Grotesco (65 page)

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Authors: Natsuo Kirino

Tags: #Intriga, policiaco

BOOK: Grotesco
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No sabía si Zhang había escuchado algo de lo que le había dicho. Parecía aburrido mientras se rascaba con desgana la comisura de la boca. El viento apartaba el pelo de su cara y he podido ver que, efectivamente, éste empezaba a clarear. Un tipo atractivo que se estaba quedando calvo. En ese instante ha comenzado a molestarme el hecho de que me hubiera forzado a hacerlo en aquella azotea barrida por el viento que parecía un vertedero. He tirado el condón usado al suelo de cemento y he visto cómo el semen de Zhang se desparramaba.

—Lo has tirado como si fuera basura —ha dicho entonces; en sus palabras había un matiz de emoción.

Me he reído.

—¿No acabas de decir que querías olvidar todo lo relacionado con Japón y con las cosas que te han ocurrido aquí? —he preguntado—. Tampoco tendrás problema en deshacerte de mí como si fuera la basura que había en la escalera.

Zhang ha vuelto la cabeza para mirarme pero no ha dicho nada. Ha abierto la puerta de la escalera, por donde se ha filtrado un débil resplandor naranja, y ésta me ha parecido igual que la boca de una cueva oscura. He continuado con mi ataque.

—Mientras estábamos en plena faena, hablabas de tu hermana. ¿Te va el
hentai
o algún tipo de perversión? ¿No te parece que eso es pasarse de la raya?

—¿Por qué? —Me ha mirado sorprendido—. ¿Qué problema hay?

—¿Que qué problema hay? Pues que parece que te estés acostando con tu hermana, y eso ¡es incesto! Y, aunque de hecho no lo estuvieras haciendo, sin duda era lo que querías, ¿no? Quiero decir…, ¿no es asqueroso?

—¿Asqueroso? —Ha negado con la cabeza—. Al contrario: es hermoso. Puede que fuéramos hermano y hermana, pero también éramos marido y mujer. ¿Qué relación podría ser más íntima que ésa? Estuvimos juntos toda nuestra vida. Pero cuando quisimos venir a Japón, ella me traicionó. Decidió venir antes y me engañó para poder escaparse, pero yo usé todos los medios a mi alcance para localizarla. Creo que el hecho de que se ahogara en el mar fue cosa del destino. Alargué la mano para intentar cogerla, pero no pude llegar; o quizá no quise cogerla, también he pensado en eso. Ahora lo lamento, pero en aquel momento pensé que lo tenía merecido. ¿Crees que soy malvado? ¿Qué puede importarle eso a una puta como tú?

No he sabido qué responderle. Aquel hombre había dejado morir a su hermana… pero, en todo caso, eso no era asunto mío. Me he puesto la gabardina y con los pañuelos de papel que había cogido en la estación me he limpiado el pintalabios. He mirado hacia las colinas de Maruyama-cho. Rodeada por las laderas, la estación de Shinsen parecía estar en el fondo del valle…, y mis propios sentimientos parecían hundirse con ella. Quería volver al ambiente luminoso de Dogenzaka. Tenía la ligera sospecha de que Yuriko estaría aprovechándose de mi puesto frente a la estatua de Jizo, y la sola idea me ponía de los nervios. Quería que Zhang me pagara y luego largarme de allí. Le he dirigido una mirada furtiva, pero parecía que él iba a seguir hablando eternamente. Ha sacado un mechero barato y ha encendido un cigarrillo.

—¿Tienes hermanos o hermanas? —me ha preguntado.

He asentido mientras una imagen de la cara adusta de mi hermana se aparecía en mi mente.

—Sí, tengo una hermana pequeña.

—¿Cómo es?

