El discípulo de la Fuerza Oscura (18 page)

BOOK: El discípulo de la Fuerza Oscura
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Las cuadrillas de trabajadores massassi gemían y canturreaban con sus voces átonas que habían superado hacía ya mucho tiempo los límites del agotamiento mientras iban izando un gigantesco bloque a lo largo de una rampa de troncos cubiertos de barro.

La imagen oscilante de Anakin Skywalker contempló a Luke desde la cima del templo del sueño, y cuando volvió a hablar su voz sonó todavía más apremiante.

—Sí, pero los caminos del Sith pueden llevarte a comprender y controlar mucho mejor tu propio poder. Puedes acabar con los últimos vestigios de ese patético Imperio que sigue acosando a tu Nueva República. Puede convertirte en algo más que un mero sirviente de un gobierno débil y corrupto. Puedes guiar a la galaxia como benévolo gobernante de todos los planetas.

—Lo mereces más que cualquier otra persona. Luke. Si utilizas la Fuerza como herramienta en vez de permitir que llegue a convertirte en su sirviente..., entonces podrás controlarlo todo.

Luke se envaró, sintiéndose incapaz de creer en lo que le estaba diciendo su padre. Un instante después se dio cuenta de que la imagen de Anakin Skywalker se había ido volviendo más borrosa a medida que su voz se iba llenando de pasión y urgencia, y vio cómo temblaba y se esfumaba hasta que sólo quedó un contorno negro, un vacío en forma de silueta encapuchada que parecía absorber la energía del aire.

Y Luke comprendió la verdad.

—¡Tú no eres mi padre! —gritó mientras la ilusión empezaba a desmoronarse—. Al final mi padre fue curado por el lado de la luz, y volvió a ser un hombre bueno.

Franjas de luz cegadora destellaron sobre el cielo de aquel Yavin 4 de la antigüedad que Luke estaba contemplando en su sueño. Los esclavos massassi huyeron aterrorizados y se internaron en la jungla mientras los inmensos templos se derrumbaban bajo el diluvio de haces láser enviado desde la órbita planetaria. Los navíos de combate de la Antigua República acababan de surgir del hiperespacio para convertir la superficie de la luna en un gigantesco cementerio.

—¿Quién eres? —le gritó Luke a la silueta a través del rugido de la devastación que se había desencadenado repentinamente a su alrededor—. ¿Quién eres?

Pero no obtuvo respuesta y la sombra hueca rió y rió, ignorando la destrucción que se adueñaba de las gigantescas obras... o, quizá, sintiendo una horrible diversión ante ella. Los templos massassi explotaron, y las selvas estallaron en una erupción de llamas.

La silueta del hombre oscuro se fue haciendo cada vez más grande y acabó engullendo el cielo. Luke retrocedió intentando alejarse de ella, pero sus pies no tardaron en llegar al final de la terraza que coronaba el imponente templo massassi, y Luke se tambaleó y acabó cayendo de espaldas y se precipitó en el vacío..., en el vacío...

Gantoris se hallaba rodeado por los gruesos muros de piedra de su cámara, pero ni tan siquiera había intentado dormir. Estaba sentado sobre su catre, esperando y temiendo la llegada del hombre oscuro de sus pesadillas.

Acarició la espada de luz que había construido y sus dedos sintieron la lisa suavidad del cilindro, las pequeñas asperezas de los lugares en los que había soldado las distintas piezas y las protuberancias de los botones que activarían la hoja de energía. Gantoris se preguntó cómo podría utilizarla contra el viejo espectro que le había enseñado cosas que le aterraban, cosas que el Maestro Skywalker jamás revelaría a sus estudiantes Jedi.

—¿Pretendes atacarme con esa arma? —preguntó de repente una voz hueca y sibilante.

Gantoris giró sobre sí mismo para ver cómo la silueta formada por una oscuridad aceitosa e infinitamente negra emergía poco a poco de las enormes piedras del muro en un lento rezumar. Su primer impulso fue activar la espada de luz para mover la hoja blanca y violeta en un feroz mandoble dirigido a la silueta oscura, pero se contuvo porque sabía que hacerlo no le serviría de nada.

El hombre hecho de sombras rió, y después volvió a hablar con aquel extraño acento antiguo.

—¡Excelente! Me alegra mucho ver que has aprendido a respetarme. Hace cuatro mil años toda la flota militar de la Antigua República y las fuerzas combinadas de centenares de Maestros Jedi no bastaron para destruirme, y puedo asegurarte que tú solo tampoco lograrías hacerlo.

El hombre oscuro le había mostrado cómo podía robar energía de otras criaturas vivas para ir acumulando sus propias reservas de vigor. La mente de Gantoris se encontraba alerta y despierta, pero sus nervios estaban en tensión y su cuerpo se hallaba exhausto.

—¿Qué quieres de mí? —preguntó Gantoris—. Quieres algo más que ser mi maestro, ¿verdad?

El hombre hecho de sombras asintió.

