El consejo de hierro (27 page)

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Authors: China Miéville

Tags: #Ciencia Ficción, #Fantasía

BOOK: El consejo de hierro
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Judah luce la exagerada vestimenta de un nuevo rico. Cuando camina, los niños de la Perrera corren tras él, entre algunos jóvenes y flacos cactos y algunos vodyanoi saltarines, y le suplican que cree golemacas para ellos. Algunas veces da vida a un puñado de monedas apiladas y las envía correteando hacia ellos para que puedan recogerlas después de haberse divertido un rato.

Ann-Hari no tiene interés en aprender a leer, pero cuando descubre que Judah está sondeando los periódicos en busca de noticias sobre la Ferroviaria Transcontinental, le exige que le lea algo todos los días que pasa con él (cada vez son más numerosos los días que no vuelve a casa).

»… un invierno brutal, lee Judah en
La Lucha
. »Los hombres que siguen en la ciénaga pasan la mayor parte del tiempo maldiciendo al frío, pero al menos ellos tienen el consuelo de que los lanzancudos, pérfidos salvajes de los pantanos, han emprendido la retirada y ya no los acosan. Los mensajes que llegan desde el sur sugieren que las cuadrillas procedentes de Myrshock, a pesar de enfrentarse a unas condiciones climáticas menos severas, están haciendo muy pocos progresos…

»¿Qué es Myrshock?, dice Ann-Hari. Judah se la queda mirando. No sabe nada sobre el trazado del ferrocarril ni sobre su futuro.

Le dibuja un mapa. »Tres ramas, dice, mientras dibuja una “Y” invertida y ladeada. »Nueva Crobuzón, Myrshock, en la costa del mar Escaso. Mar de Telaraña en las llanuras. Una vía desde cada una de ellas, y un punto de encuentro en las ciénagas. Ochocientos kilómetros desde Nueva Crobuzón, y mil doscientos más hasta cada una de las otras.

Judah disfraza la fascinación que le inspira el proyecto de lecciones para Ann-Hari. Piensa constantemente en los hombres; piensa en lo que ha visto, esa comunidad de peones que está transformando la tierra.

El camino no se ha bifurcado todavía. Corren rumores sobre fugaces y costosos ataques. Algunos redactores aseguran que la gendarmería de la FT ha dejado de funcionar, incapaz de controlar a sus trabajadores o de someter a los pequeños principados con los que va encontrándose. El Alcalde debe poner fin a esta cesión de soberanía, dicen. Es hora de que la milicia de Nueva Crobuzón se haga cargo de la seguridad del proyecto. Nadie lo cree posible. El gobierno está en contra.

»Los huelguistas se quejan del tiempo, lee Judah. »Se manifiestan contra el frío. ¿Qué quieren que haga la FT? ¿Acaso no sienten el mismo frío todos los trabajadores, los supervisores, los rehechos y hasta el propio Wrightby?

»No, dice Ann-Hari.

Judah la mira. Está comiéndose una ciruela azucarada.

Ella se encoge de hombros. »No.

Judah estudia. Con la ayuda de Pennyhaugh, no solo desarrolla sus poderes, sino que empieza a comprender lo que está haciendo. Su forma de abordar la práctica sigue siendo primaria, intuitiva, pero los laboriosos y esotéricos textos cobran cierto sentido para él y le permiten mejorar su habilidad.

»… lo que hacemos es una intervención. Pennyhaugh lo instruye empleando sus notas,»una reorganización. La materia viva no puede emplearse para la creación de un gólem, porque es la vitalidad del orgón lo que imbuye a la carne y la materia vegetal con mecanismos de interacción propios. La materia no-viva, en cambio, es inerte porque resulta que su estado natural es de inactividad. Nosotros la dotamos de sentido. No la ordenamos, sino que le indicamos un orden del que ya está imbuida, un orden que es invisible pero que siempre ha estado ahí. Esto es tanto un acto de afirmación y persuasión como un ejercicio de observación. Percibimos una estructura y, en el proceso de señalarla, captamos mecanismos, los asimos y los retorcemos. Porque los patrones no se afirman en la estasis sino en el cambio. La geometría es una interrupción. Es una subordinación del «ser» estático al «estar» activo.

Judah piensa en los lanzancudos y en el ferrocarril. Sigue exhalando su susurro lanzancudo cuando quiere que se muevan sus gólems. Su asimilación de la ciencia va aumentando. Lo obsesiona.

Se olvidan de sobornar al funcionario adecuado y el local donde se celebran las peleas de gólems recibe la visita de la milicia. A los agentes enmascarados no les cuesta mucho encontrar entre el público shazbah, té-plus e incluso, según dicen, mierda onírica. Pennyhaugh paga donde tiene que pagar y mantiene vivo el negocio, mientras Judah tiene la mente en otras cosas.

La golemetría es una interrupción. La golemetría es la materia convencida para verse a si misma de otra manera, a través de una orden que la organiza, una tarea. ¿Cómo levantar un campo en su ausencia? ¿Cómo prepararla y conseguir que espere?

