Danza de espejos (51 page)

Read Danza de espejos Online

Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

BOOK: Danza de espejos
8.57Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Cuando usted y Norwood se entrenaban en crío-terapia en el Centro de Vida Beauchene, ¿recuerda si conoció a una doctora Durona? Tal vez era la que les entregaba suministros de laboratorio.

—Allí había doctores hasta en la sopa. No. ¿Puedo irme ya? —Hizo un gesto como para levantarse.

—¡Espere!

—Ya he contestado a su pregunta. Además, los tipos de SegImp ya me lo habían preguntado.

—¿Y usted les contestó lo mismo? Espere. Déjeme pensar. —Mark se mordió el labio, ansioso. El nombre no era suficiente para disparar el recuerdo, ni siquiera lo había sido para él. Tenía que haber más—. ¿Se acuerda de si Norwood estuvo en… en contacto con una mujer alta, inolvidable, de rasgos euroasiáticos, cabello negro, lacio, ojos castaños… tremendamente inteligente. —No se atrevía a sugerir una edad. Podía tener cualquiera entre veinte y sesenta.

El hombre lo miró, absolutamente atónito.

—¡Sí! ¿Cómo lo ha sabido?

—¿Qué era ella? ¿Cuál era su relación con Norwood?

—Creo que también era médica. Él anduvo un tiempo detrás de ella, mostrándole su glamour de militar y demás, pero no creo que la pillara.

—¿Se acuerda del nombre?

—Roberta, o algo así. Rosana. No me acuerdo.

—¿Era de Jackson's Whole?

—A mí me pareció que de Escobar. —El tecnomed se encogió de hombros—. La clínica tenía gente de todas partes, residentes en crío-terapia y demás. Yo nunca hablé con ella. La vi con Norwood un par de veces. Tal vez él pensó que íbamos a intentar quitársela.

—Y la clínica es un lugar importante. Con reputación.

—Eso creíamos.

—Espere aquí. —Mark lo dejó sentado en la pequeña sala de informes del
Ariel
y corrió a buscar a Quinn. No tuvo que correr mucho. Ella estaba en el corredor, esperando. Daba golpecitos en el suelo con la punta de la bota.

—¡Quinn, rápido! Necesito una grabación visual de la cámara del casco de Taura en la misión. Una.

—SegImp confiscó los originales.

—Pero tú tienes copias, seguro.

Ella sonrió. Una sonrisa amarga.

—Tal vez.

—¡
Por favor
, Quinn!

—Espera aquí. —Ella volvió enseguida y le entregó un disco de datos. Esta vez lo siguió hasta la sala de informes. Como la consola de seguridad no quería aceptar su palma por más vueltas que le diera, Mark tuvo que dejar que ella la encendiera. Pasó la grabación de Taura en velocidad rápida hasta la imagen que quería. Un primer plano de una chica alta, de cabello oscuro, la cara medio vuelta, los ojos muy abiertos. Mark borró el fondo del criadero de clones.

Sólo entonces hizo un gesto al tecnomed para que mirara.

—¡Hey!

—¿Es ella?

—Es… —El hombre miró más de cerca—. Es más joven pero sí, es ella. ¿De dónde lo ha sacado?

—Eso no importa. Gracias. No voy a robarle más tiempo. Me ha ayudado mucho.

El hombre se fue con tan pocas ganas como había llegado, mirando por encima del hombro.

—¿De qué se trata todo esto, Mark? —preguntó Quinn.

—Cuando estemos de camino en mi nave te lo digo. Antes no.

Tenía una ventaja sobre SegImp y no pensaba desaprovecharla. Si estaban tan desesperados como parecían estar, no iban a dejarlo ir, con o sin la condesa. Y era justo: él no tenía ninguna información que SegImp no tuviera. Potencialmente. Pero él había unido los pedazos de otra forma.

—¿De dónde diablos has sacado una nave?

—Me la ha dado mi madre. —El trató de no sonreír.

—¿La condesa? ¡Mierda! ¿Te está soltando? ¿A ti?

