El origen del mal (11 page)

Read El origen del mal Online

Authors: Brian Lumley

BOOK: El origen del mal
13.33Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Usted ya lo vio en aquella película acerca de la cual nos ha hablado, ¿verdad, Michael? Ya sabe cómo es. ¡Ah, pero así es como era tras escapar por el tubo, meterse en el barranco y echar a volar después! Cuando estaba en tierra era mucho peor. Sí, se lo voy a contar de acuerdo con las descripciones de primera mano de que dispongo. Sin embargo, primero trataré de explicarle cómo funciona la Puerta o, mejor dicho, le diré qué ocurre cuando funciona. La «piel» de la esfera, o sea, su superficie tal como la vemos nosotros, es una contradicción de la física según entendemos nosotros esta ciencia. Viktor Luchov la ha equiparado a un «horizonte de acontecimientos». Nosotros vemos las cosas en él después de ocurridos los hechos e incluso antes de que ocurran. En el primer caso bajo la forma de una especie de imagen que queda en la retina y que se imprime en la esfera y, en el segundo caso, como una aparición gradual hasta que llega el momento de que aparezca lo que sea.

»Ellos ven que la cosa se acerca, pero no saben qué ven. Recuérdelo, así fue la primera vez. La vieron en la esfera; fue como si se oscureciera gradualmente la superficie situada cerca de la bóveda de la esfera. La mancha oscura cobró forma, la forma pasó a ser una imagen tridimensional pero nebulosa hasta que, al cabo de un rato, se hizo realidad. Vieron la cabeza y la cara de un murciélago de unas dimensiones equivalentes, más o menos, a un metro y medio. Era como un holograma que lentamente, muy lentamente, fuera cambiando. Todo ocurría a cámara lenta y constituía una cosa realmente fascinante de ver. Por lo menos así lo dijeron. Las circunvoluciones de la trompa se iban arrugando, fenómeno que duró alrededor de medio minuto, la orejas fueron proyectándose hacia adelante, un movimiento fugaz trasladado al tiempo real, ya que sólo duró cinco segundos, y finalmente la aparición de unos dientes que parecían agujas, de unos doce centímetros de largo, hecho que se produjo en un abrir y cerrar de ojos.

»Ahora bien, piense un momento lo que voy a decirle: ellos disponían de armas. Se trataba de un puñado de soldados que se encontraban allí con sus armas, no con un propósito determinado, sino simplemente porque a veces los soldados llevan armas. Pero ¿a quién podía pasarle por la cabeza que se podía disparar contra una cosa como aquélla? Cuando todo acabara, quizá sí, pero no mientras estaba ocurriendo. Escuche lo que voy a decirle: ¿dispararíamos contra las imágenes que vemos en una pantalla? Pues esto es lo que era: una película de tres dimensiones.

»Viktor Luchov también estaba presente. ¿Cree que habría permitido que dispararan? ¡Ni por asomo! Entonces ni siquiera sabía qué era aquella esfera, pero pensó que aquello podía ser su redención personal. En ausencia de Franz Ayvaz, tuvo que hacerse responsable del incidente de Perchorsk y hete aquí que ahora le tocaba en suerte aquel… fenómeno.

»Durante una hora fue mejorando su claridad. Los bordes desdibujados fueron concretándose hasta que la imagen acabó por adquirir el brillo de una imagen de televisión. Muchos habían ido a buscar sus cámaras y se habían puesto a filmar, como hacen los turistas cuando ven un monumento antiguo o contemplan alguna cosa cuya belleza te sale de lo común. Después de todo, sabían que no podía ser verdad. ¿Cómo podía serlo? ¿Un murciélago con una cabeza tan grande como la de un elefante?

»Entonces, de manera imprevista, ocurrió lo imposible. Advirtieron que el hocico atravesaba la "piel" de la esfera y que el monstruo dejaba de ser una simple imagen reflejada en una pantalla. Inspiró aire, aspiró varias bocanadas de aire… y a los pocos momentos tenían aquella pesadilla ante sus ojos.

