Hikaru (9 page)

Read Hikaru Online

Authors: Julián Ignacio Nantes

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Hikaru
9.98Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Suministros de agua agotados, fallo de sistema de refrigeración, sobrecalentamiento de circuitos, apagado inminente.

—¿Qué? —dice Hikaru y de pronto su cuerpo se abre, exhala vapor y se apaga.

El tiempo pasa rápidamente. Vulpécula se propone incitar a la guerra y que la sociedad los reclame nuevamente. En cada ciudad los miembros de Vulpécula seleccionan blancos estratégicos y comienzan a eliminarlos con 3I.

Los hechos comienzan cuando un hombre de Vulpécula, que trabaja en la planta purificadora de aire en Brasil, contamina los piletones de agua para tratamiento. El veneno se esparce por el aire a todo el mundo, las cosechas se pierden y los animales se mueren. Falta el alimento.

Europa no tarda en echar la culpa al gobierno de Brasil y el embajador brasileño aparece muerto por el virus del 3I… demasiado casual.

Vulpécula va de país en país vendiendo el virus del 3I a través de un representante, así mantiene la identidad de los Kanes limpia. Ante cualquier acusación que este representante reciba sobre provocar las muertes, la respuesta es siempre la misma:

—Quien haya sido responsable de esas muertes poco interesa en este momento. El arma ya ha sido vendida a otros países, puede tener su copia ahora y defender su país por la suma que le pido, o comprarla mañana por el doble del precio.

Vulpécula es líder de la armada de Nueva América. La ONU está a punto de comenzar un debate en vivo. El policía y líder se encuentra en una sala de las instalaciones militares mirando las noticias por televisión, cuando por detrás aparece un robot.

—Por fin has despertado, Ruth —dice Vulpécula.

—Así es. Después que recuperaste mi cerebro electrónico de mi antiguo cuerpo en el estacionamiento he estado… meditando… En ese tiempo he descubierto que mi cerebro es capaz de procesar información y retenerla cien veces más rápido y mejor que antes. He experimentado un poco en mí mismo y estoy orgulloso de mi nuevo descubrimiento. El 3I ha abierto puertas insospechadas y muy poderosas —afirma, aunque tiene un cuerpo robótico en muy mal estado, un modelo antiguo. Entonces saca unos cables y se conecta a una consola—. No sólo puedo conectarme a sus cerebros y mandar y recibir información, también puedo controlarlos.

A poco tiempo de comenzada la reunión de la ONU comienza el ajetreo y todas las naciones terminan seriamente enemistadas, la reunión cesa inmediatamente.

Vulpécula tiene al mundo donde quería. Todos están paranoicos, con un dedo en el botón, listos para aniquilar a la población del país más cercano.

Reinicio

Un grupo de comerciantes del desierto discute.

—Ya no tiene sentido que sigamos viajando hacia el sur —dice el líder del grupo—, la peste del aire ya ha acabado por completo con las comunidades de allí.

—Si hay alguien vivo quizá aún podamos llevar esperanzas —responde otro más joven.

—Somos comerciantes —un tercero muy viejo se suma a la discusión enfadado regañando al anterior—, no samaritanos. Si hay alguien allí abandonado lo llevaremos con nosotros para venderlo como esclavo.

—Aún así —dice el líder— para marchar dependemos del agua que encontremos en las comunidades. Si no hay nadie allí no sobreviviríamos otra jornada. Yo sugiero que viajemos hacia el este.

—Nunca nadie jamás viajó hacia el este —señala el viejo indignado.

—Lo sé, pero se dice que las comunidades allí abundan.

—El desierto del este es el más cruel de todos —murmura el joven por lo bajo.

—Nos arriesgaremos —insiste el líder— ya no viajaremos más hacia el sur.

El grupo camina por el desierto durante varias jornadas antes de encontrar el cuerpo de Hikaru a medio enterrar. Lo levantan algo desconcertados y lo cargan con ellos.

Llegan a una comunidad y entregan a Hikaru en trueque a otro comerciante, quien le tapa el agujero del abdomen con unos paños e intenta venderlo como atracción.

Hikaru permanece en exhibición durante varias semanas. Finalmente, el comerciante lo vende por unas pocas monedas a un comprador de chatarra, quien lo termina arrojando junto con el resto de los fierros en una pila de su chatarrero.

Pasan los días y Hikaru es lentamente cubierto por otros escombros.

Cierto día llega un hombre misterioso a ver al chatarrero. Un hombre alto con un sobretodo que cubre todo su cuerpo, en sus manos guantes de cuero, en la cabeza un turbante, lentes y una máscara para su boca. Ninguna parte de su cuerpo está a la vista.

