Hay división de opiniones al respecto, pero la crítica o el silencio significativo son generales en su entorno político. Puestos a justificarlo, Pepe Blanco, ministro y vicesecretario general del partido, proporciona, a puerta cerrada, una explicación surrealista: que las chicas no tenían nada que ponerse y dijeron: «Bueno, pues nos calzamos los disfraces de Halloween».
Aunque Sonsoles quisiera de verdad pasar desapercibida siguiendo con su vida normal, y no tengo motivos para creer que no fuera así, no es fácil conseguirlo cuando una está casada con el presidente del Gobierno. En cuanto te descuidas sales en los papeles; como cuando recibió clases de buceo en la piscina de la Guardia Civil instalada en la Academia de Guardias Jóvenes de Valdemoro, a los dos meses de llegar a La Moncloa. La prensa criticó que, mientras buceaba, la piscina fuera cerrada a los guardias. La explicación de que se hizo por motivos de seguridad resulta divertida cuando sólo la usaban guardias civiles. Pero para eso están los amigos. Tras el revuelo organizado por el buceo de la esposa del presidente, el hostelero Antonio Catalán le ofreció el uso exclusivo de la piscina del hotel Santo Mauro, un lujoso establecimiento madrileño de su cadena, que Sonsoles nunca utilizó. El empresario de Corella lo explicó con gallardía: —Mis amigos son mis amigos y no los tengo por interés, porque yo no me dedico a las obras públicas ni aspiro a concesión administrativa alguna. No soy sospechoso de tener que mariposear o asistir a los desayunos en Madrid con Miguel Sebastián, Miguel Sanz o el presidente de Asturias—.
Lo que uno se pregunta es qué han hecho con la piscina del palacio de La Moncloa.
Quiera o no, es la esposa del presidente, y ello le obliga a cierta actividad pública, aunque con frecuencia elude su presencia en citas internacionales, alegando que tiene compromisos de canto. No asistió, por ejemplo, a la reunión de esposas de jefes de Estado o Gobierno que convocó en enero de 2009 Emine Erdogan, la esposa del jefe del Gobierno turco. La cumbre se celebró en Estambul con el propósito de lanzar un llamamiento a favor de los palestinos que sufren penalidades en Gaza. Sonsoles Espinosa se disculpó alegando que había contraído antes un compromiso para cantar en la capilla Donnaregina de Nápoles. Pudo librarse también de la «reunión de las primeras damas» que se celebró en abril del 2009 en Londres, con motivo de la cumbre del G-20 que presidió el
premier
británico, Gordon Brown, pero asistió a la «cumbre de las primeras damas» presidida por Michelle Obama que se celebró en septiembre del mismo año en Pittsburgh, paralela a la reunión del mismo grupo organizada por Barack Obama.
No es posible separar absolutamente lo público y lo privado y es evidente que muchos de sus compromisos privados se deben a su condición de esposa del presidente español. Es difícil imaginar que una profesora del Colegio Leonés recibiera la oferta de cantar en el coro de la ópera
Carmen
, de Bizet, representada durante abril y mayo en el teatro Chátelet de París. Y desde luego, que fuera asistida a lo largo de dos meses por su entonces «jefa de gabinete», Emma Muñoz, y un diplomático que la servía de intérprete y la acompañaba en sus compras y visitas a los museos. Al diplomático en cuestión, Carlos Ruiz González, hubo que traerlo de Argel, donde ejerce sus funciones de consejero político de la embajada de España.
Es natural que haya tenido que fichar a una «jefa de gabinete», aunque en el organigrama monclovita no aparece como tal, sino como consejera técnica de la Presidencia. Este puesto lo desempeña ahora, como ya he consignado, Ana Pérez de Santamaría, la mujer de Javier de Paz, funcionaria en excedencia del INEM. El nombramiento de Ana es reciente, decidido en septiembre de 2009.
