El Libro Grande (21 page)

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Authors: Alcohólicos Anónimos

Tags: #Autoayuda

BOOK: El Libro Grande
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Los enemigos más grandes que tenemos los alcohólicos son los resentimientos, los celos, la envidia, la frustración y el miedo. Dondequiera que haya hombres agrupados para algún negocio, existirán rivalidades y como derivación de éstas, cierto grado de «política de oficina». Algunas veces nosotros los alcohólicos tenemos la idea de que la gente está tratando de hacernos caer. Frecuentemente no es así de ninguna manera. Pero algunas veces nuestra manera de beber se utilizará con fines políticos.

Cabe recordar el caso de un individuo malicioso que siempre estaba haciendo chistes sobre las hazañas de un alcohólico cuando bebía. En esta forma estaba chismeando disimuladamente. En otro caso, un alcohólico fue internado en un hospital para su tratamiento; al principio sólo sabían esto unos cuantos, pero al poco tiempo lo supieron todos. Naturalmente, esto disminuyó la probabilidad de recuperación del individuo. Muchas veces el patrón puede proteger a la víctima contra esa clase de rumores. El no puede ser parcial, pero siempre puede defender al individuo contra provocaciones innecesarias y críticas injustas.

Como clase, los alcohólicos son gente enérgica. Trabajan con brío y se divierten igualmente. Su hombre debe estar dispuesto a hacerlo, y lo mejor posible. Estando algo debilitado y afrontando un reajuste físico y mental a una vida sin alcohol, puede excederse. Puede que le sea necesario refrenar su deseo de trabajar 16 horas al día. Puede que usted tenga que animarlo a que se divierta de vez en cuando. Puede ser que quiera hacer mucho por otros alcohólicos y que algo de esto surja en las horas de trabajo. Un grado razonable de libertad le servirá de mucho. Este tipo de trabajo es muy necesario para que conserve su sobriedad.

Después de que su hombre haya pasado sin beber unos meses, es posible que pueda usted valerse de sus servicios con otros empleados que le están causando dificultades, siempre que a éstos les parezca bien la intervención de un tercero. Un alcohólico que se ha recuperado, aunque ocupe un puesto de relativamente poca importancia, puede hablarle a uno que ocupe uno más alto. Como ya sigue una norma de vida radicalmente diferente, nunca tratará de aprovecharse de la situación.

Puede tener confianza en él. Es natural que se sienta desconfianza después de una larga experiencia con las excusas del alcohólico. La próxima vez que llame su esposa para avisar que está enfermo, puede que llegue a la conclusión de que está borracho. Si lo está, pero está tratando de recuperarse, lo admitirá, aunque signifique la pérdida de su trabajo. Porque se dará cuenta de que, si espera vivir, tiene que ser sincero. Le agradecerá saber que usted no se preocupa demasiado por él, que no tiene sospechas y no está tratando de controlar su vida para protegerlo contra la bebida. Si está siguiendo concienzudamente el programa de recuperación, puede ir a cualquier parte que su oficina necesite mandarlo.

En el caso de que recaiga aunque sea una vez, tendrá que decidir si lo va a despedir. Si está usted seguro de que no está tomando la cosa en serio, no cabe duda de que debe ser despedido. Si, por el contrario, está seguro de que él está haciendo todo lo que puede, es posible que quiera darle otra oportunidad. Pero no debe sentir ninguna obligación para retenerlo, porque usted ya ha cumplido con su obligación.

Hay otra cosa que posiblemente usted desee hacer. Si la organización es grande, podría poner este libro en manos de sus ejecutivos subalternos. Puede hacerles saber que no tiene nada en contra de los empleados alcohólicos de su organización. Estos ejecutivos subalternos frecuentemente están en una situación difícil. A menudo se da el caso de que las personas a su cargo son amigos suyos. Así que, por una u otra razón, los encubren con la esperanza de que mejoren las cosas. A veces ponen en peligro sus propios empleos tratando de ayudar a individuos que beben en exceso, a los que se debió haber despedido desde hace mucho tiempo o haberles dado una oportunidad para ponerse bien.

Después de haber leído este libro, uno de esos ejecutivos puede acercarse a nuestro individuo y decirle más o menos esto: «Mira José, ¿quieres o no quieres dejar de beber? Me pones en un aprieto cada vez que te emborrachas. Esto no es justo ni para mí ni para la empresa. He estado aprendiendo algo acerca del alcoholismo. Si eres un alcohólico como parece ser, estás muy enfermo. La firma quiere ayudarte en esto y si te interesa, hay una manera de salir de la dificultad. Si aceptas, tu pasado será olvidado y no se mencionará el hecho de que has estado ausente para someterte a un tratamiento. Pero si no puedes o no quieres dejar de beber, creo que debes renunciar a tu empleo».

Puede ser que el ejecutivo subalterno no esté de acuerdo con el contenido de este libro. No necesita y a menudo no debe enseñárselo al candidato alcohólico; pero, cuando menos, comprenderá el problema y no se dejará llevar por promesas. Podrá asumir una actitud equitativa con un individuo de este tipo. Ya no tendrá por qué encubrir más a un empleado alcohólico.

