Aprendiz de Jedi ed. esp. 1 Traiciones (11 page)

BOOK: Aprendiz de Jedi ed. esp. 1 Traiciones
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—No es que les hayan lavado el cerebro —dijo Anakin—. Es sólo que... de alguna manera, están tristes.

—¿Tristes?

—Por haberse rendido. Eso siempre es triste, ¿no? Y dejar atrás a tu familia y tus amigos también da pena. Intentan hacer como que no les afecta. Pero está ahí. En sus sueños. ¿Dónde si no?

Intrigado, Obi-Wan reflexionó sobre las palabras de Anakin. Él jamás lo habría formulado así, ni habría llegado a la misma conclusión, pero la verdad era que Anakin había puesto el dedo en la llaga que él andaba buscando.

El único inconveniente era que no podían acusar a nadie de "inducir a la tristeza" ante el Senado. Y no habían encontrado pruebas contra Uni.

Un grupo de guardias de seguridad apareció de repente doblando la esquina a paso firme. Al principio, Obi-Wan les miró con curiosidad. Luego su instinto le alertó. Los guardias iban a por los Jedi.

Iban armados con pistolas láser que no habían desenfundado, y electropunzones que llevaban en la mano. Anakin percibió la perturbación en la Fuerza un segundo más tarde que Obi-Wan. Se tensó y miró a su Maestro, sin saber qué hacer.

Obi-Wan no quería enfrentarse a la seguridad de la nave. Su misión era sólo una investigación pacífica.

El oficial al mando blandió su electropunzón.

—Vengan con nosotros.

—¿Quién lo ordena? —preguntó Obi-Wan.

—Uni. Vamos.

El guardia alzó el electropunzón y se dirigió hacia Anakin. Obi-Wan se dio cuenta de que iba a utilizarlo, y un golpe así podía dejarte el brazo o la pierna paralizados por un buen rato.

El guardia de seguridad no tuvo tiempo ni de parpadear. El sable láser de Obi-Wan se activó y se movió antes de que el electropunzón pudiera acercarse unos centímetros más. El arma Jedi cortó el punzón en dos limpiamente. El guardia cayó de rodillas por la fuerza del golpe. No estaba herido, sino atónito.

De repente, los otros guardias saltaron sobre ellos. Anakin ya se había alejado del primer guardia y había desenfundado su sable láser. Se lo habían prestado en el Templo, y era efectivo pese a no tener mucha potencia.

—No les hagas daño, sólo debemos desarmarlos —consiguió susurrarle Obi-Wan antes de retroceder de un salto para esquivar a un guardia que le embistió desde la izquierda.

Obi-Wan se giró, y su sable láser dibujó un borrón de luz y calor en el aire, convirtiendo al punzón en un montoncillo de cenizas que cayó al suelo.

El sable láser de entrenamiento de Anakin describió un círculo antes de subir y enviar el tercer punzón al suelo en dos mitades derretidas. Obi-Wan y Anakin saltaron para defenderse contra los dos últimos guardias, que retrocedieron a trompicones, asustados por la demostración de los Jedi. Uno de ellos tiró el punzón para desenfundar la pistola. Obi-Wan partió el punzón del otro en dos y acercó la hoja de su sable láser a la cara del último guardia.

—¿De veras quieres desenfundar tu arma? —preguntó.

Los ojos se le salían al guardia de las órbitas. Se mojó los labios.

—N... no.

—Vamos a ir con vosotros voluntariamente —dijo Obi-Wan, mirando a los guardias uno a uno—. ¿Lo entendéis?

El primero se puso en pie.

—Estamos bien entrenados —dijo a Obi-Wan—. Es sólo que nunca nos habíamos enfrentado a unos Jedi. Si no os importa seguirnos...

Obi-Wan apagó el sable láser e indicó a Anakin que hiciera lo mismo.

Los guardias de seguridad formaron cautelosamente a su alrededor. El primero se dirigió hacia el turboascensor.

—¿A qué crees que viene todo esto? —murmuró Anakin.

