Cadenas rotas (23 page)

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Authors: Clayton Emery

Tags: #Fantástico, Aventuras

BOOK: Cadenas rotas
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Otro encogimiento de hombros.

—Todavía no lo hemos descubierto. Esperamos que acabe diciéndonoslo.

Gaviota meneó la cabeza.

—Me alegro de que seáis vosotros los que están trabajando en eso y no yo —dijo—. ¿Has aprendido algún truco nuevo? Vamos, ¿es que Chaney todavía no te ha enseñado cómo sacarte un conejo de la manga, o a convertir la tiza en queso? ¿Tampoco te ha enseñado cómo se fulmina a la gente con un chorro de fuego del infierno para conseguir que te suelte el brazo?

Su hermana le contempló con el ceño fruncido, pero ella también lamentaba lo que había ocurrido.

—Ya lo sé, Gaviota. Todavía estás dolorido porque te lancé ese... rayo. Pero eso fue un accidente, y no deberías ir por ahí agarrando del brazo a la gente. Y de todas maneras, la magia también puede hacer mucho bien... Le he estado hablando de ti a Chaney, y le he contado cómo cuidaste de mí en el pasado...

—¿En el pasado?

—No me interrumpas. Y que eras el leñador de la aldea, y el hombre más fuerte de toda la aldea, pero que tienes una rodilla lesionada...

—¿Y por qué debería importarle todo eso a Chaney?

—¡Calla! ¡Porque puede curarte la rodilla!

Gaviota empezó a irritarse.

—No me parece probable. Me hice esa lesión hace tres años. Si todavía no se ha curado a estas alturas...

Mangas Verdes no discutió con su hermano, y se limitó a cogerle de la mano y llevarle hasta los bibliotecarios y la cosa inmóvil encima de la roca.

—Me curó el tobillo roto de la noche a la mañana. Y los tobillos son más complicados que las rodillas: tienen muchos más huesos, y son más pequeños. Así que limítate a escuchar, ¿de acuerdo? ¿Chaney?

La anciana druida abrió los ojos tan despacio como una vaca, y necesitó unos momentos para poder centrar la mirada. Después hizo una temblorosa inspiración de aire, y Gaviota reprimió un estremecimiento. Aquella mujer estaba más muerta que viva, y sin la magia ya habría sido pasto para los gusanos... ¿Cuándo? ¿Hacía años, o quizá décadas?

Pero cuando habló, Chaney empleó un tono jovial y lleno de animación.

—Ah, sí. El hermano mayor, el leñador... Mangas Verdes me ha hablado de ti.

Gaviota volvió a sentirse como un muchacho. Chaney era tan anciana que un roble se habría sentido como una semilla ante ella.

—Me habló de tu mano. ¿Puedo verla?

«Mi rodilla», la corrigió mentalmente Gaviota, pero entregó su mano mutilada a la mano sana de Chaney. Sus tres dedos habían quedado amputados a la altura de la palma: cuando los dedos fueron aplastados por aquel tocón que se movió inesperadamente, su madre, Agridulce, los había cortado por las articulaciones con un cuchillo de la carne, y luego había doblado la piel encima de los muñones y ésta se había endurecido, convirtiéndose en tejido cicatricial blanco que nunca se bronceaba. Hacía años que Gaviota había dejado de pensar en su deformidad, y ya no trataba de ocultarla. Aun así, ver cómo la druida la contemplaba con tanta atención hizo que sintiera un extraño nudo en su estómago. Era como si el horrendo dolor de la herida fuese a regresar de un momento a otro bajo aquel contacto tan seco y áspero que hacía pensar en las escamas de una serpiente.

—Es bastante fácil, si sabes cómo hacerlo —murmuró la anciana—. Sí, puedo animarles a que vuelvan a crecer, aunque...

Gaviota retiró su mano en una brusca reacción totalmente involuntaria.

—¿Volver a crecer? ¿Estás loca? No puedes...