»El horizonte de los hechos aminora el ritmo de los movimientos, Michael, pero una vez atravesada la Puerta, todo pasa a ser normal. Sin embargo, lo que puede ser "normal" para aquella obscenidad era un infierno para todos aquellos que la estaban contemplando. He dicho que aspiraba aire… En realidad era un enorme murciélago que estaba olisqueando la presa, que los husmeaba a ellos. ¡Y entonces cambió! Tanto la cara como la cabeza que surgió de su piel eran las de un lobo gigantesco. ¿Se ha fijado en cómo era cuando la ha visto en el recipiente de vidrio? Pues así, exactamente igual. Primero apareció la cabeza de aquel lobo y a continuación aparecieron los hombros…, debajo de los cuales ya estaba pugnando por salir el cuerpo de cuero de un murciélago, las grandes alas de un murciélago que se desplegaban tan amplias como la propia esfera.

»¿Que si hubo pánico? Un pánico como pocas veces llega a experimentar un hombre en su vida. Y para empeorar todavía más las cosas, la cosa no llegó a este mundo en silencio, sino que profería unos gritos espantosos. ¡Y menuda voz la suya!

»Lanzaba alaridos para manifestar toda la rabia que despertaba en ella la intensidad de la luz, el hambre de la sangre que había olido, el temor ante un ambiente que le era ajeno. Y entonces atacó. Atacó cuando todavía estaba saliendo de la esfera. La parte trasera de la cosa era como un inmenso ciempiés cuyas patas fueran saliendo a través de la Puerta, revolviéndose violentamente hacia todos los lados. En ese momento volvió a cambiar y se transformó en una docena de diferentes híbridos, prestos a matar todos ellos.

»Empujada por su ciega agitación, comenzó a arrancar cables… y si digo ciega es porque la luz le resultaba insoportable. Fue una suerte que estuviera ciega porque, de no haberlo estado, la carnicería todavía habría sido mucho peor. La destrucción que provocó en la instalación eléctrica hizo que muchas de las luces se apagaran, gracias a lo cual su visión fue mejorando progresivamente. Ahora ya elegía sus víctimas con mayor deliberación y las devoraba con más presteza todavía.

»Pero ahora los soldados también disparaban contra ella… o por lo menos los soldados que tenían arrestos suficientes para hacerlo. No podían asegurar si las balas le hacían algún daño, pero lo cierto es que el alboroto provocado por los disparos causó en ella un estado de alarma. Fue a refugiarse al lugar más oscuro que pudo encontrar, que fue, naturalmente, el cilindro, apenas iluminado. Pero ahora se había transformado en algo muy parecido a la especie de calamar que filmaron los aviadores de su AWACS. Era algo enorme, espantosamente enorme, que se comprimía y se abría paso a través de los niveles de magma. De hecho, el estado tan plástico en que había quedado su cuerpo no se diferenciaba demasiado del magma y, a medida que iba procediendo de esta manera, iban apareciéndole excrecencias con bocas y ojos y con… ¡oh!, con unos apéndices que resultan verdaderamente indescriptibles. Imagínese que del costado comenzaba a salirle una pata y que después la pata se transformaba en algo que parecía una araña. Quizá ya sabe a qué me refiero.

»Pero finalmente consiguió meterse en el barranco, dejando tras de sí una estela de destrucción y de muerte poblada de los quejidos de los agonizantes y de los huecos que habían dejado los que se habían desvanecido para siempre. El Perchorsk Projekt se había convertido por segunda vez en un degolladero y en algún lugar del mundo andaba suelto y haciendo de las suyas un ser monstruoso. No había nadie que tuviese la más ligera idea acerca de lo que había que hacer.

