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Authors: Miyuki Miyabe

Tags: #Intriga

La Sombra Del KASHA (27 page)

BOOK: La Sombra Del KASHA
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No obstante, la última de las cinco compañías que tanteó, mordió el anzuelo. Se trataba de la New City Housing, cuyas casas de estilo japonés alardeaban de una entrada del tamaño de la cocina de Honma. La vendedora era bajita pero preciosa. Llevaba un traje de chaqueta y falda gris y unos tacones de aguja de unos cinco centímetros que le daban un aire ceremonioso y formal. Su etiqueta de identificación rezaba: «¡Hola! Soy E. Yamaguchi».

—Sí, no cabe duda. Es una de nuestras casas. Chalé 1990, modelo 2, de la colección presentada en la Feria del Hogar. —Un acento auténtico de Osaka combinado con una expresión académica perfecta hacía de su voz un regalo para los oídos—. Es una impecable imitación de los chalés suizos, con opción de chimenea integrada si el comprador lo desea. Permítame llamar a nuestra oficina y comprobar si aún quedan folletos. —Se encaminó hacia una sala que quedaba a la derecha, una especie de oficina provisional, pero Honma la detuvo.

—No, no se preocupe. Sólo quería verificar que la casa fue expuesta en el recinto.

—¿Cómo dice?

—En realidad, me gustaría preguntarle un par de cosas más, si no le importa. —Se alejaron del flujo de visitantes y se acercaron a una ventana que quedaba en el elegante salón. Honma formuló sus preguntas, pero ella no sabía nada sobre Shoko. El se disculpó y ya estaba decidido a marcharse cuando la señora Yamaguchi le rogó que aguardara un segundo.

—El uniforme de la foto me suena, pero no logro situarlo —confesó, presionándose la mejilla con el dedo, como si le dolieran las muelas.

—¿Está segura?

—Segurísima. Pero hay alguien más que trabajó durante la Feria del Hogar. Iré a buscarla. ¿Me deja la foto?

—Por supuesto, aquí tiene.

—Enseguida vuelvo.

Durante los minutos que estuvo en la oficina, muchos entraron en el salón, lanzando a Honma miradas de curiosidad. ¿Sería un comprador esperando a que le trajeran los papeles?

E. Yamaguchi regresó con una mujer más alta y algo más mayor. También iba ataviada con el uniforme gris y en su tarjeta de identificación se podía leer: «¡Hola! Soy K. Komachi». En cuanto vio a Honma, hizo una leve reverencia. Llevaba la fotografía en las manos.

—Creo que se trata de un uniforme de la Mitomo Agency —dijo, sin esperar siquiera a que le presentaran a Honma.

—¿Una agencia?

—Agencia de viajes. —Devolvió la foto a Honma.

—Lo recuerdo de nuestras sesiones de orientación. Estoy segura —confirmó la señora Yamaguchi—. Todos, incluida la New City Housing, somos filiales de la Mitomo Construction Group. La Mitomo Agency también es una de ellas.

—¿Una filial?

—Así es. Una o dos veces al año, los empleados de todas estas filiales se reúnen en las dependencias de la matriz, el Grupo Mitomo, para asistir a sesiones de formación e intercambiar experiencias.

—La sesión a la que asistí yo iba dirigida a empleados de primer y segundo año —añadió la señora Komachi—. Había mujeres de todas las filiales. La sesión estuvo dedicada al protocolo en la oficina. Sí, y tuvimos que competir. Por ponerle un ejemplo, hubo una especie de competición para determinar quién era la mejor contestando al teléfono. El primer premio consistía en una copa de plata enorme.

Ambas sonrieron, entonces la señora Yamaguchi dijo:

—¿Ve la mujer de la foto que saluda a la cámara? Es empleada de la Mitomo Agency y supongo que saluda porque la mujer que tomaba la foto también era empleada; también había asistido a las sesiones de orientación.

—Tiene sentido —coincidió su colega, asintiendo con entusiasmo.

—¿Hay algún modo de comprobarlo? ¿Una lista de asistentes o algo parecido?

—No creo, pero puede echar un vistazo en el Centro de Documentación.

—¿Y dónde está?

—Cerca de las dependencias del Grupo Mitomo. Ahí guardan los archivos del personal. Si les explica lo que necesita, estoy segura de que le ayudarán. Queda justo al lado de la estación de Umeda.

La recepcionista que aguardaba tras el mostrador de la primera planta, del edificio de siete pisos del Centro de Documentación del Grupo Mitomo, no parecía tan dispuesta a colaborar como le habían hecho creer. Honma ni siquiera había acabado de explicarse, cuando ella le cortó bruscamente:

—No proporcionamos información sobre nuestros empleados.

Se acabaron las preguntas. Ahora que empezaba a acostumbrarse al acento de Osaka, el de aquella mujer le sonaba vacío y perentorio. Sin duda, ya se había preparado para aquella respuesta. Oficialmente, no llevaba caso alguno, por lo que tenía las manos atadas. Nadie estaba obligado a hablar con él. Y aquella mujer llevaba razón, una compañía que diera información sobre sus empleados a todo aquel que pasara por allí, estaría incumpliendo la ley de protección de datos.