—No tengo ni idea —respondió Obi-Wan—. O hemos trasgredido alguna norma, o Uni ha decidido que se acabó la investigación.

Se dirigieron al piso más alto y fueron guiados hasta los aposentos de Uni. Las puertas se abrieron. Los oficiales de seguridad se alinearon contra la pared. Vox y Uni estaban en medio de la sala, esperándoles. Obi-Wan se dio cuenta de que Vox temblaba de ira.

—Como siempre, hemos comprobado que es imposible fiarse de los Jedi —escupió Vox—. Os invitamos a compartir nuestra casa y nos traicionáis. ¡Alguien ha entrado en nuestros archivos confidenciales!

Den
, pensó Obi-Wan, desesperado. Tenía que haber recordado que Den no era el ladrón más dotado del mundo, por mucho que ésa fuera su profesión.

—¿Nos estás acusando? —preguntó Obi-Wan.

—¡Por supuesto que sí! —exclamó Vox.

—Nosotros no hemos sido —dijo Obi-Wan sin faltar a la verdad.

—¿Me vas a decir que no estáis implicados? —dijo Vox con voz burlona. Hizo un gesto con la mano—. Da igual. Mi hijo y yo sabemos de primera mano que a la Orden Jedi le encanta tergiversar la verdad...

—¡Eso no es cierto! —estalló Anakin—. Los Jedi no mienten.

Vox miró a Anakin con desprecio.

—¿Y tú qué sabes, chaval? ¿Te ha contado tu Maestro que mató a otro chico y que mintió sobre ello? No, ya me lo imaginaba.

—Eso no es cierto —replicó Anakin.

—Ahora no estamos discutiendo el pasado —dijo Uni, poniendo una mano sobre el brazo de su padre—. Hablamos del presente. Tú has violado nuestra confianza, Obi-Wan Kenobi. Exigimos que llames a tu transporte para que venga a recogeros. Hasta entonces, no podrás salir de tu habitación. —Uni habló con más calma que su padre, pero Obi-Wan se dio cuenta de que había furia y una sensación de triunfo en sus ojos, como si Uni hubiera esperado que Obi-Wan metiera la pata. Estaba encantado de tener una excusa para expulsar a los Jedi de su nave. Lo que había entre ellos seguía perteneciendo al terreno de lo personal.

—Estoy aquí en nombre del Senado —intentó decir Obi-Wan—. Si nos ordenáis marcharnos antes de terminar la investigación, habrá otra mucho más completa. El Senado no se lo va a tomar a bien, y más al no existir prueba alguna que respalde esa acusación.

Una expresión preocupada pasó momentáneamente por el rostro de Uni, pero Vox rechazó el comentario con un gesto de la mano, como si fuera un molesto insecto.

—Eso no nos preocupa —dijo Vox—. El Senado no nos asusta.

—Llama ahora mismo a tu nave —dijo Uni—. No permitimos que los extraños aterricen en el
Biocrucero
, pero haremos una excepción. Y tu intercomunicador queda confiscado.

Obi-Wan consideró las opciones que tenía. Podían resistirse. Escapar de aquella habitación no iba a ser difícil. No le preocupaba en absoluto la seguridad de la sala, aunque sin duda a Uni y a Vox les tranquilizaba la presencia de sus guardias.

¿Pero adonde podían ir? Podían ocultarse por la nave, Den les ayudaría. Pero ¿qué conseguirían con eso? No había visto ninguna prueba de que sus habitantes fueran manipulados o maltratados. No había razones de peso para enfrentarse a Vox y Uni en aquel momento.

La discreta mirada triunfal de Uni cobró vida de repente. Había conseguido arrinconar a Obi-Wan, y lo sabía.

Obi-Wan cogió su intercomunicador y lo activó. Introdujo la frecuencia de Garen.

—Hemos terminado —le dijo—. Necesitamos que vengas a buscarnos —le dio las coordenadas que Uni le facilitó.

—Cuanta prisa te has dado. Tienes suerte de que esté cerca, en el sistema Tentrix. Estaré allí en una hora —respondió Garen.