—No me escatimes la nave, Quinn. Al fin y al cabo, mis padres le dieron toda una flota a mi hermano mayor. —Le brillaban los ojos—. Te veré a bordo en cuanto la capitana Bothari-Jesek informe de que todo está listo.

Su
nave. No robada. Esta vez no lo había conseguido con nada falso, nada fingido. Era suya por derecho, porque se la habían regalado legítimamente. Él, que nunca había recibido un regalo de cumpleaños, ahora tenía uno. Y valía por los regalos de veintidós años.

La nave tenía una generación, y había sido de un oligarca de Komarr en los días florecientes que siguieron a la conquista barrayarana. Había sido lujosa en sus tiempos y obviamente la habían tratado bastante mal en los últimos diez años. Eso no significaba que el grupo de Komarr lo estuviera pasando mal sino que querían reemplazarla y por eso la vendían. Los komarreses entendían de negocios, y los Vor entendían de relaciones entre negocios e impuestos. Los negocios habían recuperado gran parte de su antigua pujanza bajo el nuevo régimen.

Mark había decidido que el vestíbulo de ese yate de lujo fuera la sala de informes de la misión. Miró a su alrededor, a sus invitados, vestidos de distinta forma en medio de los muebles fijados a la cubierta alfombrada alrededor de una falsa chimenea que pasaba un programa de vídeo con llamas atávicas y danzantes y hasta radiación infrarroja.

Quinn estaba allí, por supuesto, en su uniforme Dendarii. Se la habían terminado las uñas y había empezado a morderse los carrillos. También Bel Thorne estaba allí, sentado y silencioso, con una negrura permanente en las líneas finas alrededor de los ojos. La sargento Taura se alzaba junto a él, misteriosa y preocupada.

No era un grupo de ataque. Mark se preguntó si no habría sido mejor llevar más músculo… Una cosa que le había enseñado su primera misión era que si uno tenía suficiente fuerza como para triunfar, entonces era mejor no llevar ninguna. Lo que había hecho era llevarse la mayor experiencia en el tema de Jackson's Whole que podían ofrecerle los Dendarii.

Entró la capitana Bothari-Jesek y le hizo un gesto con la cabeza.

—Estamos en camino. Ya hemos salido de la órbita y nuestro piloto tiene el mando. Veinte horas hasta el primer punto de salto.

—Gracias, capitana.

Quinn le hizo sitio a Bothari-Jesek. Mark se sentó sobre la falsa piedra que había junto al fuego con la espalda hacia las llamas falsas, las manos hundidas entre las rodillas. Respiró hondo.

—Bienvenidos a bordo y gracias a todos por venir. Todos sabéis que ésta no es una expedición oficial de los Dendarii, y que no está autorizada ni financiada por SegImp. La que corre con los gastos es la condesa Vorkosigan. Vosotros estáis en una lista de permisos personales sin sueldo. Con una sola excepción. No tengo autoridad formal sobre vosotros ni vosotros sobre mí. Lo que tenemos en común es un interés urgente que exige que unamos nuestras habilidades y nuestra información. La primera pieza de información es la identidad del almirante Naismith. Vosotros ya informasteis a Bel Thorne y a la sargento Taura, ¿verdad, Quinn?

Bel Thorne asintió.

—Yo ya lo sabía. Hace mucho que lo sé. Siento decir que la identidad secreta de Miles no es tan secreta como él cree que es.

—Para mí fue una novedad —ronroneó la sargento Taura—. Pero ahora me explico muchas cosas que antes no entendía…

—De todos modos, bienvenidos al Círculo Íntimo —dijo Quinn—. Oficialmente. —Se volvió hacia Mark—. De acuerdo, ¿qué tienes? ¿Una conexión, por fin?

—Ah, Quinn, yo ya estoy hasta la coronilla de conexiones. Lo que ahora me falta es un motivo.

—Entonces estás más adelantado que SegImp.

—Tal vez no por mucho tiempo. Ya mandaron un agente a Escobar a buscar más detalles del Centro de Vida Beauchene, y van a hacer la misma conexión que yo. En algún momento. Pero yo planifiqué esta expedición en base a una lista de veinte lugares de Jackson's Whole que quería revisar en profundidad. Ahora he encontrado algo en los efectos personales de Norwood y eso altera el orden de la lista. Si alguien revivió a Miles, y ése es el centro de mi hipótesis, ¿cuánto tiempo creéis que puede pasar antes de que él llame la atención sobre sí mismo?

