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Authors: Nick Drake

Tags: #Histórico

El Reino de los Muertos (39 page)

BOOK: El Reino de los Muertos
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El sol había palidecido hasta el punto de que podía contemplar entre la malla de mis dedos el extraordinario e inexplicable espectáculo que estaba teniendo lugar en el firmamento. Un curvo filo negro de espada se había impuesto sobre el gran disco del sol. Entonces, bandas de sombras como las que se ven en el fondo de un estanque iluminado por el sol ondularon a toda velocidad sobre la tierra, después sobre nosotros, y por último a través de la Tierra Roja. Extendí las manos para atraparlas, pero no dejaron la menor impresión sobre mi piel. Cuando la luz menguó todavía más, adoptaron un extraño tono grisáceo, como cuando todo color abandona una prenda lavada en repetidas ocasiones.

Todo se aceleró. El gran pájaro negro de la noche barrió por completo la faz del día, y al instante las constelaciones imperecederas del firmamento brillaron intensas cuando el día pasó a la noche en un momento de tiempo que no podría medirse con una clepsidra. Ra, Señor de la Eternidad, desapareció tan por completo como si hubiera desaparecido bajo el horizonte del cielo al anochecer. Lo único que quedaba era una delgada corona de luz alrededor del gran disco de tinieblas conquistador. Daba la impresión de que el dios del Sol había sido obligado a rendir su gloria. La noche me rodeaba, pero aunque pareciera imposible podía ver los bordes del lejano horizonte en todas las direcciones, que exhibían los anaranjados y amarillos del crepúsculo. De pronto, reinó un frío invernal, y el silencio era estremecedor.

Y entonces vi con mis propios ojos algo que no olvidaré hasta el momento de mi muerte: el gran Ojo de la Creación, que me estaba mirando. El ébano de la pupila, la brillante corona blanca del iris, y una fugaz delgada franja púrpura como la sangre, que centelleaba en los bordes de la oscuridad. Yo no podía respirar, y el mundo se detuvo y guardó silencio. Se me antojó el misterio más hermoso que había visto en mi vida.

Pero con la misma celeridad que la oscuridad había conquistado la luz, el equilibrio de poder cambió de nuevo, y un arco del brillo más tenue, como la hoja afilada de un cuchillo dorado en la que se reflejara la luz del sol, surgió del lado opuesto para deslumbrar a la oscuridad con su triunfo. Al principio, el mundo adoptó de nuevo un tono gris opalescente, y los extraños batallones de sombras ondularon y se alejaron de nosotros, pero esta vez en dirección contraria. Al poco, el azul familiar del cielo quedó restaurado. Las estrellas se desvanecieron al punto, y el mundo empezó a llenarse de nuevo de color, vida y tiempo.

Horemheb estaba fascinado. Nunca le había visto tan ensimismado. Se volvió hacia mí con una mirada de triunfo en su rostro hermoso y duro.

—¿Lo has visto? Atón ha sido consumido por la oscuridad. Es una señal de los dioses de que no apoyarán el poder corrupto de esta patética dinastía. ¡Habrá un nuevo orden! ¡Un nuevo sol brillará sobre una nueva era! —gritó con determinación, y se dio un puñetazo en el pecho. Sus oficiales lanzaron vítores disciplinados.

Y con eso descendió de la colina yerma, acompañado de sus oficiales, y Tot y yo tuvimos que volver al palacio. Mientras regresábamos por el sendero polvoriento, la imagen del Ojo del cielo turbaba mi imaginación. Era el símbolo del círculo oscuro convertido en realidad. Mi instinto no me había engañado. No solo era el símbolo misterioso de una sociedad: también era una profecía de algo real que iba a producirse. De repente, recordé lo que Najt había dicho acerca del círculo oscuro: «Significa que, en la hora más oscura de la noche, el alma de Ra se reúne con el cuerpo y alma de Osiris. Esto permite a Osiris, y a todos los muertos de las Dos Tierras, renacer. Es el momento más sagrado y profundo de toda la creación».

Pero cuanto más pensaba en ello, más ambivalente me parecía. ¿Aquel acontecimiento celestial presagiaba un milagro del regreso a la vida o una catástrofe inminente?

45

Los funcionarios de palacio corrían de un lado a otro de los pasillos provocando una gran confusión, como hormigas en una colonia perturbada por palos de niños. Entré en la cámara de la reina y la descubrí conferenciando con Ay, Khay y Simut.

Ay me miró un momento. Su rostro estaba demacrado debido al cansancio. Por una vez, parecía desconcertado.

Simut estaba narrando las consecuencias del eclipse.

—Se han producido importantes disturbios en la ciudad. La muchedumbre congregada delante de las puertas del templo se niega a disolverse. Ha habido saqueos, se han incendiado edificios…, y debo informar que los medjay solo han contribuido a empeorar la situación con sus intentos de controlar a las masas. En este momento se libran batallas en algunos barrios con ciertos elementos disidentes…

Khay le interrumpió.

—La gente exige la presencia del rey. Se niega a marchar hasta que el rey aparezca y les hable.

