A través del mar de soles (18 page)

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Authors: Gregory Benford

Tags: #Ciencia ficción, #spanish

BOOK: A través del mar de soles
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—Y tú no puedes esperar que no me preocupe.

— ¡Madre! ¿Realmente quieres discutir por esto? —inquirió Carlotta.

—La diplomacia parece haberse desmoronado. Nikka dijo tranquilamente:

—La misión está planificada, hay apoyos, cada contingencia...

—Somos unos malditos ignorantes. Demasiado ignorantes.

—El satélite rocoso parece tener la misma antigüedad que los últimos cráteres mayores de Isis, ¿correcto? —preguntó Nikka con un tono ligero, para suavizar la cuestión.

— ¿Y bien?

—Es evidente que representan los últimos artefactos de la tecnología EM. Los dos satélites, los superconductores de la aldea... eso es todo lo que queda.

—Es posible —musitó Nigel—. Posible. Pero, para comprender Isis hemos de ir con cuidado, empezar dando palos de...

—Estamos dando palos, eso por descontado —adujo Carlotta.

—No quiero que arriesgues tu vida por una suposición.

El rostro de Carlotta se ensombreció.

—Dios, llevas las cosas demasiado lejos. ¿Realmente vas a impedirle a Nikka hacer la labor para la que nació?

Nigel abrió la boca para decir:
Mira, esto es algo privado entre nosotros dos
, pero vio a donde conducía eso.

—Puede que seas un condenado monumento viviente —dijo Carlotta—, pero no puedes dominar mediante la autoridad. No con nosotras.

Nigel parpadeó, pensó:
Tiene razón. Es tan fácil caer en esa trampa y...

...Súbitamente vio cómo era la cosa para Nikka, con su mente a la deriva, desasosegada, cuajada de recuerdos, yendo hacia él ahora con las manos todavía húmedas de cocinar, la expresión resuelta en la cara, el firme empuje en el estómago, una tirantez lograda gracias a horas interminables de ejercicios, de mantener la maquinaria preparada para poder salir aún. Las manos extendidas lisas y ajadas por la edad, con manchas parduzcas, cubrieron el espacio que había entre ellos...

—No puedes preservarme entre algodones —dijo ella.

—A ninguna de nosotras, ¡maldita sea! —agregó Carlotta.

Para él, el rostro de Nikka refulgía de recuerdos asociados, brillaba en la estrecha cocina con emoción receptiva.

—Yo... supongo que tienes razón.

...Era de nuevo el 2014. Él vuelve a casa en el cálido atardecer de Pasadena, traqueteando en un escúter. Abre la cerradura y golpea la gran puerta de roble para anunciarse, sube luego por la escalinata. La llama al llegar a la blanca sala de estar. Algo chirría levemente en sus oídos. Sus pasos resuenan en las baldosas mexicanas marrones cuando se encamina a la intersección arqueada de cocina y cenador.

Un zapato claveteado de mujer yace sobre la baldosa. Un zapato. Directamente debajo del arco del dormitorio. Da un paso adelante y el pitido en sus oídos aumenta. Al dormitorio. Mira a la izquierda. Alexandria yace inmóvil, boca abajo. Las manos extendidas, crispadas. En los brazos una repulsiva hinchazón roja, donde la enfermedad la está corroyendo y no dejará de corroer...

Lo supo entonces, la vio caer en la nada. La ambulancia que chillaba a través de las nieblas nocturnas, el hospital antiséptico, las cosas terribles que le hicieron después..., todo eso era una coda a la vida sinfónica que ambos habían compartido, que habían intentado tener igualmente con Shirley, empero el problema a tres cuerpos había permanecido insoluble para siempre...

Vio abruptamente que el miedo de perder a Alexandria se había convertido ahora en parte de él. Nunca se había recobrado. Con la edad, el miedo al cambio penetraba en su interior y se mezclaba con la pérdida de ella. Nikka llevaba ya más tiempo con él del que estuvo con Alexandria, y un mero indicio de peligro para ella...

Nigel sacudió la cabeza, dejando que las viejas aunque todavía diáfanas imágenes se difuminaran.

— ¿Estás de vuelta con nosotras? —preguntó Carlotta.

—Eso espero —respondió él trastornado. Nikka le estudiaba. Despacio, la comprensión afloraba a su rostro. Él dijo:

—Estas cosas requieren un poco de tiempo. Carlotta repuso:

—No dejaré que la avasalles. —Rodeó a Nikka protectoramente con los brazos.

— ¿Por qué esta conversación no deja de recordarme a las Naciones Unidas?

—Bueno, es cierto. Nikka dijo a Carlotta:

—Sin embargo, cada uno tenemos algo de poder sobre el otro.

—No de esa clase.

—De todas las clases —alegó Nigel—. Los muslos se abren ante mí como el Mar Rojo. La cuestión es, ¿cuáles son los límites?

—Si no te hago frente, la arrollarás —dijo Carlotta.

Nikka repuso contemporizadoramente:

—Eso depende de las circunstancias. Nigel sonrió.