La anciana le sonrió con su sonrisa torcida. Un ojo legañoso se clavó en él, y el otro se entornó. Gaviota se dio cuenta de que eran de un azul tan claro que apenas si tenían color.

—No, no puedo hacer que vuelvan a crecer. Pero tú si puedes..., con mi ayuda. ¿Nunca has oído hablar de ello? Una salamandra puede recuperar la cola que ha perdido, ¿no?

Gaviota se restregó la mano mutilada.

—Por supuesto. Pero un hombre no es una salamandra.

Un encogimiento de hombros de un solo lado.

—Cierto, sólo son primos. Aun así, si deseas...

Mangas Verdes se apresuró a intervenir.

—Quizá podrías ocuparte de su rodilla, Chaney. Mi hermano... Eh... Bueno, digamos que la magia le pone un poco nervioso.

«Hablan de mí como si fuera un caballo tonto», pensó Gaviota. Pero ofreció su rodilla lesionada. Tenía un aspecto casi totalmente normal, pero después de que un árbol se la hubiera roto, la rodilla había quedado rígida y no podía doblarse mucho ni hacia atrás ni hacia adelante. También se le cansaba con facilidad, y le dolía cuando hacía mal tiempo.

La mano fría como las escamas de una serpiente volvió a tocar su piel morena, haciéndole estremecer. La druida cerró los ojos para percibir mejor las sensaciones y hundió su mano, sorprendentemente fuerte, en el músculo.

—Ah, sí. Rota por un árbol. Un roble negro cuya copa fue fulminada por el rayo, lo que hizo que quedara desequilibrado y cayera hacia donde no debía. —El asombro que vio en el rostro de Gaviota le hizo soltar una risita—. Podría quedar casi tan bien como antes de la fractura. Los huesos han desarrollado cuernos muy dentro de ellos. Tenemos que disolverlos, y luego hay que relajar los tendones...

La anciana druida empezó a susurrar una cancioncilla tan simple como repetitiva en alguna lengua antigua. Gaviota esperó, primero pacientemente y luego con creciente impaciencia a medida que Chaney seguía y seguía con su canturreo. No había ido allí para perder el tiempo con aquellas paparruchadas mágicas, sino para hablar con su hermana. Y con Lirio...

Una oleada de fatiga se extendió repentinamente por todo su ser, y Gaviota se bamboleó y estuvo a punto de caer. Chaney dejó de canturrear y asintió. Mangas Verdes puso cara de perplejidad.

—¿Te encuentras bien, hermano?

Gaviota se llevó una mano a la cabeza, volvió a tambalearse y tuvo que sentarse.

—No, me siento... débil.

Un aleteo de pánico se agitó dentro de su pecho. La sensación era idéntica a esa debilidad letal que había matado a tantos familiares suyos.

—Es normal —graznó Chaney—, perfectamente normal. Debes desprenderte de una parte de tus energías y distribuirlas a través de tu cuerpo para curar lo que está lesionado. Come con abundancia y duerme, y estarás estupendamente.

Gaviota no creía ni una sola palabra de todo aquello. ¡Dioses, cómo odiaba la magia y a todos sus sucios manejos! Se irguió con cierta dificultad y descubrió que su rodilla lesionada estaba tan temblorosa como siempre, pero además notó que ardía con un fuego interior.

—No. Ya me encuentro bien. Iré a ver a... Lirio.

Gaviota se alejó con paso vacilante. Las dos druidas le siguieron con la mirada.

—¿Se pondrá bien? —preguntó Mangas Verdes.

Chaney asintió.

—Sí, tanto de la cabeza como del cuerpo.

—¿La cabeza?

—Sí. Habrá hecho desaparecer el abismo que existía entre la magia y sus creencias. Pero ahora, volvamos al trabajo... Dime, ¿cómo puedes animar a un árbol a que crezca más deprisa?

