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Authors: J.K. Rowling

Tags: #Aventuras, Fantástico, Infantil y Juvenil, Intriga

Harry Potter. La colección completa (103 page)

BOOK: Harry Potter. La colección completa
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—¿Puedo quedármela? —dijo Harry con voz desmayada—. ¿De verdad?

—De verdad —dijo sonriendo la profesora McGonagall—. Tendrás que familiarizarte con ella antes del partido del sábado, ¿no? Haz todo lo posible por ganar, porque si no quedaremos eliminados por octavo año consecutivo, como me acaba de recordar muy amablemente el profesor Snape.

Harry subió por las escaleras hacia la torre de Gryffindor, sin habla, llevando la Saeta de Fuego. Al doblar una esquina, vio a Ron, que se precipitaba hacia él con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Te la ha dado? ¡Estupendo! ¿Me dejarás que monte en ella? ¿Mañana?

—Sí, por supuesto —respondió Harry con un entusiasmo que no había experimentado desde hacía un mes—. Tendríamos que hacer las paces con Hermione. Sólo quería ayudar...

—Sí, de acuerdo. Está en la sala común, trabajando, para variar.

Llegaron al corredor que llevaba a la torre de Gryffindor, y vieron a Neville Longbottom que suplicaba a sir Cadogan que lo dejara entrar.

—Las escribí, pero se me deben de haber caído en alguna parte.

—¡Id a otro con ese cuento! —vociferaba sir Cadogan. Luego, viendo a Ron y Harry—: ¡Voto a bríos, mis valientes y jóvenes vasallos! ¡Venid a atar a este demente que trata de forzar la entrada!

—Cierra la boca —dijo Ron al llegar junto a Neville.

—He perdido las contraseñas —les confesó Neville abatido—. Le pedí que me dijera las contraseñas de esta semana, porque las está cambiando continuamente, y ahora no sé dónde las tengo.

—«Rompetechos» —dijo Harry a sir Cadogan, que parecía muy decepcionado y reacio a dejarlos pasar. Hubo murmullos repentinos y emocionados cuando todos se dieron la vuelta y rodearon a Harry para admirar su Saeta de Fuego.

—¿Cómo la has conseguido, Harry?

—¿Me dejarás dar una vuelta?

—¿Ya la has probado, Harry?

—Ravenclaw no tiene nada que hacer. Todos van montados en Barredoras 7.

—¿Puedo cogerla, Harry?

Después de unos diez minutos en que la Saeta de Fuego fue pasando de mano en mano y admirada desde cada ángulo, la multitud se dispersó y Harry y Ron pudieron ver a Hermione, la única que no había corrido hacia ellos y había seguido estudiando. Harry y Ron se acercaron a su mesa y la muchacha levantó la vista.

—Me la han devuelto —le dijo Harry sonriendo y levantando la Saeta de Fuego.

—¿Lo ves, Hermione? ¡No había nada malo en ella!

—Bueno... Podía haberlo —repuso Hermione—. Por lo menos ahora sabes que es segura.

—Sí, supongo que sí —dijo Harry—. Será mejor que la deje arriba.

—¡Yo la llevaré! —se ofreció Ron con entusiasmo—. Tengo que darle a
Scabbers
el tónico para ratas.

Cogió la Saeta de Fuego y, sujetándola como si fuera de cristal, la subió hasta el dormitorio de los chicos.

—¿Me puedo sentar? —preguntó Harry a Hermione.

—Supongo que sí —contestó Hermione, retirando un montón de pergaminos que había sobre la silla.

Harry echó un vistazo a la mesa abarrotada, al largo trabajo de Aritmancia, cuya tinta todavía estaba fresca, al todavía más largo trabajo para la asignatura de Estudios
Muggles
(«Explicad por qué los
muggles
necesitan la electricidad»), y a la traducción rúnica en que Hermione se hallaba enfrascada.

—¿Qué tal lo llevas? —preguntó Harry

—Bien. Ya sabes, trabajando duro —respondió Hermione. Harry vio que de cerca parecía casi tan agotada como Lupin.

—¿Por qué no dejas un par de asignaturas? —preguntó Harry, viéndola revolver entre libros en busca del diccionario de runas.

—¡No podría! —respondió Hermione escandalizada.

—La Aritmancia parece horrible —observó Harry, cogiendo una tabla de números particularmente abstrusa.

—No, es maravillosa —dijo Hermione con sinceridad—. Es mi asignatura favorita. Es...

Pero Harry no llegó a enterarse de qué tenía de maravilloso la Aritmancia. En aquel preciso instante resonó un grito ahogado en la escalera de los chicos. Todos los de la sala común se quedaron en silencio, petrificados, mirando hacia la entrada. Se acercaban unos pasos apresurados que se oían cada vez más fuerte. Y entonces apareció Ron arrastrando una sábana.

