\1\2de qué puede provenir esa contradicción entre los autores? De esto: Plutarco ha examinado un hecho y los otros han contado una maravilla.
LIBRO XVII
Las leyes de la servidumbre política tienen relación con la naturaleza del clima
CAPÍTULO INo depende menos de la influencia del clima, como vamos a ver, la servidumbre política que la civil y la doméstica.
Hemos visto que los climas cálidos son enervantes, gastan la fuerza, consumen la energía de los hombres, y que los climas fríos fortalecen los cuerpos y los ánimos, haciendo a los hombres más capaces de realizar empresas difíciles, penosas y arriesgadas. Esto no se observa solamente comparando una nación con otra, sino dentro de cada nación al comparar una región con otra, una comarca con otra. Los pueblos septentrionales de China son más valientes que los meridionales
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; no lo son tanto los del sur de Corea como los del norte de aquel mismo país.
Así no hay que admirarse de que los pueblos que viven en zonas cálidas, por efecto de su flojedad hayan sido esclavos casi siempre, ni de que se hayan mantenido libres los habitantes de países fríos. Es una consecuencia derivada de causa natural.
Según el Padre Duhalde
[2]
, los libros chinos aseguran
que en el norte de Asia, en la Siberia, el frío es tan extremado que el suelo nada produce, y que si los Rusos tienen allí varios establecimientos, no cultivan la tierra ni se crían allí más que pinos pequeños y miserables arbustos
. Leemos también en diversas relaciones,
que la Gran Tartaria, al sur de la Siberia, es igualmente fría; que no se labra la tierra; que apenas si hay pasto para el ganado; que no se crían árboles, sino algunas matas como en Islandia
. Cerca ya de China y del Mogol, hay tierras donde se cría una especie de mijo, pero no maduran ni el trigo ni el arroz.
Sabido todo esto, doy por cierto que en Asia no hay zona templada; lindan los climas glaciales con los ardientes. Lo contrario que en Europa, donde la zona templada es muy extensa, aunque está situado el continente en climas que difieren unos de otros, no pareciéndose los de Italia y España a los de Suecia y Noruega; pero como la temperatura se enfría insensiblemente, yendo del Sur al Norte, en relación aproximada con las latitudes, sucede que cada país se asemeja al inmediato, sin grandes diferencias apreciables, resultando que la zona templada se extiende mucho, como dejo dicho.
De aquí resulta que en Asia están en contacto, son limítrofes, las naciones de climas más opuestos, los hombres más guerreros con los más afeminados, los pueblos más vigorosos con los más endebles; es inevitable, pues, que unos sean conquistadores y otros conquistados. No es lo mismo en Europa, donde las naciones contiguas son igualmente valerosas, lo que explica el poder de Europa y la flaqueza de Asia, la libertad europea y la servidumbre asiática. En Asia no aumenta nunca la libertad de los pueblos, mientras que en Europa aumenta o disminuye según las circunstancias.
La nobleza moscovita ha sido reducida a la servidumbre por algún monarca, pero no lo ha llevado con resignación; visibles han sido siempre los síntomas de impaciencia cuando era domeñada, impaciencia que no suelen provocar los climas del mediodía. Si algún otro reino del Norte ha perdido sus fueros, téngase fe en el clima; no los ha perdido de una manera irrevocable.
Los hechos históricos bastan para comprobar lo que hemos dicho.
El Asia ha sido subyugada trece veces; once por los pueblos del Norte, dos por los del Sur. En tiempos remotos fue conquistada por los Escitas; después la conquistaron sucesivamente los Griegos, los Persas, los Árabes, los Mogoles, los Turcos, los Tártaros, los Aguanos. Hablo solamente de la alta Asia y no hablaré de las invasiones del sur de este continente, que ha pasado por tantas revoluciones.
En Europa, al contrario, desde que se establecieron las colonias griegas y fenicias, no ha habido más que cuatro cambios apreciables. El primero lo produjo la conquista de los Romanos; el segundo, la invasión de los bárbaros del Norte que acabaron con el imperio romano; el tercero fue obra de Carlomagno; el cuarto y último lo trajeron los Normandos
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. Y si examinamos esto con la debida atención, veremos en esas mudanzas mismas una fuerza general esparcida por todo el ámbito de Europa. Sabidas son las dificultades que encontraron los Romanos para conquistar Europa y cuán fácil les fue invadir el Asia. Tampoco ignora nadie cuánto les costó a los bárbaros del Norte derribar al imperio de Occidente, ni cuantos esfuerzos necesitaron Carlomagno primero y los Normandos por fin. Los destructores de un día eran los destituidos del día siguiente.
