Usted puede sanar su vida (5 page)

Read Usted puede sanar su vida Online

Authors: Louise L. Hay

Tags: #Autoayuda

BOOK: Usted puede sanar su vida
8.66Mb size Format: txt, pdf, ePub

Si tuviera usted una amiga que siempre lo criticara, ¿querría estar cerca de ella? Quizá de niño lo trataron así; es una pena, pero eso fue hace mucho tiempo, y si ahora es usted quien opta por tratarse de la misma manera, es más triste aún.

De modo que ahora tenemos ante nosotros una lista de los mensajes negativos que oíamos de niños. ¿Qué correspondencia hay entre su lista y lo que siente que está mal en usted? ¿Son casi iguales? Probablemente sí.

Como base del guión de nuestra vida usamos aquellos primeros mensajes. Todos somos niñitos buenos y aceptamos obedientemente lo que «ellos» nos dicen que es verdad. Sería muy fácil limitarse a culpar a nuestros padres y ser víctimas durante el resto de nuestra vida, pero no sería muy divertido... y ciertamente, no nos sacaría del atolladero.

Culpar a la familia

Echar la culpa a alguien es una de las maneras más seguras de seguir con un problema. Al culpar a otro, renunciamos a nuestro poder. Entender las cosas nos permite distanciarnos del problema y controlar nuestro futuro.

El pasado no se puede cambiar, pero el futuro va siendo configurado por lo que pensamos hoy.

Para liberarnos, es imprescindible que comprendamos que nuestros padres hicieron lo mejor que podían dado el entendimiento, la conciencia y los conocimientos que tenían. Cada vez que culpamos a alguien, dejamos de hacernos responsables de nosotros mismos.

Las personas que nos hicieron esas cosas tan terribles estaban tan asustadas y desorientadas como nosotros; sentían el mismo desvalimiento. No tenían la menor posibilidad de enseñarnos nada más que lo que a ellos les habían enseñado.

¿Qué sabe usted de la niñez de sus padres, especialmente antes de los diez años? Si todavía le es posible averiguarlo, pregúnteles. Si puede saber algo de cuando ellos eran niños, le será más fácil entender por qué hicieron lo que hicieron. Y ese entendimiento le aportará compasión.

Si no lo sabe, y ya no puede averiguarlo, procure imaginarse cómo puede haber sido. ¿Qué clase de infancia puede crear un adulto así?

Usted necesita saberlo, por su propia libertad. Porque no puede liberarse mientras no los libere; no puede perdonarse mientras no los perdone. Si les exige perfección, también se la exigirá a sí mismo, y será durante toda su vida un desdichado.

Elegimos a nuestros padres

Yo estoy de acuerdo con la teoría de que elegimos a nuestros padres. Las lecciones que aprendemos suelen armonizar perfectamente con las «debilidades» de los padres que tenemos. Creo que todos vamos haciendo un viaje interminable a través de la eternidad. Venimos a este planeta para aprender determinadas lecciones que son necesarias para nuestra evolución espiritual.

Escogemos nuestro sexo, el color de nuestra piel, nuestro país, y después buscamos los padres que mejor puedan «reflejar» las pautas que han de regir nuestra vida.

Hacemos nuestras visitas a este planeta como quien va a la escuela. Si uno quiere hacerse esteticista, va a una escuela de esteticistas; si quiere ser mecánico, a una escuela industrial; si quiere ser abogado, a una facultad de derecho. Los padres que hemos escogido esta vez son la perfecta pareja de «expertos» en lo que hemos decidido aprender.

Cuando crecemos, tenemos tendencia a señalar a nuestros padres con un dedo acusador, reprochándoles: «¡Mirad lo que me hicisteis!», pero yo creo que los escogemos.

Escuchar a los demás

Cuando éramos pequeños, nuestros hermanos y hermanas mayores eran dioses para nosotros. Y es probable que, si ellos eran desdichados, se desquitaran con nosotros, física o verbalmente. Quizá nos dijeran cosas como:

—Le diré a mamá (o a papá) lo que hiciste... (infundir culpa).

—Tú eres una mocosa y no puedes hacer eso.

—Eres demasiado estúpido para jugar con nosotros.

También es frecuente que los maestros nos hayan influido mucho. En quinto grado, la maestra me dijo enfáticamente que yo era demasiado alta para ser bailarina. Yo le creí, y dejé de lado mis ambiciones en ese campo hasta que ya fue demasiado tarde para encarar profesionalmente la danza.

¿Comprendía usted que las pruebas y las notas no servían más que para ver cuánto sabía usted en un momento dado, o era un niño que sentía que lo que medían era su propio valor?

Nuestros primeros amigos comparten con nosotros nuestra propia información errónea sobre la vida. Nuestros compañeros de escuela pueden herirnos profunda y duraderamente con sus burlas. Mi apellido, cuando iba a la escuela, era Lunney, y los chicos solían llamarme «lunática».

También los vecinos tienen su influencia, y no sólo por sus observaciones, sino también porque en casa nos reprendían con un: «¿Qué dirán los vecinos?».

