Cuentos completos (126 page)

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Authors: Edgar Allan Poe

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BOOK: Cuentos completos
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Estaba ganando dinero en este negocio cuando, en un momento aciago, me dejé tentar e ingresé en la Salpicadura de Perro, profesión un tanto análoga, pero de ninguna manera tan respetable. A decir verdad, estaba muy bien instalado en pleno centro y tenía lo necesario en materia de betún y cepillos. Mi perrito era muy gordo y estaba habituado a todas las variantes del oficio, pues llevaba en él largo tiempo, y me atrevo a decir que lo comprendía. Nuestra práctica general era la siguiente: Luego de revolcarse convenientemente en el barro,
Pompeyo
se instalaba en la puerta de la tienda hasta ver a un
dandy
que venía por la calle con los zapatos relucientes. Se le acercaba entonces y se frotaba una o dos veces contra él. Como es natural, el
dandy
juraba abundantemente y luego miraba en torno en busca de un lustrador de zapatos. Y allí estaba yo, bien a la vista, con betún y cepillos. El trabajo sólo tomaba un minuto y su resultado eran seis centavos. Esto me bastó por un tiempo; yo no era avaricioso, pero en cambio mi perro sí lo era. Le cedía un tercio de los beneficios, hasta que le aconsejaron que pidiera la mitad. Imposible tolerar semejante cosa, de modo que, luego de discutir, nos separamos.

Por un tiempo ensayé la profesión de organillero, y debo admitir que me fue bastante bien. Es un negocio sencillo, directo y que no requiere aptitudes especiales. Puede usted comprar un organillo por muy poco dinero y, a fin de ponerlo en buen estado, basta abrirlo y darle tres o cuatro martillazos. Mejora el tono del instrumento —para sus finalidades comerciales— mucho más de lo que usted imaginaría. Hecho esto, no hay más que echar a andar con el organillo a la espalda hasta ver un jardín delantero bien cubierto de grava y un llamador envuelto en piel de ante. Se detiene uno entonces y se pone a dar vueltas a la manija, adoptando el aire de quien está dispuesto a quedarse ahí y tocar hasta el juicio final. Muy pronto se abre una ventana y alguien arroja seis peniques, pidiendo al mismo tiempo: «¡Deje de tocar y váyase!». Estoy enterado de que ciertos organilleros han aceptado marcharse por esta suma; por mi parte, mis gastos de capital eran demasiado grandes para permitirme hacerlo por menos de un chelín.

Obtuve buenos beneficios con esta ocupación, pero de todos modos no me sentía satisfecho y acabé por abandonarla. Diré la verdad: trabajaba con el inconveniente de carecer de un mono, aparte de que las calles de Norteamérica son tan sucias, el populacho tan molesto… y no digamos nada de la cantidad de mocosos traviesos.

Estuve sin empleo algunos meses, pero por fin, a fuerza de gran perseverancia, logré introducirme en el Falso Correo. En este negocio las obligaciones son sencillas y procuran bastantes beneficios. Por ejemplo: de mañana muy temprano, tenía que preparar mi fajo de cartas falsas. Dentro de cada una escribía unas pocas líneas sobre cualquier cosa, con tal de que tuviera un aire misterioso, y firmaba aquellas epístolas «Tom Dobson» o «Bobby Tompkins». Cerradas y lacradas, procedía a aplicarles falsos sellos de Nueva Orleans, Bengala, Botany Bay o cualquier otro lugar muy distante. Me ponía luego en marcha, como si llevara mucha prisa. Siempre llamaba a las casas importantes, entregaba una carta y recibía el pago del porte correspondiente. Nadie vacila en pagar el porte de correos por una carta, especialmente si es voluminosa. ¡La gente es tan estúpida! Y ni que decir que me sobraba tiempo para dar vuelta a la esquina antes de que tuvieran tiempo de enterarse de la epístola. Lo peor de esta profesión es que me obligaban a caminar mucho y rápidamente, así como a variar de continuo mi itinerario. Además, me producía grandes escrúpulos de conciencia. Jamás he podido tolerar los insultos a las personas inocentes, y la forma en que toda la ciudad maldecía a Tom Dobson y a Bobby Tompkins era realmente muy penosa de escuchar. Terminé lavándome las manos del asunto lleno de repugnancia.

Mi octava y última especulación consistió en la Cría de Gatos. Dicho negocio me resultó el más agradable y lucrativo de todos, sin que me diera el menor trabajo. Como es sabido, la región está plagada de gatos, al punto que recientemente se debatió en la Legislatura, en una memorable sesión, un pedido de ayuda firmado por personas tan numerosas como respetables. En aquel momento la Asamblea se hallaba excepcionalmente bien informada de los problemas públicos, y coronó sus muchas, sabias y saludables decisiones con la Ley de los Gatos. En su forma original, esta ley ofrecía una recompensa por toda cabeza de gato, a razón de cuatro centavos la pieza; pero más tarde el Senado enmendó el artículo correspondiente, sustituyendo «cola» por «cabeza», y la enmienda era tan adecuada que la Asamblea la aprobó
nemine contradicente
[130]
.

