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Authors: Charles Brokaw

Tags: #Aventuras, #Relato

El enigma de la Atlántida (15 page)

BOOK: El enigma de la Atlántida
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El hombre titubeó, pero Gallardo gruñó y Cimino se tumbó en el suelo.

Natashya dudó. Quería avisar por radio para pedir refuerzos y arrestar a aquellos hombres, pero sabía que Lourds conseguiría salir de Rusia si lo dejaba marchar. Entonces se fijó en el auricular inalámbrico que llevaba Gallardo en la oreja.

—¿Cuántos hombres hay afuera? —le preguntó.

Gallardo no contestó.

Natashya pensó que daba igual. Seguro que eran los suficientes como para matar o capturar a Lourds.

—¡Estira las manos! —Como no obedeció, le golpeó con la pistola en la cara.

Gallardo estiró las manos.

Con gran facilidad, Natashya le puso unas esposas en las muñecas.

—¡Al suelo!

Gallardo se tumbó lentamente. Natashya sabía que simplemente estaba esperando una oportunidad para poder darle la vuelta a la situación. Quería sorprenderla. Cuando estuvo en el suelo, lo esposó al hombre que seguía inconsciente.

Después echó a correr con la esperanza de poder evitar que los gorilas de aquel hombre mataran o capturaran a Lourds. Necesitaba que le contestara unas cuantas preguntas.

El corazón de Lourds latía deprisa. Se llevó la mano a la chaqueta para palpar el estuche en el interior del bolsillo. «Sigue ahí, gracias a Dios», pensó. Deseó que mereciera la pena arriesgar la vida por aquello.

Mantuvo sujeta a Leslie mientras corrían. No quería que la joven se quedara paralizada. Dudaba de que aquel tipo hubiera ido solo a la biblioteca.

Una vez fuera, Lourds atravesó los jardines como un rayo. El aliento le quemaba en la garganta. Miró hacia atrás y vio que Gary les seguía a pocos pasos. El joven cargaba la cámara con facilidad y se movía increíblemente rápido.

Tras orientarse, Lourds cambió de rumbo y se dirigieron hacia donde habían aparcado el coche alquilado sin preocuparse de ir por la acera. Los estudiantes y el personal los miraban desconcertados, pero todos se apartaban a su paso.

—¡Eh! ¡Moved el culo! ¡Tenemos compañía! —gritó Gary.

La angustia se apoderó de Lourds cuando vio a tres hombres corriendo calle abajo para interceptarlos. Por la pinta, dedujo que no eran ni estudiantes ni rusos. Eran tipos duros de mirada dura. Tendría que haber imaginado que habría alguien esperándolos fuera.

De momento no habían sacado las armas, porque estaban demasiado lejos y corrían a demasiada velocidad entre los grupos de estudiantes como para tener ángulo de tiro. Aquella situación no duraría mucho. Iban ganando terreno.

Lourds soltó un juramento. Estaba tan frenético que ni siquiera se dio cuenta del que acababa de utilizar. Salieron de la calle en la que habían aparcado el coche. Las cosas no iban bien y dudaba mucho de que pudieran ir mejor.

—¡Lourds!

Estaba equivocado.

Aquel grito acusador le hizo vacilar. Reconoció la voz. Cuando miró por encima del hombro vio que Natashya Safarov se acercaba rápidamente hacia ellos.

Ser una buena corredora parecía otro de sus talentos. Sus brazos y piernas se movían acompasados. Llegó a su lado como si aquella proeza fuera una nadería. Llevaba la pistola en la mano y todo el que la veía se llevaba un buen susto.

Lourds estaba entre los asustados.

—¡Quedas arrestado! —gritó mientras seguía tras ellos y los apuntaba con el arma.

Lourds continuó corriendo.

—Si nos paramos, esos hombres nos matarán —dijo señalando hacia sus perseguidores.

