Dentro de WikiLeaks (33 page)

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Authors: Daniel Domscheit-Berg

BOOK: Dentro de WikiLeaks
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Personalmente, en tanto que ciudadano, también me interesa saber que un tal Helmut Metzner, de la central del FDP (el Partido Democrático Liberal alemán), ha revelado información a los norteamericanos. Dios sabe cuántos artículos mucho más insignificantes que estos he leído en los periódicos. Y los que dicen que ya sabían que las personas mienten, traicionan, delatan y sobornan, tienen una buena excusa para no interesarse más por la política. ¿Acaso hay alguien que apague las noticias y, decepcionado, diga: «Bah, siempre he sabido que hay guerra en todas partes y que las personas actúan con maldad»?

Pero los que aún me alucinan más son los defensores retrógrados de la falta de transparencia, que pretenden convencer al mundo de la importancia de que lo que hasta hoy fue secreto, siga siéndolo. Existe una larga e indigna tradición (sin ir más lejos, en la política exterior alemana) cuando se trata de oponerse a cualquier afán de apertura y diálogo amparándose en un bien mayor que hay que proteger. No he oído ningún argumento en ese sentido que me haya convencido de que las cosas son así. Estoy firmemente convencido no solo de que se puede confiar la verdad al ciudadano, sino de que es necesario hacerlo. Del mismo modo que no se debe mentir a la población e intentar convencerla de que las tropas alemanas no están involucradas en una guerra en alguna parte del mundo, tampoco hay que intentar protegerla de las complejidades y los problemas de la política mundial. Ese es un discurso asqueroso, paternalista y elitista, que me reafirma aún más en el convencimiento de que es necesario luchar para potenciar la transparencia y el saber compartido.

Con todo, la publicación de los telegramas plantea una serie de problemas. Uno de ellos se refiere a los medios de comunicación que disponen de la información en exclusiva. Quiero dejar claro que no comparto en absoluto la opinión del politólogo Herfried Münkler, que escribió para
Spiegel
un artículo contra la publicación de los telegramas. Sin embargo, debo admitir que sus críticas tocan un punto importante: quien afirma que hasta ahora esos secretos estaban solo en manos de determinados poderes, debe plantearse hoy si la estrategia de publicación elegida ha puesto esa información realmente a disposición del gran público, o si simplemente ha hecho que otros se convirtieran en los guardianes de esos secretos. Una información que hasta hace poco era privilegio del ejército y del Ministerio de Asuntos Exteriores norteamericanos está ahora en manos de cinco grandes empresas de comunicación y de Julian Assange, que deben decidir qué merece llegar a la opinión pública y qué no. La estrategia de publicación elegida se ha alejado de la idea original de WikiLeaks. En mi opinión, se ha alejado en exceso.

Por si eso fuera poco, al parecer desde hace unas semanas una serie de personas viajan por todo el mundo con el encargo de ofrecer a otros medios unos telegramas que, de momento, siguen guardados bajo llave. Entre esas personas está el sueco Johannes Wahlström. Wahlström es el hijo del Israel Shamir, un conocido antisemita y negacionista del Holocausto de origen ruso-israelita. Kristinn se ha referido públicamente a Wahlström y Sahmir como personas «vinculadas a WikiLeaks». Yo creo que Julian sabe con qué tipo de personas está tratando. En cualquier caso, el contacto con Shamir existe desde hace años.

Cuando Julian se enteró del currículum político de Shamir, se le ocurrió la idea de vincularlo a WikiLeaks bajo un seudónimo. Recuerdo que en una ocasión me dijo que los textos de Shamir le parecían «realmente muy inteligentes». La verdad es que nunca pensé que Julian tuviera posturas antisemitas, como mucho era crítico con Israel, pero tan solo en lo tocante a la dirección política del país. No tengo ni idea de por qué de repente tolera la presencia de un antisemita declarado en su entorno.

Todo parece indicar que Wahlström ha distribuido los telegramas a diversos medios escandinavos, mientras que su padre se ha encargado del mercado ruso. Y aunque los cinco medios que gozaron de la exclusiva han negado una y otra vez que pagaran dinero por la información, por lo menos el periódico sueco
Aftonbladet
ha reconocido públicamente haber pagado a cambio de poder echar un vistazo a los telegramas. El resto de periódicos, incluidos los rusos, se niegan a proporcionar a los medios información concreta sobre el acuerdo.

Hacer negocio en este caso es reprobable. Otra posibilidad problemática es que alguien pudiera utilizar la información para un fin que no fuera su publicación.

También me parecería delicado que una de las partes interesadas echara un vistazo a los telegramas para, en caso de duda, no publicarlo. No serían los primeros documentos que desaparecerían dentro de un cajón porque alguien lo hubiera querido así.