* * *

Cojeando más que nunca, y con todo el cuerpo dolorido de puro cansancio, Gaviota fue en busca de Lirio y la encontró caminando lentamente sobre las hojas marrón amarillentas de los robles y las hayas. Todavía llevaba la chaqueta y el traje de invierno adornados con bordados de flores rojas, amarillas y azules que había usado durante todo el viaje, y una capa blanca cuyos bordes estaban adornados con más flores, pero calzaba unos resistentes zapatos de piel de buey. Una capucha blanca cubría sus oscuros rizos.

Lirio se envaró cuando Gaviota fue hacia ella.

—Eh... ¿Cómo estás, Lirio?

—Estoy siendo ignorada —respondió con voz malhumorada, y sus ojos oscuros destellaron bajo sus largas pestañas. Lirio llevaba la capucha puesta, y Gaviota tuvo que inclinarse para poder verle la cara—. Chaney no dispone de tiempo para enseñarme. Mangas Verdes está muy ocupada con ella, los estudiantes estudian al cerebro verde, los bibliotecarios garrapatean en sus pergaminos, tú te entrenas durante el día y practicas la lucha libre sobre las mantas con tu amazona durante la noche, y yo..., yo no hago nada.

—Yo... Eh... pensaba que estabas practicando con tu magia. Aprendiendo a volar, ya sabes.

—¿Me ves volar? —Lirio agitó las manos encima del suelo—. ¿Me ves conjurar alguna cosa, o deslizarme de un lugar a otro en un instante? Quizá nunca llegue a ser capaz de volar, y puede que nunca consiga conjurar ni un higo. Chaney estuvo un minuto entero examinándome con sus poderes, pero se limitó a decir que mi magia es distinta de la de Mangas Verdes. Mangas Verdes puede acceder a la magia de la naturaleza, y yo... Bueno, hay muy poca magia que pueda utilizar. Chaney piensa que utilizo la magia del cielo, o de las nubes, o de la niebla, o la magia del sol. Dice que por eso resulta tan difícil de emplear. Un árbol es sólido y está repleto de magia, pero la luz del sol que se derrama sobre los tréboles está dispersa y se limita a fluir y gotear. Y yo estoy aquí abajo y el cielo está allá arriba, ¿y cómo voy a arreglármelas para acceder a esa magia? ¿Haciendo una peregrinación hasta la cima de alguna montaña? Cada vez que pienso que estoy lista para avanzar un poco más, desperdicio el maná. He de ser como una abeja, recolectando acres de maná como si fuesen néctar para obtener una gotita de miel. Yo...

Lirio se interrumpió de repente, pues no soportaba las quejas..., especialmente si salían de su boca.

—Chaney me llama Lirio la Blanca —siguió diciendo pasados unos momentos—. ¿Puedes imaginártelo? ¡El símbolo de la pureza para una bastarda y una ramera! En mi caso, «Blanca» resulta tan poco adecuado como «Lirio».

Gaviota volvió a caer en la cuenta de que no sabía si Lirio tenía otro nombre, y de que nunca se lo había preguntado.

El leñador se frotó su ardiente y dolorida rodilla. Estaba exhausto y se moría de hambre.

—Nunca pensé en ti como una ramera, Lirio, ni siquiera cuando trabajabas para Liante. La vida es dura, y te limitabas a sobrevivir, tal como hacía yo. Hice el sagrado juramento de matar hechiceros y acabé trabajando para uno. Si se puede decir algo de ti, es que fuiste más honrada que yo. Y los lirios son hermosos y puros broten donde broten, incluso si lo hacen en un montón de estiércol. Sé que tu corazón es puro...

—Calla.

Lirio se le acercó y le puso un dedo en los labios para acallarle. Pero después retrocedió cuando Gaviota intentó tomarle la mano.

Sus bondadosas palabras la animaron a pesar del sombrío estado de ánimo que se había impuesto a sí misma, pero los elogios no resolverían su problema. Lirio decidió cambiar de tema.

—¿Y cómo estás tú, Gaviota? ¿Qué tal te trata tu devoradora de hombres? Apuesto a que tiene más pelo en el pecho que tú.

Gaviota ignoró sus pullas.