Natashya miró hacia donde le indicaba. A su espalda, los hombres que había dejado en la biblioteca acababan de salir por la puerta. Los dos que podían andar llevaban al que estaba inconsciente y esposado a uno de ellos. No parecían nada contentos, pero era difícil que aquel grupo de matones los alcanzara.

—Tengo un coche, venid. —Sin ningún esfuerzo Natashya adelantó a Lourds, a Leslie y a Gary—. Si dejáis de seguirme, os pegaré un tiro.

—¿Qué? —Leslie jadeaba entrecortadamente. Tropezó y casi se cayó—. ¿Dejar de seguirte? ¿Con esos hombres detrás de nosotros? ¿Estás loca o qué?

Lourds la sujetó por la muñeca y la ayudó a no perder el equilibrio.

—Guarda las fuerzas y corre.

Loca o no, Natashya Safarov era su única oportunidad.

Siguiendo a su armada líder corrieron por una bocacalle hasta llegar a un vehículo de tamaño mediano.

Natashya utilizó la llave electrónica para desbloquear las cerraduras.

—¡Adentro!

Se paró en seco ante la puerta del piloto y la abrió. En vez de entrar levantó los brazos por encima del capó y apuntó a los tres hombres que los perseguían.

Los matones se dispersaron con profesional habilidad. Iban armados.

Convencido de que los iban a hacer añicos, Lourds se quedó inmóvil por un momento.

—¡Adentro! —ordenó Natashya—. ¡Agachad la cabeza! El motor del coche absorberá el ruido de los disparos.

Lourds forcejeó con la puerta trasera del lado del conductor antes de poder abrirla. El pánico se apoderó de él, pero se forzó a concentrarse en lo que estaba haciendo y no mirar a sus perseguidores.

—Ten cuidado. Si disparas podrías herir a algún estudiante. —Lourds se lo advirtió en ruso para que no hubiese malentendidos. Natashya hablaba bien inglés, pero eso no quería decir que fuera capaz de entenderlo en el fragor del combate. Llevó a Leslie a la puerta abierta y después la protegió con su cuerpo.

—Ya, no voy a hacerlo, pero ellos no lo saben. Meteos antes de que se den cuenta —contestó en ruso.

Leslie gateó en el interior del vehículo y Gary entró antes de que Lourds tuviera tiempo de hacerlo. Se habían tumbado en el asiento trasero y Lourds no tenía espacio, así que cerró la puerta y abrió la del copiloto. Entró y mantuvo la cabeza por debajo del salpicadero.

Al otro lado de la calle los tres hombres se habían tirado al suelo. Uno de ellos apuntó y disparó. La bala destrozó el cristal de la ventanilla trasera. Lourds notó los trocitos de vidrio en la espalda y se cubrió la cabeza con los brazos.

Natashya abrió la puerta y entró. Puso la llave de contacto y encendió el motor.

Lourds la miró.

Cambió la pistola de mano. Cuando volvió a tenerla en la derecha apuntó a Lourds.

—Mantente agachado.

Tuvo la impresión de que no era un consejo sino una orden.

Disparó a los perseguidores por encima de la cabeza de Lourds. Más balas impactaron en el coche. En el interior, el ruido que producían era atronador.

—¡Joder! ¡Muévase, señora! ¿Está esperando alguna señal divina o qué? —gritó Gary desde atrás.

Natashya aceleró. El motor gruñó como una bestia acorralada cuando los neumáticos se agarraron al pavimento.

—¡Mierda! —exclamó Gary.

Natashya agarró con fuerza el volante y salieron al arcén. El coche protestó dando sacudidas. Al poco giró el volante para volver a la calle. El neumático se quemó y rechinó antes de salir directos hacia la carretera.

Lourds tenía la impresión de que su vida corría tanto peligro en ese momento como cuando estaban en la universidad y los tres asesinos armados los habían atrapado entre las estanterías. Se aferró con fuerza al salpicadero y deseó haber tenido tiempo para ponerse el cinturón.

