Harry Potter. La colección completa (95 page)

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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

BOOK: Harry Potter. La colección completa
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—¿Cuál es la puntuación?

—Cincuenta puntos a nuestro favor. Pero si no atrapamos la
snitch
, seguiremos jugando hasta la noche.

—Con esto me resulta imposible —respondió Harry, blandiendo las gafas.

En ese instante apareció Hermione a su lado. Se tapaba la cabeza con la capa e, inexplicablemente, estaba sonriendo.

—¡Tengo una idea, Harry! ¡Dame tus gafas, rápido!

Se las entregó, y ante la mirada de sorpresa del equipo, golpeó las gafas con su varita y dijo:


Impervius
. —Y se las devolvió a Harry diciendo—: Ahí las tienes: ¡repelerán el agua!

Wood la hubiera besado:

—¡Magnífico! —exclamó emocionado, mientras ella se alejaba—. ¡De acuerdo, vamos a ello!

El hechizo de Hermione funcionó. Harry seguía entumecido por el frío y más empapado que nunca en su vida, pero podía ver. Lleno de una renovada energía, aceleró la escoba a través del aire turbulento buscando en todas direcciones la
snitch
, esquivando una
bludger
, pasando por debajo de Diggory, que volaba en dirección contraria...

Brilló otro rayo, seguido por el retumbar de un trueno. La cosa se ponía cada vez más peligrosa. Harry tenía que atrapar la
snitch
cuanto antes...

Se volvió, intentando regresar hacia la mitad del campo, pero en ese momento otro relámpago iluminó las gradas y Harry vio algo que lo distrajo completamente: la silueta de un enorme y lanudo perro negro, claramente perfilada contra el cielo, inmóvil en la parte superior y más vacía de las gradas.

Las manos entumecidas le resbalaron por el palo de la escoba y la Nimbus descendió varios metros. Retirándose de los ojos el flequillo empapado, volvió a mirar hacia las gradas: el perro había desaparecido.

—¡Harry! —gritó Wood angustiado, desde los postes de Gryffindor—. ¡Harry, detrás de ti!

Harry miró hacia atrás con los ojos abiertos de par en par. Cedric Diggory atravesaba el campo a toda velocidad, y entre ellos, en el aire cuajado de lluvia, brillaba una diminuta bola dorada...

Con un sobresalto, Harry pegó el cuerpo al palo de la escoba y se lanzó hacia la
snitch
como una bala.

—¡Vamos! —gritó a la Nimbus, al mismo tiempo que la lluvia le azotaba la cara— . ¡Más rápido!

Pero algo extraño pasaba. Un inquietante silencio caía sobre el estadio. Ya no se oía el viento, aunque soplaba tan fuerte como antes. Era como si alguien hubiera quitado el sonido, o como si Harry se hubiera vuelto sordo de repente. ¿Qué sucedía?

Y entonces le penetró en el cuerpo una ola de frío horrible y ya conocida, exactamente en el momento en que veía algo que se movía por el campo, debajo de él. Antes de que pudiera pensar, Harry había apartado la vista de la
snitch
y había mirado hacia abajo. Abajo había al menos cien
dementores
, con el rostro tapado, y todos señalándole. Fue como si le subiera agua helada por el pecho y le cortara por dentro. Y entonces volvió a oírlo... Alguien gritaba dentro de su cabeza..., una mujer...


A Harry no. A Harry no. A Harry no, por favor.


Apártate, estúpida... apártate...


A Harry no. Te lo ruego, no. Cógeme a mí. Mátame a mí en su lugar...

A Harry se le había enturbiado el cerebro con una especie de niebla blanca. ¿Qué hacía? ¿Por qué montaba una escoba voladora? Tenía que ayudarla. La mujer iba a morir, la iban a matar...

Harry caía, caía entre la niebla helada.


A Harry no, por favor. Ten piedad, te lo ruego, ten piedad...

Alguien de voz estridente estalló en carcajadas. La mujer gritaba y Harry no se enteró de nada más.

—Ha tenido suerte de que el terreno estuviera blando.

—Creí que se había matado.

—¡Pero si ni siquiera se ha roto las gafas!

Harry oía las voces, pero no encontraba sentido a lo que decían. No tenía ni idea de dónde se hallaba, ni de por qué se encontraba en aquel lugar, ni de qué hacia antes de aquel momento. Lo único que sabía era que le dolía cada centímetro del cuerpo como si le hubieran dado una paliza.

—Es lo más pavoroso que he visto en mi vida.

Horrible... Lo más pavoroso... Figuras negras con capucha... Frío... Gritos...

Harry abrió los ojos de repente. Estaba en la enfermería. El equipo de
quidditch
de Gryffindor, lleno de barro, rodeaba la cama. Ron y Hermione estaban allí también y parecían haber salido de la ducha.