Cortaron la comunicación. Uni asintió satisfecho y estiró el brazo. Obi-Wan le entregó el intercomunicador. Luego se volvió hacia Anakin. Tras un gesto de aprobación de su Maestro, Anakin entregó su intercomunicador a Uni.

—Se os entregarán antes de vuestra salida —dijo Uni.

—Al contrario que vosotros, nosotros no somos ladrones —dijo Vox entre dientes.

—Los guardias os escoltarán de vuelta a vuestros cuartos —dijo Uni—. No volveré a verte, Obi-Wan Kenobi —sonrió por primera vez—. Y he de admitir que me alegro.

18

O
bi-Wan solicitó que se permitiera a Anakin esperar con él en su camarote. Tras un momento de indecisión, el primer guardia accedió. La puerta se cerró con un siseo, y ambos quedaron a solas.

—¿De verdad vamos a irnos? —preguntó Anakin.

—Nos queda una hora —dijo Obi-Wan—. Deberíamos ser capaces de averiguar algo en ese tiempo. Ojalá Uni no nos hubiera quitado los intercomunicadores. Estaba esperando la llamada de Tnani contándome lo del historial de Kern.

—¿Pero qué vamos a hacer aquí encerrados? —preguntó Anakin.

—No nos han quitado los sables láser —señaló Obi-Wan—. Creo que sabían que no los entregaríamos tan fácilmente. Podemos salir de aquí si queremos, pero no creo que sea necesario hacer un agujero en la puerta.

Anakin sonrió.

—¿Den?

Obi-Wan asintió.

—Estoy seguro de que nos ayudará. Bueno, ¿qué conclusiones has sacado de este último encuentro?

Anakin se sentó y procuró concentrarse.

—Vox tenía miedo —dijo al fin.

Obi-Wan asintió.

—Bien.

—Es difícil distinguir el miedo de la ira —prosiguió Anakin lentamente—, pero percibí miedo alimentando la ira.

—No sabemos si puede averiguar que buscábamos información sobre Kern —dijo Obi-Wan—. Habrá que suponer que Den fue lo bastante listo como para borrar su rastro. Pero Vox sabía que estábamos buscando los archivos de texto, y eso bastaba para ponerle nervioso. Es buena señal. Den tenía razón. Algo pasa aquí. ¿Algo más?

—En el momento en que tendría que haberse puesto nervioso, no lo hizo —dijo Anakin—. Cualquiera en su situación se habría preocupado pensando cómo reaccionaría el Senado si expulsaba a dos Jedi de su nave. Después de todo, no tenían pruebas de que estuviéramos involucrados en el robo de los documentos. Uni parecía preocupado. Pero ésa parecía ser la menor de las preocupaciones de Vox.

—Muy bien, padawan —le felicitó Obi-Wan—. No podría pedir una interpretación más fiel de los hechos.

Anakin le miró de reojo.

—Y si soy tan perceptivo, ¿por qué no confías en mí?

Sorprendido ante la repentina pregunta, Obi-Wan se sentó frente a Anakin. Recordaba que Qui-Gon también le había ocultado cosas, y ahora entendía las prevenciones de su Maestro. Pero también recordó cómo la decisión de Qui-Gon de compartir su pasado con él contribuyó a mejorar su relación. Y eso era lo que él quería para Anakin y para él.

Era hora de contar a su padawan lo de Bruck.

Se tomó su tiempo. Le explicó lo del sabotaje del Templo, su historia con Bruck y la agonía de ver morir a una persona conocida. Le contó lo de la vista que se celebró en el Senado, pero no le explicó la sensación de culpa que tenía. Tampoco tenía por qué conocer todos los detalles.

Anakin, sin poder creérselo, negó con la cabeza cuando Obi-Wan terminó de contarle la historia.

—Pero ¿cómo pudieron sospechar de ti?

La mirada de Obi-Wan se nubló.

—Bruck y yo jamás nos llevamos bien. Tras su muerte, yo me pregunté si fui totalmente fiel a mis principios Jedi. En lugar de afrontar su ira con la mía, ¿habría podido absorberla sin quejarme?, ¿podría haberme detenido a entender las causas?, ¿habría cambiado eso en algo la vida de Bruck?

