Authors: Greg Egan
—Comprendo, pero ¿por qué piensas que Akili trabaja para los extremistas? Podría ser cualquiera del campamento.
—Akili es la única persona aparte de De Groot y de mí que estaba al tanto de la broma que preparó Mosala para los CA.
—¿Qué broma?
—Fue en la ambulancia. —Casi me había olvidado de que no le había contado el final de la historia a Sarah—. Violet preparó un programa para que escribiera los cálculos, puliera la TOE y la enviara a la red. Y el trabajo se ha completado; De Groot lo ha detenido antes de que se envíe.
Sarah se calló. Me volví hacia ella con cautela porque aún esperaba que Akili hiciera algún movimiento si bajaba la guardia.
—Levántate, por favor, Andrew. —Sarah empuñaba una pistola.
—¿Todavía no me crees? —Me reí cansado—. ¿Prefieres confiar en esta mierda porque fue tu fuente de información?
—Sé que éil no le ha mandado el mensaje a De Groot.
—¿Sí? ¿Por qué?
—Porque se lo he mandado yo. —Me levanté despacio y me encaré a ella; me negaba a creer aquella idea ridícula. La música de la plaza sonó altísima de nuevo e hizo vibrar la tienda—. Sabía que se estaban llevando a cabo los cálculos —prosiguió—, pero creía que faltaban días para su conclusión. No tenía ni idea de que fuéramos tan justos de tiempo.
Me zumbaban los oídos. Sarah me miraba con calma y me apuntaba con la pistola, con convicción inquebrantable. Debía de haberse puesto en contacto con los extremistas cuando investigó
Sujetando el cielo
, y sin duda pensaba desenmascararlos en cuanto tuviera la historia acabada. Pero se dieron cuenta de lo valiosa que podía ser para ellos y antes de recurrir a matarla, seguro que hicieron todo lo posible por convencerla de su punto de vista.
Y tuvieron éxito. Al final, la habían convencido para que se lo tragara todo: «Cualquier TOE sería una atrocidad, un crimen contra el espíritu humano y una jaula insufrible para el alma».
Por eso se había esforzado tanto por conseguir el reportaje de Violet Mosala, y cuando lo perdió hizo que alguien me infectara con el cólera para realizar su tarea de forma indirecta. Pero se habían equivocado con la previsión temporal al tenerse que adaptar a un cambio de planes de última hora.
Ella se encargó de Nishide y de Buzzo personalmente.
Yo acababa de destrozar cualquier atisbo de confianza, de amistad y de amor que pudiera haber encontrado en Akili. Lo había echado todo a perder. Me cubrí la cara con las manos y me quedé envuelto en la oscuridad de la soledad, haciendo caso omiso de sus órdenes. No me importaba lo que hiciera; no tenía motivos para seguir viviendo.
—Andrew —dijo Akili—, haz lo que dice. Todo irá bien.
Miré a Sarah, que me apuntaba con el arma y no paraba de repetirme enfadada que llamara a De Groot.
Saqué la agenda y la llamé. Hice un barrido con la cámara para ilustrar la situación. Sarah dio instrucciones detalladas a De Groot del procedimiento que le transferiría los privilegios de la cuenta del superordenador de Mosala.
Al principio, De Groot estaba tan impresionada y asombrada de enterarse de la colaboración de Sarah que obedeció sin decir una palabra, pero después su ira bulló hasta desbordarse.
—¿Tantos recursos y experiencia y ni siquiera podéis entrar en la cuenta de una académica? —dijo con ironía.
—No es que no lo hayamos intentado. —Sarah casi se disculpaba—. Pero Violet era una paranoica y tenía una protección muy buena.
—¿Mejor que la de Artesanía del Pensamiento? —De Groot no se lo creía.
—¿Cómo?
—Intentaron un truco infantil cuando Wendy estaba en Toronto. —De Groot se dirigía a mí—. Se colaron en
Kaspar
e hicieron que escupiera sus teorías estúpidas. ¿Para qué? ¿Para intimidarnos? Los programadores tuvieron que cerrarlo y recurrir a las copias de seguridad. Wendy ni siquiera sabía qué significaba hasta que le expliqué quién intentaba matar a su hija.
Oí que Akili, sentada en el suelo a mis pies, hacía una profunda inhalación. Y entonces yo también lo entendí.
«Caída libre.»
Sarah frunció el ceño irritada por la distracción.
—Miente. —Sacó la agenda y comprobó algo mientras me apuntaba con la pistola—. Corta la comunicación, Andrew. —Lo hice.
—¿Sarah? —dijo Akili—. ¿Has seguido las noticias sobre Angustia?
—No, he estado ocupada. —Examinó su agenda con cautela, como si fuera una bomba que tenía que desactivar. La obra de Mosala estaba en sus manos y tenía que asegurarse de destruirla por completo y de forma irrevocable sin que la contaminara.
—Habéis perdido, Sarah —insistió Akili—. El Instante Aleph ya ha pasado.
—¿Quieres hacerle callar? —me dijo, levantando la mirada de la pantalla—. No quiero hacerle daño, pero...