Se resume en lo siguiente: Nadie debe ser despedido sólo porque es alcohólico. Si quiere dejar de beber, debe proporcionársele una oportunidad real. Si no puede o no quiere dejar de beber, debe despedírsele. Las excepciones son pocas.

Creemos que con este enfoque se logran varias cosas. Se permitirá la rehabilitación de hombres buenos. A la misma vez, no se vacilará en librarse de aquellos que no pueden o no quieren dejar de beber. El alcoholismo puede estar causando muchos daños a su organización por pérdidas en concepto de tiempo, hombres y prestigio. Deseamos que nuestras sugerencias le ayuden a evitar estos daños, que a veces son serios. Creemos que somos sensatos al instarle a detener ese desperdicio y darle una oportunidad al empleado que se la merezca.

El otro día se abordó al vicepresidente de una empresa industrial grande. Su comentario fue éste: «Me alegro mucho de que ustedes se hayan sobrepuesto a la bebida. Pero la política de esta compañía es no intervenir en las costumbres de sus empleados. Si uno de nuestros hombres bebe tanto que perjudica su trabajo, le despedimos. No veo cómo podrían ustedes ayudarnos; porque, como ven, no tenemos ningún problema de alcoholismo». Esa misma compañía gasta millones cada año en investigación. El costo de su producción es calculado hasta una fracción mínima. Proporciona medios de recreo a sus empleados y los asegura. Existe un verdadero interés, tanto humano como económico, por los empleados. Pero ¿el alcoholismo? pues, sencillamente no creen que sea un problema.

Tal vez sea ésta una actitud típica. Nosotros que, colectivamente, hemos visto mucho del mundo de los negocios, cuando menos desde el punto de vista del alcoholismo, tuvimos que sonreírnos por la sincera opinión de este caballero. Podría asustarse si supiera cuánto le está costando al año a su organización el alcoholismo. En esa compañía puede haber muchos alcohólicos de hecho o potencialmente. Nosotros creemos que los gerentes de las grandes empresas tienen poca idea de lo muy generalizado que está este problema. Aun cuando usted piense que su empresa no tiene ningún problema alcohólico, puede que valga la pena fijarse con más detenimiento. Puede que haga algunos descubrimientos interesantes.

Desde luego, este capítulo se refiere a los alcohólicos, hombres enfermos, trastornados. Lo que tenía en la mente nuestro amigo el vicepresidente era el bebedor habitual, el bebedor que lo hace para divertirse. Con este tipo de bebedor, su política resulta indudablemente muy sana, pero no hizo distinción entre esta gente y los que son alcohólicos.

No es de esperar que a un empleado alcohólico se le dedique tiempo y atención en forma desproporcionada. No debe haber favoritismo con él. El individuo recto, el que quiere recuperarse, no querrá este tratamiento; no abusará. Lejos de eso, trabajará muy duro y le estará agradecido toda la vida.

En la actualidad soy dueño de una pequeña compañía. Hay en ella dos empleados alcohólicos que rinden lo que cinco vendedores normales. Pero, ¿por qué no? Tienen una nueva actitud y han sido salvados de una muerte en vida. Ha sido un verdadero gusto para mí cada uno de los momentos que he empleado para encaminarlos a su recuperación
[7]
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Capítulo 11 -
UNA VISIÓN PARA TI

P
ARA LA MAYORÍA de la gente normal, beber significa cordialidad, compañerismo y una imaginación vivaz. Quiere decir liberación de las inquietudes, del aburrimiento y de la preocupación. Es alegre intimidad con los amigos y sentimientos de que la vida es buena. Pero no así para nosotros en esos últimos días de beber excesivo. Se fueron los placeres de antes. Eran sólo un recuerdo. Nunca pudimos recuperar los buenos momentos del pasado. Había un anhelo persistente de gozar de la vida como lo hicimos una vez y una dolorosa obsesión de que algún nuevo milagro de control nos permitiese hacerlo. Siempre había un intento más, y un fracaso más.

Cuanto menos nos toleraba la gente, más nos retirábamos de la sociedad, de la vida misma. Al convertimos en vasallos del Rey Alcohol, en temblorosos súbditos de su irracional reino, la fría bruma que es la soledad se asentaba sobre nosotros ennegreciéndose cada vez más. Algunos de nosotros buscábamos lugares sórdidos, esperando encontrar compañía comprensiva y aprobación. Momentáneamente las encontrábamos, luego venía el olvido, y el terrible despertar para enfrentarse a los espantosos Cuatro Jinetes: Terror, Aturdimiento, Frustración y Desesperación. ¡Los infelices bebedores que lean estos párrafos comprenderán!

