—¿Crees que la esfera fue hecha para eso? —preguntó Harry—. Yo no pienso lo mismo.
—¿Para qué fue creada, entonces?
—Pues enfócalo así: imagina que fueras una bacteria inteligente que flota en el espacio, y te encontraras con uno de nuestros satélites de comunicaciones puesto en órbita alrededor de la Tierra. Pensarías: «¡Qué objeto extraño! Es de otro planeta. Explorémoslo.» Supongamos que lo abres y que te arrastras por su interior: encontrarías que es muy interesante estar allí dentro, con montones de cosas enormes que te harían devanarte los sesos. Pero, con el tiempo, podrías meterte en una de las células de combustible y el hidrógeno te mataría. Y tu último pensamiento sería: «Es obvio que este dispositivo de otro planeta fue construido para someter a prueba la inteligencia de las bacterias, y para matarnos si damos un paso en falso.» —Harry continuó—: Ahora bien: eso sería correcto desde el punto de vista de la bacteria que está muriendo. Pero no lo sería, en modo alguno, desde el punto de vista de los seres que fabricaron el satélite, pues desde nuestro sistema de referencia el satélite de comunicaciones nada tiene que ver con bacterias inteligentes. Ni siquiera sabemos que existan bacterias inteligentes ahí fuera. Tan sólo estamos tratando de comunicarnos, y hemos elaborado lo que consideramos que es un dispositivo bastante común y corriente para ese efecto.
—¿Quieres decir que la esfera podría no ser ni un mensaje, ni un trofeo, ni una trampa, en absoluto?
—Así es —dijo Harry—. Es posible que la esfera no guarde ninguna relación con la búsqueda de otras formas de vida, ni con someter a prueba a seres vivos, según imaginamos que pueden tener lugar esas actividades. Tal vez sea sólo un accidente que la esfera ocasione esos profundos cambios en nosotros.
—Pero ¿por qué construiría alguien una máquina así? —preguntó Norman.
—Esa es la misma pregunta que una bacteria inteligente formularía respecto a un satélite de comunicaciones: ¿por qué alguien construiría una cosa así?
—En tal caso —sugirió Beth—, a lo mejor no es una máquina: la esfera puede ser una forma de vida. Puede estar viva.
—Es posible —admitió Harry, asintiendo con la cabeza.
—¿Y si es así, si la esfera está viva, tenemos la obligación de mantenerla viva? —preguntó Beth.
—No sabemos si está viva.
Norman volvió a sentarse y dijo:
—Todas estas especulaciones son interesantes, pero cuando se va al fondo de la cuestión vemos que, en realidad, no sabemos nada de la esfera. En verdad, ni siquiera deberíamos estar llamándole la esfera: es probable que tan sólo la debamos llamar «esfera», porque no sabemos lo que es. Ignoramos de dónde vino. Desconocemos si es algo vivo o si está muerta. No tenemos ni idea de cómo llegó al interior de esa nave espacial. Nada sabemos de ella; salvo lo que imaginamos... y lo que imaginamos dice más sobre nosotros que sobre la esfera.
—Exacto —aprobó Harry.
—Literalmente, es una especie de espejo para nosotros —agregó Norman.
—Y existe otra posibilidad —dijo Harry—: es posible que no sea de otro planeta en absoluto. Puede haber sido elaborada por seres humanos.
Esa idea sorprendió a Norman. Harry explicó:
—Reflexionemos: una nave procedente de nuestro propio futuro pasó a través de un agujero negro y entró en otro Universo, o en otra parte de nuestro Universo. No podemos imaginar lo que ocurriría como resultado de eso. Pero supongamos que se produjo una distorsión de importancia en el tiempo. Supongamos que esa nave, que partió con una tripulación humana en el año 2043, realmente estuvo en tránsito durante miles y miles de años. ¿No podría ser que la tripulación humana hubiese inventado la esfera durante ese tiempo?
—No lo estimo probable —dijo Beth.
—Bueno, pues meditémoslo un instante —propuso Harry con suavidad.
Norman observó que Harry ya no se comportaba con arrogancia.
«Los tres nos hallamos juntos en esto —pensó Norman—. Y estamos trabajando unidos como nunca lo habíamos hecho.» Durante todo el tiempo que estuvieron bajo el mar se llevaron mal, pero ahora alcanzaban acuerdos sin discusiones. Colaboraban. Formaban un equipo.
—Existe un verdadero problema respecto al futuro —estaba diciendo Harry—, y no lo admitimos; damos por sentado que podemos ver lo futuro mejor de lo que en realidad es. Leonardo da Vinci trató de hacer un helicóptero hace quinientos años, y Julio Verne predijo un submarino hace cien. A partir de ejemplos como éstos, nos inclinamos a creer que el futuro es predecible, cuando en realidad no es así. Porque ni Leonardo ni Julio Verne pudieron haber imaginado jamás un ordenador, por ejemplo; porque el concepto mismo de ordenador entraña demasiados conocimientos que, en la época en que vivieron esos hombres, resultaban inconcebibles. Era una información que llegó de la nada, tiempo después. Y nosotros no somos más eruditos que ellos, sentados aquí ahora: no habríamos podido suponer que los hombres enviaran una nave a través de un agujero negro, pues hasta hace unos pocos años ni siquiera sospechábamos la existencia de los agujeros negros, y menos aún podemos predecir qué es lo que los hombres lograrán dentro de miles de años.