Los pueblos del norte de Europa la conquistaron como hombres libres; los del norte de Asia como esclavos, para servir a un déspota.
Así el pueblo tártaro, conquistador de Asia, es tan esclavo después como antes de su victoria. Conquista sin cesar en el sur del continente, forma imperios, pero la parte de la nación que ha quedado en el país se encuentra sometida a un amo poderoso, quien es tirano en el Norte y en el Mediodía; tiene un poder arbitrario sobre los conquistados y lo ejerce lo mismo con sus súbditos conquistadores. Bien se ve esto en el vasto país llamado Tartaria china, que el soberano gobierna tan despóticamente como la propia China, y lo va agrandando con sucesivas conquistas.
La historia de China, como puede verse, nos dice que los emperadores
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han enviado colonias chinas a Tartaria; estos colonos chinos se han hecho Tártaros y enemigos mortales de China, lo cual no quita que hayan introducido en Tartaria el espíritu chinesco. Suele ocurrir que una parte de la nación tártara sea expulsada del país que ella misma conquistó: se lleva en ese caso a sus desiertos el hábito servil adquirido en el clima de la esclavitud. Para encontrar ejemplos de lo dicho, basta hojear la historia de China y aun la nuestra
[5]
.
No ha sido otra la causa de que el genio de la nación tártara o gótica se haya parecido siempre al de los imperios de Asia. En estos imperios se gobierna a los pueblos con el palo; y se gobiernan los pueblos tártaros con el rebenque. Nunca ha admitido Europa estas costumbres: lo que es castigo para los Asiáticos es ultraje para Europa
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.
Los Tártaros, al destruir el imperio griego, establecieron el despotismo en todos los países conquistados; los Godos, al conquistar el imperio romano, fundaron en todas partes la monarquía y la libertad.
No sé yo si el célebre Rudbeck, que en su poema canta un himno a Escandinavia, llegó a decir en él que las naciones escandinavas deben ser colocadas a la cabeza de todas las del mundo por haber sido las fundadoras de la libertad, es decir, de la de Europa, que es toda la que existe.
El Godo Jornandes llama al Norte de Europa la oficina del género humano
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; yo la llamaría más bien fábrica de las herramientas que rompen las cadenas forjadas en el Sur. De allí vienen las naciones valerosas que salen de su tierra para acabar con los tiranos y con la esclavitud y enseñar a los hombres que, siendo iguales por la naturaleza, no ha podido la razón sujetarlos a ninguna dependencia sino para su felicidad.
Siempre ha habido grandes imperios en Asia; en Europa nunca han podido subsistir. Es que en Asia, en la parte que conocemos de ella, hay más extensas llanuras, más espaciosos teritorios entre las cordilleras y los mares; y como está más al sur, las fuentes se agotan con facilidad, hay menos nieve en las cumbres, los ríos son menos caudalosos y constituyen por lo mismo barreras fáciles de franquear
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.
Así el poder, en Asia, debe ser despótico, porque si la servidumbre no fuera extremada habría que hacer un deslinde que no se ajusta a la naturaleza del país.
En Europa, la estructura natural del suelo forma diversos y numerosos Estados, no muy extensos, en los cuales, sin perjuicio del Estado, pueden regir las leyes. Lejos de ser la legalidad incompatible con la seguridad, es tan favorable al mantenimiento del Estado, que éste sin ella caería en la decadencia y se haría inferior a los demás.
Esto es, precisamente, lo que ha originado un género de libertad, un carácter local y un espíritu de independencia que dificultan la sumisión de cualquiera de las partes a una potencia extraña, como no sea por tratados comerciales o leyes de utilidad general.
Si esto sucede en Europa, en Asia reina, al contrario, un permanente espíritu de servidumbre; en ningún momento, en ninguna historia del país se encuentra un solo rasgo que denuncie un alma libre; jamás se verá allí más heroísmo que el de la servidumbre.
He ahí lo que puedo decir de Asia y de Europa. En cuanto a África, situada como está bajo un clima semejante al del Asia meridional, padece una servidumbre idéntica, una esclavitud que podríamos llamar asiática. Y en lo tocante a América, destruída y repoblada por las naciones de Europa y de África, apenas puede mostrar un genio propio. A juzgar por lo que sabemos de su historia antigua, vemos nuestros principios confirmados por los de su historia
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.
