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Authors: Claudia Piñeiro

Tags: #Humor, Policíaco

Betibú (24 page)

BOOK: Betibú
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Ella, Nurit Iscar, no le haría algo así a uno de sus personajes.

CAPÍTULO 22

Las porciones de pizza a medio comer terminan enfriándose en los platos. Nurit Iscar, además de inapetente, permanece callada a pesar de los esfuerzos de sus amigas por hacerla sentir un poco mejor. Pero un muerto que cuelga de un árbol no es una imagen que pasa sin dejar huella. Y menos si uno conocía al que cuelga, y habló con él, y hasta discutió. Y menos si uno se imaginaba que algo así iba a pasar. Y menos si uno cree que no se colgó por voluntad propia, sino que lo obligaron a hacerlo. O hasta que lo mataron y después lo colgaron. Una cosa es escribir acerca de la muerte y otra es verla. Paula Sibona le alcanza una manta que, después de revolver en una casa que nadie conoce, encuentra en un placard del pasillo de la planta alta. Karina Vives sigue con los ojos irritados de llorar, pero en medio de tanta muerte nadie le presta atención. El pibe de Policiales le da a Brena la hoja que imprimió un rato antes con la noticia en castellano del asesinato del amigo de Chazarreta en New Jersey; espera que se ponga los anteojos y la lea, y en cuanto termina le traduce las páginas que imprimió en inglés, salteando la información redundante. Jaime Brena, entonces, llama al comisario Venturini pero no lo encuentra. Le deja un mensaje: Comisario Venturini, acá Brena, llámeme urgente, es por la muerte de Collazo, no sé si está enterado. Ya es casi la medianoche del domingo y todos se miran la cara sin saber qué hacer, ni por dónde seguir. Nadie se atreve a proponer una alternativa: descansar hasta el día siguiente, anotar los nuevos datos obtenidos para no olvidarse de algo importante, volver a insistir con el comisario Venturini, definir qué información va ya mismo para la sección Policiales de
El Tribuno
y qué información no. Silencio, nadie dice nada. Entonces es Paula Sibona la que, usando un mecanismo de asociación libre que tantas veces explicó en las clases de teatro cuando les enseñaba a sus alumnos a improvisar, pregunta: Che, ¿nadie tiene un porro, no? Carmen Terrada se sorprende de lo directa que es la pregunta de su amiga. Nurit Iscar mira a Paula con reprobación, Paula lo nota pero no deja que esa mirada la cohíba. Karina Vives está pensando en otra cosa y no escuchó de qué hablan; si no, ofrecería con gusto el porro que lleva en la cartera y que no enciende desde que se enteró de que está embarazada. Jaime Brena se sonríe y dice: Ojalá tuviera. Al escucharlo, Paula la mira a Nurit más relajada, le guiña un ojo y hace un gesto, una sonrisa lateral, que entre ellas significa algo así como «viste que no estuve tan mal». El pibe de Policiales se levanta y dice: Si no me equivoco, yo tengo un fasito en la guantera del auto. Y sale.

