DARTH VADER El señor oscuro (31 page)

BOOK: DARTH VADER El señor oscuro
3.57Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Las máquinas bélicas imperiales llegaban de todas direcciones; deslizadores y lanchas rápidas se acercaban a los bancos de arena, las fragatas descendían en espiral entre los árboles, destructores clase Victoria arribaban de las estrellas, con sus cascos blindados en forma de cuña delineados por las brillantes luces de posición.

Expulsados del bosque y de la ciudad-árbol, los wookiees se encontraron rodeados por compañías enteras de soldados. Los más grandes fueron noqueados y sometidos o asesinados, sin distinción de sexos. Aun así, los wookiees siguieron luchando, incluso los más jóvenes, y muy a menudo sólo con dientes y garras, desgarrando a docenas de soldados miembro a miembro antes de sucumbir bajo los disparos láser.

No se consiguió encontrar a todas las decenas de miles de habitantes de Kachirho, pero sí los suficientes para satisfacer las necesidades del Imperio. De necesitarse más, los soldados sabrían dónde buscarlos.

Cuando Tarfful fue conducido al centro de la plataforma de aterrizaje, junto a incontables miembros de su especie, alzó los largos brazos sobre la cabeza y lanzó a los cielos un rugido estentóreo y apesadumbrado.

Kashyyyk había caído.

46

E
l golpe de Shryne a la parte inferior de la pierna de Vader, debido más a la suerte que a la pericia, liberó otro chorro de chispas.

La furiosa respuesta de Vader fue la única garantía que obtuvo Shryne de que luchaba con un ser vivo. Fuera lo que fuera lo que le había pasado a Vader, por accidente o por voluntad propia, debía seguir siendo más de carne y hueso que ciborg o no se habría enfurecido así ni habría podido invocar a la Fuerza con tal intensidad.

Se enfrentaban en la sala de rampas llena de humo, en un puente colgante que unía dos pasarelas cubiertas, envueltos en una oscuridad interrumpida por haces de luz explosiva procedente del ataque continuado a Kachirho.

Shyne estaba decidido a hundir el sable láser en la caja de control que Vader llevaba en el pecho y a forzar al Sith a adoptar un estilo más defensivo que dejaba sus extremidades vulnerables. En el transcurso de la lucha que los había hecho recorrer sucesivas rampas hasta llegar a ese elevado puente colgante descubierto, Vader había mantenido ante sí el sable láser, que manipulaba diestramente sólo con las muñecas, pegando los codos al costado. Sólo empleaba el juego de pies o saltaba cuando Shryne no le dejaba otra salida.

—Las extremidades artificiales y la armadura corporal son una extraña elección para un Sith —dijo Shryne, preparándose para la reacción de Vader a su golpe de suerte—. Menosprecia al Lado Oscuro.

Vader ajustó su asidero en el sable y avanzó.

—Tanto como alternar con contrabandistas denigra a la Fuerza.

—Ah, pero es que yo vi la luz. Igual es hora de que tú también la veas.

—Lo has entendido al revés.

Shryne se preparaba para una embestida cuando, de pronto, Vader se detuvo y retrajo la hoja de su sable láser, apagándolo.

Antes de que el Caballero Jedi pudiera encontrar algún sentido a ese gesto, oyó un sonido de rotura procedente de abajo y algo salió volando a su encuentro desde una de las rampas. Sólo un golpe con la espada en el último instante impidió que el objeto le golpeara en la cabeza.

Era un tablón, arrancado de una de las rampas que habían cruzado para llegar hasta el puente elevado.

Miró sobrecogido al inescrutable Vader y empezó a correr hacia él, levantando el sable sobre el hombro derecho.

Apenas recorrió la mitad de la distancia cuando una tormenta de tablones similares y trozos de barandilla se precipitó girando contra él. ¡Vader empleaba su habilidad en el Lado Oscuro para desmantelar las rampas!

Shryne se entregó a la guía de la Fuerza y movió el sable láser en un borrón de maniobras de desvío —de lado a lado, por encima de la cabeza, abajo, detrás de su espalda—, pero los tablones siguieron cayendo en todas direcciones, en tamaños cada vez mayores, y más deprisa de lo que él podía maniobrar para bloquearlos.

El extremo de un tablón lo golpeó en el muslo izquierdo.

Un tablero lo azotó de lleno en ambos hombros.

Pequeñas estacas de madera volaron contra su cara; otras se clavaron en sus brazos.

Entonces, una varilla corta le acertó de lleno en la frente, aturdiéndolo y haciéndolo caer de rodillas.

La sangre le llegó a los ojos, luchó para seguir consciente, manteniendo el sable láser apuntando al frente con una mano temblorosa mientras se aferraba a la barandilla del puente con la otra. Vader estaba parado a cinco metros de distancia, con las manos cruzadas y el sable láser colgado del cinto.

Shryne intentó mantener la vista enfocada en él.

Otro tablón, girando de un borde al otro, salió de ninguna parte para golpearlo en los riñones.

La mano con la que se agarraba a la barandilla acudió por reflejo a su espalda, y perdió el equilibrio. Intentó recuperarlo y agarrarse, pero falló y cayó en el espacio.