Adquiere baterías, interruptores y cables, adquiere temporizadores, se devana los sesos. En los periódicos se habla de acusaciones contra la FT. Alguien menciona un escándalo.

Hace varios días que Judah no ve a Ann-Hari. De repente comprende que no es que haya encontrado alguien para pasar unos días, sino que se ha marchado. Él sabe adónde.

Le gusta Nueva Crobuzón, la mira con pasión e interés, pero para ella, toda su masa y su historia —la aglomeración de roca y empeño— nunca podrán ser otra cosa que un atributo del camino de hierro. Es el ferrocarril el hogar de Ann-Hari.

Ann-Hari se ha ido a su casa, a las vías y al tren perpetuo. Ya sabe que ninguna milicia de prostitutas va a hacerle daño. La «x» que ha pintado con lápiz de labios sobre el espejo de Judah es un beso de despedida. Lo ha ayudado a volver a ver la ciudad, y él le está agradecido por ello. Descubre que se ha llevado parte de su dinero.

Las peleas de gólems lo aburren. Pennyhaugh cada vez está más enredado con los burócratas del Parlamento, que se eleva como una uña de color cian de la convergencia de los dos ríos. Y las peleas van perdiendo vigor, y al fin cesan, y Pennyhaugh está cada vez más distraído, y tiene más dinero, y una noche lleva a Judah al restaurante más lujoso en el que ha entrado nunca, un lugar muy elegante de Prado del Señor en el que Judah, con sus galas callejeras se siente absurdo, y Pennyhaugh le dice:»Hay otro camino, ¿sabes?, otro… ah… mercado para tus habilidades.

Judah sabe que su momento ha pasado, y que ahora Pennyhaugh es un hombre del gobierno. Se ha quedado sin trabajo y sin biblioteca. No tarda en ser olvidado.

Durante varias semanas, Pennyhaugh le envía cartas en las que le pide un encuentro. Judah responde con negativas manuscritas con su fea letra, las veces justas para no ser maleducado.

En los mercados llenos de libros viejos y robados, busca obras sobre gólems. Gasta muchos shekels en basura inútil y unos pocos en grandes obras con las que brega penosamente.

¿
Qué es lo que he hecho
?, piensa. No comprende sus propias habilidades.
He creado un gólem de gas. ¿Podría hacer un gólem de cosas menos sólidas aún? La golemetría es un argumento, una intervención, de modo que, ¿podría intervenir y crear un gólem de oscuridad o de muerte, de elictricidad, de sonido, de fricción, de ideas o de esperanzas
?

Acepta algunos encargos. Para millonarios excéntricos a quienes desagrada el ruido de los constructos crea hermosos hombres y mujeres hechos de alambre y bolsas de cuero llenas de arena. Sus honorarios son muy elevados: estos trabajos lo agotan.

Recorre la ciudad a instancias de la semilla, la rareza de su interior que se niega a apaciguarse. Lo empuja; es como si viera a través de él.
Hay un profundo sentido del bien en mi interior
, piensa sin la menor arrogancia.
Pero es un intruso. No lo siento como propio. ¿Me convierte eso en bueno? ¿Me convierte en mejor? ¿Me convierte en un ser retorcido
?

Piensa en Ann-Hari y lee que el avance del ferrocarril se ha reanudado. Se plantean preguntas en el Parlamento. La FT y Weather Wrightby son objeto de censura con motivo de ciertos tratos de naturaleza opaca. Han muerto varios trabajadores en un accidente, una ladera ha sido nivelada de forma que los inspectores no se explican, y la franja de tierra muerta y ondas de calor que se extiende varios metros a ambos lados de las vías plantea ciertas preguntas a las que la FT no ofrece respuesta. Nadie menciona la palabra «sacrificios», ni la palabra «demonios», pero cunde la sensación de que Weather Wrightby es un visionario de las finanzas y de la ingeniería que no está dispuesto a permitir que el clima o la política lo detengan. Sus planes se expresan en el nombre de su compañía y exceden con mucho las dimensiones de aquel proyecto.

Judah, Judah, Judah
. Piensa en su nombre. Va a ocurrir algo.

Se crean o se recuerdan productos de los años de bonanza. En el campo de las artes se vive una lánguida agitación. Nueva Crobuzón experimenta una fiebre edificadora y los barcos abarrotan los muelles. Las tiendas ofrecen mercancías nuevas. Junto a los kioscos de publicidad brotan como flores silvestres unos puestecillos, todo un aluvión de ellos, decorados con carteles estampados en los que aparece la imagen de un hombre que se lleva una mano a la boca y exclama. »¿Qué es esto?, pregunta Judah, y entra. Hay una silla, una máquina, una serie de botones con letras y números, un tubo y un auricular. Lee las instrucciones e introduce la moneda en la ranura. Hay una lista de títulos.

A1 - Discurso de fin de año del alcalde

A2 - La pena es una opereta

A3 - Sinfonía del trabuco

Y otras. Pide una canción de cabaré, «Prefiero el albergue», se coloca el auricular en el oído y escucha con asombro cómo vuelve a su posición algo que hasta ahora había sido contenido, una energía potencial desencadenada, un ruido sordo y por fin el inicio del sonido, que es la canción, la voz de una chica desconocida, cuyos matices están prisioneros detrás de un coro de crujidos, pero que indudablemente es una voz e incuestionablemente está cantando. Judah distingue todas las palabras.