OpenLeaks

Registramos el dominio del nuevo proyecto el 17 de septiembre de 2010, es decir, dos días después de abandonar WikiLeaks. No obstante, el debate sobre qué forma debía adoptar la nueva plataforma de filtraciones, qué podía y qué debía contener duró mucho más tiempo, entre otras cosas porque, simultáneamente, y junto con una colaboradora, estaba desarrollando el concepto para la Knight Foundation.

Informamos a Julian con regularidad de las ideas para introducir mejoras técnicas y de contenido que barajábamos. Nuestras ideas no le parecieron particularmente interesantes. A menudo Julian se refería a sus propias ideas para seguir desarrollando WikiLeaks. En su opinión, la plataforma debía ofrecer una filtración tras otra, de la forma más agresiva y conflictiva posible. En cambio, Julian no parecía tener ningún interés en los debates sobre contenidos o sobre la evolución técnica. A lo mejor es simplemente que Julian no hace planes de futuro a largo plazo.

El verdadero problema de WikiLeaks fue que tuvo que satisfacer demasiadas exigencias al mismo tiempo. WikiLeaks gestiona sola todo el proceso de traición de secretos digitales: las fuentes cuelgan sus documentos, el equipo de WikiLeaks los limpia de metadatos, verifica los envíos y redacta las notas adjuntas sobre el contexto. Al final, todo eso se publica en su página web.

Pero llegó un momento en el que ya no nos era posible llevar a cabo todas esas tareas. Nos acribillaban a envíos y habríamos necesitado cientos de voluntarios trabajando a destajo para salir adelante. Así pues, constantemente debíamos decidir qué filtraciones publicábamos y cuáles permanecían sin publicar en nuestros servidores, junto a otras miles. Esas decisiones nos superaban. Y es muy probable que decepcionásemos a muchos informadores que habían asumido un gran riesgo y que aún hoy esperan una recompensa a la valentía con la que revelaron documentos secretos con la esperanza de contribuir a crear un mundo mejor.

Cada elección implica una censura y toda censura es una intervención política. En realidad, ese proceso se inicia cuando los implicados acuerdan incidir en una serie de temas y dirigen la atención del público hacia unos problemas y no otros. Actualmente, nadie puede poner en duda que WikiLeaks supo despertar la atención del público. Pero en WikiLeaks se habían reunido demasiados hilos en una sola mano (la mano de Julian Assange) y eso nos convirtió en un importante actor dentro del ámbito de la política internacional. No tenía ya ningún sentido hablar de neutralidad, aunque en su día nos hubiéramos comprometido a mantenerla. De hecho, la neutralidad era uno de los principios fundamentales de WikiLeaks.

Llegados a cierto punto, habíamos tenido que buscarnos socios dentro de los medios de comunicación; desde luego, ese había sido un paso necesario. Sin embargo, una vez más, Julian quiso tomar a solas la decisión sobre qué medios debían cooperar con nosotros. Al parecer, más tarde intentó también excluir determinados medios cuyos reportajes no habían sido de su agrado. Con ello, los obligaba de manera indirecta a mostrarse complacientes en sus artículos sobre WikiLeaks. Los conflictos con las redacciones que surgieron a raíz de ello han dejado muchas secuelas. Es innegable que ese enfoque no dio los resultados esperados.

Desde hacía tiempo, me preguntaba hasta qué punto una única plataforma podía satisfacer las necesidades de nuestras fuentes, tan diversas. En WikiLeaks recibíamos documentos de todo el mundo sobre los temas más diversos: desde un caso de corrupción en el ayuntamiento de una pequeña ciudad alemana, hasta información sobre los movimientos de liberación en Timor Oriental o sobre la política exterior norteamericana. ¿Albergar todos esos contenidos en una única plataforma era realmente la mejor solución? Nos habíamos convertido en un colmado o, peor aún, en un enorme supermercado de documentos secretos. En cambio, disponíamos de la experiencia y los recursos de un pequeño taller de informática.

El enfoque inteligente consiste en centrarse en las propias virtudes. Por ello, nuestra nueva estrategia consiste en poner a disposición de los informadores la infraestructura técnica necesaria. Así, se reduce también el peligro de que alguien pueda acumular demasiado poder dentro del sistema.

Con OpenLeaks, pues, hemos decidido emprender un nuevo camino y que sean varios los hombros que acarreen con la responsabilidad (para ser exactos, los hombros que mejor preparados están para ello). Al separar la recepción y la publicación de los documentos, resolvemos el problema que se genera cuando se acumulan un exceso de decisiones en un mando central. Al mismo tiempo, también evitamos que uno de los responsables pueda siquiera intentar ejercer su influencia política.