—No mucho —dijo Bothari-Jesek, aunque sin ganas.

Quinn asintió, secamente.

—Pero podría estar amnésico, por un tiempo. —
O para siempre
, pensó. Mark notó el miedo en su voz aunque ella no lo dijo en voz alta—. Es casi siempre normal después de la crío-estasis.

—La cosa es… que SegImp y yo no somos los únicos que lo estamos buscando. Me estoy poniendo nervioso por el tiempo que ha pasado. ¿A quién le va a llamar la atención primero?

—Mmm —dijo Quinn, con amargura. Thorne y Taura intercambiaron una mirada.

—De acuerdo. —Mark se pasó las manos por el pelo. No se levantó a caminar alrededor de la mesa, a la manera de Miles, entre otras cosas porque las miradas desaprobadoras de Quinn lo estaban mareando—. Esto es lo que descubrí y esto es lo que creo: cuando Norwood estuvo en Escobar, entrenándose en crío-tratamientos, conoció a cierta doctora Roberta o Rosana Durona, de Jackson's Whole, que estaba de residente. Durante algún tiempo tuvieron una relación positiva, eso es seguro, lo suficiente como para que el técnico la recordara cuando estuvo arrinconado en Bharaputra. Y para que confiara lo suficiente en ella como para enviarle la crío-cámara. Recordad también que en ese momento Norwood tenía la impresión de que Fell era nuestro aliado. Porque el grupo Durona trabaja para la Casa Fell.

—Un momento —dijo Quinn instantáneamente—. ¡La Casa Fell dice que no tiene la crío-cámara!

Mark levantó la mano.

—Dejadme que os dé una pequeña clase de historia jacksoniana. Por lo menos, como yo la sé. Hace unos noventa o cien años…

—Dios mío, lord Mark, ¿cuánto va a llevar eso? Preguntó Bothari-Jesek. Quinn levantó la vista y la miró. La había impresionado el uso del título honorífico de Barrayar.

—Un momento. Tenéis que entender quién es el Grupo Durona. Hace unos noventa años, el padre del actual barón Ryoval estaba fundando su extraño negocio de esclavos genéticos, la manufactura de seres humanos por encargo. Y en cierto momento se le ocurrió: ¿por qué pagar a genios del exterior? Mejor cultivarlos uno mismo. Las propiedades genéticas de la genialidad son las más difíciles de encontrar. Es muy difícil crearlas artificialmente, pero el viejo Ryoval era un genio también. Empezó un proyecto que terminó con la creación de una mujer a la que llamó Azucena Durona. Iba a ser su musa de la investigación médica, su doctora esclava o su doctora de esclavos. O las dos cosas.

»Creció, la formaron y la pusieron a trabajar. Y era brillante. Más o menos por entonces, murió el viejo barón Ryoval, sin demasiado misterio, en un intento temprano de transplante de cerebro.

»Digo que no hubo mucho misterio por el carácter de su hijo y sucesor, el actual barón Ryoval, carácter que se reveló enseguida. El primer proyecto de Ryoval Junior fue librarse de todos sus posibles rivales. El viejo había tenido muchísimos hijos. La carrera de Ryoval al comienzo de su reinado es algo así como una leyenda en Jackson's Whole. A los varones mayores y más peligrosos, simplemente los mandó asesinar. A las mujeres y algunos de los menores, los mandó a sus laboratorios de modificación de cuerpos y de ahí a sus burdeles privados, a servir a los clientes de esa rama de sus negocios. Supongo que están todos muertos ahora. Si han tenido suerte.

»Aparentemente usó ese enfoque de manejo directo para el personal que había heredado. Su padre había manejado a Azucena Durona como se maneja un tesoro muy querido, pero el nuevo barón Ryoval la amenazó. Le dijo que si no cooperaba, la mandaría con las otras hijas del barón a satisfacer las fantasías de sus clientes pero directamente, no con su ciencia. Ella, para escapar, empezó a confabular con un medio hermano, despreciado de Ryoval que se llamaba Georish Stauber.