Tan pronto el gobernador hubo firmado el decreto, invertí todo mi capital en la compra de gatos. Al principio sólo podía alimentarlos con ratones, que son baratos, pero pronto aquellos animales cumplieron las prescripciones de la Escritura a una velocidad tan maravillosa que su número me permitió adoptar una política liberal, y desde entonces los alimenté con ostras y tortuga. Sus colas, a precio legislativo, me proporcionan hoy en día una buena renta, pues he descubierto un procedimiento basado en el aceite macasar, que me permite obtener tres cosechas anuales. Me encanta asimismo que los animalitos se hayan acostumbrado de tal manera que prefieran perder la cola a conservarla. Me considero, pues, un hombre que ha completado su carrera, y estoy negociando la compra de una finca sobre el Hudson.

Acerca de los cuentos

La ordenación de las narraciones de Poe plantea un problema de gusto, pues aunque cada cuento sea una obra independiente y autónoma, no hay duda de que todos ellos se atraen o se rechazan conforme a ciertas fuerzas dominantes, a ciertos efectos deliberadamente concertados, y a ese
tono
indefinible pero presente que conecta, por ejemplo, relatos tan disímiles como
Manuscrito hallado en una botella y William Wilson
.

Por ello, y puesto que el lector tiende con lógico sentido a leer los relatos en el orden en que se los presenta el editor, parece elemental publicarlos de la manera más armoniosa posible, como, sin duda, lo hubiera hecho Edgar Poe de haber tenido tiempo y posibilidades de preparar la edición definitiva de sus relatos. La mayoría de las compilaciones existentes, sean completas o no, pecan de arbitrarias. Para no citar más que un caso, si se consulta el índice de la muy leída edición de la
Everyman’s Library (Tales of Mystery and Imagination by Edgar Allan Poe, London
, Dent, 1908), se verá que entre
El retrato oval
y
La máscara de la muerte roja
aparece
El Rey Peste
, que rompe incongruentemente toda continuidad de atmósfera en la lectura, tal como lo hace
La cita
entre
La caída de la Casa Usher y Ligeia
.

Algunos de los editores han optado por imprimir los cuentos con arreglo a su fecha de primera publicación, suponiendo quizá que ello permitiría al lector apreciar la evolución del estilo y el poder narrativo de Poe. Pero aparte de que esta evolución no existe prácticamente, pues
Metzengerstein
, el primer cuento publicado de Poe, contiene ya todos sus recursos de narrador, se incurre además en la falta de gusto de colocar
en primer término
, después del citado, cuatro cuentos relativamente insignificantes
(El duque de l’Omelette, Cuento de Jerusalén, El aliento perdido y Bon-Bon)
antes de arribar a
La cita
y
Berenice
, con el agravante de la probable y justificada perplejidad del lector desprevenido.

En la presente edición se han ordenado los cuentos tomando como norma esencial el interés de los temas, como norma secundaria el valor comparativo de los relatos. Ambas características coinciden en una medida que no sorprenderá a los conocedores del genio de Poe. Sus mejores cuentos son siempre los más imaginativos e intensos; los peores, aquéllos donde la habilidad no alcanza a imponer un tema de por sí pobre o ajeno a la cuerda del autor. De manera general, los relatos así presentados pueden dividirse en ocho grupos sucesivos: cuentos de terror, de lo sobrenatural, de lo metafísico, analíticos, de anticipación y retrospección, de paisaje, de lo grotesco y satíricos. Este orden tiene en cuenta la disminución progresiva del interés, que coincide, como dijimos, con una disminución paralela de calidad. Así, los cuentos satíricos del último grupo tienen un valor muy relativo en la obra de Poe, pues les falta verdadero humor, como falta también en la serie que calificamos de grotesca.

Para aclarar esta ordenación —pues no hemos querido intercalar subdivisiones, siempre discutibles e impertinentes—, diremos que los primeros veinte relatos, de
William Wilson
a
Sombra
, se cumplen en un clima donde el terror, en todas sus formas, domina obsesivamente. El grupo siguiente penetra en lo sobrenatural con
Eleonora
, pasando por diversos grados hasta culminar en
La caída de la Casa Usher
. Ingresamos entonces en una serie de relatos metafísicos, que se cierran con
Silencio
. Pisamos de lleno la tierra en el grupo siguiente, el de los grandes cuentos analíticos:
El escarabajo de oro
y las tres investigaciones del
chevalier
Dupin. Poe explora luego el futuro y el pasado, avanzando y retrocediendo desde
La incomparable aventura de un tal Hans Pfaall
hasta
Mellonta tauta
. A esta altura del camino nos esperan los bellos relatos contemplativos —casi ensayos—, donde Poe expone su filosofía del paisaje. Con
La esfinge
pasamos del paisaje real a la dimensión de lo grotesco, que señala asimismo la declinación de la calidad de los relatos.
La autobiografía literaria de Thingum Bob, Esq
., abre finalmente la serie de los relatos satíricos, octava y última de esta ordenación.