Su mirada se fue despejando, y se posó en Anakin con su amabilidad natural.

—Ahora entenderás por qué los Maestros Jedi del Templo suelen hablarte de la ira y del miedo, Anakin. Porque saben lo que pueden causar. Y yo también.

—Y yo —dijo Anakin—. ¿O no recuerdas que fui esclavo e hijo de esclava? Yo no crecí en el Templo rodeado de fuentecitas, paz y amabilidad. Creo que sé mejor que nadie lo que pueden provocar el miedo y la ira.

La voz de Anakin sonó áspera de repente. Obi-Wan se detuvo, dejando que el tono se suspendiera en el aire entre ellos.

—No lo he olvidado, Anakin —dijo lentamente—. Y tú tampoco deberías. Es parte de lo que eres. Pero si ese recuerdo te sigue provocando rabia, deberías intentar encontrar la forma de enfocarlo de otra manera.

Alguien llamó a la puerta con suavidad.

—¿Estáis ahí? —dijo Den en voz baja.

Obi-Wan se acercó rápidamente.

—Nos han encerrado. ¿Puedes sacarnos de aquí?

Den se rió.

—¿Que si puedo? ¿Que si puedo, dices? ¿Cómo que si puedo?

—Vale, Den —dijo Obi-Wan desde el otro lado de la puerta—. Pero primero necesitaremos un intercomunicador. Tengo que llamar al Templo.

—Sin problemas —murmuró Den—. Volveré antes de que os deis cuenta. No os mováis de ahí.

Luego oyeron sus pasos alejándose.

—Volvamos a Vox Chun —dijo Obi-Wan—. Si ambos nos hemos dado cuenta de que le daba igual lo del Senado, convendría reflexionar sobre la causa.

—No se me ocurre qué puede ser —confesó Anakin.

—Hay dos opciones —dijo Obi-Wan, pensativo—. Una es que Vox tenga un poderoso aliado en el Senado que allane el camino al
Biocrucero
. La otra, y ésta es todavía más inquietante, que Vox esté aliado con una organización todavía más poderosa que el Senado. —Obi-Wan se levantó y empezó a andar por la habitación—. La galaxia ha cambiado. Hay mucho crimen organizado, y algunas de sus organizaciones son muy poderosas. Y, con el Senado sumido en sus eternas polémicas, no les ha costado mucho controlarlo todo. Hasta el Canciller Palpatine se ve incapacitado para frenar su crecimiento.

—Si la segunda opción es cierta, ¿crees que una organización tan poderosa podría estar interesada en el
Biocrucero
? —preguntó Anakin.

—Es una nave que cuenta con unas buenas arcas —musitó Obi-Wan—. Pero atacar una nave de este tamaño tiene muchos problemas logísticos. Probablemente no quieran destrozarla porque perderían el dinero. Puede que haya otra razón, algo que todavía no sepamos.

Escucharon una serie de pitidos procedentes de la puerta, que se abrió de repente. Den entró rápidamente y la puerta siseó al cerrarse tras él. El hombre entregó un intercomunicador a Obi-Wan.

—¿Ves? Yo siempre puedo sacarte de un problema —dijo con una amplia sonrisa.

—Eres tú quien nos ha metido en un problema —indicó Obi-Wan—. Vox y Uni se enteraron de que alguien entró en sus archivos.

—¡Qué dices! —exclamó Den, llevándose una mano al corazón—. Lo hice lo mejor que pude. Nadie es perfecto.

Obi-Wan llamó a Tnani al Templo. Al cabo de un momento, se escuchó su voz al otro lado.

—Obi-Wan, te he estado llamando. Alguien respondió, pero no utilizó la frecuencia codificada.

—Me confiscaron el intercomunicador —explicó Obi-Wan—. ¿Qué has averiguado?

—El historial de Kern puede pasar por normal hasta cierto punto —dijo Tnani—. Pero investigando más a fondo averigüé que era una identidad ficticia. El tal Kern murió hace ocho años. Y lo más curioso es que era un agente del Senado.

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