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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

Harry Potter. La colección completa (61 page)

BOOK: Harry Potter. La colección completa
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Harry miró el reloj. Ya habían transcurrido cinco de sus preciosos sesenta minutos.

—Espera aquí hasta que volvamos, ¿vale? —dijo él.

Harry y Ron abrieron con cuidado la puerta de los lavabos, comprobaron que no había nadie a la vista y salieron.

—No muevas así los brazos —susurró Harry a Ron.

—¿Eh?

—Crabbe los mantiene rígidos...

—¿Así?

—Sí, mucho mejor.

Bajaron por la escalera de mármol. Lo que necesitaban en aquel momento era a alguien de Slytherin a quien pudieran seguir hasta la sala común, pero no había nadie por allí.

—¿Tienes alguna idea? —susurró Harry.

—Cuando los de Slytherin bajan a desayunar, creo que vienen de por allí —dijo Ron, señalando con un gesto de la cabeza la entrada de las mazmorras. Apenas lo había terminado de decir, cuando una chica de pelo largo rizado salió de la entrada.

—Perdona —le dijo Ron, yendo deprisa hacia ella—, se nos ha olvidado por dónde se va a nuestra sala común.

—Me parece que no os entiendo —dijo la chica muy tiesa—. ¿Nuestra sala común? Yo soy de Ravenclaw.

Y se alejó, volviendo recelosa la vista hacia ellos.

Harry y Ron bajaron corriendo los escalones de piedra y se internaron en la oscuridad. Sus pasos resonaban muy fuerte cuando los grandes pies de Crabbe y Goyle golpeaban contra el suelo, pero temían que la cosa no resultara tan fácil como se habían imaginado.

Los laberínticos corredores estaban desiertos. Fueron bajando más y más pisos, mirando constantemente sus relojes para comprobar el tiempo que les quedaba. Después de un cuarto de hora, cuando ya estaban empezando a desesperarse, oyeron un ruido delante.

—¡Eh! —exclamó Ron, emocionado—. ¡Uno de ellos!

La figura salía de una sala lateral. Sin embargo, después de acercarse a toda prisa, se les cayó el alma a los pies: no se trataba de nadie de Slytherin, era Percy.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Ron, con sorpresa.

Percy lo miró ofendido.

—Eso —contestó fríamente— no es asunto de tu incumbencia. Tú eres Crabbe, ¿no?

—Eh... sí —respondió Ron.

—Bueno, id a vuestros dormitorios —dijo Percy con severidad—. En estos días no es muy prudente merodear por los corredores.

—Pues tú lo haces —señaló Ron.

—Yo —dijo Percy, dándose importancia— soy un prefecto. Nadie va a atacarme.

Repentinamente, resonó una voz detrás de Harry y Ron. Draco Malfoy caminaba hacia ellos, y por primera vez en su vida, a Harry le encantó verlo.

—Estáis ahí —dijo él, mirándolos—. ¿Os habéis pasado todo el tiempo en el Gran Comedor, poniéndoos como cerdos? Os estaba buscando, quería enseñaros algo realmente divertido.

Malfoy echó una mirada fulminante a Percy.

—¿Y qué haces tú aquí, Weasley? —le preguntó con aire despectivo.

Percy se ofendió aún más.

—¡Tendrías que mostrar un poco más de respeto a un prefecto! —dijo—. ¡No me gusta ese tono!

Malfoy lo miró despectivamente e indicó a Harry y a Ron que lo siguieran. A Harry casi se le escapa disculparse ante Percy, pero se dio cuenta justo a tiempo. Él y Ron salieron a toda prisa detrás de Malfoy, que les decía, mientras tomaban el siguiente corredor:

—Ese Peter Weasley...

—Percy —le corrigió automáticamente Ron.

—Como sea —dijo Malfoy—. He notado que últimamente entra y sale mucho por aquí, a hurtadillas. Y apuesto a que sé qué es lo que pasa. Cree que va a pillar al heredero de Slytherin él solito.

Lanzó una risotada breve y burlona. Harry y Ron se cambiaron miradas de emoción.

Malfoy se detuvo ante un trecho de muro descubierto y lleno de humedad.

—¿Cuál es la nueva contraseña? —preguntó a Harry.

—Eh... —dijo éste.

—¡Ah, ya!
«¡Sangre limpia!»
—dijo Malfoy, sin escuchar, y se abrió una puerta de piedra disimulada en la pared. Malfoy la cruzó y Harry y Ron lo siguieron.

La sala común de Slytherin era una sala larga, semisubterránea, con los muros y el techo de piedra basta. Varias lámparas de color verdoso colgaban del techo mediante cadenas. Enfrente de ellos, debajo de la repisa labrada de la chimenea, crepitaba la hoguera, y contra ella se recortaban las siluetas de algunos miembros de la casa Slytherin, acomodados en sillas de estilo muy recargado.

—Esperad aquí —dijo Malfoy a Harry y Ron, indicándoles un par de sillas vacías separadas del fuego—. Voy a traerlo. Mi padre me lo acaba de enviar.