—No soy del tipo ambivalente. “¿Siempre trata de ver el asunto por ambos lados, señor Walmsley?” “Bueno, sí y no”. No es mi estilo.

—Bueno, más te vale hacerlo...

— ¡Oh, vamos! Callaos los dos. La crisis ha pasado —dijo Nikka.

— ¿Un poco de Mar Rojo más tarde? —preguntó Nigel.

—Negociaremos en el desierto.

9

El equipo de la misión se desplegó cuidadosamente en torno al satélite A. Un tercio permaneció a cuarenta klick de distancia, con el material pesado y los fardos de comunicaciones. Otro tercio exploró la superficie. No hallaron nada especial, verificaron la datación de Fraser y el escrutinio de cráteres, y reconocieron los orificios de entrada. El último tercio montó las máquinas de reconocimiento, examinó las oscuras aberturas en busca de sensores y líneas conmutadoras y, finalmente, resolvieron que todo estaba en orden. Ningún murmullo de vida electromagnética salía de los orificios, nada respondió a sus rudimentarios sondeos.

Las máquinas entraron, prudentes y silenciosas. Estaban bloqueados por un pasaje sellado a treinta y tres metros en el interior de la cresta rocosa.

Los robots quedaron constreñidos en el pasaje cuando se estrechó y no pudieron encontrar nada para abrir el sello. Dos mujeres se internaron para comprobar la situación.

Ajustaron monitores al negro sello de cerámica y prestaron atención a indicios acústicos que pudieran revelar un cierre.

La cuadrilla que se hallaba junto al borde del orificio de entrada estaba escuchando a las dos mujeres discutir cuestiones.

Sintieron una leve percusión. Al mismo instante las dos mujeres dejaron de hablar, para siempre.

Algo azul y blanco como el hielo salió del agujero oscuro. Un análisis escalonado en milisegundos de la lectura del vídeo mostró únicamente esta bruma blanquiazul, y luego —próximo encuadre— los inicios de una explosión anaranjada entre las tres figuras humanas que estaban más cerca del orificio. En dos encuadres más el naranja abrasador había alcanzado las lentes del vídeo mismo y cesó la transmisión.

El naranja se movía como un líquido, despejando la superficie del satélite en siete milisegundos. Una lengua anaranjada se desprendió de la superficie, en el punto más próximo al equipo de la misión en órbita. Se proyectó dieciocho klicks y después se trasladó, enroscando largas fibras, durante veintidós milisegundos. Para entonces la cuadrilla de la misión había registrado sólo un borrón de movimiento en sus monitores.

Dos tercios de la dotación, todos los que estaban en el satélite, habían muerto.

Las fibras naranjas se retorcieron, se ovillaron, y todas menos una se retrajeron para disiparse finalmente. Una creció, se extendió y asestó al aparato de la misión un golpe debilitado.

El plasma a alta temperatura cegó los sensores y perforó las pieles de acero.

Un gigavatio de muerte restallante, enmarañada, explotó sobre las naves de extremidades arácnidas.

Murieron más.

Lo anaranjado se contrajo, se consumió, oscureció y deshizo. En cuarenta y dos milisegundos, quedó reducido a un candente fulgor blanco en el orificio de entrada. La roca del satélite era ahora de un marrón bruñido. En una fracción de segundo ulterior, toda la actividad electromagnética del satélite cesó. Los doce miembros de la dotación restante todavía no habían tenido tiempo de girar la cabeza, para ver lo que había aparecido y desaparecido.


Jesucristo
,
¿has...?

—Está
sobrecargado, no puedo ver nada salvo eyecciones... se han esfumado, he dicho que no hay rastro por ninguna...

—No, están esas escorias, las detecto ahora en el IR pero...

—Quéespanto, todos están deshechos, todos los módulos en
órbita, como guisantes aplastados.

—El campamento estádesparramado por toda la superficie como si algo lo hubiese chafado. Maldita sea, lanzad el dos ahora, nos impulsaremos y seguiremos...

—...
la gente en
órbita. No puedo ver mucho, pero olvídate de los demás, los supervivientes sólo van a estar en los módulos y no muy incólumes tampoco, apostaría...

—Sylvano, no recibo nada de los trajes del A14 al A36 inclusive
,
¿tienes sobreimpresión de eso?

— ¿Estamos a salvo? ¿A salvo? Maldita sea, no lo sé, estamos a doscientos mil klicks de distancia, quizás. Ésa es una distancia suficiente, pero ¿de qué más dispone el satélite? Respóndeme a eso y te diré...

—Nunca garanticésellos dE presión contra lo que quiera que fuese eso naranja. Demonios, Stein, lleguéa medir tres kiloTorr en un par de milisegundos en un mamparo interior, luego toda la instrumentación se jodióy probablemente los aplastó. Estoy enviando las curvas ahora
,
¿quéhas hecho de
ése...? No, todas sus antenas están destrozadas, no alcanzo a ver tanto. Es por eso que no podemos obtener...

—Al 4, A14, por favor, respondan.