La primera jefa del gabinete fue Emma Muñoz, una amiga de León, uña y carne de Sonsoles, de la que ha tenido que prescindir por problemas familiares de su amiga. Para que Emma viniera de León, Zapatero tuvo que contratar a su esposo, a quien proporcionó un puesto en palacio. Fue como quien contrata a un matrimonio: una mujer para ama de llaves y el esposo para jardinero, por poner un ejemplo. Ni Emma fue ama de llaves en La Moncloa ni su esposo, Manolo Rodríguez, jardinero. Rodríguez, amigo de Zapatero, es veterinario, aunque no se ocupaba de los animales de palacio, sino que encontró acomodo con Miguel Sebastián en la Oficina Económica del Presidente. El machismo social penetra hasta en las mentes más feministas, como se supone son las de Sonsoles y su entorno: resulta que a la prensa se le dijo que Emma se tuvo que trasladar a Madrid junto a su marido cuando éste se incorporó como asesor al equipo de Miguel Sebastián. Justamente al contrario de la realidad: fue Manuel quien tuvo que acompañar a su esposa, la jefa de gabinete o la secretaria de Sonsoles Espinosa. Pero el matrimonio tuvo que volver a León, donde les acababa de nacer un nieto, por consideraciones familiares; y Manolo Rodríguez ha sido nombrado director provincial de Agricultura.
Quizás su asistenta personal de más relieve fue Regina Reyes, esposa de Bernardino León, secretario general de Presidencia y, por tanto, pieza clave en el ala oeste de La Moncloa y en el entorno personal del presidente. «Se trataba de un puesto de confianza, su perfil encajaba, se la conocía y ejerció con perfecta profesionalidad y discreción», aseguran en Moncloa. Y en efecto Regina está muy preparada: domina el inglés a la perfección, idioma en el que ha hecho buenas traducciones, como la del libro
Mujeres árabes hablan de sus vidas
, de la ministra siria Bouthaina Shaaban.
Da la impresión de que Zapatero quiere dar un ejemplo al mundo de cómo entiende la conciliación de la familia y el trabajo proporcionando ocupación en Moncloa a los esposos de las asistentas de su esposa. Bernardino León no necesita recomendación de su mujer y lo más probable es que fuera él quien le presentara a Regina a Sonsoles, pues fue Bernardino quien conoció a ésta por medio de la Fundación Barenboim-Said para la Música y el Pensamiento, de la que ambos son patronos. Al lanzamiento de esta fundación en Sevilla, que tuvo lugar en 2004 con la ayuda del presidente andaluz Manuel Chaves, contribuyó de manera decisiva León, quien mantiene una profunda amistad con el músico argentino.
Lo más probable es que Bernardino llevara a su esposa, que entonces trabajaba en la Feria del Libro de Sevilla y en un colegio privado, a palacio cuando fue reclutado por Zapatero. Es lo que había hecho durante sus diferentes periplos diplomáticos, a los que siempre fue acompañado por ella; y es de justicia que ella se ocupara de su posterior encumbramiento aprovechando su cercanía a la mujer del presidente, que algo influye en algunos nombramientos. Una vez conseguido su objetivo, Regina volvió a la actividad privada antes de que expirara la legislatura, a comienzos de 2007, y fichó como vicesecretaria en el consejo de administración de Iberdrola Renovables, aunque no tiene la condición de consejera.
Es obvio que las jefas de gabinete de Sonsoles no se limitan a hacer el papel de dama de compañía ni a auxiliarla en sus compras. La esposa del presidente, por mucho que quiera recluirse en el ámbito privado, debe desempeñar una notable actividad pública. Regina, Emma y Ana se ocupan o se ocuparon de su agenda, de las invitaciones que hay que cursar, de organizar sus viajes, de cursar la correspondencia, de filtrarle las llamadas telefónicas y correos electrónicos, de arreglar en su nombre determinados asuntos y de las demás tareas propias de una jefa de gabinete. La oficina de la «presidenta» cuenta, naturalmente, con el correspondiente personal auxiliar, presupuesto y demás requisitos administrativos.