—Es de las que se matan a trabajar; ahora está en una fábrica. Todas las mañanas sale de casa a las siete y media y vuelve a las seis de la tarde, como un reloj, después de pasarse por el supermercado de camino a casa. Es muy sencilla. Se lleva el almuerzo al trabajo y puede ahorrar unos cien mil yenes de su salario todos los meses. ¡Eso es frugalidad! La odio desde que éramos niñas. Siempre estaba en la sombra, observando mis éxitos y mis fracasos en silencio, decidida a no seguir mis pasos. Es una chica sensata. Fue a la universidad gracias al dinero que yo ganaba, ¡y ahora tanto ella como mi madre son demasiado refinadas para mí!

—¿Has deseado alguna vez que tu hermana estuviera muerta?

—Pienso en ello a menudo pero en realidad hay otras personas a las que también me gustaría ver muertas.

—¿Como quién? —Zhang lo ha dicho con toda seriedad.

Como mi madre, como Kamei, como el director del departamento…, un montón de personas, he pensado. Tantas que ni siquiera puedo recordar sus rostros, por no hablar de sus nombres. De hecho, no hay nadie que me guste y —me he dado cuenta de repente— tampoco yo le he gustado nunca a nadie. Me limito a navegar por las aguas oscuras en soledad. Podía imaginarme fácilmente cómo debía de haberse sentido la hermana de Zhang cuando alargó la mano hacia la superficie del mar, estirándose más y más para que la ayudaran. Pero yo no era como la hermana de Zhang, porque yo no pedía ayuda. Yo vagaría por las aguas heladas de esa ciudad, parecida a un mar, hasta que mis manos y mis pies estuvieran demasiado entumecidos para moverse. Hundiéndome cada vez más hasta que mis pulmones sucumbieran a la presión del agua, dejaría que las aguas me arrastraran. Pero no, eso no iba a suceder. Sintiéndome liberada, me he desperezado. Zhang ha lanzado el cigarrillo a lo lejos con un capirotazo.

—¿Cuál ha sido el cliente más repugnante que has tenido?

De inmediato, he pensado en Eguchi.

—Tuve un cliente que quería verme defecar.

Los ojos de Zhang han brillado.

—¿Y tú qué hiciste?

—Pues hacerlo. Sabía que lo decía absolutamente en serio, ¡de modo que casi me cagué de miedo!

—Entonces supongo que estás dispuesta a hacer cualquier cosa, ¿no?

—Seguramente.

—Eres más guarra que yo, eso seguro. Durante un tiempo yo también hice un montón de cosas raras: fui el gigoló de una mujer famosa, ¿sabes? Pero tú te llevas la palma.

Zhang ha sacado entonces del bolsillo el billete perfectamente doblado de diez mil yenes y me lo ha dado. Yo le he devuelto dos mil, pero él ha cerrado mi mano.

—¿Quieres la vuelta o me estás dando diez mil?

—No, no te los estoy dando. Hemos hecho un trato y quiero que te ganes los dos mil que sobran —me ha susurrado al oído.

Sin perder un segundo, me he guardado los diez mil yenes en el bolso.

—¿Qué quieres decir con «ganármelos»?

—Tengo un amigo en mi casa, está justo aquí abajo. No tiene novia y se siente muy solo, siempre se está quejando… Patético, ¿no? Me gustaría que le echaras una mano, ¿de acuerdo? Hazlo como un extra. Es un amigo y me gusta tratarlo como tal.

—Pero eso va a costar más de dos mil yenes.

Lo he mirado enfadada, pero hacía un frío terrible en la azotea y la idea de estar calentita en su casa resultaba muy atractiva. Además, tenía que usar el baño.

Zhang me ha observado con astucia.

—Por favor, no te llevará mucho rato. Se pondrá uno de ésos —ha señalado el condón que había tirado—, así que no correrás ningún riesgo.

—¿Podré usar vuestro baño?

—¡Como si estuvieras en tu casa!

He seguido a Zhang escaleras abajo y se ha parado frente a un apartamento en una de las esquinas del cuarto piso. La pintura de la puerta se estaba desconchando y junto a ella había una hilera formada por toda clase de botellas de alcohol vacías. A primera vista se veía que los inquilinos eran un completo desastre. Zhang ha abierto la puerta, ha entrado delante de mí y en ese momento se me ha echado encima una bocanada de hamburguesas grasientas y olor a hombre. El estrecho recibidor estaba repleto de zapatos y zapatillas con la parte posterior aplastada, como si fueran zapatillas de estar por casa.