—Muy bien, señor Lourds. Ahora vamos a hablar —dijo Natashya con voz calmada.

—¿Hablar de qué? —preguntó Lourds jadeando todavía por la carrera y la descarga de adrenalina.

—De lo que estabas haciendo en la biblioteca, de lo que has cogido allí —dijo Natashya mientras giraba el volante para adelantar a un turismo que iba muy despacio. Volvió a su carril justo a tiempo de no chocar contra un coche que venía en sentido contrario—. Y de lo que sepas sobre la muerte de mi hermana —añadió mientras pisaba el acelerador y el coche salía disparado.

—Creo que no es el mejor momento para hacerlo —le espetó Lourds con los ojos cerrados y preparado para una inminente colisión.

Natashya daba volantazos para esquivar los coches como Jeff Gordon en la última vuelta de la copa Nextel.

—A lo mejor no tenemos un momento mejor. Habla ahora —le exigió apartando los ojos de la carretera para lanzarle una estremecedora mirada.

—Chicos, nos están siguiendo —comentó Gary en el asiento trasero.

Lourds se dio la vuelta y miró por encima del hombro. Dos coches se abrían paso entre el tráfico detrás de ellos. Cogió el cinturón de seguridad y consiguió abrochárselo antes de que Natashya volviera a empezar con las maniobras evasivas. Aquellos virajes hicieron que el cinturón se le clavara en el pecho. Inspiró con fuerza para preparar sus próximas palabras.

Aquella mujer tenía razón. Tener tiempo para hablar estaba empezando a convertirse en un lujo.

9
Capítulo

Moscú, Rusia

21 de agosto de 2009

Q
ué has ido a buscar a la biblioteca? —preguntó Natashya mientras conducía. Levantó la vista hacia el retrovisor. Los coches que los perseguían destacaban entre el resto de los vehículos. A pesar del calmado comportamiento con sus «invitados», una nerviosa energía le atenazaba el cuerpo.

—¿Qué? —preguntó Lourds mientras la miraba como si le hubiera crecido otra cabeza.

Natashya no le prestó atención y giró hacia la izquierda para adelantar al coche que llevaban delante. Cuando lo dejó atrás, torció a la derecha y se metió por la primera bocacalle que encontró. Se oyó el rechinar de neumáticos y unos furiosos sonidos de claxon detrás de ellos.

—Fuiste a la biblioteca a coger algo. —Natashya volvió a mirar por el retrovisor. Los dos coches habían girado y seguían detrás de ellos.

—Algo que había dejado tu hermana.

—¿Qué es lo que te dejó?

—Un lápiz de memoria.

—¿Y qué hay dentro?

—No lo sé.

Natashya le lanzó una dura mirada.

—Es verdad. Estabas allí, no he tenido tiempo de mirarlo.

—¿Qué crees que hay? —Natashya entró en otra bocacalle. La Universidad de Moscú estaba enlas colinas de los Gorriones. En aquella zona había bastantescalles cortas y angostas. Había pensado aprovechar esa ventaja.

—Yuliya estaba trabajando en algo y quería enseñármelo.

—¿En el címbalo? —lo interrumpióNatashya.

—¿Te habló de él?

La irritación hizo añicos la tristeza y la pena que sentía Natashya. Las preguntas del norteamericano eran más rápidas que las suyas. Por supuesto, ella estaba ocupada en conducir.

—Un poco.

—¿Y qué te dijo?

—Las preguntas las hago yo, señor Lourds. —Natashya volvió a girar bruscamente. En esa ocasión se metió por un estrecho callejón lleno de cubos de basura. Dos de ellos pasaron por debajo del coche y salieron disparados—. ¿Qué sabes del címbalo?

—La verdad es que no sé mucho —confesó.

—Entonces, ¿por qué se puso en contacto contigo mi hermana? ¿Por qué iba a dejarte información sobre él?