—Muy bien, pero me gustaría pedirle un favor. ¿Podría echar un vistazo a esta foto y confirmarme si esta mujer asistió o no a las sesiones de orientación que se celebraron entre julio y octubre de 1989?

—No, me temo que no.

—Estoy buscando a alguien desaparecido. Apreciaría muchísimo su ayuda.

—¿Y qué pruebas tiene de que esa mujer fue una de nuestras empleadas?

—Como intentaba decirle, esta foto… —Sacó la instantánea del bolsillo y procedió con su explicación.

La recepcionista, una relaciones públicas de rostro sereno, hizo una mueca.

—Lo siento. No puedo ayudarlo.

—¿Y tiene usted autoridad para decidirlo?

—Sí.

—¿No hay manera de que coopere un poquito?

—Señor, no estoy autorizada a responder a este tipo de preguntas. Si lo desea, puede presentar una solicitud escrita.

—Ya veo. Tengo que ponerlo por escrito, ¿no es así? ¿Y entonces recibiré una respuesta?

Aquello pareció mellar en su seguridad en sí misma. Su mirada vaciló un momento.

—Espere un momento, por favor. —Salió del mostrador, avanzó por el vestíbulo y desapareció tras una puerta en la pared más alejada.

Honma se apoyó sobre el mostrador y dejó escapar un suspiro. Por los pelos, se dijo. Con cierto arrepentimiento, se acordó de la impresión que causaba aquel maletín de cuero en el que guardaba su identificación. ¡Qué impotente se sentía como un mero civil! El vestíbulo estaba completamente vacío; estaba solo. El sonido de su propia respiración le parecía peculiarmente ruidoso. Descansó los codos sobre el mostrador para contrarrestar algo de peso a la pierna convaleciente, anticipando que tendría que incorporarse en cuanto la mujer reapareciera.

Justo entonces, reparó en los montones de folletos, de diferentes tamaños y colores, que se apilaban en el mostrador. El más grande, el más espeso, estampado con el título «Progresando con Mitomo», lucía una lista de todos sus afiliados. Honma no estaba seguro de por qué había captado su atención; al principio, sólo había visto series de símbolos. Cuatro columnas de fino grabado bajo el nombre Mitomo Construction; un vasto y variado porfolio de intereses. Muchas de las compañías no tenían nada que ver con viviendas o bienes inmuebles. Mitomo International, Mitomo Trading, Mitomo Sports Center, Terra Bionics, Mitomo Engineering, Mitomo Systems Center, Minami Grcen Garden, releyó la larga letanía de compañías y seguía sin llegar a comprenderlo. ¿Por qué se había fijado en ese folleto? ¿Le decía algo alguno de los nombres?

Fue entonces cuando lo vio. El nombre de esa compañía.

Estaba inclinándose sobre el mostrador cuando oyó pasos. Se apresuró a incorporarse mientras la mujer regresaba a paso rápido, con una expresión hostil en el rostro.

—Lo he consultado con mis superiores —espetó a la ligera—. Lo siento pero, tal y como sospechaba, no podemos acceder a su petición.

—¿No?

—De todos modos, los archivos referentes al personal que guardamos en el Centro de Documentación no incluyen fotografías. Así que, en cualquier caso, no podría ponerle cara a ningún empleado basándose en nuestros archivos.

—Ya veo.

—Incluso si presentara una petición por escrito, no podríamos proporcionarle una respuesta.

—Muy bien —fue todo lo que Honma pudo decir.

—¿Mm?

—Sí, comprendo. Siento mucho haberla molestado.

La mujer lo miró, cautelosa. Su repentina mansedumbre era una auténtica sorpresa.

Honma se inclinó hacia delante y señaló el folleto grande.

—Una última petición. ¿Podría llevarme uno de estos folletos?

La mujer, que seguía radiando hostilidad, extrajo una única copia y se la entregó con una precisión mecánica.

—Gracias. —Honma señaló una de las compañías que incluía la lista de la portada—. Esta firma también pertenece a Mitomo, ¿verdad?

—Así es.

—¿Y sus empleados también asisten a los cursos de orientación? —Exacto.

—¿Y esta compañía también está en Osaka?

Más suspicaz que nunca, la mujer abrió el folleto y repuso:

—Sí, tiene una oficina en el edificio principal de Mitomo Construction.

—¿Alguna otra sucursal?

—No, señor. Sólo el almacén y centro de distribución que están en Kobe. —Se remitió a la página del folleto—. Aquí encontrará todos los detalles que necesite.

El nombre de la compañía estaba escrito en negrita, encabezando la página. Bajo él, había un logotipo en forma de rosa y de este mismo color, junto a un eslogan: «Ropa interior fina de importación a precios muy asequibles». Honma no tuvo que leerlo dos veces. Era el mismo logo que había visto en la caja que Nobuko Konno le había enseñado en la cooperativa Kawaguchi.