—El origen de la plaga de Angustia es la mezcla de la información —dije—. Creía que era un virus orgánico, pero
Kaspar
es la prueba de que estaba equivocado.
—¿Qué dices? —soltó con cara de pocos amigos—. ¿Crees que De Groot ha leído la TOE acabada y se ha convertido en la Piedra Angular? —Elevó la agenda con un gesto triunfal, se veía el sello de autenticidad del registro certificado—. Nadie ha leído el resultado. Nadie ha accedido a la información.
—Excepto el autor. Wendy mandó a Mosala un clonelet de
Kaspar
que ha escrito la ponencia, ha unificado los cálculos y se ha convertido en la Piedra Angular.
—¿Un programa informático? —dijo incrédula.
—Busca en la red las víctimas lúcidas de Angustia —dijo Akili—. Escucha lo que dicen.
—Si es un farol ridículo, perdéis el tiempo.
—Hay que codificar la pautas de información en cristales de fosfuro de germanio —interrumpió
Sísifo
alegremente—, en un artefacto diseñado con la colaboración de seres orgánicos...
Sarah me gritó sin palabras mientras agitaba el arma sobre la cabeza y proyectaba sombras beligerantes en las paredes de la tienda. Apagué el sonido con una tecla y la declaración continuó en silencio con un texto que pasaba por la pantalla. Mi mente sentía vértigo ante lo que significaba aquello, pero había perdido las ganas de morir y Sarah requería toda mi atención.
—Escúchame —dijo Akili con calma pero apremiante—. Las cifras de Angustia ya deben de haberse disparado. Con una Piedra Angular informática y la visión del mundo de una máquina, las personas seguirán enloqueciendo hasta que alguien lea el artículo de la TOE.
—Estás equivocado. —Sarah no se inmutó—. No hay Piedra Angular. Hemos ganado, hemos logrado dejar la última pregunta sin respuesta. —De pronto me dirigió una sonrisa radiante, perdida en una apoteosis privada—. Da igual lo pequeña que sea la fisura o el residuo de incertidumbre; en el futuro sabremos cómo agrandarlo. Y no seremos simples máquinas ni meros entes físicos mientras nos quede la esperanza de la trascendencia.
Puse cara de póker. Aumentó el volumen de la música. Las dos fems polinesias altas, ¿miembros de la milicia?, que habían entrado sigilosamente a su espalda alzaron las porras y golpearon al unísono; Sarah cayó de golpe.
—¿Cuál era el problema? —me preguntó una de ellas con curiosidad mientras la otra se arrodillaba para registrarla.
—Ha tomado algo fuerte. —Akili se incorporó a mi lado.
—Ha entrado aquí diciendo incoherencias y le ha robado la agenda —dije—. No hemos entendido nada de lo que decía.
—¿Es verdad?
Akili asintió dócilmente. Las milicianas parecían desconfiar. Cogieron la pistola con desagrado patente, pero le dieron la agenda a Akili.
—De acuerdo. Nos la llevaremos a la tienda de primeros auxilios. Algunas personas no saben divertirse.
—Hemos de reiniciar el procedimiento de envío de Mosala y dispersar la TOE por la red. —Akili se sentó a mi lado, tensa por la urgencia, con la agenda en una mano.
Me esforcé por centrarme. La situación eclipsaba todo lo que había sucedido entre nosotros, pero no podía mirarle a los ojos. En cinco minutos, el buscador de Akili había encontrado más de cien nuevos casos de Angustia en los informes de las personas que caían en las calles.
—No podemos difundirlo hasta que sepamos si mejorará o empeorará las cosas —dije—. Todos vuestros modelos y predicciones han fallado. Quizá
Kaspar
demuestra que la mezcla es real, pero el resto son suposiciones. ¿Quieres que enloquezcan todos los teóricos de las TOE del planeta?
—¡No provocaré eso! —Akili se volvió hacia mí enfadada—. Es la causa, pero también la curación. Sólo falta el último paso: la interpretación de un humano. —Pero no sonaba convencida. Quizá la verdad era peor que la visión distorsionada que provocaba Angustia. Puede que sólo nos aguardara la locura—. ¿Quieres que te lo demuestre? —añadió—. ¿Quieres que la lea primero?
—¡No seas estúpida! —dije sujetándole el brazo cuando alzó la agenda—. Hay muy pocas personas que entienden qué está pasando; no podemos arriesgarnos a perder una de ellas.
Nos sentamos inmóviles. Miré la mano con la que le sujetaba y vi que me había rasgado la piel cuando le pegué.
—¿Crees que la visión de
Kaspar
es demasiado intensa para que se la traguen las personas? ¿Crees que alguien ha de entrometerse e interpretarla para establecer un puente entre las distintas perspectivas?
»Entonces no necesitas a un experto en TOE o en antropocosmología. Necesitas a un periodista científico.
Akili dejó que le quitara la agenda.
Pensé en la fem de Miami que gritaba desesperada en el suelo y en las víctimas con breves momentos de lucidez que se aferraban a la cordura durante unos minutos. No quería seguir su ejemplo.
