Read El laberinto del mal Online
Authors: James Luceno
—Ya van cuarenta...
—Basta, me doy por vencido —dijo Obi-Wan. Hizo una pausa para vaciar de nieve las mangas y la capucha—. ¿Dónde está Fa'ale?
Anakin estudió la colina. Los asesinos del puente habían huido llevándose su arma. Finalmente, señaló hacia la ribera opuesta del río, donde podía verse un trineo encajado entre dos montículos de hielo.
Cuando llegaron hasta ella. Fa'ale yacía boca abajo, a unos metros del vehículo lleno de agujeros de láser. Al darle la vuelta. Anakin vio uno de los disparas había amputado a la twi'leko el lekku derecho. Sus ojos pestañearon y se abrieron, enfocándolo, mientras la acunaba en sus brazos.
—No me lo digas —balbuceó débilmente—. Me recuperaré, ¿verdad?
—Lamentaría ser portador de malas noticias.
—Una semana en un tanque bacta y estarás como nueva —dijo Obi-Wan.
Fa'ale suspiró.
—No pienso discutir. Habéis hecho todo lo posible para que me maten —miró a su alrededor—. ¿No tendríamos que estar buscando cobertura?
—Se han ido —informó Anakin.
Fa'ale agitó la cabeza.
—Después de tantos años, por fin han conseguido...
—No creo —interrumpió Obi-Wan—. Alguien más importante que Raith Sienar no quiere que descubramos muchas cosas sobre esa nave estelar.
—Entonces será mejor que os cuente el resto de la historia... Lo que ocurrió en Coruscant, quiero decir.
Anakin le levantó la cabeza.
—¿Dónde entregaste la nave?
—En un viejo edificio del barrio industrial, al oeste del Senado. En una zona llamada Los Talleres.
M
ace estudió el distante edificio con los macrobinoculares, paseando la mirada de arriba abajo por las ventanas rotas, los anaqueles agrietados, los balcones inclinados... Eje central de un complejo formado por media docena de estructuras, el edificio tenía tres siglos de antigüedad y parecía una ruina. Un pilar liso, sin adornos, rematado por una cúspide redondeada, formaba los dos tercios inferiores de su enorme altura. El soporte de la estructura superior estaba compuesto por una base circular reforzada por macizos contrafuertes. Allí donde los contrafuertes se unían con la estructura superior, se abría todo un círculo de ventanas y de viejas entradas a los hangares con formas dentadas. Muchos de los paneles de permeovidrio y muchas de las claraboyas parecían intactas, pero el tiempo y la corrosión se habían cebado en las compuertas verticales de los hangares.
Se estaba investigando quién había construido el edificio y quién era el propietario actual..., aunque, a juzgar por su situación en Los Talleres, parecía que sirvió como sede corporativa de las fábricas y plantas de ensamblaje que lo rodeaban.
Mace y su equipo de Jedi, comandos clon y analistas de Inteligencia se encontraban al este de la estructura, aproximadamente a un kilómetro de distancia, en una zona de fundiciones con el tejado en forma de cresta que dominaba el panorama de chimeneas de permeocemento, algunas de las cuales todavía escupían humo a la atmósfera.
Sería difícil encontrar un lugar más deprimente a este lado de Eriadu o de Korriban
, se dijo Mace.
Cinco horas aquí podían consumir cinco años de la vida de cualquiera.
Creía sentir el efecto nocivo en cada bocanada de aire que aspiraba, en cada superficie mugrienta que tocaba, en cada nube de humo envenenado que llegaba hasta él. Los ácidos que impregnaban el aire terminarían corroyéndolo todo, pero no lo bastante deprisa para algunos. Empresarios ambiciosos y planificadores de urbanismo habían introducido ácaros que devoraban piedra, babosas que horadaban el durocemento y gusanos que potenciaban el efecto de la lluvia ácida, sin importarles el riesgo que pudieran suponer para los cercanos rascacielos del Distrito del Senado.
En resumidas cuentas, el ambiente perfecto para un Señor Sith.
—Sondas a control remoto desplegadas, general Windu —informó un CAR.
Mace enfocó los macrobinoculares sobre la multitud de droides esféricos de un metro de diámetro que se dirigían hacia el edificio.
El Comité de Inteligencia del Senado había intentado prohibir el uso de comandos y sondas robot. Para la mentalidad de los miembros del comité, la idea de que en Coruscant pudiera existir un enclave separatista era simplemente absurda. Afortunadamente —incluso podría decirse que inesperadamente—, el Canciller Supremo Palpatine había desestimado las sugerencias del comité y permitido que Mace reuniera un equipo de ensueño que no sólo incluía al comandante Valiant de los CAR y al capitán Dyne del Servicio de Inteligencia de la República, sino también a la Maestra Jedi Shaak Ti y a varios padawan muy capacitados.
—No hay ninguna indicación de que las sondas estén siendo atacadas —dijo el CAR.
Mace contempló cómo las flotantes esferas negras se colaban en el edificio por las ventanas rotas y por las zonas de la estructura superior, donde la fachada se había desintegrado y se veían los huesos del esqueleto de plastiacero del edificio.