La espera del porro detiene la escena aún más. Nurit Iscar está entregada: sabe que en apenas unos minutos todos fumarán en su casa. Y no es que eso le produzca ninguna clase de prurito. Lo que le da es envidia. Ellos lo pasarán bien, se reirán, se relajarán, hablarán de cosas pequeñas como si fueran inmensas, sacarán conclusiones fundamentales a preguntas banales o conclusiones banales a preguntas fundamentales, resolverán problemas que nunca antes se plantearon, se mirarán con cariño y, mientras tanto, ella, Nurit Iscar, Betibú, intentará una vez más que la marihuana le produzca algún efecto. Y una vez más, la marihuana no hará otra cosa que picarle en la garganta, darle ganas de toser y decepcionarla. Algo así como no poder reírse con un chiste que todos disfrutan, no conmoverse con un poema al que los que saben le otorgan valor «de culto», o —después de ponerle empeño— no llegar al orgasmo. El pibe de Policiales entra en la casa jugando con el porro entre sus dedos índice, pulgar y mayor. ¿Fuego?, dice. Y Brena le acerca su criquet. El pibe enciende el porro y da la primera pitada hasta que la brasa se pone roja. Luego lo pasa hacia su derecha. Paula Sibona fuma con gusto, con ganas, como si lo estuviera deseando desde hace rato. Lo está deseando desde hace rato. Carmen Terrada da una seca corta y se disculpa: Yo, apenas; si no, me duermo o me pongo tonta. Brena recibe el porro casi con tanto gusto como Paula Sibona, pero fuma de una manera distinta, con más serenidad; para él fumar es un acto cotidiano, fuma todas las noches, se relaja y después se duerme. Le da tiempo al acto de fumar: apoya los labios sobre los dedos que sostienen el porro y encima de ellos aspira, mientras entrecierra los ojos. Disfruta lo que hace. Retiene el humo, lo larga al rato, de a poco, y recién después de toda esa ceremonia, se lo pasa a Karina Vives. Yo no, dice ella, gracias. No fumás, no te gusta, dice Nurit casi con alegría como si hubiera encontrado en esa mujer, que aún cree no conocer, a alguien a la que le pasa lo mismo que a ella. Todos se quedan callados, intuyen que eso que deduce Nurit —que no le guste— no es el motivo. Todos menos ella creen saber por qué Karina rechaza el porro, pero nadie sabe que el otro lo sabe. Entonces disimulan. Esperan que Karina misma responda. Jaime Brena continúa con el faso en la mano, sin entregarlo. Paula se acerca a él, lo toma y mientras se resuelve el asunto, da su segunda seca. Yo algo voy a fumar para no desairar la invitación pero a mí tampoco me gusta, dice Nurit y parece que se lo dijera especialmente a Karina Vives, a mí no me hace efecto. Y cumple lo que dice: Nurit Iscar recibe el porro que le entrega Paula Sibona, da una pitada poco convencida y lo pasa. No, a mí sí me gusta, aclara Karina, pero estoy embarazada, no sé si puedo. Nurit tose. El pibe de Policiales lo mira a Brena y le dice: Está embarazada. Sí, sabía, contesta él. Pero todavía no sabe qué hacer, le cuenta Carmen a Nurit. Suena el teléfono de Jaime Brena, es el comisario Venturini. Jaime Brena escucha y después dice: No fue suicidio, Venturini, yo sé lo que le digo. Por la cara que pone Brena, por su gesto, es obvio que el comisario Venturini no comparte su teoría. Ah, ¿usted está ahora en lo de Collazo?, y hace un movimiento con la cabeza como si quisiera decir que si el faso le toca a él no se lo salteen. Sí, yo estuve también, dice Brena, pero no lo vi, comisario. Sí, sigo en lo de Nurit Iscar. Jaime Brena escucha con un poco de fastidio lo que le dicen del otro lado. Nurit Iscar tose. Okey, okey, yo le entiendo, pero ahorcado blanco con nudo lateral, no cierra, comisario. Paula le saca el porro a Nurit con la excusa de tirar la ceniza antes de que caiga al piso, aunque después de hacerlo aprovecha y da otra seca, en el caso de ella, la tercera. Brena se despide del comisario y