Afortunadamente, el trabajo de Sonsoles es esporádico y sus tareas de segunda dama no le roban demasiado tiempo de su ocupación lírica ni viceversa, aunque a veces tiene que ausentarse largas temporadas para cumplir sus compromisos como soprano. Desde que se instaló definitivamente en Madrid, en las Navidades de 2001, ha incrementado sus compromisos profesionales, aunque aún le queda mucho tiempo disponible.
Abandonó el trabajo fijo que ejercía en León como profesora de música en el Colegio Leonés, una entidad privada de mucho arraigo en la capital, de la que es excedente. Al llegar a Madrid se puso a buscar trabajo o, mejor dicho, a escuchar las ofertas que le hacían. Ahora es propietaria de una plaza de soprano suplente en el Teatro Real e ingresó en el coro de la Capilla Real de Madrid y en el de Radiotelevisión Española.
Hay un espacio que tradicionalmente se reserva a las segundas damas —en España, como se sabe, la primera es la Reina, esposa del jefe del Estado—: la decoración y amueblado de la residencia, en la que cada «presidenta» ha impuesto su estilo. La noche del 16 de abril de 2004, la víspera del día que Zapatero tomaba posesión de su cargo, el matrimonio durmió en su domicilio de Las Rozas, como los González lo hicieran en su casa de Pez Volador en el barrio de la Estrella. Los Aznar, antiguos inquilinos, no dieron demasiadas facilidades para el traslado y Ana Botella se abstuvo de enseñarle a Sonsoles Espinosa los secretos de su nuevo domicilio.
Todo lo que sabían de su nuevo domicilio, de sus dimensiones y de su estado de conservación se lo deben a la secretaria particular de José María Aznar. Cuando Sonsoles pudo adoptar decisiones las adoptó. El palacio de La Moncloa es más bien un palacete y el espacio dedicado a la residencia presidencial es de sólo 200 metros cuadrados, los mismos de los que disponía el matrimonio en su residencia roceña, lo que le permitió llevarse algunos muebles de su casa que encajaron bien con la nueva decoración que había encargado, en la que sustituyó la tapicería estampada en tono burdeos de Ana Botella por discretos tonos grises y beige.
Y disfrutó de unos cuadros con los que no podía soñar cuando vivía en León o en Las Rozas. Lo que sigue me lo contó un miembro del Real Patronato del Museo Reina Sofía, que me hizo jurar por mis Evangelios laicos que jamás revelaría la fuente, algo que siempre cumplo sin necesidad de juramento. Los museos prestan cuadros a los distintos despachos públicos, y entre ellos, con la debida preferencia, a los del palacio de La Moncloa, incluida la residencia del presidente. La condición para semejantes préstamos es que, cuando se necesitan para una exposición pública, por ejemplo una muestra monográfica de un pintor, se les piden a los responsables de dichos organismos los cuadros que disfrutan en sus respectivos despachos, pero que están al servicio de las colecciones públicas. Cuando la muestra concluye se les devuelve si así lo solicitan.