—Suponiendo que la esfera haya sido hecha por seres humanos.
—Sí. Suponiendo eso.
—¿Y si no fuera así? ¿Y si realmente se trata de una nave procedente de una civilización extra-terrestre? ¿Tenemos justificación para borrar todo conocimiento humano sobre esta forma de vida extra-terrestre?
—No lo sé —dijo Harry moviendo la cabeza—. Si decidimos olvidar la esfera...
—... entonces habrá desaparecido —completó Norman.
Beth clavó la mirada en la mesa y por fin dijo:
—Ojalá pudiéramos consultar con alguien.
—No hay nadie a quien consultar —sentenció Norman.
—Pero ¿
podemos olvidarla
realmente? ¿Dará resultado? —preguntó Beth.
Se produjo un prolongado silencio.
—Sí —dijo Harry al fin—. No cabe duda al respecto. Y creo que ya contamos con pruebas de que
podemos olvidarnos
de la esfera. Eso resuelve un problema lógico que me molestó desde el comienzo, cuando exploramos la nave por primera vez, porque algo muy importante faltaba en esa nave.
—¿Sí? ¿El qué?
—Un indicio cualquiera de que los constructores de la nave supieran que el viaje a través de un agujero negro era posible.
—No te entiendo —confesó Norman.
—Bueno —dijo Harry—, nosotros tres ya hemos visto una nave espacial que pasó a través de un agujero negro. Hemos caminado por ella. De modo que sabemos que un viaje así es posible.
—Sí...
—No obstante, dentro de cincuenta años los seres humanos van a construir una nave de modo experimental, aparentemente sin tener conocimiento de que esa nave ya fue encontrada medio siglo antes, en el pasado de esos seres humanos. En la nave no hay señal alguna de que los constructores sepan de esa existencia anterior.
—Quizá se trate de una de esas paradojas del tiempo —dijo Beth—. Como no puedes retroceder en el tiempo y encontrarte contigo mismo en el pasado...
Harry negó con la cabeza.
—No creo que sea una paradoja. Creo que todo el conocimiento referido a esa nave se va a perder.
—Lo que quieres decir es que vamos a olvidarla.
—Sí —dijo Harry—. Y, con franqueza, opino que es la mejor solución. Durante mucho tiempo, mientras nos hallábamos allí abajo, supuse que ninguno de nosotros lograría volver con vida. Ésa fue la única explicación que se me ocurrió. Y ése fue el motivo por el que quise hacer mi testamento...
—Pero si decidimos olvidar...
—Exacto —dijo Harry—. Si decidimos olvidar, eso producirá el mismo resultado.
—El conocimiento se habrá perdido para siempre —dijo Norman en voz baja.
Se dio cuenta de que estaba dudando. Ahora que habían llegado a esa decisión se sentía remiso a seguir adelante. Pasó los dedos sobre las raspaduras hechas en la mesa; tocaba la superficie como si ésta le pudiera brindar una respuesta vital en aquel momento.
«En cierto sentido —pensó—, no estamos integrados más que por recuerdos. Nuestra personalidad se estructura a partir de recuerdos, nuestra vida está organizada en torno a recuerdos, nuestras culturas se erigen sobre los cimientos de los recuerdos compartidos, a los que denominamos "historia" y "ciencia". Y desistir de un recuerdo, desistir del conocimiento, desistir de lo pasado...»
—No es fácil —reconoció Harry meneando la cabeza.
—No —ratificó Norman—. No lo es.
En verdad lo encontraba tan difícil que se preguntaba si estaba experimentando una característica humana tan fundamental como el deseo sexual: sencillamente no podía renunciar a este conocimiento; la información le parecía tan importante, las inferencias, tan fascinantes... Todo su ser se rebelaba a la idea de olvidar.
—Bueno —concluyó Harry—, creo que tenemos que hacerlo.
—Estaba pensando en Ted —dijo Beth—. Y en Barnes, y en los demás... Somos los únicos que saben cómo murieron, para qué dieron su vida. Y si olvidamos...
—
Cuando
olvidemos —rectificó Norman con firmeza.
—Beth acaba de exponer un punto esencial —dijo Harry—. Si olvidamos, ¿cómo nos arreglaremos con todos los detalles, con todos los cabos que quedarán sueltos?
—No creo que sea problema —dijo Norman—. El subconsciente tiene un enorme poder creativo, como ya hemos visto. Los detalles se arreglarán de forma subconsciente. Es igual a lo que ocurre cuando nos vestimos por la mañana. En el momento de vestirnos no vamos pensando en cada detalle, en el cinturón, los calcetines y demás prendas. Simplemente tomamos una decisión básica general relativa a qué apariencia debemos tener, y, después, nos vestimos.
