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Authors: Anne McCaffrey

El vuelo del dragón (15 page)

BOOK: El vuelo del dragón
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—Sí —se oyó decir a sí misma Lessa con voz áspera—, el mundo gira, y los tiempos... los tiempos cambiarán. Manora miró a Lessa, desconcertada.

—Incluso R'gul se dará cuenta de que no tenemos ninguna alternativa— continuó Manora apresuradamente, tratando de aferrarse a su problema.

—¿A qué? ¿Permitiendo que los dragones adultos cacen?

—Oh, no. Es demasiado intransigente acerca de eso. No. Tenemos que traficar con Fort o Telgar.

Una oleada de indignación invadió a Lessa.

—El día que el Weyr tenga que comprar lo que deberían darle... —y se interrumpió a media frase, tan abrumada por aquella necesidad como por el eco ominoso de otras palabras. «El día que uno de mis Fuertes no pueda mantenerse a sí mismo ni recibir con dignidad la visita de su legítimo soberano...» Las palabras de Fax resonaron en su cabeza. ¿Prefiguraban de nuevo un desastre aquellas palabras? ¿Para quién? ¿Para qué?

—Lo sé, lo sé —estaba diciendo Manora con aire preocupado, sin darse cuenta al parecer de la turbación de Lessa—. Es algo que se hace muy cuesta arriba. Pero si R'gul no permite que se cace prudentemente, no hay otra elección. A él no le gustará sentir el aguijón del hambre en su estómago.

Lessa estaba luchando para dominar su terror íntimo. Aspiró profundamente.

—Probablemente se cortará la garganta para aislar su estómago —dijo, sintiéndose reconfortada por su propio y acerbo comentario. Ignoró la mirada de desaliento de Manora y continuó—: Para ti, como mujer principal de la Caverna Inferior, es tradicional someter tales asuntos a la atención de la Dama del Weyr, ¿no es cierto?

Manora asintió, desconcertada por los rápidos cambios de humor de su interlocutora.

—En tal caso, yo, como Dama del Weyr, es de suponer que someteré esto a la atención del caudillo del Weyr, el cual, a su vez, es de suponer que tomará las medidas oportunas, ¿no?

Manora asintió, cada vez más perpleja.

—Bien —dijo Lessa afablemente—, tú has cumplido ya tu obligación tradicional. Ahora me toca a mí cumplir la mía. ¿De acuerdo?

Manora miró a Lessa con aire intrigado. Lessa le dirigió una sonrisa tranquilizadora.

—Puedes dejarlo en mis manos. Manora se puso en pie lentamente. Sin apartar sus ojos de Lessa, empezó a recoger sus tablillas.

—Se dice que Fort y Telgar han tenido unas cosechas excepcionalmente buenas —sugirió, sin que lo ligero de su tono ocultara del todo su ansiedad—. Y también Keroon, a pesar de aquellas inundaciones en el litoral.

—¿De veras? —murmuró Lessa cortésmente.

—Sí —continuó Manora en tono esperanzado—, y los rebaños de Keroon y Tillek han prosperado mucho.

—Me alegro por ellos.

Manora enarcó las cejas, no demasiado convencida por la repentina afabilidad de Lessa. Terminó de reunir sus tablillas y las apiló cuidadosamente.

—¿Has observado lo enfurecidos que están K'net y los jinetes de su escuadrón por las restricciones de R'gul? —preguntó, mirando con suma atención a Lessa.

—¿K'net?

—Sí. Y el viejo C'gan. Oh, su pierna está todavía rígida, y Tagath está más gris de viejo que azul, pero pertenece a la camada de Lidith. Su última puesta produjo hermosos animales —observó—. C'gan recuerda otras épocas...

—¿Antes de que el mundo girase y los tiempos cambiaran?

Ahora, la suavidad de la voz de Lessa no engañó a Manora.

—No es sólo como Dama del Weyr que resultas atractiva para los dragoneros, Lessa de Pern —dijo Manora bruscamente, con una severa expresión en el rostro—. Hay varios de los caballeros pardos, por ejemplo...