Es el momento de la verdad
, pensó.
La piloto lothana que Obi-Wan y Anakin habían rescatado de Naos III no fue capaz de darles más que una somera descripción del edificio donde había entregado el correo estelar. La nave, producto de laboratorio de Proyectos Avanzados Sienar había sido modificada por el Sith que había matado a Qui-Gon Jinn, quizá sin que lo supiera el propio Sienar. A la piloto le dieron unas coordenadas de aterrizaje en Coruscant, pero la verdad era que el propio vehículo se había dirigido automáticamente a ellas. Tras ser pagada por sus servicios, la twi'leko se trasladó en taxi hasta Westport, y poco después partió hacia Ryloth. La descripción física del destino de la nave no le sirvió de mucho a los Jedi. Aunque más horizontal que la mayoría de las zonas del Coruscant ecuatorial. Los Talleres se extendían a lo largo de centenares de kilómetros cuadrados y contenía miles de edificios que podían encajar en la descripción.
No pudieron avanzar en la investigación hasta que el Maestro Jedi Tholme recordó un detalle de cierta reunión con Quinlan Vos, su antiguo padawan. Tras infiltrarse en el círculo interno de aprendices de Dooku, al Jedi se le encargó el asesinato de un senador traidor llamado Viento. Tras la muerte del senador, y de un duelo brutal con el Maestro K'Kruhk, Vos se entrevistó brevemente con Dooku en Los Talleres. Allí, el Conde informó a su supuesto protegido de que se había equivocado al suponer que Viento era un Sith, y volvió a negar que él respondiera ante ningún Maestro.
En aquel momento nadie prestó mucha atención al informe de Vos porque el Jedi parecía haber sido seducido por el lado Oscuro de la Fuerza, y la Orden lo daba por perdido. Consideraron que la cita era simplemente eso, un encuentro en algún lugar apartado. Para los Jedi y para el Departamento de Inteligencia era más importante el hecho de que Dooku hubiera podido entrar y salir de Coruscant sin ser detectado.
—Llegan holoimágenes del interior —advirtió Valiant.
Mace dejó los macrobinoculares y desvió su mirada hacia el holoproyector de campo. Las imágenes en tres dimensiones surcadas por líneas diagonales de estática mostraban cuartos abandonados, pasillos oscuros e inmensos espacios vacíos.
—El edificio parece completamente abandonado, general. No hay rastro de droides o seres vivientes... sin contar los lógicos en este tipo de barrios industriales.
—Abandonado, quizá, pero no olvidado —corrigió el capitán Dyne, situado detrás de Valiant—. El edificio está "vivo". Tiene energía y está iluminado.
—Eso no significa mucho —dijo Mace—. Muchos edificios de esta zona tienen generadores propios, a veces alimentados por combustibles tan peligrosos como inestables —hizo un gesto amplio, abarcando todo el panorama que tenían frente a ellos—. Fíjense en las chimeneas que todavía sueltan humo.
Dyne asintió con la cabeza.
—Pero éste muestra un uso reciente y periódico de energía. Mace se volvió hacia Valiant.
—De acuerdo, comandante. En marcha.
Varios TABA se elevaron desde ambos lados del puesto de observación hacia el cielo lleno de humo, con los artilleros preparando sus ametralladoras láser y los comandos listos para desplegarse desde la bodega de carga del helicóptero. En otra parte, BT-TT y otros vehículos de artillería móvil avanzaron en dirección al objetivo por el paisaje urbano lleno de cascotes.
Valiant se giró hacia los soldados que formaban el Equipo Aurek.
—El edificio es zona de guerra. Cualquiera que se encuentre dentro será considerado como hostil —metió una célula de energía en su rifle láser—. ¡Soldados! ¡Buscad, encontrad y eliminad!
No importaba lo a menudo que la oyera, la respuesta firme, gutural y unánime de los CAR seguía perturbando a Mace. Aunque, probablemente, los soldados clon sentían lo mismo cuando los Jedi se decían: "Que la Fuerza te acompañe."
Dio media vuelta e hizo una señal a Shaak Ti.
—Iré con el Equipo Aurek. Tú ve con el Bacta.
Tan hermosa como una flor, tan letal como una víbora, Shaak Ti era la Maestra Jedi que uno quisiera tener a su lado en circunstancias caóticas. Dotada de habilidad para moverse con rapidez en medio de muchedumbres o por lugares angostos, solía ser la primera en lanzarse a una lucha cuerpo a cuerpo, y su sable láser azul encontraba rápido su objetivo. Ya había demostrado su eficiencia en la defensa de Kamino y Brentaal IV, y Mace se alegraba de poder contar con ella.
Cuando Mace subió al transpone del Equipo Aurek, ya estaba atestado de comandos y padawan. Elevándose lentamente, el TABA se dirigió hacia la cumbre del edificio. La estrategia era registrarlo de arriba a abajo, con la esperanza de que cualquier ser hostil se viera presionado y descendiera hasta los niveles más bajos, donde la infantería y la artillería ya habían tomado posiciones en tomo a los cimientos de la base. Toda la zona estaba horadada por túneles que en sus buenos tiempos se utilizaban para transportar obreros, droides y materiales. Como era imposible controlar todas las entradas y salidas, muchos de los túneles principales abiertos en los subsótanos del edificio fueron sembrados con sensores capaces de detectar droides o seres de carne y hueso.