—Aun así —arguyó Harry—, considero que será mejor que tomemos la decisión general, porque todos tenemos el poder y, si imaginamos relatos diferentes, generaremos confusión.
—Muy bien —dijo Norman—. Coincidamos en lo que ocurrió. ¿Por qué vinimos aquí?
—Yo creía que se trataba de la caída de un avión.
—Yo también.
—Muy bien. Decidamos que
fue
por la caída de un avión.
—Excelente. ¿Y qué pasó?
—La Armada envió gente al fondo del mar para investigar el accidente, y hubo un problema...
—Espera un momento, ¿qué clase de problema?
—¿El calamar?
—No. Mejor un problema técnico.
—¿Algo relacionado con la tormenta?
—¿Los sistemas de mantenimiento de la vida fallaron durante la tormenta?
—Sí, está bien. Los sistemas para mantenimiento de la vida fallaron durante la tormenta.
—¿Y varias personas murieron como consecuencia de eso?
—Un momento. No vayamos tan rápido. ¿Qué hizo que fallaran los sistemas para mantenimiento de la vida?
—En el habitáculo se produjo una filtración, y el agua de mar corroyó los cartuchos depuradores que había en el Cilindro B, lo que hizo que se liberara un gas tóxico.
—¿Pudo haber pasado eso? —preguntó Norman.
—Sí, fácilmente.
—Y varias personas murieron como consecuencia de ese accidente.
—Muy bien.
—Pero nosotros sobrevivimos.
—Sí.
—¿Por qué? —preguntó Norman.
—¿Estábamos en el otro cilindro?
Norman negó con la cabeza y dijo:
—El otro cilindro también fue destruido.
—Quizá fue destruido después, con explosivos.
—Demasiado complicado —objetó Norman—. Hagámoslo sencillo: fue un accidente que se produjo de forma súbita e inesperada. En el habitáculo, la mayor parte del personal murió, pero nosotros no porque...
—¿... estábamos en el submarino?
—De acuerdo —dijo Norman—. Estábamos en el submarino cuando los sistemas fallaron, de modo que nosotros sobrevivimos y los demás, no.
—¿Por qué estábamos en el submarino?
—Nos hallábamos trasladando las videocintas, siguiendo el cronograma establecido.
—¿Y con respecto a las cintas? —preguntó Harry—. ¿Qué van a mostrar?
—Las cintas confirmarán nuestro relato —dijo Norman—. Todo será coherente con el relato, incluyendo al personal de la Armada, que nos envió allá abajo, en primer lugar, e incluyéndonos a nosotros: no recordamos otra cosa que no sea este relato.
—¿Y ya no tendremos más el poder? —preguntó Beth, frunciendo el entrecejo.
—No —les respondió Norman—. Ya no lo tendremos.
—Muy bien —dijo Harry.
Beth se mordía los labios; parecía necesitar más tiempo para decidirse, pero al final asintió con la cabeza y repitió:
—Muy bien.
Norman hizo una profunda inspiración y miró a Beth y a Harry:
—¿Estamos listos para olvidar la esfera, así como el hecho de que una vez tuvimos el poder de hacer que las cosas ocurran, sólo con pensar en ellas?
Asintieron con la cabeza.
De repente, Beth se mostró inquieta, y se revolvió en su silla.
—Pero ¿de qué modo lo tenemos que hacer?
—Solamente lo haremos —dijo Norman—, cierra los ojos y te dices que lo olvidas.
—¿Pero estáis seguros de que debemos hacer esto? ¿
Absolutamente seguros
? —preguntó Beth, que continuaba excitada y se movía con nerviosismo.
—Sí, Beth. Tú limítate... a desistir del poder.
—Entonces, todos tenemos que hacerlo juntos —estableció ella—. Al mismo tiempo.
—Muy bien —aprobó Harry—. Cuando cuente tres. Cerraron los ojos.
—Uno...
Con los ojos cerrados, Norman pensó: «De todos modos, la gente siempre olvida que tiene poder.»
—Dos...
Entonces, Norman concentró su mente: con súbita intensidad, volvió a ver la esfera, brillante como una estrella, perfecta y pulida, y pensó: «Quiero olvidar que la he visto.»
Y en la visión de su mente la esfera de desvaneció.
—Tres —dijo Harry.
—¿Tres qué? —preguntó Norman.
Los ojos le dolían y le ardían; se los frotó con el pulgar y el índice, y después los abrió. Beth y Harry también estaban sentados alrededor de la mesa en la cámara de descompresión. Todos tenían aspecto de hallarse cansados y deprimidos. «Pero eso es lo que cabía esperar —pensó Norman—, teniendo en cuenta por todo lo que hemos pasado.»
—¿Tres qué? —volvió a preguntar Norman.
—Oh, solamente estaba pensando en voz alta: sólo quedamos tres —dijo Harry.
Beth suspiró. Norman vio lágrimas en sus ojos. La mujer hurgó en su bolsillo, sacó un pañuelo de papel y se sonó la nariz.