corta: Un nabo, dice. Me parece que igual un poco no te va a hacer nada, le dice Carmen a Karina Vives. Yo fumé en mis embarazos, poco, menos, pero no te hace nada, es como tomar una copita de vino, cuenta. Yo no tomé vino durante mis embarazos, dice Nurit. Es que vos sos muy controlada, amiga, por eso no te hace efecto la marihuana, dice Paula y se ríe. A Nurit no le hace mucha gracia el comentario. El orden de la ronda se altera y el porro pasa a Jaime Brena. Ya no está claro si va de derecha a izquierda o de izquierda a derecha. De Jaime Brena cruza al pibe de Policiales. Y otra vez a Paula Sibona. Después de ella, Nurit hace otro intento. Se lo pone en los labios. Aspirá más, le dice Brena y desde su lugar la alienta imitando el gesto que debería hacer, más, insiste, tiene que encender, se tiene que poner la punta roja. Paula se ríe. Nurit le pasa el porro a Carmen y larga el humo. Aguantá, le dice Brena, no lo largues tan rápido, andá largando de a poco. Carmen fuma. No es porque lo largue rápido, explica una vez más Nurit, es que a mí el porro no me hace efecto. ¿Pero vos entrás el humo hasta acá?, dice el pibe de Policiales y se toca el pecho. Sí, dice Nurit, no soy tan pelotuda. Paula se ríe: «Asistencia al fumador frustrado». Carmen se ríe con ella, y después se acomoda en el sillón como si quisiera dormir. Bueno, dame que voy a dar una seca, dice Karina Vives y le saca el porro a Carmen antes de que lo agarre otra vez Paula. La chica aspira y se lo pasa al pibe de Policiales que luego de fumar limpia la punta del porro en el cenicero. La ceniza tiene algo de nube, ¿no?, dice el pibe, no sé si es el color o esa inconsistencia que tiene que si uno la toca se desarma, se desvanece. Se desvanece, repite Paula. Ahora el pibe juega con la ceniza en silencio y unos segundos después dice: Como una nube, igual que una nube cuando la atravesás con el avión. Es una nuuube, no hay duuuda, entona Carmen casi dormida. Vox Dei, dice Brena. Vox Dei, confirma Carmen y canta: Liviana como… una nu u u beeee. Mi tío Luis cantaba siempre ese tema con la guitarra, dice Karina. El pibe de Policiales jamás escuchó esa canción, aunque sabe quién fue Vox Dei, cree, no está seguro. Pero dice: Una nube, sí, como una nube. Mientras, el porro por ahí anda haciendo su camino de mano en mano. Porque la ceniza viene del fuego, dice el pibe, y la nube, de alguna manera, también. Paula le saca el porro a Karina Vives: ¿Te diste cuenta de quién es esta mina?, le pregunta a Nurit y se ríe. Nurit niega con la cabeza. Karina se pone tensa. Karina Vives es la hija de puta de
El Tribuno
que hizo la reseña de
Sólo si me amas
, le informa Paula Sibona. Liviana como… una nu u u beee…, canta Carmen y se acomoda un poco más horizontal en el sillón. Karina Vives empieza a llorar otra vez. Nurit está entre perpleja y enojada. O perpleja y enojada, las dos cosas. No te preocupes, dice Paula, no llora porque es hija de puta, llora porque está embarazada, ya estuvo llorando antes, llora que te llora. Nurit le saca el porro y da una pitada mucho más profunda que las anteriores, mientras deja los ojos clavados en Karina Vives aunque no sabe qué decir. Entonces, como no sabe qué decir, dice una vez más: A mí esto no me hace efecto, y tose. Jaime Brena relaja su espalda, el cuello a un lado y al otro, y sonríe: ¿Estamos bien, no?, pregunta. En medio de los hipos, Karina Vives le dice a Nurit Iscar: Yo no leí tu novela. Carmen, que parecía dormida, se incorpora: ¿Qué dijiste?, y se ríe. El pibe de Policiales desarma la ceniza con el dedo índice, tocándola apenas: El Facebook y las redes sociales tienen algo de ceniza, algo de nube. Algo, dice Brena. Eso…, dice el pibe. ¿Ustedes no escucharon que esta chica acaba de decir que no leyó el libro de Nurit?, pregunta Carmen. Yo tampoco, dice el pibe de Policiales. Pero vos no hiciste una