—Son jóvenes, y no son limpios como yo —ha dicho Zhang, riéndose, para explicar el desorden—. Nos preparamos nuestra propia comida, no como los jóvenes de hoy en día, que sólo comen McDonald’s.

—¿Tu amigo es joven?

Si era joven me iba a exigir un montón de cosas. Dado que normalmente sólo trataba con viejos, he sentido una leve emoción y también algo de miedo, por la perspectiva de hacérselo a un hombre joven. Zhang me ha dado un empujoncito para que entrara en el recibidor.

—Hay uno más joven y otro que es más o menos de mi edad.

¿Dos hombres? Eso me ha cogido por sorpresa. En ese momento he oído una conversación en chino, la puerta corredera se ha abierto y un hombre con una camisa negra y una expresión igual de sombría ha asomado la cabeza. Parecía de la edad de Zhang, tenía el pelo negro azabache despeinado y deslustrado, y llevaba la camisa desabrochada.

—Éste es Dragón.

¿Se suponía que debía hacérselo a ése? Le he sonreído con dulzura.

—Buenas noches —he dicho.

—¿Quién eres? ¿Una amiga de Zhang?

—Exacto. Encantada de conocerte.

He sorprendido a Zhang y a Dragón intercambiando unas miradas y me he puesto en guardia mientras miraba hacia el interior del apartamento. No parecía muy grande. Había una habitación de unos doce metros cuadrados y otra estancia de unos seis junto a la que estaba la cocina diminuta y el baño. ¿Cuántos hombres dormían allí?, me he preguntado. ¡Apenas había sitio para uno! Zhang me había dicho que quería que se lo hiciese a su amigo, así que he dado por supuesto que se trataba de Dragón.

—Quítate los zapatos y entra.

Zhang se ha inclinado para ayudarme, pero me los he quitado sin problemas yo misma y los he dejado al lado del montón de zapatos sucios. ¿Cuánto hacía que no limpiaban? Las juntas del tatami estaban llenas de polvo y de mugre, una cantidad de porquería desmesurada.

En ese momento he visto a otro hombre sentado en una esquina, al lado de la puerta corredera que separaba las habitaciones. Al notar que lo miraba, ha levantado sus cejas ralas, pero su expresión apenas ha cambiado. Vestía un chándal gris y llevaba gafas.

—Ése es Chen-yi. Trabaja media jornada en un salón de pachinko en Shinkoiwa.

—Y tú, Dragón, ¿a qué te dedicas? —he inquirido.

—Ah, hago un poco de todo, no es fácil resumirlo en una palabra.

Dragón no parecía muy hablador. Por su forma de contestar, daba la impresión de que estuviera relacionado con actividades ilegales. Ha estado mirándome todo el rato y sólo ha dejado de hacerlo para intercambiar unas miradas con Chen-yi.

—¿Con quién quieres que lo haga? Porque por dos mil miserables yenes…

Estaba allí de pie desafiante, con los brazos en jarras y los pies firmes sobre el tatami, y quería trabajar de inmediato. Se estaba bien en el apartamento caliente, pero quería saber con quién iba a hacerlo y dónde se suponía que teníamos que hacerlo. Aunque, al parecer, no iba a ser tan fácil.

—A ver, ¿quién quiere hacerlo primero? ¿Dragón o Chen-yi?

—Espera un momento. No voy a hacerlo con dos por tan sólo dos mil yenes. Eso es indignante.

—Antes has dicho que sí. —Zhang me ha agarrado de los brazos—. No me has preguntado cuántos, de modo que he pensado que ya lo imaginabas. Ahora no puedes irte, no puedes retirar lo que has dicho.

No tenía más remedio, así que he señalado a Chen-yi. Era joven y, al parecer, reservado, lo cual era mejor que el horripilante Dragón.