De vez en cuando, alguien que bebe mucho y está seco por el momento exclamará: «No me hace ninguna falta el licor; me siento mejor ahora; trabajo mejor y me divierto más». Como ex bebedores problema que somos, esta salida nos hace sonreír. Sabemos que este amigo es como el niño que silba en la oscuridad para darse valor. Se está engañando. En sus adentros daría cualquier cosa por poder tomarse media docena de copas y salir impune con ellas. Eventualmente hará la prueba otra vez con el viejo jueguito, porque no se siente feliz con la sobriedad que tiene. No puede concebir la vida sin alcohol. Llegará el día en que no podrá concebirla sin éste ni con éste. Entonces conocerá como pocos la soledad. Estará en el momento de dar el salto al otro lado. Deseará que llegue el fin.

Nosotros hemos demostrado cómo salimos del fondo. Tú dirás: «Sí, estoy dispuesto. Pero, ¿se me va a condenar a una vida en la que seré un estúpido, aburrido y malhumorado como algunas personas «virtuosas» que conozco? Sé que tengo que arreglármelas para vivir sin alcohol, pero ¿cómo voy a hacerlo? ¿Tienen ustedes algún substituto?»

Sí, hay un substituto y es mucho más que eso. Es la participación en la comunidad de Alcohólicos Anónimos. Allí encontrarás la liberación de las inquietudes, del aburrimiento y de la preocupación. Tu imaginación encontrará estímulos. La vida tendrá al fin un significado. Los años más satisfactorios de tu existencia están por delante. Eso encontramos en la comunidad y tú también lo encontrarás.

«¿Cómo va a suceder eso?», te preguntarás. «¿Dónde voy a encontrar a esa gente?»

Vas a conocer a estos nuevos amigos en tu propia comunidad. Cerca de ti hay alcohólicos que se están muriendo sin ningún auxilio, como los náufragos de un barco que se hunde. Si vives en una población grande, hay cientos de ellos. De la clase alta y de la baja, ricos y pobres: estos son los futuros miembros de Alcohólicos Anónimos. Entre ellos encontrarás amigos para toda la vida. Te unirán a ellos nuevos y excelentes lazos, porque habrán escapado juntos del desastre y, hombro con hombro, iniciarán el camino común. Entonces sabrás lo que es dar de ti mismo para que otros puedan sobrevivir y volver a descubrir la vida. Aprenderás el significado completo de «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».

Puede parecer increíble que estos hombres vayan a ser de nuevo felices, respetados y útiles. ¿Cómo pueden sobreponerse a tanta desgracia, mala reputación, y desesperanza? La respuesta positiva es que ya que estas cosas han sucedido entre nosotros, también pueden sucederte a ti. Si las deseas por encima de todo y si estás dispuesto a valerte de nuestra experiencia, estamos seguros de que las obtendrás. Todavía vivimos en la era de los milagros. Nuestra propia recuperación lo prueba.

Nuestra esperanza es que cuando este libro sea lanzado a la marea mundial del alcoholismo, los bebedores derrotados se aprovecharán de él siguiendo sus indicaciones. Estamos seguros de que muchos se pondrán en pie por sí mismos para emprender la marcha. Ellos se acercarán a más enfermos y, así, podrán surgir comunidades de Alcohólicos Anónimos en cada ciudad y aldea, refugios para quienes tienen que encontrar una solución.

En el capítulo «Trabajando con los demás» pudiste darte una idea de cómo abordamos a otros y los ayudamos a recuperar la salud. Supongamos que a través de ti varias familias han adoptado esta manera de vivir; querrás saber algo más acerca de cómo proceder a partir de ese punto. Quizá la mejor manera de obsequiarte con un destello de tu futuro sea describir el desarrollo de la comunidad entre nosotros. He aquí un breve relato:

Hace años, en el 1935, uno de nuestros miembros hizo un viaje a cierta ciudad del oeste. Desde el punto de vista de los negocios, el viaje le fue mal. Si hubiera tenido éxito en su empresa se habría podido levantar económicamente lo cual, entonces, parecía de vital importancia. Pero la operación terminó en un litigio y fracasó completamente. En lo sucedido hubo mucho de mala voluntad y de controversia.

Amargamente desilusionado, un día se encontró en un lugar extraño, desacreditado y casi sin un centavo. Todavía débil físicamente y sobrio sólo unos meses, se dio cuenta de que su situación era difícil. Sentía mucha necesidad de hablar con alguien; pero, ¿con quién?

Una tarde triste, paseaba por el salón de entrada de su hotel preguntándose cómo iba a pagar su cuenta. En un rincón del lugar había una vitrina con un directorio de las iglesias locales. Al fondo del salón, una puerta daba a un atractivo bar. Podía ver la gente alegre allí adentro. Ahí encontraría compañía y liberación. Pero, a menos que se tomara unas copas, no tendría valor para trabar amistad con nadie y pasaría un fin de semana muy solo.

Por supuesto que no podía beber pero, ¿por qué no sentarse a una mesa con un refresco? Después de todo, ¿no había estado sobrio seis meses? Tal vez pudiera con, digamos, tres copas, ¡ni una más! El temor se apoderó de él. Su posición era débil. Otra vez esa vieja e insidiosa locura: esa primera copa. Se dirigió temblando a donde estaba el directorio de las iglesias. La música y la alegre charla le llegaban desde el bar.

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