reseña donde la destrozaste, dice Paula y está a punto de largar una carcajada pero con esfuerzo se contiene. Yo no hice esa reseña, aclara Karina Vives. ¿Cómo?, pregunta Nurit y pide que le pasen el porro. Que yo no hice esa reseña, repite Karina y se suena los mocos. No leí tu novela ni hice esa reseña. La firmé, eso sí. Yo acababa de pasar a Cultura, era mi sueño, lo que quise desde que entré en el diario, y Cultura no tenía editor, entonces Rinaldi me dio el puesto, yo no lo podía creer, dice y llora. Y al rato vino y me dio esa reseña y me dijo que la firmara y la publicara, y yo la publiqué. ¿Rinaldi escribió esa reseña?, pregunta Nurit sin salir de su asombro. No, Rinaldi no, su mujer, me dijo que Marisa, ¿se llama Marisa la mujer de Rinaldi, no?, bueno, Marisa, estaba empezando a dar unos pasos en el oficio, pero todavía no quería publicar las cosas con su nombre hasta estar más segura porque todos iban a poner los ojos en ella por ser «la mujer de». La mujer de un flor de hijo de puta que además tiene próstata, dice Paula y se ríe. ¿Rinaldi tiene próstata?, dice el pibe de Policiales sin dejar de jugar con la ceniza. A veces hacemos reseñas que ya vienen direccionadas, es algo que cada tanto pasa, y hay que bancárselo, en general son para levantar un libro, no para hundirlo, si lo que hay que hacer es hundirlo no se lo menciona, no se habla, se hace de cuenta que no existe. ¿Y por qué pueden querer hundir un libro?, pregunta Carmen y bosteza. Por problemas políticos, o porque el libro habla mal del diario, o porque el libro habla mal de alguien muy relacionado con el diario, o porque el que lo escribió hizo hace un tiempo otra reseña donde destrozaba a un amigo. Qué desilusión, dice Carmen. O porque el escritor o escritora es amante del director del diario, dice Paula y se ríe. Paula…, dice Nurit en un intento vano de que se controle. No sabía que te había pegado tan mal esa reseña, se lamenta Karina. El porro no le hace efecto pero las críticas sí, dice Paula y se tapa la boca como pidiendo perdón. ¿Quién te dijo que me pegó tan mal?, pregunta Nurit. Ellas, dice Karina y señala a las amigas. En una jaauulaa de alaaambre, dice Carmen, y después agrega: perdón. Por eso no leí nunca tu novela, repite Karina, porque no quería saber si lo que había firmado estaba bien o mal. ¿O sea que mi amiga Nurit Iscar se pasó tres años sin escribir por una reseña que le hizo la hija de puta de la mujer del hijo de puta de su amante?, sintetiza Paula Sibona. ¡Paula!, dice Nurit. Perdón, dice Paula y se ríe. Jaime Brena dormita en su sillón y entre sueños parece que hablara con el comisario Venturini. El pibe de Policiales intenta darle la última pitada a un porro que ya no da para más. ¿Da para una última seca?, dice y se estira para agarrarlo. Después de la tuya, la mujer mandó dos o tres reseñas, sigue Karina, y después no volvió a mandar, le pregunté a Rinaldi y me dijo que estaba trabajando para el suplemento de viajes, que ahí se sentía más «en su salsa», me acuerdo de que usó esas palabras: «en su salsa». ¿Qué será la salsa para una mujer como ésa, no?, pregunta Paula, porque salsa por salsa no todo es lo mismo, para mí la salsa es tomate y orégano y para otros puede ser otra cosa, es decir, ¿qué será la salsa para una cornuda hija de puta? ¿Sabés que algunos le ponen ceniza a la salsa?, le dice Carmen al pibe de Policiales, que la mira con atención. Y otros le ponen hojitas de marihuana, pero eso sí que te pega mal, dice Paula y se sonríe, una vez comí buñuelos de marihuana, cuenta, pero no puede completar la anécdota porque se empieza a reír y se olvida de lo que quería contar. O sea que, para que no haya más confusiones, todo esto que me pasó fue a partir de una reseña firmada por alguien que no leyó mi libro, concluye Nurit. Te pasó porque dejaste que te pasara, dice Carmen, también