—Muy difícil de ocultarlo a los espías —admitió él—. A menos que fuera allí con una fuerza muy reducida y aparentemente con otras finalidades.

—¿Qué otras finalidades?

—Instalar un túmulo funerario en memoria de mi viejo Bashar.

—¿Dando a entender que sabemos que está muerto? ¡Sí!

—Vos habéis pedido ya a los tleilaxu que reemplacen a nuestro ghola.

—Fue una simple precaución y no tiene nada que ver con… Burzmali, esto es extremadamente peligroso. Dudo que podamos engañar a la clase de gente que os estará observando en Gammu.

—Mi dolor y el de la gente que lleve conmigo será dramático y creíble.

—Lo creíble no convence necesariamente a un observador atento.

—¿No confiáis en mi lealtad y en la lealtad de la gente que voy a llevar conmigo?

Taraza frunció pensativamente los labios. Se recordó a sí misma que la absoluta lealtad era algo que habían aprendido a valorar de acuerdo con los estándares proporcionados por los Atreides. Cómo producir gente que atraiga hacia sí la devoción más absoluta. Burzmali y Teg eran excelentes ejemplos.

—Puede funcionar —admitió Taraza. Miró especulativamente a Burzmali. ¡El estudiante preferido de Teg podía tener razón!

—Entonces iré —dijo Burzmali. Se dio la vuelta para marcharse.

—Un momento —dijo Taraza.

Burzmali se volvió.

—Os saturaréis todos con shere. Todos. Y si sois capturados por Danzarines Rostro… ¡esos nuevos!… deberéis quemaros vuestras cabezas o despedazarlas absolutamente. Tomad las precauciones necesarias.

La repentina expresión sobria en el rostro de Burzmali tranquilizó a Taraza. Por un momento, se había sentido orgulloso de sí mismo allí. Mejor no desanimar este orgullo. No convenía que aquel hombre cometiera imprudencias.

Capítulo XXVIII

Sabemos desde hace mucho que los objetos de nuestras experiencias sensoriales palpables pueden ser influenciados por la elección… una elección tanto consciente como inconsciente. Este es un hecho demostrado que no requiere que creamos que alguna fuerza dentro de nosotros sale al exterior y toca el universo. Señalo una pragmática relación entre creencia y lo que identificamos como «real». Todos nuestros juicios arrastran consigo una pesada carga de creencias ancestrales a las cuales nosotras, las Bene Gesserit, tendemos a ser más susceptibles que la mayoría. No es suficiente que seamos conscientes de esto y nos guardemos contra ello. Las interpretaciones alternativas deben recibir siempre nuestra atención.

Madre Superiora Taraza: Discusión en el Consejo

—Dios nos juzgará aquí —exultó Waff.

Llevaba diciendo aquello en los momentos más impredecibles durante toda aquella larga cabalgada por el desierto. Sheeana parecía no darse cuenta de ello, pero la voz y los comentarios de Waff habían empezado a irritar a Odrade.

El sol rakiano había avanzado mucho hacia el oeste, pero el gusano que los transportaba no parecía cansarse en su viaje a través del antiguo Sareer hacia lo que quedaba de la barrera formada por el muro del Tirano.

¿Por qué esta dirección?,
se preguntaba Odrade.

Ninguna respuesta era satisfactoria. El fanatismo y el renovado peligro de Waff, sin embargo, exigían una respuesta inmediata. Recitó el canto del Shariat que sabía que lo controlaba.

—Dejemos que sea dios y no los hombres quien juzgue.

Waff frunció el ceño ante la nota burlona de su voz. Miró el horizonte frente a ellos y luego hacia arriba, a los tópteros, que se mantenían a su altura.

—Los hombres deben hacer el trabajo de Dios —murmuró.

Odrade no respondió. Waff se había visto sumido en sus dudas y ahora debía estarse preguntando: ¿Comparten realmente esas brujas Bene Gesserit la Gran Creencia?

Sus pensamientos retrocedieron a las preguntas no respondidas, deteniéndose en todo lo que sabía sobre los gusanos de Arrakis. Memorias personales y las Otras Memorias tejieron un alocado montaje. Podía visualizar a embozados Fremen a lomos de un gusano más grande aún que éste, cada jinete inclinado hacia atrás agarrado a un largo palo terminado en un garfio que se clavaba en la articulación de los anillos del gusano del mismo modo que sus manos se aferraban ahora a ésta. Sintió el viento contra sus mejillas, sus ropas azotando sus piernas. Aquella cabalgada y las otras se mezclaron en una larga familiaridad.

Ha pasado mucho tiempo desde que un Atreides cabalgó de esta manera.

¿Había habido algún indicio de su destino allá atrás en Dar–es–Balat? ¿Cómo era posible? Pero había hecho tanto calor, y su mente había estado tan ocupada sondeando lo que podía ocurrir en aquella aventura en el desierto. No había estado tan alerta como hubiera debido estar.

Al igual que todas las demás comunidades en Rakis, Dar–es–Balat se cerraba sobre sí mismo durante el calor de primera hora de la tarde. Odrade recordaba la irritación de su nuevo destiltraje mientras aguardaba a la sombra de un edificio cerca de los límites occidentales de Dar–es–Balat. Aguardaba a que las distintas escoltas trajeran a Sheeana y Waff de las casas de seguridad donde Odrade los había instalado.

Qué tentador blanco había hecho allí. Pero tenía que estar segura de la sumisión rakiana. Las escoltas Bene Gesserit se habían retrasado deliberadamente.

—A Shaitan le gusta el calor —había dicho Sheeana.

Los rakianos se ocultaban del calor, pero los gusanos salían con él. ¿Era ese un hecho significativo, que revelaba las razones por las cuales aquel gusano los estaba llevando en una dirección en particular?

¡Mi mente está rebotando de un lado para otro como la pelota de un niño!

¿Qué significaba el que los rakianos se ocultaran del sol mientras un pequeño tleilaxu, una Reverenda Madre, y una salvaje muchacha cruzaban a toda velocidad el desierto a lomos de un gusano? Era un antiguo modelo en Rakis. No había nada sorprendente en todo aquello. Los antiguos Fremen habían sido principalmente nocturnos, sin embargo. Sus descendientes modernos dependían más de las sombras para protegerse de la ardiente luz del sol.

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