—¿F'nor? —preguntó Lessa en tono incisivo.

Manora se irguió orgullosamente.

—F'nor es un hombre adulto. Dama del Weyr, y los de las Cavernas Inferiores hemos aprendido a no tener en cuenta los lazos de sangre y de afecto. F'nor es un caballero pardo, no el hijo que llevé en mis entrañas y que yo recomendaría. Sí, recomendaría a F'nor, lo mismo que recomendaría a T'sum y a L'rad.

—¿Les sugieres a ellos porque pertenecen al escuadrón de F'lar y se han educado en las verdaderas tradiciones? ¿Porque son menos propensos a dejarse engatusar por mis zalamerías?

—Les sugiero porque creen en la tradición de que el Weyr debe ser abastecido por los Fuertes.

—De acuerdo —Lessa sonrió a Manora, viendo que la mujer no podía ser inducida a hablar de F'nor en términos más personales—. Tendré en cuenta tus recomendaciones, ya que no pretendo... —Interrumpió su frase—. Gracias por haberme impuesto de nuestros problemas de abastecimiento. ¿Lo que más necesitamos es carne fresca? —inquirió, poniéndose en pie.

—Cereales también, y algunas de las raíces vegetales del sur serían muy bien recibidas —respondió Manora seriamente.

—Muy bien —dijo Lessa. Manora se marchó, con expresión pensativa. Lessa reflexionó largo rato sobre aquella entrevista, sentada como una delgada estatuilla en el espacioso sillón de piedra, con las piernas dobladas debajo de su cuerpo sobre el forro de pieles.

Lo más preocupante era el temor que había manifestado Manora ante la simple perspectiva de que Lessa se ausentara del Weyr, del lado de Ramoth, por cualquier motivo, por cualquier espacio de tiempo. Su instintiva reacción de miedo era un argumento mucho más eficaz que cualquiera de las pomposas frases de R'gul. Sin embargo, Manora no había insinuado siquiera el motivo de aquella necesidad. Muy bien, Lessa no intentaría volar con uno de los otros dragones, con o sin el jinete, tal como había empezado a pensar que podría hacerlo.

En cambio, Lessa actuaría en la cuestión de la escasez de suministros. Especialmente teniendo en cuenta que R'gul no haría nada. Y, dado que R'gul no podría protestar de lo que ignoraba, ella procuraría, con la ayuda de K'net o de F'nor o de los jinetes que fueran necesarios, mantener al Weyr decentemente abastecido. Comer con regularidad se había convertido en una agradable costumbre a la que no estaba dispuesta a renunciar. No pretendía dejarse llevar por la codicia, pero un prudente saqueo de una cosecha abundante pasaría inadvertido a los Señores de los Fuertes.

K'net, sin embargo, era joven; podía ser temerario e indiscreto. Tal vez F'nor sería la elección más juiciosa. Pero, ¿podría maniobrar con tanta libertad como K'net que era, después de todo, un caballero bronce? Tal vez C'gan. La ausencia de un caballero azul jubilado, que disponía de mucho tiempo libre, podría pasar completamente inadvertida.

Lessa sonrió para sí misma, pero su sonrisa se borró rápidamente de su rostro.

«El día que el Weyr tenga que comprar lo que deberían darle...»

Lessa rechazó el premonitorio pensamiento, concentrada en lo ignominioso de la situación. Y ello subrayó el alcance de su desilusión.

¿Por qué había creído que estar en el Weyr sería tan distinto del Fuerte de Ruatha? ¿Acaso la educación que había recibido en su temprana infancia había infundido en ella una reverencia tan indiscutible hacia el Weyr que la vida debía modificar su pauta por el hecho de que Lessa de Ruatha hubiera sido Impresa por Ramoth? ¿Cómo podía haber sido tan romántica y tan tonta?