Dentro de cada grupo, los cuentos han sido dispuestos de manera que los temas o escenarios parecidos no se sucedan. En el primer grupo, por ejemplo, los tres relatos de ambiente marino están a bastante distancia uno de otro. Por lo demás, hay muchos cuentos que podrían pasar de un grupo a otro, pues reúnen distintas características; esto se nota, sobre todo, en los dos primeros grupos.
Mellonta tauta
, para citar ejemplos dentro de los grupos siguientes, es un relato satírico y a la vez de anticipación y retrospección;
La esfinge
es un relato de terror, pero hay en él mucho de grotesco. De todas maneras, ésta no pretende ser una clasificación, vale más considerarla como considera el mosaiquista su labor, y entender que cada trozo, autónomo en sí, ha sido colocado como fondo o dibujo dominante para que todos ellos integren el cuadro fiel de la narrativa poeiana.

En una carta, el mismo Poe señalaba: «Al escribir estos cuentos uno por uno, a largos intervalos, mantuve siempre presente la unidad de un libro, es decir, que cada uno fue compuesto con referencia a su efecto como parte de un todo. Con esta intención, uno de mis designios principales fue la máxima diversidad de temas, pensamiento y, sobre todo,
tono y
presentación. Si
todos
mis cuentos estuvieran incluidos en un gran volumen y los leyera como si se tratara de una obra ajena, lo que más me llamaría la atención sería su gran
diversidad y variedad
. Se sorprenderá usted si le digo que, con excepción de uno o dos de mis primeros relatos, no considero a ninguno de ellos
mejor
que otro. Hay gran variedad de clases, y esas clases son más o menos valiosas; pero cada cuento es igualmente bueno
en su clase
. La clase más elevada es la que nace de la más alta imaginación, y por esto sólo
Ligeia
puede ser llamado mi mejor cuento».

El criterio seguido aquí coincide con el de Poe, en cuanto ordenamos los cuentos partiendo de «la más alta imaginación», y respetamos, además, el deseo de
variedad
explícito en el texto citado.

En las notas siguientes, luego del título original de cada cuento, se menciona
la primera publicación
del mismo. La cifra entre paréntesis indica el orden cronológico de cada publicación con referencia al total (67 cuentos). Así,
William Wilson
, publicado en 1840, es el vigesimotercer relato publicado de Poe. Este dato puede servir para situar aproximadamente la fecha de composición de los cuentos, aunque esto último es materia de abundante controversia.

William Wilson

William Wilson.

The Gift: A Christmas and New Year’s Present for 1840
. Filadelfia, 1839 (23)

La idea de un
doppelgänger
circula desde hace mucho en las tradiciones y la literatura. La usual referencia a Hoffmann
(El elixir del diablo)
no parece aplicarse a este memorable relato. Se ha citado como fuente a Calderón (vía Shelley), cuyo drama
El purgatorio de San Patricio
habría inspirado a Byron un proyecto de tragedia donde el doble moría a manos del héroe, revelándose entonces como la conciencia del matador. Poe pudo leer una mención de este plan en un artículo de Washington Irving
(Knickerbocker Magazine
, agosto de 1835). Baldini recuerda el
Monos and Daimonos
, de Bulwer, y
The Haunted Man
, de Dickens. Edward Shanks ve aquí el germen de
The Portrait of Dorian Gray
, de Oscar Wilde. Newcomer menciona
Dr. Jekyll and Mr. Hyde
, de Stevenson. El cine, finalmente, le dio una versión en
El estudiante de Praga
.

Como en
Usher, Berenice
y
Ligeia
, el retrato psicológico y aun físico del héroe coincide con los rasgos más profundos del mismo Poe. En cuanto a la verdad autobiográfica de los episodios escolares del comienzo, es cosa debatida. Según Hervey Allen, Poe combinó sus recuerdos de la escuela de Irvine, en Escocia, y la Manor House School, en Stoke Newington, Londres, incorporando múltiples elementos imaginarios. El retrato del doctor Bransby, por ejemplo, es inexacto; el doctor tenía apenas treinta y tres años cuando Poe entró en su escuela.

El pozo y el péndulo

The Pit and the Pendulum,

The Gift: A Christmas and New Year’s Present for 1843
. Filadelfia, 1842 (38)

A. H. Quinn ha señalado aquí la influencia del capítulo XV de
Edgar Huntley
, novela de Charles Brockden Brown, uno de los pioneros del cuento corto en Estados Unidos. En
Una malaventura
, escrito antes que este relato, Poe usa ya el recurso del péndulo —en este caso, la aguja de un reloj gigantesco—, pero en tono de farsa. El mismo Quinn recuerda la mención hecha por Poe de
The Man in the Bell
, truculento relato publicado en el
Blackwood
, y que pudo influir en su tema (véase
Cómo escribir un artículo a la manera del
Blackwood). En su estudio sobre Poe, el reverendo Griswold lo acusa de haber plagiado el cuento de otro publicado asimismo en el
Blackwood: Vivenzio, or ltalian Vengeance
. Baldini, por su parte, remite al canto XXXIII del
Infierno
.

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