—Rakel está siendo roída por alguna pena secreta. Creo que se está muriendo por dentro, y que se siente desesperadamente sola. Lo que quiere no es que le hagan el amor y ni siquiera amor, sólo... contacto, afecto. Hubo un tiempo en el que tú también eras así y me necesitabas. Después encontraste la magia...

Lirio desvió la mirada, pero Gaviota vio caer lágrimas de sus pestañas. Extendió las manos hacia ella, y esta vez Lirio se deslizó entre sus brazos para llorar en silencio sobre su pecho.

—No sé qué hacer, Gaviota... Hay magia dentro de mí, pero no funciona. Es como si mi cuerpo fuese un recipiente inadecuado, viejo y resquebrajado, y la magia se escapara de él...

El leñador echó hacia atrás la capucha blanca y acarició la nube aromática de su cabellera.

—Ni eres vieja ni estás resquebrajada, Lirio. Eres joven y fuerte, y dulce. La única explicación que se me ocurre es que la magia no quiere residir dentro de ti porque eres demasiado pura. Por lo que he visto de ella, la magia engendra males y problemas y corrompe a todo lo que toca.

Lirio sorbió aire por la nariz y meneó la cabeza, pero sonrió.

—Sabes que eso no es verdad, pues tu hermana posee una gran magia y hace el bien. Ojalá yo también pudiera hacer el bien.

Gaviota suspiró. ¿Cómo había llegado a volverse tan complicada la vida?

—Procuro vigilar de cerca a Verde para asegurarme de que no llegue a corromperse, y sigo sin estar muy seguro de que debas practicar la magia. El mero hecho de que a alguien se le dé muy bien... No sé... Bueno, el que alguien tenga una habilidad natural para matar cerdos no quiere decir que deba convertirse en matarife, ¿verdad? Hubo un tiempo en el que ibas a abrir una tienda, ¿recuerdas?

—Sí, pero me parece que no encontraría muchos clientes por aquí. —Lirio se rió—. Oh, Gaviota, haces que me sienta mejor, aunque sólo sea porque estás tan confuso como yo. Pero por lo menos tu camino en la vida está claro.

—¿De veras? A veces me pregunto si... Me gustaría que algún día volvieras a ir por mi camino, cuando estés preparada. Dentro de mi corazón, todavía sigues allí.

Aunque en los últimos tiempos Rakel también estaba allí. Gaviota se preguntó si las mujeres tenían tantas dificultades para entender el amor como los hombres.

Lirio percibió la lucha que se estaba desarrollando en su interior, y le apartó con suave delicadeza.

—Bueno, me alegro. Pero es mi corazón el que necesita ver descifrados sus misterios, Gaviota... Sigo sin saber quién soy, o cuál es mi destino o mi propósito. —El leñador abrió la boca como si se dispusiera a hablar, pero Lirio le detuvo con un rápido beso y después le sonrió valerosamente—. No discutas. Ya discuto bastante conmigo misma. Ocúpate del ejército, y yo me ocuparé de mis..., mis vuelos. Ya veremos dónde acabamos. Has venido a ver a Mangas Verdes porque querías hablar de la partida con ella, ¿verdad?

—Bueno, sí. —Gaviota la miró a los ojos—. Pero ¿cómo lo has sabido? ¿Es que todas las mujeres tenéis poderes mágicos?

—Eso es un secreto.

Y Lirio le tomó de la mano y volvió a llevarle a la hondonada.

* * *

Mangas Verdes estaba comiendo sopa y unas galletas y hablaba en voz baja del gran cerebro con los otros y sus extrañas declaraciones, cuando un grito de júbilo hizo que diera un salto.

Gaviota salió de la caverna de Chaney a tanta velocidad como si hubiera sido lanzado por una ballesta gigante. Había vuelto a la hondonada exhausto, bostezando y con los ojos que se le cerraban, y se había metido casi a rastras dentro de la caverna y se había quedado dormido encima de una piel de oso igual que un niño..., pero de repente Mangas Verdes vio cómo reía, gritaba, agitaba los brazos en el aire y bailaba una jiga.

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