El suelo de madera de ese nivel le salvó la vida, pero a costa de todos los huesos del brazo y el hombro izquierdos.

Por encima de él, Vader saltó desde el puente, tocando el suelo a escasos metros de distancia con una gracia que no había mostrado antes.

Shryne ignoró el dolor de su destrozada extremidad y empezó a arrastrarse hacia atrás, hacia la apertura por la que entraron en el tronco del wroshyr, y un viento cálido aulló en su dirección, agitando sus largos cabellos.

La balconada había desaparecido. Caído.

No había nada entre Shryne y el suelo del planeta salvo el sucio aire lleno de hojas ardiendo. Muy abajo, los wookiees eran conducidos a la plataforma de aterrizaje. Los bosques estaban en llamas...

Vader se acercó a él, cogiendo y encendiendo la hoja Sith.

Shryne pestañeó para apartar la sangre de los ojos y alzó la mano del sable láser para descubrir que lo había perdido en la caída. Se dejó caer hacia atrás, y liberó un resoplido roto y resignado.

—Tengo una deuda contigo —le dijo a Vader—. Necesitaba que tú me devolvieras al seno de la Fuerza.

—Y yo que tú reafirmaras mi fe en el poder del Lado Oscuro, Maestro Shryne.

Shryne tragó saliva con un esfuerzo.

—Entonces, dime: ¿Fuiste entrenado por Dooku? ¿Por Sidious?

Vader se detuvo.

—Por Dooku, no. Y todavía no por Sidious.

—Todavía no —repitió Shryne, como para sus adentros—. ¿Entonces eres su aprendiz? —Sus ojos miraban a izquierda y derecha, buscando alguna forma de escapar—. ¿También está Sidious aliado al Emperador Palpatine?

Vader guardó silencio por un momento, decidiendo alguna cosa.

—Lord Sidious es el Emperador.

Shryne se quedó boquiabierto, intentando comprender el sentido de lo que oía.

—La orden de matar a los Jedi...

—La Orden Sesenta y Seis.

—La dio Sidious. —Las piezas del rompecabezas que había ido consiguiendo en las últimas semanas se unieron por sí solas—. La militarización, la guerra en sí... Todo era parte de un plan para eliminar a la Orden Jedi.

Vader asintió.

—Todo para esto. —Hizo un gesto hacia Shryne—. Podría decirse que para que tú y yo llegáramos a esto.

A Shryne le dio un vuelco el estómago y tosió sangre. La caída no sólo le había roto los huesos, sino destrozado algún órgano vital. Se moría. Se arrastró un poco más hacia la abertura y miró al cielo nocturno, y luego a Vader.

—¿Te convirtió Sidious en la monstruosidad que eres ahora?

—No, Shryne —respondió él, con voz átona—. Esto me lo hice yo solo, con alguna ayuda de Obi-Wan Kenobi.

—¿Conociste a Obi-Wan?

—¿Es que aún no lo has adivinado? Yo fui Jedi por un tiempo.

Shryne dejó que se notara su desconcierto.

—Eres uno de los Veinte Perdidos. Como Dooku.

—Soy el veintiuno, Maestro Shryne. Seguro que has oído hablar de Anakin Skywalker. El Elegido.

47

L
a nave del Gremio de Comercio elegida por Starstone y los demás se hacía más grande en los miradores de la carlinga del transporte. El destructor clase Disidente tenía algo más de 1.000 metros de largo, estaba erizado de antenas sensoras electromagnéticas y de cañones láser defensivos y mostraba señales de haber sido alcanzado por un turboláser en la Batalla de Kashyyyk, pero parecía mantener intactos tanto los cañones principales como el trío de toberas.

El espacio local de los alrededores estaba moteado por barcazas imperiales y transportes de tropas, junto con cientos de cargueros huidos de la superficie del atormentado planeta. En el centro de estos últimos vehículos, y a buena distancia del destructor en que estaban Starstone y los demás, flotaba el crucero Interdictor, que impedía a las naves comerciales saltar al hiperespacio.

Esas naves atrapadas son el motivo por el que me he salvado,
pensó Starstone.

El motivo por el que fue rescatada por Shryne...

—¿Alguna respuesta del cerebro androide? —preguntó por encima del hombro de Filli.

—Bueno, estamos hablando —dijo el rebanador desde la consola de comunicaciones de la carlinga del transporte—. Ha reconocido el código que empleamos para reactivar la instalación de Jaguada, pero se niega a aceptar órdenes a distancia. Supongo que debieron de apagarlo bruscamente durante la batalla y ahora quiere hacer un chequeo de todos los sistemas antes de encender por completo el destructor.

—Sería preferible no llamar la atención —dijo Garrote desde la silla del copiloto—. ¿Crees que podrías impedir que el cerebro conecte la nave entera?

Chewbacca ladró mostrando su acuerdo.

—Al principio, no —dijo Filli—. El cerebro le devolverá poco a poco la energía a todo, como parte de su análisis de diagnóstico. Una vez acabe, puedo pedirle que apague todas las luces, exceptuando las de la bodega de atraque delantera.

