Jácara segunda
Ellos en aquesto estando,
Se presentó la justicia,
Leyó en alto la sentencia,
Porque el reo se aperciba,
El cual estaba jugando
Y aunque tanto en ello le iba,
Más ocuapdo en los tantos,
No se le dio ni una higa.
El escribano y las guardas
Del tropel ya se retiran,
Y la confesión le ofrece
Su reverencia agustina,
La cual Nicasio Ganzúa
Muy gentilmente declina,
Pues no va a entonar en vísperas
Lo que no canto de prima.
Sin fraile y sin gurullada,
El jaque en derecho envida
Y sacó luego borrego,
Conque gano a la malilla.
Alzado al fin con el triunfo,
El barato repartía
Y del hirsuto bigote
Se atusó la enhiesta guía,
Y con grave continente
Hablóle a la cofradía
Con singulares razones,
Bien oiréis lo que diría:
«Zampuzado en el banasto
Me tienen sus señorías
Y a la mañana me espera
De la soga la caricia
»Pues su amor es del que mata
Y ya no queda salida,
Quiero ante vuacés, señores,
Preparar la despedida
»Póngoles, pues, por testigos
En esta santa capilla
De mi última voluntad,
Y cúmplase, por mi vida.
»Si no fuera por un fuelle
Que sopló más que debía,
En el momento presente
Yo en estas no me vería.
»Mandóle pues al parlero
Una cuarta de cuchilla
Con que se haga en el gaznate
Beneficiosa sangría.
»Pues la de ir suelto de lengua
Plaga es por demás dañina,
Con que no les digo más
Sino lo que prescribía.
»Item más, mando saludos
Al seor de la platería,
Porque hizo en delatarme
Tremenda bellaquería.
»De antuvión me lo saluden,
Que en modo alguno querría
Que no admitiese recuerdos
De un jaque de nombradía.
»Item más, varias mojadas
Al corchete Mojarrilla,
Porque con muy malos modos
Me puso la mano encima.
»Item de lienzo al seor juez,
Ropón de la ropería,
Pues por más que sea Fonseca,
Ha de manar por la herida.
»Les encomiendo por último
La Aliviosa Maripizca,
Coima fiel donde las haya,
De sangre y de bubas limpia.
»Ampárenmela, compadres,
Que aunque no es ella muy niña,
No conviene que ande sola
Por las Sierpes una ninfa.
»Y fecha a tantos del tal,
En la carcel de Sevilla
Este testamento abierto
El bravo citado arriba».
Con esto acabó Ganzúa
Una relación tan digna
Que asintieron los germanos
Con el alama conmovida,
Y los jácaros presentes,
Con votos y con porvidas,
Ejerciendo de albaceas,
Juraron que así se haría.
Jácara tercera
Aderezado de rúa
Ganzúa en capilla estaba,
No se le vio más galano
Que el día que lo velaban.
Jubón de paño morado,
Las mangas acuchilladas,
Calzones de lienzo verde,
Cinto de cuatro pulgadas.
Los zapatos de paseo,
Con lustre y cinta encarnada,
Y sobre el betún el brillo
De su hebillita de plata.
A la mañana siguiente,
Para acudir a la plaza,
Mudóse a toga sayal,
Según conviene a tal gala
Cual salir a la escalera,
No como hacen los garnachas,
Que cuando salen a vistas,
No llegan más que a la sala.
Del estaribel fue en mula,
Con crucifijo y con varas,
Iba delante el bramon,
Cantando lo que aquél calla.
Gallardo avanza, y tranquilo,
Sin huellas de la resaca,
Saludando a quien conoce
Con parsimonia y con calma.
No lo hallaran más tranquilo
Si a romero lo sacaran;
De dejarse ajusticiar
Viéndolo ganas entraban.
Al ascender al patíbulo
Subió muy grave las gradas,
Sin dar traspiés, pese estar
De un peldaño quebrantadas.
Y en alcanzando el tablado,
Se vuelve y sin alharacas
Al público congregado
Dirigió tales palabras:
«Es un trámite morir.
Pero cuando el Rey lo manda,
Nadie osará desmentirme
Que sea una muerte honrada».
A todos pareció bien
Los que a la sazón se hallaban,
Su Maripizca y los jaques
En junta testamentaria.
También se tuvo por bueno
Que la aliviosa mentada
Trajese golpes de ciegos
Para rezar por su alma.
Hubo su algo de sermón
Y su Credo en voz templada,
Que irse un jaque de falsete
Es deshonra acreditada.
Ciñó el verdugo, a la postre,
Con esparto su garganta
Y tras el «Perdone, hermano»,
El resuello le atraganta.
No hizo Ganzúa visajes,
Ni muecas ni caras raras,
Mas con mucha compostura
Quedó como si pensara.
* * *
DEL MISMO
PREVENCIÓN MORAL AL CAPITÁN ALATRISTE
Soneto
Si no temo perder lo que poseo,
Ni deseo tener lo que no gozo,
Poco de la Fortuna en mí el destrozo
Valdrá, cuando me elija actor o reo.
Si no es mal ajeno mi recreo,
Ni el bien mundano causa en mi alborozo,
Venir podrá la muerte sin rebozo,
Que no he de huirla, si ante mí la veo.
Y tú, a salvo también de las cadenas
Con que el siglo cautiva corazones
Mantente, Diego, libre de pasiones,
Y lejos de los goces y las penas,
Vive Alatriste solo, si pudieres,
Pues sólo para ti, si mueres, mueres.
ARTURO PÉREZ-REVERTE
(Cartagena, 1951)
fue reportero de guerra durante veintiún años y es autor, entre otras novelas, de
El húsar
,
El maestro de esgrima
,
La tabla de Flandes
,
El club Dumas
,
Territorio Comanche
,
La piel del tambor
y
La carta esférica
. El éxito de sus novelas sobre las aventuras del capitán Alatriste, cuya publicación comenzó en 1996, constituye un acontecimiento literario sin precedentes en España.
El oro del rey
es el cuarto volumen de la serie.