Una de las consecuencias de lo que acabamos de decir, es que tiene mucha importancia para el príncipe la elección de la capital, sobre todo tratándose de un gran imperio. Si la establece en el Sur, corre el peligro de perder el Norte, si la establece en el Norte, se arriesga a perder el Sur. No hablo de casos particulares: la mecánica tiene rozamientos que algunas veces cambian los efectos de la teoría y la política tiene también los suyos.
LIBRO XVIII
De las leyes con relación a la naturaleza del terreno
CAPÍTULO ILa bondad de las tierras de un país determina su dependencia. La gente del campo, que forma en todas partes la mayoría del pueblo, no es tan celosa de su libertad; la ocupan demasiado sus labores y no piensa más que en sus negocios particulares
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. Un campo sembrado o una abundante cosecha, temen el pillaje y el paso de un ejército.
¿Dónde está el partido bueno?
le decía Cicerón a Ático;
¿no será el de las gentes del campo y del comercio? A no ser que tomemos por enemigos de las instituciones a los que miran con indiferencia las formas de gobierno, con tal que se les deje tranquilos
.
Así el gobierno personal se ve más a menudo en los países fértiles, como el gobierno de muchos en los países estériles; algunas veces, puede ser una compensación.
El suelo estéril del Ática fue la causa de que allí se estableciera
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el gobierno popular, como en Lacedemonia se estableció el gobierno aristocrático por la fecundidad del terreno. Porque en aquellos tiempos no se quería en Grecia el gobierno de uno solo: ahora bien, el gobierno aristocrático es el que más se le asemeja.
Según Plutarco
[3]
,
apagada la sedición Ciloniana volvió a caer la ciudad en sus viejas disensiones, dividiéndose en tantos partidos como valles contenía Ática. Los montañeses querían por fuerza el gobierno popular, y la gente del llano pedía un gobierno de próceres; los que vivían en las costas deseaban un gobierno mixto
.
Los países fértiles, son llanos en los que no puede oponerse al más fuerte una resistencia eficaz; hay que someterse a él. Y luego de establecida su dominación, ya el espíritu de libertad no se recobra: la riqueza rústica es prenda de fidelidad. Pero en los países montañosos, puede conservarse lo poco que se tiene. La libertad, es decir, el gobierno de que se goza, es el único bien que merece defenderse. Reina, pues, más libertad en los países quebrados y ásperos que en los más favorecidos por la naturaleza.
Los montañeses conservan un gobierno más moderado, porque están menos expuestos a invasiones y conquistas. Se defienden con facilidad y no se les ataca fácilmente; el país no suministra nada, y llevar a él las provisiones de boca y guerra cuesta mucho. Por consiguiente, siendo difícil atacarlos, resultan entre ellos punto menos que inútiles las leyes cuyo objeto es la seguridad del pueblo.
Los países no están cultivados en razón de su fertilidad, sino en razón de su libertad; y dividiendo la tierra con la imaginación, veremos asombrados que casi siempre se hallan desiertos los campos más fecundos y llenos de poblados los más ingratos terrenos.
Es natural que un pueblo deje un país malo por otro bueno, más bien que dejar el bueno por otro malo. Así es que las invasiones se dirigen, no de un país malo a otro peor, sino de los favorecidos por la naturaleza, a los más indicados para ser felices. Y como a la invasión y a la conquista acompañan siempre la devastación, resulta que las mejores tierras son a menudo las más despobladas, en tanto que los países del Norte permanecen habitados, precisamente por ser casi inhabitables.
Por lo que nos dicen los historiadores del establecimiento de los Escandinavos en las orillas del Danubio, se comprende que aquello no fue una conquista: fue una transmigración a tierras deshabitadas.
Aquellos privilegiados climas hubieron de despoblarse por transmigraciones anteriores, indudablemente; ¡quién sabe las tragedias que hubo allí!
Se deduce de varios monumentos
, dice Aristóteles
[4]
,
que Cerdeña es una colonia griega. Fue rica en otros tiempos, y Aristeo, cuyo amor a la agricultura ha sido tan celebrado, le dió leyes. Pero después decayó, porque los Cartagineses invasores de la isla destruyeron cuanto podía servir para el sustento de los hombres y hasta prohibieron, so pena de la vida, que se cultivara aquella tierra
. Cerdeña seguía esquilmada en tiempo de Aristóteles y todavía lo está.