Pues bien, con motivo de una exposición monográfica sobre Luís Gordillo se necesitaba un cuadro del célebre pintor sevillano que estaba colocado en la residencia del presidente, por lo que se solicitó su préstamo. Sin embargo, a Sonsoles le gustaba mucho la pintura y se opuso a su traslado provisional. El poder tiene estas cosas: a uno no le sobran los Gordillos en su casa particular, pero cuando se ocupa un cargo público se tiende a considerar como propios los bienes del Estado. Digamos como atenuante que Sonsoles es una adicta a todas las artes: a la pintura; a la música, donde ejerce como profesional del canto, disfruta de toda la música, desde Brahms hasta Joaquín Sabina; al cine, a la lectura… La esposa del presidente se recrea durante sus largos ocios en palacio con los escritores españoles e iberoamericanos contemporáneos. Sonsoles no se mete mucho en política ni interviene en el nombramiento de los ministros, pero me cuentan que su opinión sobre éstos, y en general sobre la gente con la que se relaciona su esposo, es escuchada con mucha atención por éste. Uno de los frecuentadores de palacio que no debe tener buena química con ella me asegura que le «malmete». Lo que ocurre en la intimidad del hogar es imposible de contrastar ni es materia de este libro. En general, los ministros y ex ministros a los que he recabado opinión la tienen muy buena sobre ella. A María Antonia Trujillo, la primera ministra de la Vivienda de Zapatero, la prensa la castigó duramente al principio de la legislatura y siempre contó con la comprensión de Sonsoles: «Tú no hagas caso a lo que dicen y sigue adelante», le decía. Y cuando Zapatero la cesa, le transmite la pena que tiene Sonsoles porque se vaya.
El matrimonio ha acudido a las veladas musicales que organiza Arroyo todos los veranos en el Valle de Laciana, donde se dan cita intelectuales y artistas. Allí coincidieron, el pasado mes de agosto, con gente del gusto, sobre todo, de Sonsoles Espinosa, ya que amenizaban la fiesta la pianista Rosa Torres Pardo, el tenor Enrique Viana o las sopranos Marina Pardo y Carmen Serrano, mientras que el compositor Cristóbal Halffter intercambiaba impresiones con la mujer de Zapatero.
Cabe preguntarse si un hombre con el acuciante apetito de poder que he descrito lo abandonará por su propio pie al concluir su mandato o se volverá a presentar a las elecciones generales, que como muy tarde se celebrarán en marzo de 2012. Un dirigente socialista regional me comenta: «Claro que se presentará; él también tiene derecho a perder unas elecciones». Bromas aparte, ésta es una de las cuestiones que hoy apasionan en las filas socialistas y de las que más se habla. Hace sólo unos meses, nadie en el partido se haría esta pregunta y ni siquiera el periodista más agresivo se la formularía al presidente; sería una grosería innecesaria, más que una incógnita que pidiera respuesta. Hace sólo unos meses, o quizás un año, nadie hubiera planteado esa posibilidad en una tribuna periodística sin miedo a caer en el ridículo.
Hoy proliferan los artículos de fondo, de prestigiosos periodistas, profesores y analistas de toda laya, y la pregunta aparece en las encuestas de los periódicos. Ya no sólo se pregunta a los ciudadanos si creen que Zapatero volverá a presentarse, sino si es el mejor candidato que puede presentar el PSOE. Incluso se proponen nombres de posibles sucesores para que el público haga sus apuestas.
José Luís Álvarez, doctor en Sociología por la Universidad de Harvard, y profesor de ESADE, publicó un interesante artículo en el diario
El País
el 18 de diciembre de 2009 titulado «¿Y si Zapatero no vuelve a presentarse?». El ilustre sociólogo sostiene que es urgente que Zapatero renuncie a presentarse una tercera vez, para que el candidato socialista tenga la oportunidad de ser apreciado; añade que, aunque éste perdiera en 2012, dejaría al partido preparado para volver a ganar, lo que no ocurriría si Zapatero fracasa. Una derrota de éste puede abocar al PSOE —en opinión del sociólogo— a una travesía del desierto similar a la de sus correligionarios franceses, italianos o alemanes. El articulista concluye su argumentación con un elocuente párrafo: El principal reto de Zapatero ya es su sucesión. Y porque el actual ciclo socialista es tan contingente a su persona debería proponer a alguien muy diferenciado: políticamente orientado a gobernar; ideológicamente enfocado a la economía […] y electoralmente mucho más agresivo. Para acertar en esta decisión, Zapatero tendría que vencer uno de los sesgos cognidvos más persistentes: la llamada «reproducción homosocial», que empuja a elegir como sucesores a los semejantes. En esta elección, para Zapatero lo más virtuoso políticamente es lo más difícil psicológicamente.