Mira a tu alrededor, Lessa de Pern, mira alrededor del Weyr sin ningún velo en los ojos. ¿Que el Weyr es antiguo y santificado? Sí, pero al mismo tiempo es viejo... y desacreditado. Sí, te emocionaba la idea de sentarte en el gran sillón de la Dama del Weyr en la Mesa del Consejo, pero el forro es delgado y la tela polvorienta. ¿Anonadada al pensar que tus manos reposan donde habían reposado las de Moreta y Torene? Bueno, la piedra está llena de suciedad y necesita un buen fregado. Y tu trasero puede reposar donde reposaron los suyos... pero no es ahí donde tienes tu cerebro.

El decadente Weyr reflejaba el deterioro de su significado en el esquema de vida de Pern. Aquellos apuestos dragoneros también, tan arrogantes en sus atuendos de piel de wher, tan orgullosos sobre los cuellos de sus grandes animales... no podían ser sometidos a un severo examen sin que se hicieran evidentes algunas realidades decepcionantes. No eran más que hombres, con deseos y ambiciones humanas, llenos de defectos y de frustraciones muy humanas, poco dispuestos a renunciar a sus cómodas existencias para dedicarse a las duras tareas indispensables para que el Weyr recobrara lo que nunca debió perder. Se habían aislado demasiado del resto de su raza; y no contaban con ningún jefe digno de ese nombre...

¡F'lar! ¿A qué esperaba? ¿A que Lessa abriera los ojos a través de la ineficacia de R'gul? No, decidió Lessa, a que Ramoth creciera. A que Mnementh cubriera a Ramoth cuando ésta se encontrara en condiciones de ser cubierta... F'lar era un tradicionalista, y el jinete del dragón que cubría a la reina se convertía, tradicionalmente, en caudillo del Weyr. ¡Aquel jinete!

Bueno, F'lar podía descubrir que los acontecimientos no se desarrollaban como él había planeado.

Mis ojos estaban deslumbrados por los de Ramoth, pero ahora pudo ver alrededor del arco iris, pensó Lessa, acorazándose contra la ternura que acompañaba siempre a cualquier pensamiento sobre el dorado animal. Sí, ahora puedo ver en las sombras negras y grises, aprovechando las enseñanzas de mi aprendizaje en Ruatha. Cierto, lo que hay que controlar es algo más que un pequeño Fuerte, y las mentes a influencias son mucho más perceptivas. Perceptivas, pero densas a su manera. Un riesgo mucho mayor si pierdo. Pero, ¿cómo puedo perder? La sonrisa de Lessa se hizo más ancha. Frotó las palmas de sus manos contra sus caderas en anticipación del reto. Ellos no pueden hacer nada con Ramoth sin mí, y necesitan a Ramoth. Nadie puede coaccionar a Lessa de Ruatha, y son tan obtusos conmigo como lo fueron con Jora. ¡Con la diferencia de que yo no soy Jora!

Llena de júbilo, Lessa se puso en pie de un salto. Volvía a sentirse viva. Y con más poder en sí misma que el que notaba en ella cuando Ramoth estaba despierta.

Tiempo, tiempo, tiempo. Tiempo de R'gul. Bueno, Lessa había cometido un error al seguir el compás marcado por R'gul. Había sido una estúpida. Pero ahora sería la Dama del Weyr que F'lar se había esforzado en hacerle creer que podía ser.

F'lar... los pensamientos de Lessa volvían a él continuamente. No podía perderle de vista, particularmente cuando empezara a «arreglar» las cosas para satisfacerse a sí misma. Pero ella tenía una ventaja que F'lar no podía saber: podía hablar a todos los dragones, y no sólo a Ramoth. Incluso a su querido Mnementh.

Lessa echó la cabeza hacia atrás y rió, y el sonido de su risa resonó huecamente en la amplia y vacía Sala del Consejo. Rió de nuevo, deleitada con un ejercicio que tenía muy pocas ocasiones de practicar. Su regocijo despertó a Ramoth. La exultación producida en Lessa por la decisión que acababa de tomar fue reemplazada por la de saber que el dragón hembra dorado estaba despertando.