»Si nosotros, los rusos, tenemos algún defecto es éste, Michael, que somos excesivamente disciplinados en la manera de pensar y no estamos acostumbrados al fracaso. Así es que, después de aquel desastre, nos quedamos de una pieza, absolutamente desorientados, como los niños pequeños que esperan que su mamá les diga qué tienen que hacer a continuación. Esto fue lo que le ocurrió a Kruschev cuando Kennedy le afrentó en público y cuando las "autoridades responsables", para referirnos a ellas de alguna manera, tuvieron que dar explicaciones acerca del avión de las líneas coreanas. Si vuelve a ocurrir algún nuevo desastre, no hay duda de que la actitud volverá a ser la misma. Pues esto es lo que ocurrió con el asunto de Perchorsk.

»Finalmente, se dio la alerta a los militares y éstos, a su vez, se encargaron de avisar a Moscú. Pero ¿sabe usted cuál fue la reacción? "¿Cómo?, ¿que se ha escapado algo de Perchorsk, de los Urales? Pero ¿qué es lo que se ha escapado? ¿De qué están hablando?" Por fin salieron unos Migs que despegaron de Kirovsk y el resto ya lo sabe. En realidad, usted sabe más que yo acerca de esta parte del asunto. Lo que yo sé, sin embargo, es por qué los aviones de combate rusos fracasaron allí donde los aviones USAF resultaron airosos. Por lo menos hemos aprendido esto de los demás encuentros… y esto también explica lo de los lanzallamas.

»Así es: los aviones norteamericanos estaban equipados con proyectiles experimentales aire-aire Firedevil, que no sólo estallan al colisionar sino que despiden llamas destructoras alrededor. Un equipo menos voluminoso que el napalm, pero muchísimo más efectivo. Fue eso lo que detuvo a la cosa sobre la bahía de Hudson: el fuego. Fuego y luz…, la luz del sol. Hasta que los aviones norteamericanos no establecieron contacto con ella, ésta estuvo volando a través de nubes o cubierta por una densa capa grisácea, puesto que el sol todavía no era muy fuerte. Pero así que el sol salió, la criatura bajó y buscó protección. Mire, Michael, hay cosas frías y cosas que pertenecen a la oscuridad.

»Usted me ha descrito qué vio en aquella película del AWACS: nubes de gases asesinos que, en cuanto aquella criatura se ponía en contacto con la luz del sol, emanaban de su cuerpo y cómo éste, plano, extenso, aerodinámico, iba apartándose del sol. ¡Ah, sí! No fue tanto que los Migs fracasaran en su intento como que otras fuerzas naturales coadyuvaron con los norteamericanos en el éxito conseguido. La cosa estaba exhausta cuando se encontró de manos a boca con los norteamericanos y los Firedevils que éstos llevaban acabaron de rematarla.

—Ya entiendo. Y así fue como terminó el Encuentro Uno…

—Y ahora una especie de anticlímax: el Encuentro Dos era un lobo. Apareció aproximadamente de la misma manera que la primera cosa, pero comparado con ella era pequeño, normal, casi resultaba insignificante… Aunque no del todo. Quien lo detectó primero fue un soldado, que le metió una bala en el cuerpo así que lo vio salir renqueante por la Puerta. Esto lo dejó parado en seco, pero no le resultó fatal. Fue examinado detenidamente y, por supuesto, con las máximas precauciones… ¡y resultó ser un lobo! Era un animal viejo, sarnoso, casi ciego y medio muerto de hambre. Le salvaron la vida, lo metieron en una jaula, le dieron de comer, le dispensaron toda clase de cuidados y lo sometieron a una serie de pruebas. La verdad es que no acababan de creérselo, ¿comprende? Pero… ¡era un lobo de verdad! Era, en todos los aspectos, un hermano de las criaturas que aún hoy pueblan los grandes bosques de estas regiones. Cuando murió, hará de eso nueve meses, debido a su avanzada edad, estaba totalmente domesticado.