—¡De eso nada! —ha replicado este último—. Vamos por orden de edad, así lo hacemos en China. Zhang va primero.

—¡A él acabo de hacérselo, ya no le toca! —he gritado.

Zhang se ha reído mordazmente, le ha gritado una orden en chino a Dragón y luego le ha dicho algo a Chen-yi. Yo empezaba a impacientarme.

—¿De qué estáis hablando?

—Discutimos si preferimos hacerlo de uno en uno o todos a la vez.

—¡¿Os habéis vuelto locos?! —he chillado—. O uno a uno o nada de nada.

—Pero si lo has dicho antes, ¿no? Has dicho que harías cualquier cosa, lo tenías bastante claro, ¿verdad? He pensado que lo que queremos te iba a gustar.

Chen-yi se ha levantado y ha venido hacia mí. Dragón ha hecho un gesto con la mano y ha dicho algo en chino, pero no lo he entendido.

—Dragón dice que eres muy delgada —ha explicado Zhang—, pero que como ya lleva más de medio año sin acostarse con una mujer, lo hará contigo.

—¡Esto es el colmo!

—¿El colmo? —ha exclamado Zhang riendo—. Desde que llegamos a tu país no hemos oído más que cosas como ésa. Siempre nos están valorando: «Es inteligente», «Es fuerte», «Es astuto» o «Es un buen trabajador». Nos catalogan como a animales, y seguro que para ti es lo mismo. Trabajas vendiendo tu cuerpo, de modo que deberías estar acostumbrada a que las personas te evalúen antes de ponerte un precio. Estoy seguro de que haces esto porque te gusta, ¿me equivoco?

Iba a protestar, pero Dragón me ha agarrado y me ha tirado sobre el tatami con tal violencia que el impermeable se me ha subido hasta el pecho; luego ha empezado a quitarme la falda. Me estaba abordando allí en medio mientras Zhang y Chen-yi miraban. Era la primera vez que me sucedía algo así. Yo era una inmundicia, la prostituta más barata que podía tener un hombre. He cerrado los ojos con fuerza.

—¡Mira, se está excitando! —ha gritado Zhang alegremente.

He abierto los ojos un instante y he visto los calcetines blancos de Zhang y los pies descalzos de Chen-yi.

Dragón no se había bañado en semanas. Apestaba. Por miedo a vomitar, lo único que he podido hacer ha sido ayudarlo a encontrar el lugar. Me he cubierto la nariz con la mano de manera instintiva, pero él no parecía notarlo, o quizá no le importaba. Estaba muy ocupado sacudiéndose encima de mí. He cerrado los ojos y he contenido la respiración, permaneciendo allí rígida y fría como la estatua de Jizo. Así es como ha sido siempre, nunca he sentido nada: me quedo allí quieta mientras el tipo en cuestión me la mete; todo cuanto yo tengo que hacer es esperar. No iba a tardar mucho; eso era todo, no había nada más. A veces ponía algo de mi parte, pero, en esa ocasión, no había necesidad.

Sabía que Zhang y Chen-yi estaban mirando, pero había llegado un punto que ya no me importaba. Si hubiera estado excitada, como Zhang decía, entonces no me habría avergonzado ni me habría molestado hacerlo delante de ellos. Pero ¿dos hombres por dos mil yenes? Al hacer el cálculo mentalmente era evidente que no había beneficios, sólo pérdidas. Entonces, ¿por qué había aceptado? He recordado que había accedido a entrar en el apartamento de Zhang porque quería ir al baño. ¿Cómo se me había olvidado algo así? ¿Me había vuelto completamente indiferente incluso a mis propias sensaciones? ¿O quizá más consciente? Estaba confundida y no veía nada claro. Con Zhang, en la azotea, lo había pasado bien; había sido la primera vez que había sentido placer, y no sabía si iba a sentirlo de nuevo. El sexo es algo extraño. Desde que me encontré con Yuriko me he sentido insegura, como si estuviera viviendo en un sueño, y me gusta esa sensación.

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