—Ah, el barón Fell —dijo Thorne. Tenía cara de entender más las cosas. Taura estaba fascinada. Quinn y Bothari-Jesek, horrorizadas.

—Sí, el mismo, pero todavía no era barón. Azucena y el joven Georish se escaparon a la Casa Fell, que los protegió. En realidad, supongo que Azucena Durona fue el billete de entrada para Georish. Los dos se pusieron al servicio de sus nuevos amos, y parte de la negociación fue una autonomía considerable, por lo menos en el caso de Azucena. Fue un Trato. Los Tratos son lo más semi-sagrado que hay en Jackson's Whole.

»Georish empezó a ascender en las filas de la Casa Fell. Y Azucena fundó el Grupo de Investigación Durona. Se repitió a sí misma: un clon, luego otro y otro. El Grupo Durona, que ahora cuenta con treinta o cuarenta hermanas clones, sirve a la Casa Fell de varias formas. Es algo así como el médico de familia de los grandes ejecutivos de Fell que no quieren confiar su salud a especialistas externos como los que tiene Bharaputra. Y como la Casa Fell comercia con armas, hacen investigación y desarrollo en venenos militares y biológicos. Y sus antídotos. El Grupo Durona consiguió una pequeña fortuna para la Casa Fell con el invento del Peritaint y, unos años después, lo hicieron de nuevo cuando inventaron el antídoto para el Peritaint. El Grupo Durona tiene una fama discreta, para los que están en el tema. Y SegImp está en el tema, os lo aseguro. Hay una pila de material sobre ellos incluso en los archivos desmantelados que me dejaron ver. Aunque la mayor parte es vox populi en Jackson's Whole.

»Georish, que le debe mucho a Azucena también en cuanto al golpe que lo llevó al poder en la Casa Fell, ascendió a la cumbre unos años atrás cuando se convirtió en barón Fell. Y en ese momento, entran en escena los Mercenarios Dendarii. Y ahora os toca a vosotros decirme qué pasó. —Mark hizo un gesto hacia Bel Thorne—. Lo único que me llegaron fueron fragmentos.

Bel silbó.

—Yo sabía algo de esto, pero no creo que hubiera escuchado toda la historia. Con razón se odian tanto Fell y Ryoval. —Miró a Quinn, que le hizo un gesto. Permiso para hablar—. Bueno, hace cuatro años, Miles trajo un pequeño contrato para los Dendarii. Era para buscar a alguien. Nuestro Empleador… discúlpame, Barrayar… Hace tanto que digo Nuestro Empleador que ya es un reflejo para mí…

—No lo pierdas —aconsejó Mark.

Bel asintió.

—El Imperio quería importar un genetista galáctico. No sé muy bien por qué. —Una mirada a Quinn.

—Ni necesitas saberlo —dijo ella.

—Un cierto doctor Canaba, una eminencia genética de Bharaputra, quería escapar. La Casa Bharaputra ve con muy malos ojos, con ojos letales diría yo, a los empleados que quieren retirarse con la cabeza llena de secretos. Canaba necesitaba ayuda. Hizo un trato con el Imperio de Barrayar para que el Imperio lo recibiera.

—Y ahí es donde aparezco yo —interrumpió Taura.

—Sí —dijo Thorne—. Taura era una de sus proyectos principales. Él… bueno… insistió en llevársela. Desgraciadamente, el proyecto del supersoldado se había cancelado y Taura estaba en manos del barón Ryoval, que colecciona seres fabricados por medio de la genética como… discúlpame, sargento, objetos raros. Así que tuvimos que sacarla a la fuerza de la Casa Ryoval, además de sacar a Canaba de Bharaputra. Me parece que será mejor que tú cuentes el resto, Taura.

Other books

The Dragon Ring (Book 1) by C. Craig Coleman
The Indian Ring by Don Bendell
Chain of Gold by Cassandra Clare
The Heiress by Jude Deveraux
Less Than Zero by Bret Easton Ellis
Bronagh by L. A. Casey
Shadows Gray by Williams, Melyssa