—¡Harry! —exclamó Fred, que parecía exageradamente pálido bajo el barro—. ¿Cómo te encuentras?

La memoria de Harry fue recuperando los acontecimientos por orden: el relámpago..., el
Grim
..., la
snitch
..., y los
dementores
.

—¿Qué sucedió? —dijo incorporándose en la cama, tan de repente que los demás ahogaron un grito.

—Te caíste —explicó Fred—. Debieron de ser... ¿cuántos? ¿Veinte metros?

—Creímos que te habías matado —dijo Alicia, temblando.

Hermione dio un gritito. Tenía los ojos rojos.

—Pero el partido —preguntó Harry—, ¿cómo acabó? ¿Se repetirá?

Nadie respondió. La horrible verdad cayó sobre Harry como una losa.

—¿No habremos... perdido?

—Diggory atrapó la
snitch
—respondió George— poco después de que te cayeras. No se dio cuenta de lo que pasaba. Cuando miró hacia atrás y te vio en el suelo, quiso que se anulara. Quería que se repitiera el partido. Pero ganaron limpiamente. Incluso Wood lo ha admitido.

—¿Dónde está Wood? —preguntó Harry de repente, notando que no estaba allí.

—Sigue en las duchas —dijo Fred—. Parece que quiere ahogarse.

Harry acercó la cara a las rodillas y se cogió el pelo con las manos. Fred le puso la mano en el hombro y lo zarandeó bruscamente.

—Vamos, Harry, es la primera vez que no atrapas la
snitch
.

—Tenía que ocurrir alguna vez —dijo George.

—Todavía no ha terminado —dijo Fred—. Hemos perdido por cien puntos, ¿no? Si Hufflepuff pierde ante Ravenclaw y nosotros ganamos a Ravenclaw, y Slytherin...

—Hufflepuff tendrá que perder al menos por doscientos puntos —dijo George.

—Pero si ganan a Ravenclaw...

—Eso no puede ser. Los de Ravenclaw son muy buenos.

—Pero si Slytherin pierde frente a Hufflepuff..

—Todo depende de los puntos... Un margen de cien, en cualquier caso...

Harry guardaba silencio. Habían perdido. Por primera vez en su vida, había perdido un partido de
quidditch
.

Después de unos diez minutos, la señora Pomfrey llegó para mandarles que lo dejaran descansar.

—Luego vendremos a verte —le dijo Fred—. No te tortures, Harry. Sigues siendo el mejor buscador que hemos tenido.

El equipo salió en tropel, dejando el suelo manchado de barro. La señora Pomfrey cerró la puerta detrás del último, con cara de mal humor. Ron y Hermione se acercaron un poco más a la cama de Harry.

—Dumbledore estaba muy enfadado —dijo Hermione con voz temblorosa—. Nunca lo había visto así. Corrió al campo mientras tú caías, agitó la varita mágica y entonces se redujo la velocidad de tu caída. Luego apuntó a los
dementores
con la varita y les arrojó algo plateado. Abandonaron inmediatamente el estadio... Le puso furioso que hubieran entrado en el campo... lo oímos...

—Entonces te puso en una camilla por arte de magia —explicó Ron—. Y te llevó al colegio flotando en la camilla. Todos pensaron que estabas...

Su voz se apagó, pero Harry apenas se dio cuenta. Pensaba en lo que le habían hecho los
dementores
, en la voz que suplicaba. Alzó los ojos y vio a Hermione y a Ron tan preocupados que rápidamente buscó algo que decir.

—¿Recogió alguien la Nimbus?

Ron y Hermione se miraron.

—Eh...

—¿Qué pasa? —preguntó Harry.

—Bueno, cuando te caíste... se la llevó el viento —dijo Hermione con voz vacilante.

—¿Y?

—Y chocó... chocó... contra el sauce boxeador.

Harry sintió un pinchazo en el estómago. El sauce boxeador era un sauce muy violento que estaba solo en mitad del terreno del colegio.

—¿Y? —preguntó, temiendo la respuesta.

—Bueno, ya sabes que al sauce boxeador —dijo Ron— no le gusta que lo golpeen.

—El profesor Flitwick la trajo poco antes de que recuperaras el conocimiento —explicó Hermione en voz muy baja.

Se agachó muy despacio para coger una bolsa que había a sus pies, le dio la vuelta y puso sobre la cama una docena de astillas de madera y ramitas, lo que quedaba de la fiel y finalmente abatida escoba de Harry.

10
El mapa del merodeador

La señora Pomfrey insistió en que Harry se quedara en la enfermería el fin de semana. El muchacho no se quejó, pero no le permitió que tirara los restos de la Nimbus 2.000. Sabía que era una tontería y que la Nimbus no podía repararse, pero Harry no podía evitarlo. Era como perder a uno de sus mejores amigos.