La información y la decisión sobre qué debe suceder con esta están ahora en manos de quienes más experiencia tienen al respecto. Uno puede pensar que en primer lugar estarán los medios de comunicación, pero tampoco hay que olvidar las ONG, los sindicatos y las escuelas de periodismo, que se encuentran en una posición inmejorable para convertirse en nuestros socios, pues todos ellos están en situación de llegar al público y de actuar con transparencia. Todos tienen la capacidad de analizar los documentos secretos de forma profesional y decidir cómo se deben publicar los resultados, ya sea en forma de un artículo tradicional o a través de una recopilación completa de documentos.

También hemos intentado eliminar las influencias externas sobre la decisión de qué socios deben recibir los documentos. Para nosotros, en este punto existe tan solo una persona legitimada para tomar esa decisión: la propia fuente.

Si una fuente opina que la prensa local será la que mejor podrá gestionar un documento, esta debe disponer de él. En cambio, si la fuente cree que los documentos deben estar en manos de Amnistía Internacional, la decisión también es suya. Esa idea se encontraba ya en la base de nuestra candidatura ante la Knight Foundation. Ahora, con OpenLeaks, la hacemos realidad.

De esta forma lograremos también trasladar la información justo allí donde despertará una mayor atención. En un caso puede tratarse de un canal de noticias, en otro de una ONG especializada, y en otro de un sindicato. ¿Quién puede estar mejor preparado para tomar esa decisión que la fuente? Solo así una filtración de relevancia regional (por ejemplo acerca de un escándalo alimentario) puede recibir la atención que merece junto a documentos espectaculares de relevancia global. Ya nadie tendrá que plantearse el dilema de si invierte sus energías en muchas filtraciones menores o en menos filtraciones de mayor calado. La solución que ofrece OpenLeaks tiene espacio para todos.

Así pues, y a diferencia de WikiLeaks, OpenLeaks no es una plataforma de publicación, sino que concentra todos sus esfuerzos en la primera mitad del proceso de filtración: garantizar que los documentos se puedan enviar de forma anónima, que las fuentes estén protegidas y que los socios puedan trabajar con el material. Igual que WikiLeaks, OpenLeaks ofrece una especie de buzón protegido donde los informadores pueden dejar sus documentos para determinados destinatarios. Para ser exactos, OpenLeaks ofrecerá una serie de buzones digitales, uno para cada uno de nuestros socios.

La fuente no solo podrá elegir en qué buzón deposita un documento, sino que también podrá especificar de cuánto tiempo dispone el receptor para evaluar los documentos en exclusiva. Este mecanismo garantiza que ningún envío termine bloqueado, pues cuando venza el plazo establecido (y siempre que la fuente así lo desee), pasará de forma automática a disposición del resto de socios de la plataforma OpenLeaks.

Sería ingenuo asumir que los periódicos, que se financian en gran medida gracias a la publicidad empresarial, son totalmente libres de elegir qué publican y qué no. Existen numerosos casos de empresas que han retirado campañas publicitarias enteras porque el medio en cuestión había publicado un artículo sobre sus productos o sobre la propia empresa que no había sido de su agrado. Disponer de un consorcio de participantes más amplio debe garantizar que, al final, siempre haya alguien interesado en dar a conocer una información relevante al público. El interés de los socios potenciales es grande. Entre ellos, por cierto, se encuentran algunas de las redacciones que anteriormente trabajaron estrechamente con WikiLeaks. Y contamos ya con numerosas fuentes que desean confiarnos sus documentos.

Esperamos que, efectivamente, sean muchas, pues eso generará un efecto protector para toda la comunidad OpenLeaks. Una red más amplia de medios, ONG, sindicatos, escuelas de periodismo y otras organizaciones independientes contribuirán a erigir un poderoso baluarte que permita resistir a los ataques contra el principio de los buzones digitales. Dicho principio debe gozar de una protección jurídica equiparable al secreto postal que rige el correo en papel.

Contar con numerosos socios procedentes de diversos ámbitos de la sociedad y de los medios de comunicación tendrá otra ventaja: juntos harán todo lo posible para que los enemigos de las filtraciones digitales no consigan derribar este principio genial.

Nuestra intención es empezar con un reducido número de medios para luego, poco a poco, ir ampliando el círculo. Se trata de trabajar con serenidad y prudencia para, así, poder poner a prueba y optimizar el proyecto. Las primeras pruebas están programadas para el primer semestre de 2011, pero no queremos precipitarnos. No queremos cometer errores.

OpenLeaks no pretende hacerle la competencia a WikiLeaks. De entrada, OpenLeaks no va a publicar nada. Además, no tenemos intención de utilizar los varios miles de documentos de diversa índole de WikiLeaks que tenemos almacenados a buen recaudo, en un entorno seguro. En ese sentido, lo único que podemos hacer es animar a las fuentes que aún esperan la publicación de sus documentos a que los envíen de nuevo a uno de nuestros socios.

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