—Quiero tu ira, Gantoris. Quiero abrirte los umbrales del poder. No puedo acceder al plano físico..., pero si tuviera un número de seguidores Sith lo bastante grande podría sentirme satisfecho. Incluso podría volver a vivir...

—No dejaré que te quedes con mi ira. —Gantoris tragó saliva y buscó desesperadamente en su interior, tratando de hallar un núcleo de resistencia y voluntad que le diera fuerzas—. Un Jedi no se deja dominar por la ira. No hay pasión, sino serenidad.

—¡No me respondas con frases huecas! —replicó el hombre oscuro, y su voz helada hizo vibrar el aire.

—No hay ignorancia, sino conocimiento —siguió diciendo Gantoris, repitiendo el Código Jedi—. No hay pasión, sino serenidad.

El hombre oscuro volvió a reír.

—¿Serenidad? Deja que te muestre lo que está ocurriendo en estos momentos, Gantoris... ¿Te acuerdas de las personas a las que salvaste de la furia de Eol Sha? ¿Te acuerdas de lo mucho que te alegraste al saber que habían sido llevadas a un lugar donde estarían a salvo, a un mundo paradisíaco? Mira...

Una imagen apareció dentro del vacío negro que era la silueta del hombre encapuchado, y Gantoris pudo ver los pastizales del planeta Dantooine. La escena le resultaba familiar gracias a las cintas que mostraban los trabajos de construcción que le había entregado Wedge Antilles.

Pero lo que veía en aquella imagen era los haces de los láseres imperiales que llovían del cielo destrozando los edificios de la colonia, y las gigantescas estructuras blindadas de los walkers que avanzaban a toda velocidad sobre la sabana, disparando contra todo lo que se movía e incendiando las unidades de alojamiento provisional. Hombres y mujeres corrían gritando de un lado a otro. Eran su gente.

Gantoris reconoció casi todos los rostros, pero se disolvieron uno por uno en cegadores destellos luminosos mientras intentaban huir antes de que pudiera pronunciar sus nombres. Los árboles ardían formando hogueras cónicas, y las nubes de humo negro se alzaban hacia el cielo arremolinándose y girando locamente.

—¡Mientes! ¡No es más que una ilusión, un engaño... !

—No necesito utilizar mentiras cuando la verdad es tan devastadora, Gantoris. No puedes hacer nada para evitar la destrucción de la colonia. ¿Disfrutas viendo morir a tu gente? ¿No sientes cómo eso aviva tu ira? Hay una gran fortaleza en tu ira, Gantoris...

Gantoris vio cómo el anciano Warton, al que había conocido durante toda su vida, permanecía inmóvil en el centro de aquel holocausto. Warton estaba mirando a su alrededor con las manos colgando a los lados, paralizado por el horror, y así permaneció hasta que un grueso haz de energía verdosa acabó con él.

—¡No! —gritó.

—Deja en libertad a tu ira. Hazme más fuerte.

—¡No! —repitió Gantoris, y volvió la cabeza para no ver las imágenes de las ruinas en llamas y los cadáveres ennegrecidos.

—Todos han muerto. No queda ninguno con vida... —siguió torturándole implacablemente el hombre oscuro—. No hubo supervivientes.

Gantoris activó su espada de luz y se lanzó sobre el hombre oscuro.

Erredós arrancó a Luke de sus pesadillas con una insistente sucesión de pitidos. Luke despertó de golpe, y utilizó una técnica Jedi para disipar el cansancio y la desorientación causada por aquel despertar tan repentino.

—¿Qué pasa, Erredós?

El androide emitió un silbido electrónico, algo sobre que había un mensaje esperándole en el antiguo centro de mando. Luke se puso la túnica y fue con paso presuroso por los fríos suelos, caminando rápidamente bajo las primeras luces enviadas por el planeta que estaba apareciendo encima del horizonte. Cogió el turboascensor para bajar al segundo nivel del templo, y entró en la gran sala que había estado tan llena de actividad cuando era el centro de mando de la base rebelde.

—Enciende las luces, Erredós.

Luke avanzó por entre el equipo, las sillas cubiertas de polvo, las consolas de ordenador desconectadas y las mesas para documentos llenas de restos y basura hasta llegar a la estación de comunicaciones que Wedge había insistido en instalar durante su último viaje de aprovisionamiento, y la activó.

La imagen de Han Solo apareció de repente en el holocampo, removiéndose nerviosamente en lo que estaba claro era una espera llena de impaciencia. Han alzó la mirada hacia Luke apenas le vio aparecer en el foco de transmisión, y sonrió.

—¡Eh, Luke! Lo siento, pero no me he acordado de la diferencia horaria... Allí aún no debe de haber amanecido, ¿verdad?

Luke deslizó los dedos por entre su cabellera castaña intentando alisar sus revueltos mechones.

—Incluso los Jedi tienen que dormir en algún momento, Han.

Han se rió.