Lo visitó gente sin parar, todos con la intención de infundirle ánimos. Hagrid le envió unas flores llenas de tijeretas y que parecían coles amarillas, y Ginny Weasley, sonrojada, apareció con una tarjeta de saludo que ella misma había hecho y que cantaba con voz estridente salvo cuando se cerraba y se metía debajo del frutero.

El equipo de Gryffindor volvió a visitarlo el domingo por la mañana, esta vez con Wood, que aseguró a Harry con voz de ultratumba que no lo culpaba en absoluto. Ron y Hermione no se iban hasta que llegaba la noche. Pero nada de cuanto dijera o hiciese nadie podía aliviar a Harry, porque los demás sólo conocían la mitad de lo que le preocupaba.

No había dicho nada a nadie acerca del
Grim
, ni siquiera a Ron y a Hermione, porque sabía que Ron se asustaría y Hermione se burlaría. El hecho era, sin embargo, que el
Grim
se le había aparecido dos veces y en las dos ocasiones había habido accidentes casi fatales. La primera casi lo había atropellado el
autobús noctámbulo
. La segunda había caído de veinte metros de altura. ¿Iba a acosarlo el
Grim
hasta la muerte? ¿Iba a pasar él el resto de su vida esperando las apariciones del animal?

Y luego estaban los
dementores
. Harry se sentía muy humillado cada vez que pensaba en ellos. Todo el mundo decía que los
dementores
eran espantosos, pero nadie se desmayaba al verlos... Nadie más oía en su cabeza el eco de los gritos de sus padres antes de morir.

Porque Harry sabía ya de quién era aquella voz que gritaba. En la enfermería, desvelado durante la noche, contemplando las rayas que la luz de la luna dibujaba en el techo, oía sus palabras una y otra vez. Cuando se le acercaban los
dementores
, oía los últimos gritos de su madre, su afán por protegerlo de lord Voldemort, y las carcajadas de lord Voldemort antes de matarla... Harry dormía irregularmente, sumergiéndose en sueños plagados de manos corruptas y viscosas y de gritos de terror, y se despertaba sobresaltado para volver a oír los gritos de su madre.

Fue un alivio regresar el lunes al bullicio del colegio, donde estaba obligado a pensar en otras cosas, aunque tuviera que soportar las burlas de Draco Malfoy. Malfoy no cabía en sí de gozo por la derrota de Gryffindor. Por fin se había quitado las vendas y lo había celebrado parodiando la caída de Harry. La mayor parte de la siguiente clase de Pociones la pasó Malfoy imitando por toda la mazmorra a los
dementores
. Llegó un momento en que Ron no pudo soportarlo más y le arrojó un corazón de cocodrilo grande y viscoso. Le dio en la cara y consiguió que Snape le quitara cincuenta puntos a Gryffindor.

—Si Snape vuelve a dar la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, me pondré enfermo —explicó Ron, mientras se dirigían al aula de Lupin, tras el almuerzo—. Mira a ver quién está, Hermione.

Hermione se asomó al aula.

—¡Estupendo!

El profesor Lupin había vuelto al aula. Ciertamente, tenía aspecto de convaleciente. Las togas de siempre le quedaban grandes y tenía ojeras. Sin embargo, sonrió a los alumnos mientras se sentaban, y ellos prorrumpieron inmediatamente en quejas sobre el comportamiento de Snape durante la enfermedad de Lupin.

—No es justo. Sólo estaba haciendo una sustitución ¿Por qué tenía que mandarnos trabajo?

—No sabemos nada sobre los hombres lobo...

—¡... dos pergaminos!

—¿Le dijisteis al profesor Snape que todavía no habíamos llegado ahí? —preguntó el profesor Lupin, frunciendo un poco el entrecejo.

Volvió a producirse un barullo.

—Sí, pero dijo que íbamos muy atrasados...

—... no nos escuchó...

—¡... dos pergaminos!

El profesor Lupin sonrió ante la indignación que se dibujaba en todas las caras.

—No os preocupéis. Hablaré con el profesor Snape. No tendréis que hacer el trabajo.

—¡Oh, no! —exclamó Hermione, decepcionada—. ¡Yo ya lo he terminado!

Tuvieron una clase muy agradable. El profesor Lupin había llevado una caja de cristal que contenía un
hinkypunk
, una criatura pequeña de una sola pata que parecía hecha de humo, enclenque y aparentemente inofensiva.

—Atrae a los viajeros a las ciénagas —dijo el profesor Lupin mientras los alumnos tomaban apuntes—. ¿Veis el farol que le cuelga de la mano? Le sale al paso, el viajero sigue la luz y entonces...

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