Preguntándose qué era lo que Malfoy iba a enseñarles, Harry y Ron se sentaron, intentando aparentar que se encontraban en su casa.

Malfoy volvió al cabo de un minuto, con lo que parecía un recorte de periódico. Se lo puso a Ron debajo de la nariz.

—Te vas a reír con esto —dijo.

Harry vio que Ron abría los ojos, asustado. Leyó deprisa el recorte, rió muy forzadamente y pasó el papel a Harry.

Era de
El Profeta
, y decía:

INVESTIGACIÓN EN EL MINISTERIO DE MAGIA

Arthur Weasley, director del Departamento Contra el Uso Indebido de la Magia, ha sido multado hoy con cincuenta galeones por embrujar un automóvil
muggle.

El señor Lucius Malfoy, miembro del Consejo Escolar del Colegio Hogwarts de Magia, en donde el citado coche embrujado se estrelló a comienzos del presente curso, ha pedido hoy la dimisión del señor Weasley.

«Weasley ha manchado la reputación del Ministerio», declaró el señor Malfoy a nuestro enviado. «Es evidente que no es la persona adecuada para redactar nuestras leyes, y su ridícula Ley de defensa de los
muggles
debería ser retirada inmediatamente.»

El señor Weasley no ha querido hacer declaraciones, si bien su esposa amenazó a los periodistas diciéndoles que si no se marchaban, les arrojaría el fantasma de la familia.

—¿Y bien? —dijo Malfoy impaciente, cuando Harry le devolvió el recorte—. ¿No os parece divertido?

—Ja, ja —rió Harry lúgubremente.

—Arthur Weasley tiene tanto cariño a los
muggles
que debería romper su varita mágica e irse con ellos —dijo Malfoy desdeñosamente—. Por la manera en que se comportan, nadie diría que los Weasley son de sangre limpia.

A Ron (o, más bien, a Crabbe) se le contorsionaba la cara de la rabia.

—¿Qué te pasa, Crabbe? —dijo Malfoy bruscamente.

—Me duele el estómago —gruñó Ron.

—Bueno, pues id a la enfermería y dadles a todos esos
sangre sucia
una patada de mi parte —dijo Malfoy, riéndose—. ¿Sabéis qué? Me sorprende que
El Profeta
aún no haya dicho nada de todos esos ataques —continuó diciendo pensativamente—. Supongo que Dumbledore está tapándolo todo. Si no para la cosa pronto, tendrá que dimitir. Mi padre dice siempre que la dirección de Dumbledore es lo peor que le ha ocurrido nunca a este colegio. Le gustan los que vienen de familia
muggle
. Un director decente no habría admitido nunca una basura como el Creevey ése.

Malfoy empezó a sacar fotos con una cámara imaginaria, imitando a Colin, cruel pero acertadamente.

—Potter, ¿puedo sacarte una foto, Potter? ¿Me concedes un autógrafo? ¿Puedo lamerte los zapatos, Potter, por favor?

Bajó las manos y se quedó mirando a Harry y a Ron.

—¿Qué os pasa a vosotros dos?

Demasiado tarde, Harry y Ron se rieron a la fuerza; sin embargo, Malfoy pareció satisfecho. Quizá Crabbe y Goyle fueran siempre lentos para comprender las gracias.


San
Potter, el amigo de los
sangre sucia
—dijo Malfoy lentamente—. Ése es otro de los que no tienen verdadero sentimiento de mago, de lo contrario no iría por ahí con esa
sangre sucia
presuntuosa que es Granger. ¡Y se creen que él es el heredero de Slytherin!

Harry y Ron estaban con el corazón en un puño; quizás a Malfoy le faltaban unos segundos para decirles que el heredero era él. Pero en aquel momento...

—Me gustaría saber quién es —dijo Malfoy, petulante—. Podría ayudarle.

A Ron se le quedó la boca abierta, de manera que la cara de Crabbe parecía aún más idiota de lo usual. Afortunadamente, Malfoy no se dio cuenta, y Harry, pensando rápido, dijo:

—Tienes que tener una idea de quién hay detrás de todo esto.

—Ya sabes que no, Goyle, ¿cuántas veces tengo que decírtelo? —dijo Malfoy bruscamente—. Y mi padre tampoco quiere contarme nada sobre la última vez que se abrió la Cámara de los Secretos. Aunque sucedió hace cincuenta años, y por tanto antes de su época, él lo sabe todo sobre aquello, pero dice que la cosa se mantuvo en secreto y asegura que resultaría sospechoso si yo supiera demasiado. Pero sé algo: la última vez que se abrió la Cámara de los Secretos, murió un
sangre sucia
. Así que supongo que sólo es cuestión de tiempo que muera otro esta vez... Espero que sea Granger —dijo con deleite.

Ron apretaba los grandes puños de Crabbe. Dándose cuenta de que todo se echaría a perder si pegaba a Malfoy, Harry le dirigió una mirada de aviso y dijo:

—¿Sabes si cogieron al que abrió la cámara la última vez?