nos podrías haber hecho caso a nosotras. Pero ustedes no son críticas, son amigas. Yo te prometo que te la leo, Nurit, yo quiero ser tu amigo, dice el pibe de Policiales y apaga el porro dibujando nubes con la ceniza. Perdón, dice Karina y se suena otra vez los mocos. Nurit no contesta. Increíbles las vueltas de la vida, dice Carmen. ¿Alguien tiene algo dulce?, pregunta Paula, ¿un chocolate, un alfajorcito? Nurit va a la cocina —más que por el dulce, por salir un instante de la escena— y vuelve con dos barras de chocolate y un pote con restos de helado. Le da una de las barras a Paula y muerde la otra. El pibe agarra el pote y la cuchara. Gracias, amiga, dice Paula. El pibe de Policiales, mientras come helado del pote de telgopor, mira a Karina y le dice: El Facebook, a la larga, va a ser la ceniza de la red, acordate de lo que te digo hoy. Jaime Brena ronca. Carmen se acomoda otra vez como para dormir. Paula, mientras muerde el chocolate, le pregunta a Nurit: Ya que estamos, ¿te puedo confesar algo, Betibú? Sí, dice Nurit, ya estoy entregada. ¿Segura, segura? Segura, sí. Bueno, ahora que sabemos que la reseña que te llevó al ostracismo la escribió la mujer de Rinaldi, y que esta pobre chica que tanto hemos puteado no tiene más responsabilidad que la de dejarse cojer por el sistema, dice y se detiene. Sí, seguí, la alienta Nurit. ¿Segura? Segura. A mí, amiga, debo confesarte, me siento en la obligación de confesarte,
Sólo si me amas
, siempre, siempre, desde el primer renglón al último, me pareció una reverenda mierda. Nurit la mira sorprendida. Carmen intenta incorporarse de su estado anterior al sueño. Paula, estás fumada, la reta, y vos fumada no tenés que confesar nada. Sí, estoy fumada, pero
Sólo si me amas
es lejos la peor novela de Nurit, vos misma lo dijiste, ¿o no te acordás? ¡Paula!, dice Carmen, yo nunca dije eso, le dice a Nurit, dije que me gustaron más las otras, que no es lo mismo. El pibe de Policiales pregunta: ¿Me parece a mí o Jaime Brena ronca? Paula Sibona insiste: Pero uno tiene derecho a hacer alguna vez algo que le salga para la mierda. O no te acordás de lo que fue mi Nora de Casa de muñecas en el San Martín, que cuando di el golpe en la puerta y me fui, uno del público gritó ¡Pero sí, andate de una buena vez, loca! Y tenía razón. Compuse una loca. ¿O no es una mierda
Sólo si me amas
, Karina?, le pregunta Paula. Yo no sé, yo no la leí, reitera la chica. Yo la voy a leer, te prometo, dice el pibe. Nurit, yo te lo aseguro, amiga, esa novela es mala, ¿sabés por qué?, porque estabas enamorada, estabas con la cabeza en otra parte, y el amor y el arte no se llevan bien. Sexo y arte sí, pero amor y arte, no. El amor sufriente también. Pero ese amor pelotudo, el de cuchi cuchi amorcito de mi vida, ése no. Yo nunca dije cuchi cuchi amorcito de mi vida, se queja Nurit. Ahora tenés que escribir, sigue Paula sin contestar a la queja, vas a ver cómo te sale una buena novela otra vez. Carmen, desde su posición en el sillón y sin abrir los ojos, se agarra la cabeza y pregunta: ¿Alguien tiene acá un CD de Vox Dei? Nadie le contesta. Y te tengo que confesar algo más, amiga, le dice Paula a Nurit. No, pide Carmen, no confieses más nada. ¿Qué?, dice Nurit. No, no, basta, termínenla, vuelve a decir Carmen, que alguien ponga música, cualquier cosa, pero música. Si no sabés qué voy a decir, se defiende Paula. No importa, seguro que es algo que no tenés que decir, contesta Carmen. Es ahora o nunca, advierte Paula. Nunca, dice Carmen. Decilo, pide Nurit. Que lo diga, dale, dice el pibe de Policiales. Bueno, ¿viste ese pelado con chiva que escribió un artículo donde contaba que cuando se mudó la última vez descartó de la mudanza tu novela Morir de a ratos porque necesitaba espacio y sabía que nunca la iba a leer? ¿Morir de a ratos o

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