—¡MIRA! —gritó, acercándose a zancadas a la mesa de Hermione—. ¡MIRA! —repitió, sacudiendo la sábana delante de su cara.

—¿Qué pasa, Ron?


¡SCABBERS!
¡MIRA!
¡SCABBERS!

Hermione se apartó de Ron, echándose hacia atrás, muy asombrada. Harry observó la sábana que sostenía Ron. Había algo rojo en ella. Algo que se parecía mucho a...


¡SANGRE!
—exclamó Ron en medio del silencio—.
¡NO ESTÁ! ¿Y SABES LO QUE HABÍA EN EL SUELO?

—No, no —dijo Hermione con voz temblorosa.

Ron tiró algo encima de la traducción rúnica de Hermione. Ella y Harry se inclinaron hacia delante. Sobre las inscripciones extrañas y espigadas había unos pelos de gato, largos y de color canela.

13
Gryffindor contra Ravenclaw

Parecía el fin de la amistad entre Ron y Hermione. Estaban tan enfadados que Harry no veía ninguna posibilidad de reconciliarlos.

A Ron le enfurecía que Hermione no se hubiera tomado en ningún momento en serio los esfuerzos de
Crookshanks
por comerse a
Scabbers
, que no se hubiera preocupado por vigilarlo, y que todavía insistiera en la inocencia de
Crookshanks
y en que Ron tenía que buscar a
Scabbers
debajo de las camas.

Hermione, en tanto, sostenía con encono que Ron no tenía ninguna prueba de que
Crookshanks
se hubiera comido a
Scabbers
, que los pelos canela podían encontrarse allí desde Navidad y que Ron había cogido ojeriza a su gato desde el momento en que éste se le había echado a la cabeza en la tienda de animales mágicos.

En cuanto a él, Harry estaba convencido de que
Crookshanks
se había comido a
Scabbers
, y cuando intentó que Hermione comprendiera que todos los indicios parecían demostrarlo, la muchacha se enfadó con Harry también.

—¡Ya sabía que te pondrías de parte de Ron! —chilló Hermione—. Primero la Saeta de Fuego, ahora
Scabbers
, todo es culpa mía, ¿verdad? Lo único que te pido, Harry, es que me dejes en paz. Tengo mucho que hacer.

Ron estaba muy afectado por la pérdida de su rata.

—Vamos, Ron. Siempre te quejabas de lo aburrida que era
Scabbers
—dijo Fred, con intención de animarlo—. Y además llevaba mucho tiempo descolorida. Se estaba consumiendo. Sin duda ha sido mejor para ella morir rápidamente. Un bocado... y no se dio ni cuenta.

—¡Fred! —exclamó Ginny indignada.

—Lo único que hacía era comer y dormir, Ron. Tú también lo decías —intervino George.

—¡En una ocasión mordió a Goyle! —dijo Ron con tristeza—. ¿Te acuerdas, Harry?

—Sí, es verdad —respondió Harry.

—Fue su momento grandioso —comentó Fred, incapaz de contener una sonrisa—. La cicatriz que tiene Goyle en el dedo quedará como un último tributo a su memoria. Venga, Ron. Vete a Hogsmeade y cómprate otra rata. ¿Para qué lamentarse tanto?

En un desesperado intento de animar a Ron, Harry lo persuadió de que acudiera al último entrenamiento del equipo de Gryffindor antes del partido contra Ravenclaw, y podría dar una vuelta en la Saeta de Fuego cuando hubieran terminado. Esto alegró a Ron durante un rato («¡Estupendo! ¿podré marcar goles montado en ella?»). Así que se encaminaron juntos hacia el campo de
quidditch
.

La señora Hooch, que seguía supervisando los entrenamientos de Gryffindor para cuidar de Harry, estaba tan impresionada por la Saeta de Fuego como todos los demás. La tomó en sus manos antes del comienzo y les dio su opinión profesional.

—¡Mirad qué equilibrio! Si la serie Nimbus tiene un defecto, es esa tendencia a escorar hacia la cola. Cuando tienen ya unos años, desarrollan una resistencia al avance. También han actualizado el palo, que es algo más delgado que el de las Barredoras. Me recuerda el de la vieja Flecha Plateada. Es una pena que dejaran de fabricarlas. Yo aprendí a volar en una y también era una escoba excelente...

Siguió hablando de esta manera durante un rato, hasta que Wood dijo:

—Señora Hooch, ¿le puede devolver a Harry la Saeta de Fuego? Tenemos que entrenar.

—Sí, claro. Toma, Potter —dijo la señora Hooch—. Me sentaré aquí con Weasley...

Ella y Ron abandonaron el campo y se sentaron en las gradas, y el equipo de Gryffindor rodeó a Wood para recibir las últimas instrucciones para el partido del día siguiente.