—No sé lo que hizo. El contenido del lápiz podría ser acerca de otra cosa completamente distinta. —Se apoyó en el salpicadero en el momento en el que Natashya salió del callejón. El neumático chirrió cuando las ruedas derraparon en la calle.

Natashya hizo sonar el claxon, pisó el freno y volvió a acelerar. Cuando giró el volante para cruzar el tráfico en dirección al siguiente callejón vio que Lourds se estremecía involuntariamente cuando se acercaron demasiado a un minibús. Por un momento, Natashya pensó que no iba a conseguirlo.

—¡Santo Cielo! —exclamó la joven que iba en el asiento trasero.

Después el coche entró en el callejón. Más cubos de basura cayeron y salieron despedidos.

—¿Asesinaron a Yuliya por el címbalo?

—Quizá. ¿Lo encontraron aquella noche?

Natashya comprobó el espejo retrovisor justo a tiempo para ver que el primer coche que los seguía chocaba contra la esquina de un edificio y daba varias vueltas fuera de control. El segundo pasó volando a su lado y continuó la persecución.

—No, no lo encontraron. Pero el fuego destruyó muchas cosas en aquella habitación. —Miró a Lourds—. ¿Crees que esos hombres mataron a mi hermana?

—Presta atención a la calle —pidió él agarrándose otra vez.

El parachoques dio contra otro cubo de basura, que salió volando. Otro fue a parar al cristal delantero y dejó unas grietas en forma de tela de araña en lo que quedaba de él.

—Si no fueron esos hombres, era alguien relacionado con ellos, o con su jefe.

Oyeron disparos. Al menos una bala salió rebotando del coche. Otra atravesó el cristal trasero y pasó entre los últimos fragmentos del delantero.

—Siento mucho lo que le sucedió a Yuliya. La quería mucho. Era inteligente y encantadora. La voy a echar de menos.

Natashya estaba segura de que decía la verdad, pero sabía más de lo que le estaba contando.

En el callejón se oyó el estampido de disparos.

Cuando salieron, Natashya puso la pistola en su regazo, 126 cogió el volante con las dos manos y redujo mientras torcía hacia la izquierda. El coche vibró al dar un giro de ciento ochenta grados para ponerse de frente al vehículo que iba hacia ellos.

—¿Qué haces? —preguntó Lourds nervioso.

—¡Se le ha ido la olla, tío! —gritó Gary—. ¡Va a conseguir que nos…!

Sin prestar atención a la angustia que la consumía, Natashya cogió la pistola, apuntó a través del parabrisas y quitó el seguro. El arma resonó en su mano cuando disparó. El plomo salió girando por el destrozado cristal. Soltaba balas tan rápido como podía.

Las balas impactaron en el parabrisas del coche perseguidor, al lado del conductor. Natashya vio que el hombre daba sacudidas a causa de los impactos y que perdía el control. Rozó uno de los laterales del coche de Natashya, abolló el parachoques y acabó chocando contra una tienda de ropa.

Natashya metió marcha atrás y volvió a la calle. Accionó el cambio de marchas con fuerza, quemó rueda y se sumó al tráfico.

—Tenemos que hablar. Después yaveré que hago contigo. De momento, esos hombres ya no son unproblema.

Oyeron sirenas acercándose a la absoluta ruina que habían dejado atrás.

La gente que se arremolinó alrededor del coche cortó el tráfico. El vehículo que conducía Gallardo se quedó atascado. Se dio por vencido, abrió la puerta y salió. Pasó entre la multitud maldiciendo. Algunos hombres le respondieron con juramentos semejantes, pero nadie intentó detenerle.

En el interior del coche destrozado había cuatro hombres. El conductor había caído sobre el volante. Con cuidado de no tocar nada para no dejar huellas, Gallardo lo cogió por el pelo y le levantó la cabeza.

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