Procure recordar qué otras figuras de autoridad tuvieron influencia en su niñez.

Y por cierto que están las afirmaciones, enérgicas y muy persuasivas, que nos llegan mediante los anuncios de la prensa y la televisión. Demasiados son los productos que se venden haciéndonos sentir que si no los usamos, nos falta «clase» o somos tontos.

Todos estamos aquí para trascender nuestras primeras limitaciones, sean éstas las que fueren.

Estamos aquí para reconocer nuestra propia magnificencia y nuestra divinidad, no importa lo que
ellos
nos hayan dicho. Usted tiene
sus
propias creencias negativas para superar, y yo tengo que superar
las mías
.

En la infinitud de la vida, donde estoy,

todo es perfecto, completo y entero.

El pasado no tiene poder sobre mí

porque me dispongo a aprender y a cambiar.

Veo el pasado como algo necesario para llegar

a donde hoy estoy.

Me dispongo a empezar, desde donde me encuentro ahora, a limpiar las habitaciones de mi casa mental.

Sé que no importa por dónde comience,

y por eso ahora empiezo por las habitaciones más pequeñas y más fáciles, y de esta manera

no tardaré en ver los resultados.

Me fascina estar en mitad de esta aventura,

porque sé que nunca volveré a pasar por esta experiencia.

Me dispongo a liberarme.

Todo está bien en mi mundo.

Capítulo 4

¿ES VERDAD?

«La verdad es la parte inmutable de mí»

La pregunta sobre si algo es verdadero —o real— tiene dos respuestas: «Sí» y «No». Es verdad si usted
cree
que lo es; no es verdad si usted
cree
que no lo es. El vaso está medio lleno y medio vacío; depende de cómo lo mire. Y hay literalmente billones de cosas que podemos decidir pensar.

La mayoría decidimos pensar las mismas cosas que solían pensar nuestros padres, pero no es necesario que sigamos haciéndolo. No se ha promulgado ninguna ley que diga que sólo podemos pensar de una manera.

Cualquier cosa que yo decida creer, llega a ser verdad para mí. Cualquier cosa que usted decida creer, llega a ser verdad para usted. Lo que pensamos puede ser totalmente diferente. Nuestra vida y nuestras experiencias son totalmente diferentes.

Examine sus ideas

Cualquier cosa que creamos llega a ser verdad para nosotros.
Si usted tiene un súbito desastre financiero, puede ser que en algún nivel crea que no se merece la comodidad del dinero, o que se merece tener dificultades y deudas. O bien, si piensa que lo bueno es siempre pasajero, creerá probablemente que la vida está en su contra o, como tantas veces se oye decir, que «usted no es de los que ganan». Si se siente incapaz de atraer a un hombre, tal vez su creencia sea: «A mí nadie me quiere» o «Soy indigna de amor». Quizá tenga miedo de ser una mujer dominada, como su madre, o tal vez piense que la gente no hace más que herirla.

Si su salud no es buena, es probable que atribuya la enfermedad a una tendencia familiar o que se considere víctima del clima, aunque también puede ser que piense que nació para sufrir o que su cuerpo no le da descanso.

O puede tener una creencia diferente. Quizá ni siquiera se dé cuenta de cuál es su creencia, como la mayoría de las personas, que se limitan a ver las circunstancias externas como simplemente la forma en que viene la suerte. Mientras alguien no le haga ver la relación entre las experiencias externas y lo que piensa y cree usted en su fuero interno, seguirá siendo una víctima de por vida.

PROBLEMA
CREENCIA
Desastre financiero
No merezco tener dinero.
Falta de amigos.
Nadie me quiere.
Problemas laborales.
No sirvo para esto.
Complacer siempre a los demás.
Yo nunca consigo lo que quiero

 

Sea cual fuere el problema, proviene de un modelo mental,
¡y los modelos mentales se pueden cambiar!

Pueden darnos la sensación de ser verdad, pueden
parecer
reales, todos esos problemas con los que luchamos y nos debatimos en la vida. Pero por más difícil que sea el problema con que nos enfrentamos, no es más que un resultado o efecto exterior de un modelo mental interno.

Si no sabe cuáles son las ideas que están creando sus problemas, ahora va bien encaminado, porque este libro ha sido pensado para ayudarle a descubrirlas. Considere cada una de las dificultades que tiene en la vida y pregúntese:
¿Qué clase de ideas tengo que me crean esta situación?

Si se da el tiempo de sentarse en silencio a responderse esta pregunta, su inteligencia interior le dará la respuesta.

No es más que una creencia que usted aprendió de niño

Creemos algunas cosas que
son
positivas, que nos alimentan. Son las ideas que nos son útiles durante toda la vida, como «Mira hacia los dos lados antes de cruzar la calle».

Otras ideas son muy útiles al comienzo, pero cuando nos hacemos mayores ya no nos sirven. «No confíes en desconocidos» puede ser un buen consejo para un niño pequeño, pero a un adulto mantener esta actitud no le traerá más que soledad y aislamiento.