—Harry, acabo de enterarme de quién será el buscador de Ravenclaw. Es Cho Chang. Es una alumna de cuarto y es bastante buena. Yo esperaba que no se encontrara en forma, porque ha tenido algunas lesiones. —Wood frunció el entrecejo para expresar su disgusto ante la total recuperación de Cho Chang, y luego dijo—: Por otra parte, monta una Cometa 260, que al lado de la Saeta de Fuego parece un juguete. —Echó a la escoba una mirada de ferviente admiración y dijo—: ¡Vamos!

Y por fin Harry montó en la Saeta de Fuego y se elevó del suelo.

Era mejor de lo que había soñado. La Saeta giraba al más ligero roce. Parecía obedecer más a sus pensamientos que a sus manos. Corrió por el terreno de juego a tal velocidad que el estadio se convirtió en una mancha verde y gris. Harry le dio un viraje tan brusco que Alicia Spinnet profirió un grito. A continuación descendió en picado con perfecto control y rozó el césped con los pies antes de volver a elevarse diez, quince, veinte metros.

—¡Harry, suelto la
snitch
! —gritó Wood.

Harry se volvió y corrió junto a una
bludger
hacia la portería. La adelantó con facilidad, vio la
snitch
que salía disparada por detrás de Wood y al cabo de diez segundos la tenía en la mano.

El equipo lo vitoreó entusiasmado. Harry soltó la
snitch
, le dio un minuto de ventaja y se lanzó tras ella esquivando al resto del equipo. La localizó cerca de una rodilla de Katie Bell, dio un rodeo y volvió a atraparla.

Fue la mejor sesión de entrenamiento que habían tenido nunca. El equipo, animado por la presencia de la Saeta de Fuego, realizó los mejores movimientos de forma impecable, y cuando descendieron, Wood no tenía una sola crítica que hacer, lo cual, como señaló George Weasley, era una absoluta novedad.

—No sé qué problema podríamos tener mañana —dijo Wood—. Tan sólo... Harry, has resuelto tu problema con los
dementores
, ¿verdad?

—Sí —dijo Harry, pensando en su débil
patronus
y lamentando que no fuera más fuerte.

—Los
dementores
no volverán a aparecer, Oliver. Dumbledore se irritaría —dijo Fred con total seguridad.

—Esperemos que no —dijo Wood—. En cualquier caso, todo el mundo ha hecho un buen trabajo. Ahora volvamos a la torre. Hay que acostarse temprano...

—Me voy a quedar un ratito. Ron quiere probar la Saeta —comentó Harry a Wood.

Y mientras el resto del equipo se encaminaba a los vestuarios, Harry fue hacia Ron, que saltó la barrera de las tribunas y se dirigió hacia él.

La señora Hooch se había quedado dormida en el asiento.

—Ten —le dijo Harry entregándole la Saeta de Fuego.

Ron montó en la escoba con cara de emoción y salió zumbando en la noche, que empezaba a caer, mientras Harry paseaba por el extremo del campo, observándolo. Cuando la señora Hooch despertó sobresaltada ya era completamente de noche. Riñó a Harry y a Ron por no despertarla y los obligó a volver al castillo.

Harry se echó al hombro la Saeta de Fuego y los dos salieron del estadio a oscuras, comentando el suave movimiento de la Saeta, su formidable aceleración y su viraje milimétrico. Estaban a mitad de camino cuando Harry, al mirar hacia la izquierda, vio algo que le hizo dar un brinco: dos ojos que brillaban en la oscuridad. Se detuvo en seco. El corazón le latía con fuerza.

—¿Qué ocurre? —dijo Ron.

Harry señaló hacia los ojos. Ron sacó la varita y musitó:


¡Lumos!

Un rayo de luz se extendió sobre la hierba, llegó hasta la base de un árbol e iluminó sus ramas. Allí, oculto en el follaje, estaba
Crookshanks
.

—¡Sal de ahí! —gritó Ron, agachándose y cogiendo una piedra del suelo. Pero antes de que pudiera hacer nada,
Crookshanks
se había desvanecido con un susurro de su larga cola canela.

—¿Lo ves? —dijo Ron furioso, tirando la piedra al suelo—. Aún le permite andar a sus anchas. Seguramente piensa acompañar los restos de
Scabbers
con un par de pájaros.

Harry no respondió. Respiró aliviado. Durante unos segundos había creído que aquellos ojos eran los del
Grim
. Siguieron hacia el castillo. Avergonzado por su instante de terror, Harry no explicó nada a su amigo. Tampoco miró a derecha ni a izquierda hasta que llegaron al bien iluminado vestíbulo.

···

Al día siguiente, Harry bajó a desayunar con los demás chicos de su dormitorio, que por lo visto pensaban que la Saeta de Fuego era merecedora de una especie de guardia de honor. Al entrar Harry en el Gran Comedor, todos se volvieron a mirar la Saeta de Fuego, murmurando emocionados. Harry vio con satisfacción que los del equipo de Slytherin estaban atónitos.

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