»Y si eso significa el albergue querido muy bien el albergue me oyes eso es lo que haré quedarme contigo para tenerte a mi lado amor mío.

Judah las oye todas, allí atrapadas.

Es la cera la que vuelve físico el sonido. Esta revelación lo enardece por completo. La cera puede hacer que el sonido espere y se repita.

Una nueva tecnología, la domesticación del tiempo. La están usando para la interminable, interminable aliteración de canciones populares. Judah la necesita por otra razón. Consulta las notas que tomó en la ciénaga. Está lleno de energía desbocada y siente que Nueva Crobuzón se aleja de él.

¿
Cuantas veces se me ha escapado el momento en el que habló el poder
? Piensa en quienes han muerto porque ha visto la proximidad de un momento, ha sabido que los cazarrecompensas o los milicianos o las vías o el gas iban a llegar y se ha quedado paralizado ante lo ineluctable.
Me aterra el tiempo
.

Pero el latido del tiempo ha sido detenido por obra y gracia de estos mercaderes del ocio.
Han envasado los pasados
. Su parasitaria bondad, la beatífica cosa de sus entrañas, se agita.

De pronto es muy fácil mandar a paseo a Nueva Crobuzón; los meses pasados allí se convierten en recuerdos sin el menor esfuerzo.

Escribe a sus pocos clientes. Escribe a Pennyhaugh agradeciéndole sus esfuerzos, deseándole buena suerte, diciéndole que volverán a verse cuando regrese, cosa que él mismo no cree.

Hay una técnica más que está ansioso por aprender. En las tiendas de Kinken conversa con las khepri, preguntas formuladas con la voz y respuestas trazadas con el lenguaje manual de las criaturas, que le hablan de su metarrelojería. Compra baterías taumatúrgicas y las carga exhaustivamente con el poder de sus propias venas.

Le cuesta varios intentos. Coloca un cable junto a la casa en ruinas en la que viven los niños de la calle que tanto cariño le profesan. El cielo está empezando a cambiar cuando el primero de ellos despierta y sale a robar algo para desayunar. Sus pies mugrientos cortan el filamento y, con un zumbido y un chasquido, el circuito se activa y entonces, oh, una figurilla sale bailando de los escombros que hay junto a la puerta. La chica se queda muy quieta y la observa.

El pequeño gólem tiene el tamaño de su mano, y baila siguiendo las instrucciones que le dio Judah cuando preparó el embrujo y almacenó la energía para su pequeña emboscada. Baila hacia ella. Está hecho de dinero. Se tambalea, cae y se desmorona desparramando monedas por el suelo, que la chiquilla se adelanta para recoger.

Judah la observa desde un umbral. Ha preparado un gólem con instrucciones. Ha hecho que esperara a que saltase su pequeña trampa. No sabe si es el primero en conseguirlo.

Y vuelve a las ciénagas. Hay hielo, y los jirones de enredadera que cuelgan de las copas de los árboles están duros, y los animales están invernando y el pantano está en silencio. A kilómetros de allí se encuentra el campamento, y el tren.

Las vías lo ha llevado entre aldeas convertidas en osarios. En tierras no domesticadas sino deformadas por la obra y los obreros y luego, finalmente, hasta las islas artificiales rodeadas de árboles, istmos de tierra desplazada, a los marjales. Judah se adentra en ellos, buscando a su tribu de antaño.

Va muy cargado: su nuevo voxiterador y sus cilindros, su cámara, sus armas. Pone mucho empeño en no parecer un cazador, en caminar haciendo ruido. Canta las canciones que aprendió de los lanzancudos. Canta la canción del desayuno, la canción de la bienvenida, la canción del buen día. Camina con las manos en alto.

Los que vienen a buscarlo no son de la tribu que conoce, y les canta la canción de «los buenos vecinos» y la canción de «¿puedo pasar?» Lo rodean como un parpadeo de árboles y lanzancudos y le enseñan los dientes y las armas, y al ver que no huye lo golpean y cuando ni siquiera así lo consiguen se lo llevan a su aldea escondida. Sus clanes y sus grupos han desaparecido; son los últimos de su pueblo.

Los niños vienen a verlo. Los mira y contempla una última generación.

Su bondad está conmovida, pero Judah sabe que son un pueblo muerto y nada puede cambiar esto. Lo llevan de caza —presas y sires juntos, ahora las divisiones tradicionales están fuera de lugar— y escucha su
uh uh uh
, el contrapunto de su respiración y sus ritmos. El agua se agita y luego deja de agitarse.

Él saca la trompeta auricular y captura su sonido en cera. Lo escucha. Gira la manivela y escucha su ritmo. Judah puede verlo. Puede ver su forma. La examina bajo una lente y es un geógrafo en el continente de cera de la canción, un sabio que recorre sus abismos con la mirada, sus arrollados valles, sus picos y crestas. Mueve la manivela con lentitud y escucha la canción a cámara lenta.

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