Ay estaba sentado muy tieso, mientras su cerebro daba vueltas en busca de una solución. Su rechazo a anunciar la muerte del rey le tenía atrapado. Estaba preso de su propia mentira.

—Ese solo es uno de nuestros problemas. Horemheb aprovechará esta oportunidad para entrar en la ciudad con sus divisiones y aplacar los disturbios —dijo Simut.

—¿Y dónde se encuentran esas divisiones? —preguntó con brusquedad Ay.

—Por lo que sabemos, están en Menfis. Pero nuestros espías no lo tienen claro —admitió—. Ni siquiera el mensajero más veloz es capaz de transmitir órdenes desde aquí hasta Menfis en menos de tres días, y además necesitarán movilizarse y zarpar hacia el sur. A menos que Horemheb lo haya previsto todo y preparado las divisiones para marchar sobre Tebas con mayor celeridad.

Siguió un momento de silencio, mientras cada persona pensaba en lo que podía hacerse con el precioso tiempo que nos quedaba.

—Hablaré al pueblo —dijo de repente Anjesenamón.

—¿Y qué vas a decir? —replicó Ay.

Sus ojos siniestros brillaron de curiosidad.

—Le diré la verdad. Le diré que los acontecimientos celestiales son una señal del orden renovado en la tierra. Explicaré que el rey se unió con el dios durante la oscuridad, y que ahora ha renacido en el Otro Mundo. Yo me quedo aquí, como su sucesora, con su bendición. Si lo hago, desbarataré el intento de Horemheb de tomar el poder.

Se miraron, adversarios unidos por la necesidad mutua.

—Eres una niña inteligente. La historia es buena. Pero muchos dudarán.

—La oscuridad fue un acontecimiento extraño y grande. Es un espectáculo nunca visto, y la gente ha de comprenderlo. Mis palabras convencerán al pueblo.

Ay pensó a toda prisa en las ramificaciones y posibilidades de la propuesta.

—Te apoyaré, pero las palabras son poderes y han de ser elegidas con sumo cuidado. Cuando hables de ti, preferiría «representante» que «sucesora».

La reina meditó.

—Volvemos de nuevo a nuestro desacuerdo inicial. Queda poco tiempo y no se me ocurre otra solución. ¿Por qué no puedo postularme como sucesora? Porque eso es lo que soy.

—Eres portadora de la sangre de tu familia. Pero recuerda esto: no puedes llevar a la práctica tu poder sin autoridad sobre las oficinas del gobierno. Solo yo ejerzo esa autoridad.

—En mi nombre —se apresuró a replicar ella.

—En efecto. Por eso debemos diseñar una estrategia que nos convenga a los dos.

Anjesenamón reflexionó sobre la situación. Tenía que hacer una elección rápida.

—Muy bien.

—¿El contenido del discurso será acordado entre los dos? —preguntó Ay. Miró a Khay, quien asintió.

—Por supuesto.

—Entonces, prepárate bien, porque esta aparición será la más importante de tu vida.

En cuanto Ay salió, la reina se levantó de un salto.

—¿Dónde has estado? —preguntó nerviosa, y con un toque de ira—. Estaba preocupada por tu seguridad.

—Fui a ver a mi amigo Najt a la ciudad. De regreso, me ofrecieron una invitación a ser recibido en audiencia por Horemheb a la que no me pude negar.

Ella se quedó atónita.

—¿Fuiste?

—No tenía alternativa. Me prendieron.

—¿Qué te dijo?

Nos sentamos y le conté todo cuanto había descubierto acerca de Sobek, y que ahora había demostrado, gracias al testimonio del muchacho, que también era responsable de los asesinatos en la ciudad. Por fin, le repetí todo lo que Horemheb me había dicho. Por un momento, me miró estupefacta.

—Hemos de proteger a tu familia de sus intenciones.

—Sí, pero también hemos de pensar. Hasta el momento, solo ha proferido amenazas contra ellos, y no las llevará a la práctica hasta que le hayas informado de tu decisión. Por consiguiente, hemos de mantenerlo en la incertidumbre el mayor tiempo posible. Del mismo modo, tengo un plan para capturar a Sobek. Lo interrogaremos y descubriremos si sus actos están relacionados con Horemheb o Ay. Esa información te reportará un gran poder.

Ella asintió, con ojos encendidos debido al júbilo del momento. De repente, había visto una forma de tirar adelante su dinastía.

—Esta oscuridad me ha impresionado. Siento los ojos de Dios posados sobre mí. Noto que pueden ver en mi interior. Todo está en juego, no solo el futuro de mi dinastía, sino también el destino de las Dos Tierras. Pero aunque parezca extraño, descubro que, por primera vez en muchos meses, me siento viva por completo.

Flotaba humo en el gran espacio abierto delante del templo. La muchedumbre se extendía a lo largo de la avenida de las Esfinges. Algunos cantaban, otros gritaban, la mayoría rezaba. Yo los observaba desde el techo de la torre. Nos habíamos desplazado en secreto y a gran velocidad en barca, y después en carro, hasta el templo, bajo la protección de la guardia de Simut. Ahora, a su señal, los trompeteros alzaron sus largos y plateados instrumentos hacia el horizonte y lanzaron una fanfarria. De pronto, la actitud de la muchedumbre cambió, de un caótico descontento a la atención. El espectáculo que exigían estaba a punto de comenzar.