—Mierda, no puedo captar nada en este alcance. Ningún disco...

—Se están desplomando, en cualquier caso. No puedo apuntar la antena rifle de a bordo hada nosotros. Aunque mira, Nigel, te aseguro que no hay modo de poder descubrir eso, asíque sal de mi banda y déjame...

—Míralo ahíen el IR, todo el costado del módulo A estácalcinado, al parecer. Mira justo ahícuando da la vuelta a la luz. Es como castaño y...

—AquíAlex. Mira, he comprobado esas longitudes de onda de los trajes y sí, puedo sintonizar el disco grande para eso. Funcionamos en esa banda si empujamos los lóbulos para adentro un poco. Pero puedes estar seguro de que el contacto ordinario está
desactivado. Ya sabes que estoy a la espera en emergencia, por lo...

—...
por supuesto que estádesactivado, cretino, sus antenas han desaparecido. Si queda algún elemento electrónico operando en sus trajes estarán emitiendo una señal de alarma con sólo el jodido cableado del traje y el
único modo de recibirla, Alex, a este alcance, es a través de ti...

—Sí. Reynolds se estámoviendo tan rápido como puede. Yo diría que ETA estáa cuatro horas más. Despacio, pues...

—Sí, menudo aspecto tengo, lo sé, y menuda es la que le voy a dar al cabrón de Ted...

—Mira, he conseguido...
¡Eh!, aguanta un minuto, Nigel, un minuto. He conseguido mediante Nichols el traje ID y estoy al habla; tengo la lectura ya, puedes dejarlo. Mira, ahí
es donde lo estamos obteniendo. 2,16 gigakertzios, correcto. Sí, espero que esto sea correcto. Sí, hay líneas aquí, tres, cuatro, cuento ocho. Las estoy intensificando un poco ahora, puedo captar los ID, tal vez directamente desde la cara del telescopio. Oye, espera un segundo...

—Nikka es el A27, Alex, eso es a 2,39 gigahertzios.

— ¿Has dicho a 2,39? Sí, Nigel, recibo
ése y el 2,41 al lado. Están en alarma, sólo el 2,43 estáapagado.

—...
y el 2,45 también.

— ¿Cuánto tiempo crees...?

—Ted, estamos ya en impulsión, y eso estácondenadamente bien dadas las condiciones me parece, considerando...

—Quiero cerciorarme de que no te vas a meter en lo que quiera que les haya sucedido
,
por tanto tendrás que hacer una aproximación lenta, nada demasiado...

—Vale, llevándonos alláen 2,68 horas, he elaborado una trayectoria con Ra a nuestras
espaldas que puede ser de alguna ayuda...

—Reduce nuestra visibilidad, pero tendremos que maniobrar para alcanzar toda esa escoria, se estáexpandiendo rápido...

—Alex dice que ya no es necesario. Hay seis, no ocho, trajes respondiendo a nuestro interrogatorio médico retransmitido, y están en dos cápsulas...

— ¡Jesús!, ocho de
,
¿cuántos eran?
¿Treinta y seis?

—Sí, es por eso que quiero extrema precaución. Aunque, sabe Dios que con ese tiempo de respuesta las cuadrillas no pudieron haber hecho nada aun cuando hubieran estado armados. Sin advertencia, alguna ellos...

—A Nigel.
¡Oh!, Zak
,
¿puedes buscarme a Nigel? Suena como... he dicho que soy Alex... suena como un manicomio la Central
,
¿puedes...?

—Mantenía.
¡Oh! Vale, aquí...

—Envía esas coordenadas a Reynolds pronto. Quiero...

—Nigel, me alegro de encontrarte. Mira, he estado monitorizando...

—No, no hay nada del satélite, ninguna interferencia. Por tanto eso no puede estar causándolo.

—Alex. Alex, soy Nigel. He realizado una verificación cruzada y no hay ninguna otra explicación.
¿Cuánto tiempo falta para que el equipo de rescate...?

—Una hora y veintisiete minutos más. Central dice...

—Diablos
,
¿no pueden...?

—Lo siento, yo... Mira, acabamos de perder uno de los trajes, penséque lo sabrías, llamaba porque es el 2,39 gigahertzios, uno, Nigel. Se ha desvanecido.

La blanca piel horneada estaba muerta y reseca, desprovista de color. Nigel alargó la mano y la palpó a modo de prueba. Se sentía anonadado y confuso, el residuo de muchas horas.

Ella tenía el párpado derecho cerrado. El izquierdo había sido presa de las llamas. El lado izquierdo del rostro aparecía cerúleo y endurecido. A la esmaltada luz impersonal y fosforescente, él recorrió con dedo trémulo las familiares líneas, las atezadas depresiones y cañones, y se maravilló de que los pliegues fluyeran suavemente en la nueva carne que se iba afirmando sin rastro alguno de transición.

—Volverán a... colocar... el párpado dentro de una hora... han dicho —musitó Nikka. La brillante piel estaba atirantada aún y tenía los labios hinchados, purpúreos. No podía articular bien.

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