No habían descubierto ningún hangar válido que pudiera albergar a un helicóptero. Los comandos votaron por abrir un agujero con explosivos en un costado de la estructura superior, pero los ingenieros temieron que una explosión de la potencia necesaria para crear una abertura de tales dimensiones pudiera causar el derrumbamiento de toda la estructura. Así que el TABA llevaría al equipo hasta la ventana de mayor tamaño bajo la cumbre y flotaría junto a ella mientras todo el mundo entraba.
Mace saltó del vehículo hasta la ventana, activó su sable láser e indicó a los padawan que lo siguieran.
Con las armas preparadas a la altura del pecho, los comandos se desplegaron por escuadrones y exploraron el edificio, revisando todos y cada uno de los cuartos y las salas antes de dar el nivel por asegurado. La hoja láser de Mace refulgía en la oscuridad con un brillo amatista. Recurriendo a la Fuerza, pudo sentir la presencia del Lado Oscuro. La única explicación de que Quinlan Vos no lo captase era que él también se había convertido.
Yoda había advertido a Mace que el Lado Oscuro podría nublar su mente a la existencia de ciertos cuartos y pasillos, lugares que los Señores Sith no querrían que fueran descubiertos, pero se sentía alerta en todos los sentidos. Además, por si acaso, para eso estaban los comandos.
Siguieron abriéndose camino, cada vez más abajo, sin encontrar resistencia. Ni siquiera algo de interés.
—Tranquilo como una tumba, general —dijo Valiant cuando ya habían revisado los diez niveles superiores.
Mace estudió el mapa tridimensional que se proyectaba desde el guante del CAR, a la altura de su muñeca.
—Informe al Equipo Bacta que nos reuniremos con ellos en el Sector Tres.
Valiant estaba a punto de hablar por su comunicador, cuando éste emitió un tono de aviso.
—Comandante, aquí el equipo Bacta —dijo una voz—. Tenemos un hangar en el nivel seis que muestra rastros de uso reciente. Y, señor. espere a ver la zona de aterrizaje.
El espacio que había servido como zona de aterrizaje apenas era lo bastante grande para un helicóptero, pero brillaba como si esforzados droides lo fregaran y lo pulieran diariamente. Paralelas a los largos lados del rectángulo, se veían hileras de delgados señalizadores azules.
—Que todos se queden exactamente donde están —ordenó el capitán Dyne cuando Mace y el resto del Equipo Aurek aparecieron en el umbral de un pasillo que desembocaba en el hangar.
Desplegados en formación circular, Shaak Ti y los padawan que entraron con el Equipo Bacta se arracimaban en medio del recinto.
Treinta metros a la derecha de Mace, Dyne y dos oficiales de Inteligencia estudiaban los datos que les enviaban varias sondas robot que serpenteaban por toda la sala, algunas de ellas pulverizando sobre el suelo una sustancia muy volátil. Las puertas del hangar, verticales y bien lubricadas, estaban abiertas revelando un óvalo de cielo negro.
—Un balandro Huppla Pasa Tisc ocupó este hangar hace menos de dos semanas estándar —dijo Dyne en voz alta, para que todo el mundo pudiera oírlo—. La disposición de la plataforma de aterrizaje y la rampa de desembarco coinciden con las de la nave clase Punworcca 116 que despegó de Geonosis durante la batalla.
—La nave de Dooku —susurró Mace.
—Una suposición razonable, Maestro Windu —admitió Dyne. Tras varios segundos de estudiar las pantallas de los monitores de su equipo y hablar con sus socios, agregó—: El suelo revela rastros de dos seres que estuvieron aquí al mismo tiempo que el balandro.
La luz verde de uno de los droides iluminó los paneles metálicos del suelo. Dyne dirigió al droide para que se concentrase en ciertas zonas, y volvió a estudiar los datos.
—El primer ser salió del balandro y caminó hasta este punto —indicó una zona cercana a la puerta abierta—. Tomando en consideración la impresión de las pisadas y la longitud de su paso, me arriesgaría a decir que mide unos ciento noventa y cinco centímetros de altura y que lleva botas con suelas algo desgastadas.
¡Sí, era Dooku!
, pensó Mace.
Las sondas robot enfocaron sus luces en otra zona, y Dyne prosiguió.
—Aquí, el ser número uno se encontró con el ser número dos, de menos peso y estatura y que llevaba... —Dyne consultó lo que Mace supuso sería una especie de banco de datos— ...lo que sólo puedo describir como un calzado de suela muy suave, incluso puede que fueran zapatillas. Este segundo ser desconocido llegó procedente de los turboascensores situados en la parte este del edificio, y acompañó a... Dooku, según parece, hasta una balconada situada sobre la puerta del hangar. Volvieron aquí siguiendo la misma ruta y se separaron: Dooku embarcó en su nave, y nuestro desconocido regresó a los turboascensores.