—Bueno, pues me temo que cuando tu nuevo estudiante haya llegado tendrás todavía menos tiempo para dormir que ahora... Sólo quería decirte que Kyp Durron ya se ha hartado de las vacaciones. Creo que todos esos años en las minas de especia le han acostumbrado a pasarlo mal, ¿entiendes? Estuve pensando un buen rato, y al final decidí que el sitio más parecido a las minas de especia que conocía era tu Academia Jedi. Así Kyp podrá trabajar durante todo el día, pero al menos eso le servirá para ir mejorándose a sí mismo.

Luke contempló a su viejo amigo y sonrió.

—Será un gran honor tenerle con nosotros, Han. Le he estado esperando, ¿sabes? De todos los candidatos que he conocido hasta ahora, Kyp es el que tiene un potencial Jedi más grande.

—Sólo quería informarte de que no tardará en llegar —dijo Han—. Estoy intentando meterle en el próximo transporte a Yavin 4.

Luke frunció el ceño.

—¿Y por qué no lo traes hasta aquí en el
Halcón Milenario
?

Han inclinó la cabeza y pareció extremadamente afectado.

—Porque ya no soy propietario del
Halcón
.

—¿Qué?

Han se sentía muy incómodo y avergonzado, y estaba claro que lo único que deseaba en aquellos momentos era cortar la comunicación.

—Oye, he de irme... Saludaré a Leia por ti y daré un abrazo a los niños de tu parte, ¿de acuerdo?

—Claro, Han, pero...

Han se despidió con una sonrisa abatida y cortó rápidamente la comunicación.

Luke siguió con la mirada clavada en el vacío donde había estado la imagen de Han hasta hacía unos momentos. Primero su pesadilla de un hombre oscuro que había fingido ser Anakin Skywalker, y después la mala noticia de que Han había perdido el
Halcón Milenario
...

De repente oyó ruidos que se aproximaban por el pasillo, y un instante después distinguió gritos aterrorizados y pasos que se tambaleaban sobre el suelo de piedra lanzados en una torpe carrera. Luke alzó la vista disponiéndose a reñir a uno de sus estudiantes por haberse permitido perder el control de una manera tan evidente, y un instante después el clon alienígena Dorsk 81 entró corriendo en el centro de control.

—¡Tienes que venir inmediatamente, Maestro Skywalker!

Luke percibió las oleadas de horror y abatimiento que emanaban de su estudiante.

—¿Qué ocurre? —preguntó—. Utiliza la técnica tranquilizadora que te he enseñado.

Pero Dorsk 81 le cogió del brazo sin hacer ningún caso de sus palabras.

—¡Por aquí!

El alienígena de piel verde amarillenta tiró de él haciéndole salir de la sala de control. Luke fue captando ondulaciones de miedo y alarma que se iban haciendo cada vez más amplias, y comprendió que estaban difundiéndose a través de los bloques de piedra del templo como si fueran las ondas sísmicas de un terremoto.

Corrieron por los pasillos enlosados, se metieron a toda prisa en el turboascensor y subieron hasta la sección de cámaras y celdas en las que se habían alojado los estudiantes.

El aire estaba impregnado por un desagradable olor a humo rancio, y Luke sintió que se le formaba un bulto helado en el estómago mientras avanzaba cautelosamente. Kam Solusar y Streen estaban inmóviles delante de la entrada a la cámara de Gantoris, y tanto el inteligente y enérgico Kam como el siempre un poco aturdido Streen tenían el rostro muy pálido y parecían a punto de vomitar.

Luke vaciló durante una fracción de segundo y después cruzó el umbral.

Entró en la pequeña estancia de muros de piedra y vio lo que quedaba de Gantoris. El cuerpo calcinado y ennegrecido yacía en el suelo, consumido desde el interior hacia fuera. Las manchas negras esparcidas sobre las losas mostraban cómo se había debatido durante aquella horrible conflagración. La piel de Gantoris se había convertido en una masa de cenizas negruzcas que apenas cubrían sus frágiles huesos pulverizados. Hilachas de vapor brotaban de los trozos de tela de su túnica Jedi que no se habían quemado.

La espada de luz que había construido hacía sólo un par de días estaba a su lado allí donde Gantoris la había dejado caer, como si se hubiera enfrentado con algo... y hubiera perdido.

Luke tuvo que apoyarse en el frío muro de piedra para no perder el equilibrio. Sintió que se le nublaba la vista, pero no podía apartar la mirada de los restos de su estudiante muerto que yacían, horriblemente desfigurados, ante él.

Los otros estudiantes ya habían llegado. Luke se agarró a los pequeños bloques de piedra que formaban el quicio de la puerta y los apretó con tanta fuerza que al final incluso sus contornos redondeados y desgastados por el paso del tiempo acabaron incrustándose dolorosamente en sus dedos. Tuvo que utilizar una técnica de relajación Jedi tres veces antes de sentirse lo bastante seguro de que no se le quebraría la voz cuando hablara. Después Luke repitió las palabras que había oído salir de los labios de Yoda hacía ya tanto tiempo, y sintió que llenaban su boca con el amargo sabor de un puñado de cenizas mojadas.

—Cuídate del lado oscuro... —murmuró.

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