Era una caja de la pequeña empresa de venta de ropa interior por catálogo de la que Shoko había sido cliente.

Roseline.

Capítulo 19

Umeda, corazón de la magnificente ciudad comercial de Osaka.

No fue difícil localizar las dependencias del Grupo Mitomo. Tenían un aspecto algo más ruinoso comparándolas con las modernas instalaciones del Centro de Documentación, aunque su diseño de color gris le daba un toque más ceremonioso. En el directorio, aparecía Roseline, Inc., cuarta planta. Minami Green Garden se encontraba en la misma planta, lo que sugería que ambas estaban entre las compañías más pequeñas del imperio Mitomo.

La recepcionista de Roseline llevaba un uniforme de color rosa pálido, el mismo color del logo que blasonaba la puerta de cristal de la oficina. Sin embargo, la moqueta era de un rojo borgoña que, desde cierto ángulo, lo ensombrecía todo hasta casi hacerlo parecer negro.

Honma empezó solicitando ver al director de personal.

—¿Tiene usted cita?

—No, lo siento. Pero es bastante urgente. —Esbozó su mueca más seria y sacó la foto de Shoko—. Me gustaría saber si esta mujer trabajó para ustedes en algún momento. Ha desaparecido e intento seguirle el rastro.

La recepcionista estudió la fotografía. Hecho esto, quizás alarmada por los grotescos modales de Honma, al que ni siquiera había preguntado el nombre, le dijo que esperara. La foto revoloteaba entre sus dedos mientras se alejaba a paso ligero hacia otra sala.

Honma se encaminó hacia el ascensor, donde reparó en una vitrina llena de catálogos de Roseline. Cogió uno, echó un vistazo al índice, y abrió por una página al azar. Nunca había visto algo parecido.

«Cómo realizar un pedido» era la única sección que no quedaba cubierta de fotos de modelos vestidas con lencería en varias posturas algo desafiantes. Al final de una explicación muy detallada escrita cual contrato, había un pedacito recortable destinado al pedido.

Cuando realice su primer pedido, asegúrese de que incluye su nombre, dirección y lugar de trabajo. Estaremos encantados de atenderle por teléfono, sólo ha de marcar nuestro número gratuito. También puede pasar su pedido por fax, las 24 horas del día. El pago puede realizarse bien mediante tarjeta de crédito o bien mediante giro postal. Tiene a su disposición la posibilidad de especificar una fecha de envío y si desea que su artículo sea envuelto para regalo.

¿Tiene una amiga a quien le gustaría recibir el catálogo? Por cada nuevo cliente que consiga, obtendrá un 5% de descuento en su Club Especial de Amistad. Podrá canjearlo en su siguiente compra y, además, participará en nuestro Sorteo de Sorpresas, donde un precioso obsequio le espera.

A Honma le pareció interesante el apartado que, unas cuantas líneas más abajo, solicitaba la opinión de los consumidores.

¿Le gustaría participar en nuestra Encuesta al Consumidor? ¿Existe algún otro producto que le gustaría ver en el catálogo de Roseline, junto a nuestra línea de lencería? Ayúdenos a ofrecerle las últimas tendencias en belleza y elegancia, en la expansión de nuestras actividades, el proyecto Creative Lifestyle. Puede ayudarnos a anticipar las necesidades de la Mujer del Siglo Veintiuno. Tan sólo ha de disponer de cinco minutos para completar este simple cuestionario y remitírnoslo antes de la fecha tope que indicamos más abajo. Todas las participantes recibirán un set de viaje Roseline en agradecimiento a su colaboración.

Merecía la pena echarle un vistazo a aquel cuestionario. Veamos. Primero, los datos típicos:

Miembros de la familia

Propietario o arrendatario

Número de años en su empleo actual

Aunque a continuación venían preguntas más inusuales:

¿Ha cambiado usted de trabajo? Si es así, ¿con qué frecuencia?

Títulos: procesamiento de textos, permiso de conducir, certificado de contabilidad, etc. Rango de ingresos.

Tipos de seguro. Nombre de compañía/compañías Tarjetas de crédito.

Después, bajo el título «Participantes solteras»:

¿Dónde le gustaría celebrar su boda? ¿En un hotel, un salón de fiestas, un templo budista, un santuario shinto, algún otro lugar?

¿A dónde le gustaría viajar en su luna de miel?

¿Ha viajado al extranjero alguna vez? Si es así, facilite la fecha de su primer viaje.

Y bajo «Participantes que viven solas»:

¿Forma parte de su plan de futuro comprarse una casa?

Honma alzó la mirada y se concentró en el papel rosa de la pared.

Roseline era una empresa especializada en la venta por correo de ropa interior de importación. Ofrecían buenos productos a precios asequibles. Eso era todo en cuanto a sus actividades. Pero si conseguían que todos sus clientes respondieran a aquel cuestionario, tendrían en su poder una base de datos instantánea y bastante extensa. Cualquier persona que hubiera trabajado aquí, que supiera cómo manejar los hilos correctos, tendría acceso inmediato a toda esa información.

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