La reina apareció en la puerta, ataviada con la ropa dorada propia de su rango y las coronas, y el silencio dio paso de nuevo a gritos y chillidos cuando quedó claro que estaba sola. Pero gracias a los largos y bajos ángulos de la luz tardía, resplandecía. Continuó avanzando, subió al estrado sin hacer caso de los gritos y los lamentos, y después se detuvo para enfrentarse a la gran bestia de la multitud. Esperó a poder hablar. Sería una batalla de voluntades. Por fin, se hizo el silencio. Vi miles de rostros fascinados, angustiados, devotos de su gloriosa presencia.

—Hoy ha sido un día de maravillosos presagios —gritó—. Los dioses se nos han revelado. Vamos a rendirles culto.

Levantó los brazos con serenidad. Después, poco a poco, muchos de los presentes la imitaron. Los que no lo hicieron guardaron silencio por fin.

—Ra, el rey de los dioses, ha triunfado sobre las fuerzas de la oscuridad y el caos. La vida se ha renovado. La gloria y el poder de las Dos Tierras se han renovado. Pero en aquel momento, ha tomado algo que deseaba en grado sumo. Lo que ha tomado es de gran valor para nosotros. Más grande que el oro, y más grande que la vida. Aparezco ahora ante vosotros como hija de reyes e hija de la diosa Maat, que imparte justicia y orden, para daros la noticia de nuestro gran sacrificio y del gran triunfo del dios. Porque en el momento de la oscuridad, en presencia de todos los seres vivos, el rey Tutankhamón se reunió con Ra, como debe hacer el rey, y tal como está escrito en los grandes libros, ahora es uno con el rey de los dioses. Y el mundo se ha rehecho. El mundo ha renacido de nuevo.

Sus palabras resonaron en la explanada. Una inmensa oleada de lamentaciones se alzó y barrió a la multitud y la ciudad. Vi que la gente se volvía hacia sus vecinos, muchos convencidos, otros inseguros. Conocían esta historia del sacrificio del rey para la renovación de la vida, pues es una de las historias más antiguas que nos explica cómo son las cosas en el mundo. Ella la había utilizado con astucia. Era posible que sus palabras convencieran a la multitud. La élite, sin duda, necesitaría explicaciones más elaboradas, pero les costaría poner en duda la historia.

La reina continuó.

—Aparezco ante vosotros. Soy la hija bienamada de Ra. Soy
maat
. Soy el orden sobre el caos. Soy el Ojo de Ra que va en la proa del Barco de los Dioses. Los enemigos perecerán bajo mí en la oscuridad, y nuestro mundo florecerá a la luz de los dioses.

A estas palabras siguió otra fanfarria de trompetas. Casi toda la multitud lanzó rugidos de aprobación. Daba la impresión de que el espíritu y la belleza de la reina los habían conquistado. Pero observé que otros daban media vuelta, insatisfechos, mientras meneaban la cabeza. Aún había que ganar la batalla por las Dos Tierras después de la muerte de Tutankhamón. Si yo era capaz de demostrar la relación entre Horemheb y Sobek, la posición de Horemheb se vendría abajo. En caso contrario, en aquel momento no se me ocurrió qué podría impedirle apropiarse del reino en nombre del ejército.

46

Aquella noche, Tot y yo regresamos a casa de Najt. Minmose se ofreció a afeitarme la cabeza, pues si quería atravesar la puerta del templo, necesitaba adoptar de nuevo la apariencia de un sacerdote. Cuando estaba sentado bajo su navaja, con un paño alrededor del cuello, llegó Jety. Por suerte para él, no tuvo necesidad de llevar a cabo aquellas abluciones rituales, pues debía asistir como víctima experimental de Najt, un personaje que no pertenecía a la élite.

—¿Está la guardia apostada ante mi casa? —fue lo primero que le pregunté.

Asintió.

—A Tanefert no le hizo ninguna gracia la imposición, pero yo le expliqué la necesidad lo mejor posible, sin asustarla.

Suspiré de alivio.

—¿Le recalcaste que los niños no debían salir de casa bajo ningún concepto?

—Lo hice, no te preocupes. Están a salvo. Estarán vigilados día y noche. —Se permitió una silenciosa risita—. Tu aspecto de sacerdote es muy poco convincente —dijo.

—Ve con cuidado, Jety. Pronto te vas a encontrar en una situación mucho más comprometida.

Asintió.

—Eso es lo que más me gusta de mi trabajo. Cada noche es diferente. Una noche, patrullas las calles; la siguiente, tomas alucinógenos peligrosos…

—Najt ha inventado algo que se parecerá al hongo, pero carecerá de efectos.

—¿He de fingir?

—Sí —dijo Najt cuando entró con su túnica—. He pergeñado un simulacro del hongo seco utilizando judías molidas.

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