¿Por qué son tan pocas las veces que nos detenemos a preguntarnos si algo es realmente cierto? Por ejemplo, ¿por qué me creo cosas como que para mí es difícil aprender? ¿Por qué no me pregunto si eso es verdad para mí ahora, de dónde saqué esa creencia, si no vendrá de la infinidad de veces que me lo repitió el maestro de primer grado, si no sería mejor para mí abandonarla?

Creencias como que «los muchachos no lloran» y «las chicas no trepan a los árboles» crean hombres que se avergüenzan de sus sentimientos y mujeres que tienen miedo de su cuerpo.

Si de niños nos enseñaron que el mundo es un lugar espantoso, aceptaremos como válido para nosotros todo lo que refleje esa creencia. Lo mismo se puede decir de frases como: «No te fíes de los extraños», «No salgas de noche» o «La gente te engañará».

En cambio, si de pequeños nos enseñaron que el mundo es un lugar seguro, nuestras creencias serán otras. Nos será fácil aceptar que hay amor en todas partes, que la gente es amistosa y que siempre tendremos lo que necesitemos.

Si de pequeño le enseñaron que todo era culpa suya, pase lo que pase irá por el mundo sintiéndose culpable. Y esta convicción lo convertirá en alguien que andará continuamente pidiendo disculpas.

O si en su niñez aprendió a pensar «Yo no cuento para nada», esta creencia lo mantendrá siempre en el último lugar, esté donde esté. Como mi vivencia infantil de que a mí nunca me daban una galleta. A veces una llega a sentirse invisible cuando los demás no le prestan atención.

Si las circunstancias de su infancia le llevaron a creer que nadie le quería, será seguramente un ser solitario, e incluso cuando consiga una amistad u otra relación, no le durará mucho.

¿Su familia le enseñó que nunca hay bastante? Entonces, muchas veces debe de sentir que no tiene nada en la despensa, o se encuentra con que siempre anda ajustada o vive llena de deudas.

Un cliente mío se crió en un hogar donde creían que todo estaba mal y no podía más que empeorar. Su mayor placer en la vida era jugar al tenis, pero se lesionó una rodilla. Vio a una infinidad de médicos, pero no hizo más que empeorar, hasta que tuvo que dejar de jugar.

Otra persona, el hijo de un predicador, aprendió de pequeño que todos debían ir antes que él. La familia del predicador era siempre la última en todo. Hoy, este hombre es habilísimo para conseguir los mejores negocios para sus clientes, pero él no tiene, generalmente, ni monedas para el metro. Su creencia sigue haciendo de él el último de todos.

Si uno lo cree, parece verdad

Muchísimas veces hemos dicho: «Pues yo soy así» o «Las cosas son así». Con esas palabras estamos diciendo, en realidad, que eso es lo que
creemos
que es verdad para nosotros. Generalmente, lo que creemos no es otra cosa que la opinión de alguien más, que nosotros hemos incorporado a nuestro sistema de creencias. Y seguramente, se adecua a la perfección a todas las otras cosas que creemos.

¿Es usted una de tantas personas que cuando se levantan y ven que está lloviendo, protestan por ese día infame?

Pues,
no
es un día infame; no es más que un día de lluvia. Si nos ponemos la ropa adecuada y cambiamos de actitud, podemos divertirnos muchísimo, de la forma en que es posible divertirse en un día de lluvia. Si realmente creemos que los día de lluvia son infames, entonces cada vez que llueva nos deprimiremos. Nos pasaremos el día peleando con el tiempo, en vez de experimentar plenamente lo que está sucediendo en ese momento.

No hay ni «buen» ni «mal» tiempo: sólo hay tiempo, y nuestras maneras individuales de reaccionar ante él.

Si queremos una vida jubilosa, debemos tener pensamientos jubilosos. Si queremos una vida próspera, debemos tener pensamientos de prosperidad. Si queremos una vida llena de amor, debemos poner amor en nuestros pensamientos.
Aquello que, verbal o mentalmente, enviemos hacia afuera, será lo que de la misma forma vuelva a nosotros
.

Cada momento es un nuevo comienzo

Insisto en que
el momento del poder es siempre el presente
.
Nunca
se está atascado. ¿Dónde se producen los cambios? Aquí y ahora,
¡en nuestra propia mente!
No importa durante cuánto tiempo hayamos seguido un modelo negativo o sufrido una enfermedad o una mala relación, o padecido dificultades financieras. No importa durante cuánto tiempo nos hayamos aborrecido a nosotros mismos. ¡Hoy podemos empezar a cambiar!

Other books

A Prison Unsought by Sherwood Smith, Dave Trowbridge
Day One (Book 2): Choices by Mcdonald, Michael
Master of Two: Nascent Love by Derek, Verity Ant
El Druida by Morgan Llywelyn
Miss Marple and Mystery by Agatha Christie
Deception by Cyndi Goodgame
Pawnbroker: A Thriller by Jerry Hatchett
Town Burning by Thomas Williams