Sin embargo, si me quedaba un propósito en la vida, era demostrar que siempre se puede afrontar la verdad, explicarla, desmitificarla y aceptarla. Aquélla era mi profesión, mi vocación. Tenía una última oportunidad de estar a la altura.
—He de irme del campamento. —Me mantuve firme—. No puedo concentrarme con todo este ruido, pero lo haré.
Akili estaba acurrucada en el suelo con la cabeza gacha.
—Sé que lo harás —dijo con calma sin levantar la mirada—. Confío en ti.
Dejé la tienda de inmediato y me dirigí hacia el sur. Las estrellas todavía brillaban tenuemente en parte del cielo claro y el viento que soplaba del arrecife era más frío que nunca.
Cuando me hube adentrado unos cien metros en el desierto, paré y alcé la agenda.
—Enséñame
Una Teoría del Todo provisional
, de Violet Mosala.
Me quité la venda de los ojos.
Seguí andando mientras leía, volviendo sobre los pasos que había dado unas ocho horas antes, casi sin darme cuenta. El terremoto no había agrietado la roca de arrecife, pero me parecía que había modificado sutilmente la textura del terreno. Quizá las ondas sísmicas habían reajustado las cadenas de polímeros y forjado un nuevo tipo de material; la primera metamorfosis geológica de la isla.
En pleno desierto, lejos de las facciones de antropocosmólogos, del regocijo inconsciente de los anarkistas y de los informes que se amontonaban sobre Angustia, no sabía en qué creía. Si hubiera sentido el peso de diez mil millones de personas que enloquecían a mi alrededor, me habría quedado paralizado. Me debió de salvar por una parte un escepticismo persistente y por otra la pura curiosidad. Si me hubiera rendido a los «sentimientos humanos apropiados», el pánico ciego y la humildad atemorizada ante la magnitud de todo lo que supuestamente pendía en equilibrio, habría tirado el cáliz envenenado de la agenda.
Así que me olvidé de todo lo demás y dejé que las palabras y las ecuaciones tomaran el control. El clonelet de
Kaspar
había hecho un buen trabajo y no tuve ningún problema para entender el artículo.
La primera parte no contenía ninguna sorpresa. Hacía un resumen de los diez experimentos canónicos de Mosala y de la manera en que había calculado las propiedades de la ruptura de la simetría. Terminaba con la ecuación de la TOE, en la que se asociaban los diez parámetros de la ruptura de la simetría al sumatorio sobre todas las topologías. La medida que Mosala había elegido para dar peso a cada topología era la más sencilla, la más elegante y la más obvia de todas las elecciones posibles. Su ecuación no aseguraba que el universo se hubiera materializado de manera «inevitable» a partir del preespacio, como habían intentado demostrar Buzzo y Nishide, sino que mostraba cómo los diez experimentos, y por extensión todo, desde los mosquitos hasta las estrellas que chocaban, estaba relacionado y podía coexistir. En un espacio imaginario de gran abstracción, todo ello ocupaba exactamente el mismo punto.
El pasado y el futuro también estaban enlazados. Desde el propio nivel de la aleatoriedad cuántica, la ecuación de Mosala codificaba el orden compartido que se encontraba en todos los procesos, desde la estructura de una proteína hasta el despliegue de las alas de un águila. Delineaba el abanico de posibilidades que relacionaban cualquier sistema, en cualquier momento, con cualquier cosa en la que pudiera devenir.
En la segunda parte,
Kaspar
había buscado en las bases de datos otras referencias para los mismos cálculos matemáticos y similitudes para las mismas abstracciones. En aquella búsqueda escrupulosa y exhaustiva había encontrado bastantes paralelismos con la teoría de la información para llevar la TOE un paso más allá.
Kaspar
había unido con serenidad todo lo que Mosala había desdeñado y lo que Helen Wu había temido combinar.
No podía haber información sin física. El conocimiento siempre tenía que codificarse de alguna forma. Marcas en un papel, nudos en un hilo o fracciones de carga en un semiconductor.
Pero no podía haber física sin información. Un universo de sucesos totalmente aleatorios no sería un universo en absoluto. Las pautas profundas y las regularidades decisivas eran la base de la existencia.
Así que cuando hubo determinado qué sistemas físicos podía compartir un universo,
Kaspar
preguntó: «¿Qué pautas de información pueden contener esos sistemas?».
Una segunda ecuación análoga surgía de las mismas matemáticas casi sin esfuerzo. La TOE de la información era la otra cara de la moneda de la TOE de la física, un corolario inevitable.
Entonces
Kaspar
unificaba las dos ecuaciones y las hacía encajar como imágenes de un espejo que se entrelazan (a pesar de todo, me quedé con la sensación de que la Defensora de la Simetría se habría sentido orgullosa), y todas las predicciones de la Cosmología Antropológica salieron a la luz. La terminología era distinta;
Kaspar
había acuñado nuevos términos con ingenuidad porque no estaba al corriente de los precedentes no publicados, pero los conceptos eran inconfundibles.