»Así es que se les ocurrió pensar que tal vez el mundo del otro lado no era, después de todo, muy diferente del mundo del lado de acá. O que quizá la Puerta que habíamos abierto conducía a muchos otros mundos. Viktor Luchov considera que, como fenómeno físico, o como fenómeno de la física, se encuentra en alguna parte situada entre un agujero negro y un agujero blanco. Los agujeros negros están en las profundidades del espacio y pueden engullir mundos; ni siquiera la luz puede escapar a la fantástica atracción de su fuerza de gravedad. Los agujeros blancos, en cambio, son teóricos recipientes de fusión que dan nacimiento a las galaxias. Unos y otros son puertas abiertas por las que circulan otros espacios-tiempos. Igual que nuestra esfera de luz blanca… aunque no tan violenta. Ésta es la razón por la cual Luchov la llama "agujero gris", porque es una puerta que se abre en ambas direcciones.

Al llegar a este punto, Khuv levantó una mano como si con ella quisiera avisar a Jazz.

—No corte el hilo, Michael, ya que ahora todo va muy bien. Las preguntas ya me las hará más tarde.

Y así que vio que Jazz volvía a adoptar una actitud distendida, prosiguió:

—Yo tampoco tengo ningún interés en los «agujeros» de la teoría física de altos vuelos. Considero simplemente que se trata de una amenaza. Pero dejando esto aparte…

»Usted fue testigo del Encuentro Tres y yo también le he hablado de él. En cuanto al Cuatro, fue otro anticlímax, aunque no tan normal y aceptable como el del lobo. Se trataba de un murciélago, orden
Chiroptera, genus Desmodus
. Lo curioso del caso es que el
Vampyrum
es el falso vampiro mientras gue
Desmodus
y
Diphylla
son los verdaderos chupadores de sangre. Este tenía una amplitud de alas casi de un metro, lo que para su especie es bastante grande, según me han dicho, aunque tampoco se le pueda considerar un gigante. Se le vio aparecer con mucha anticipación y, por supuesto, con él no se corrieron riesgos. En el mismísimo instante en que salió, fue abatido de un disparo. Pero de la misma manera que el lobo era un lobo de verdad, el murciélago también era un murciélago de verdad. Por curioso que parezca, el murciélago vampiro es una criatura de América del Sur o de América Central. A lo mejor nuestro agujero gris no sólo era una puerta abierta a otros mundos, sino también a otras partes de este mundo.

»Bueno, en cualquier caso, en la siguiente ocasión yo estuve presente, o sea, que el resto de lo que le voy a contar es de primera mano. ¡Ah!, y también puedo mostrarle una película de la aparición del murciélago si le interesa. Aunque tampoco se va a enterar de nada que no le haya contado, puesto que ocurrió exactamente tal como se lo describo. En cuanto al Encuentro Cinco… fue algo completamente diferente.

Al llegar a este punto del relato, Jazz observó que Vyotsky, detrás de su barba oscura, había vuelto a quedarse muy pálido. También él había estado presente en el Encuentro Cinco.

—Desembucha de una vez —dijo el hombretón de la KGB poniéndose de pie, apurando la copa y comenzando a pasear de un lado a otro de la habitación—. Cuéntaselo todo o enséñale la película, pero acaba con el asunto de una vez.

—A Karl no le gusta nada todo esto.

Khuv había hecho el comentario en tono indiferente, pero su sonrisa era fría y sardónica.

—Pero tampoco me gusta a mí, si bien hay que reconocer que el hecho de que te guste o no una cosa no la modifica en nada. No podemos modificar los hechos. Venga y le mostraré la película.

En una segunda habitación pequeña al lado de las de Khuv tenía una especie de estudio. Había unas estanterías, un pequeño escritorio, unas sillas de acero, un proyector moderno y una pequeña pantalla. Vyotsky no demostró intención de seguir a Jazz y a su superior y le limitó a servirse otro trago y a quedarse en la sala de estar de Khuv. Jazz sabía, de todos modos, que aquélla era la única salida de las habitaciones de Khuv y que únicamente unos pocos pasos y un endeble tabique lo separaba del poderoso corpachón del agente de la KGB.

Other books

The Awakening by Alexx Andria
Harlequin's Millions by Bohumil Hrabal
Kidnap Island by Raby, Philip
Valley Forge by David Garland
Family and Other Accidents by Shari Goldhagen