Un ruido repentino de Chewbacca atrajo la atención de Starstone a los miradores delanteros.

La nave bélica en forma de vaina cobraba vida de proa a popa.

Garrote musitó una maldición.

—Los escáneres del Interdictor acabarán captando eso.

—Sólo unos momentos más —dijo Filli.

Todo el mundo esperó.

—¡Listo! —anunció Filli.

Las luces de posición del destructor empezaron a apagarse en orden inverso, exceptuando las que definían la entrada rectangular a la bodega de atraque.

Filli dirigió una sonrisa a Starstone.

—El cerebro está siendo muy colaborador —dijo Filli, dirigiendo una sonrisa a Starstone—. Ya podemos atracar.

Chewbacca bramó un interrogante.

—¿Tiene atmósfera? —tradujo Garrote.

Filli tecleó rápidamente unas preguntas.

—La nave transportaba inicialmente escuadrones de buitres y tricazas... Es de esperar que haya atmósfera y gravedad artificial en algunas zonas, a no ser que los gossamos la convirtieran en una nave sólo para androides... —Sus ojos volaron al monitor—. Parece que ambas cosas: tripulación gossama y androide.

—¿Androides de combate? —dijo Starstone.

—Eso me temo.

—¿No puedes desconectarlos?

—No sin apagar el puente de mando.

Starstone frunció el ceño y se volvió hacia Garrote.

—Reúne todas las pistolas láser que haya a bordo. Y ya puestos, coge los respiradores que encuentres en la cabina principal, por si acaso no hay atmósfera.

—¿Tú quieres una pistola o seguirás con el sable láser? —preguntó al levantarse.

—Ésta es una ocasión que requiere ambas cosas —respondió ella.

—Archyr, Skeck, ¿estáis oyendo todo esto? —dijo Filli al micrófono.

—Afirmativo —respondió Archyr desde la nave de desembarco—. Pero te precederemos en la bodega de atranque. Estamos mejor armados y nuestros escudos son mejores. Una vez dentro, sólo habrá que abrirse paso luchando hasta el puente de mando.

Filli tecleó un plano del destructor en uno de los monitores.

—La mayor parte de las zonas habitables están en el medio, pero el puente de mando se halla en la superestructura que sobresale a proa.

—Es un golpe de suerte —dijo Archyr—. Está cerca de la bodega.

Starstone estudiaba los planos del destructor cuando la nave de desembarco se puso a la altura del transporte. Chewbacca redujo la velocidad sin que se lo dijeran y se situó detrás de la nave más pequeña.

Starstone se sentó en la vacía silla del copiloto para ver cómo la nave de desembarco entraba en la bodega. Para cuando el transporte entró por la abertura, los androides de combate ya caían como blancos en una galería de tiro y la cubierta estaba salpicada de delgadas partes corporales.

Starstone, Garrote y Filli ya esperaban ante la escotilla de la rampa de descenso, con los respiradores en la cara y linternas en la frente, cuando Chewbacca posó el transporte. El wookiee no tardó en reunirse con ellos, con la ballesta que solía llevar al hombro armada y lista.

Cuando la escotilla exterior se abrió, el siseo cortante de los disparos láser entró en la nave. Starstone y los demás se internaron en el grueso del combate, con las linternas de sus cabezas proyectando largas sombras por toda la bodega. Archyr y varios wookiees bien armados estaban en un lateral, abriendo entre los androides de combate un camino hacia una escotilla en el mamparo delantero de la bodega.

Starstone, Filli, Garrote y Chewbacca iniciaron una carrera desesperada hacia allí, disparando mientras corrían y apartando piezas de androides desintegrados. El pasillo que había al otro lado estaba atestado de androides de combate que iban a reforzar a los que estaban en la bodega de atraque.

Los dardos explosivos de la ballesta de Chewbacca combinados con los disparos láser y el fuego que Starstone desviaba con el sable láser dieron cuenta de una docena de androides. Pero, por cada docena destruida, aparecía otra docena. Archyr y algunos de los wookiees se pusieron en retaguardia, dejando que el contingente de Starstone se abriera paso hasta un turboascensor que los llevaría a su destino.

Los cuatro entraron en el puente de mando preparados para lo peor, pero sólo se encontraron con un grupo de desconcertados androides técnicos humaniformes, con interruptores de energía en las nucas que permitían su desconexión rápida y metódica.

Al darse cuenta de que en el puente había oxígeno, todo el mundo se quitó el respirador. Chewbacca se puso a vigilar la escotilla que daba al pasillo, mientras Filli se concentraba en la consola de control de la nave y activaba las luces de emergencia del puente.

BOOK: DARTH VADER El señor oscuro
3.57Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Confessions of a Hostie 3 by Danielle Hugh
Angelina by Janet Woods
The King’s Sister by Anne O’Brien
Dollbaby: A Novel by Laura L McNeal
The Rose of the World by Jude Fisher
Pieces of You by Marie, Lisa
The Guardian's Bond by C.A. Salo
Dearly Beloved by Wendy Corsi Staub