Ramoth se desperezó con evidente desasosiego a medida que el hambre se imponía a la somnolencia. Lessa corrió pasillo arriba con pies ligeros, ávida como una niña por ver abrirse los gloriosos ojos y por la dulzura que caracterizaba la personalidad del dragón hembra.

La enorme cabeza dorada y cuneiforme de Ramoth giró de un lado a otro: el soñoliento animal buscaba instintivamente a su compañera del Weyr. Lessa tocó rápidamente la áspera quijada y la cabeza se inmovilizó, tranquilizada. Los diversos párpados protectores se abrieron sobre los ojos de múltiples facetas, y Ramoth y Lessa renovaron la promesa de su mutua devoción.

Ramoth había tenido de nuevo aquellos sueños, le dijo a Lessa, estremeciéndose ligeramente. ¡Hacía tanto frío
allí
! Lessa acarició uno de los suaves párpados, tranquilizando al dragón. Unida como estaba a Ramoth, Lessa tenía una aguda consciencia del espanto que aquellas extrañas secuencias producían.

Ramoth se quejó de picor en la parte izquierda del espinazo.

—La piel se está desconchando otra vez —le dijo Lessa, extendiendo rápidamente aceite suavizador sobre la zona afectada—. Estás creciendo demasiado aprisa —añadió, en tono entre burlón y preocupado.

Ramoth repitió que el picor era abominable.

—Tendrás que comer menos a fin de dormir menos, o interrumpir el exceso de crecimiento de tu pellejo de la noche a la mañana.

Mientras extendía el aceite, Lessa recitó como una lección aprendida de memoria:

—El dragoncito debe ser frotado diariamente con aceite, ya que el crecimiento rápido en las primeras fases del crecimiento puede tensar con exceso los frágiles tejidos cutáneos, haciéndolos tiernos y sensibles.

Producen picor
, rectificó Ramoth petulantemente, retorciéndose.

—Quieta. Sólo repito lo que me enseñaron.

Ramoth emitió un bufido tamaño dragón que apretó fuertemente el vestido de Lessa contra sus piernas.

—Quieta. El baño diario es obligatorio, y un minucioso aceitado debe acompañar a esas abluciones. La piel parcheada se convierte en pellejo imperfecto en el dragón adulto. El pellejo imperfecto se traduce en rupturas cutáneas que pueden resultar fatales en un animal volador.

No dejes de frotar
, suplicó Ramoth.

—¡Animal volador, realmente!

Ramoth informó a Lessa de que estaba muy hambrienta. ¿No podía dejar el baño y el aceite para más tarde?

—En el momento en que la caverna que tú llamas estómago está llena, quedas tan soñolienta que apenas puedes arrastrarte. Y has crecido demasiado para que te lleven de un lado a otro.

La réplica de Ramoth fue interrumpida por una risita. Lessa giró sobre sí misma, controlando rápidamente la contrariedad que experimentó al ver a F'lar apoyado indolentemente contra el arco del pasillo.

Era evidente que regresaba de un vuelo de patrulla, ya que llevaba todavía el pesado atavío de piel de wher. La rígida túnica se pegaba a su pecho y contorneaba las largas y musculosas piernas. Su huesudo pero agraciado rostro estaba enrojecido aún por el ultrafrío del
inter
. Sus ojos de color ámbar brillaban divertidos y, añadió Lessa, arrogantes.

—Crece esbelta —comentó F'lar, acercándose al lecho de Ramoth y dirigiendo una cortés reverencia a la joven reina.

Lessa oyó que Mnementh saludaba a Ramoth desde el saledizo. Ramoth agitó los párpados en un gesto de coquetería destinado a F'lar. La sonrisa de casi posesivo orgullo del dragonero aumentó la irritación de Lessa.

—La escolta llega en buen momento para dar los buenos días a la reina.

—Buenos días, Ramoth —dijo F'lar obedientemente. Se irguió, golpeando los pesados guantes contra su muslo.

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