—Sí... Quienquiera que fuera, lo expulsaron —dijo Malfoy—. Aún debe de estar en Azkaban.

—¿En Azkaban? —preguntó Harry, sin entender.

—Claro, en Azkaban, la prisión mágica, Goyle —dijo Malfoy, mirándole, sin dar crédito a su torpeza—. La verdad es que si fueras más lento irías para atrás.

Se movió nervioso en su silla y dijo:

—Mi padre dice que tengo que mantenerme al margen y dejar que el heredero de Slytherin haga su trabajo. Dice que el colegio tiene que librarse de toda esa infecta
sangre sucia
, pero que yo no debo mezclarme. Naturalmente, él ya tiene bastantes problemas por el momento. ¿Sabéis que el Ministerio de Magia registró nuestra casa la semana pasada? —Harry intentó que la inexpresiva cara de Goyle expresara algo de preocupación—. Sí... —dijo Malfoy—. Por suerte, no encontraron gran cosa. Mi padre posee algunos objetos de Artes Oscuras muy valiosos. Pero afortunadamente nosotros también tenemos nuestra propia cámara secreta debajo del suelo del salón.

—¡Ah! —exclamó Ron.

Malfoy lo miró. Harry hizo lo mismo. Ron se puso rojo, incluso el pelo se le volvió un poco rojo. También se le alargó la nariz. La hora de que disponían llegaba a su fin, de forma que Ron estaba empezando a convertirse en sí mismo, y a juzgar por la mirada de horror que dirigía a Harry, a éste le estaba sucediendo lo mismo.

Se pusieron de pie de un salto.

—Necesito algo para el estómago —gruñó Ron, y sin más preámbulos echaron a correr a lo largo de la sala común de Slytherin, lanzándose contra el muro de piedra y metiéndose por el corredor, y deseando desesperadamente que Malfoy no se hubiera dado cuenta de nada. Harry podía notarse los pies sueltos dentro de los grandes zapatos de Goyle, y tuvo que levantarse los bajos de la túnica al hacerse más pequeño. Subieron los escalones y llegaron al oscuro vestíbulo de entrada, en que se oían los sordos golpes que llegaban del armario en que habían encerrado a Crabbe y Goyle. Dejando los zapatos junto a la puerta del armario, subieron corriendo en calcetines hasta los lavabos de Myrtle
la Llorona
.

—Bueno, no ha sido completamente inútil —dijo Ron, cerrando tras ellos la puerta de los aseos—. Ya sé que todavía no hemos averiguado quién ha cometido las agresiones, pero mañana voy a escribir a mi padre para decirle que miren debajo del salón de Malfoy.

Harry se miró la cara en el espejo roto. Volvía a la normalidad. Se puso las gafas mientras Ron llamaba a la puerta del retrete de Hermione.

—Hermione, sal, tenemos muchas cosas que contarte.

—¡Marchaos! —chilló Hermione.

Harry y Ron se miraron el uno al otro.

—¿Qué pasa? —dijo Ron—. Tienes que estar a punto de volver a la normalidad, nosotros ya...

Pero Myrtle
la Llorona
salió de repente atravesando la puerta del retrete. Harry nunca la había visto tan contenta.

—¡Aaaaaaaah, ya la veréis! —dijo—. ¡Es horrible!

Oyeron descorrerse el cerrojo, y Hermione salió, sollozando, tapándose la cara con la túnica.

—¿Qué pasa? —preguntó Ron, vacilante—. ¿Todavía te queda la nariz de Millicent o algo así?

Hermione se descubrió la cara y Ron retrocedió hasta darse en los riñones con un lavabo.

Tenía la cara cubierta de pelo negro. Los ojos se le habían puesto amarillos y unas orejas puntiagudas le sobresalían de la cabeza.

—¡Era un pelo de gato! —maulló—. ¡Mi-Millicent Bulstrode debe de tener un gato! ¡Y la poción no está pensada para transformarse en animal!

—¡Eh, vaya! —exclamó Ron.

—Todos se van a reír de ti —dijo Myrtle, muy contenta.

—No te preocupes, Hermione —se apresuró a decir Harry—. Te llevaremos a la enfermería. La señora Pomfrey no hace nunca demasiadas preguntas...

Les costó mucho trabajo convencer a Hermione de que saliera de los aseos. Myrtle
la Llorona
los siguió riéndose con ganas.

—¡Pues ya verás cuando todos se enteren de que tienes cola!

13
El diario secretísimo

Hermione pasó varias semanas en la enfermería. Corrieron rumores sobre su desaparición cuando el resto del colegio regresó a Hogwarts al final de las vacaciones de Navidad, porque naturalmente todos creyeron que la habían atacado. Eran tantos los alumnos que se daban una vuelta por la enfermería tratando de echarle la vista encima, que la señora Pomfrey quitó las cortinas de su propia cama y las puso en la de Hermione para ahorrarle la vergüenza de que la vieran con la cara peluda.

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