Va seleccionando lentamente piezas y arrojándolas en un carrito que arrastra. Trepa una pila de escombros y una mano que sobresale llama inmediatamente su atención. Corre hacia la mano y comienza a desenterrar a su dueño. Así encuentra Hikaru a su nuevo dueño. El hombre misterioso regatea por las partes recogidas y por Hikaru antes de volver a su casa en el pueblo.

La casa se compone principalmente de un taller mecánico. Allí vive una jovencita muy hermosa y de tez oscura, como todo el resto de los moradores del desierto. Ella trabaja duramente varios días arreglando el cuerpo inerte de Hikaru.

—¡Ya está! —dice la chica triunfante—. No falta más que arreglar unos pocos detalles y… —alguien golpea la puerta.

La muchacha se apresura a ponerse el disfraz del hombre misterioso y corre a abrir la puerta—. Verificación de sistemas… Todo funciona correctamente, potencia al 70%, reanudando funcionamiento normal —se oye de pronto.

Hikaru se sienta de golpe y mira a su alrededor desconcertado.

La muchacha regresa de atender la puerta con una bolsa en sus manos, aún viste el disfraz de hombre misterioso.

—¡Guau, funciona! —dice con una voz profunda.

—¿Dónde estoy? ¿Quién eres tú?

—Yo soy Lau, el mecánico de este pueblo, Boga —responde orgullosamente.

—¿Boga? ¿El nuevo desierto de Médéa?

—Sip.

Hikaru se incorpora de un salto.

—Necesito ponerme al día —dice Hikaru mientras cierra los ojos un instante—. ¿No cuentan con Internet en este pueblo?

—Tenemos un Access Point de Internet a un par de cuadras de aquí.

—¿Un API? Bien, debo irme. Gracias por la reparación, adiós. —Hikaru encara para irse.

—¡Un momento! Yo te compré y te arreglé, eres mío. Mi robot, ¿entiendes? ¡Harás todo lo que yo te diga!

Lau agarra un arma escondida adaptada a la pared y dispara a las piernas de Hikaru, lo atrapa y lo arrastra hasta ella.

—No tengo tiempo para estas pavadas —anuncia Hikaru al tiempo que extrae una cuchilla de su brazo izquierdo, corta las ataduras y se dirige nuevamente hacia la puerta.

Lau aprieta un botón que se encuentra debajo de la mesada y dispara un mecanismo que baja un portón de metal que interrumpe la salida.

—No eres un robot muy fiel a tu amo. Debes tener los circuitos cruzados, tranquilo, ya lo arreglaré.

—No tocarás mi cerebro, ya es perfecto tal cual es… ¡Y no soy tu robot! —Hikaru toca la puerta y suelta, contrario al efecto esperado su brazo cae al suelo—. ¡AAAAH! ¡¿Qué le has hecho a mi cuerpo?!

—Ups… bueno, lo he desarmado por completo para ver si valía la pena ponerme a arreglarlo. Supongo que faltó ajustar algunas cosas.

—¿Y te haces llamar el mecánico del pueblo?

—¡Hey! ¡Tú fuiste el que se levantó antes de tiempo! ¡Pensaba hacer un repaso completo de tu cuerpo antes de darte de alta!

Hikaru levanta su brazo y tendiéndolo hacia Lau pregunta:

—¿Entonces puedes repararlo?

—Eso depende de ti. Si prometes reconocerme como tu amo legítimo…

—¡Jamás podría sumirme a tu voluntad! Ahora abre esta maldita puerta antes de que te parta al medio. —Hikaru la amenaza aún con la cuchilla de su brazo desenfundada.

Lau se asusta ante la amenaza, no es el hombre duro que aparenta su disfraz. En silencio se acerca a él y a la puerta, descubre un panel escondido en la pared e introduce una clave. La puerta se abre.

Hikaru se va echándole una mirada de furia, se acomoda el brazo como puede, que le queda allí colgando. Observa curioso la simplicidad del pueblo, pero no ve ningún joven. Se dirige al puesto de API.

—Hola, ¿tiene una máquina para conectarme a Internet? —pregunta Hikaru al viejo de la tienda.

—Claro forastero, no hay problema, son 500 P la hora. ¿Paga por adelantado?

—No tengo dinero, acaso la distribución de Internet no se hizo gratis en el convenio mundial de 2035.

—Jajajaja, puede ser, pero aquí si quieres utilizar Internet se necesita electricidad, y si quieres electricidad necesitas un motor en tu casa, y un motor en tu casa implica gasolina, y ni el mantenimiento del motor, ni el las computadoras corroídas por la arena del desierto, ni la gasolina son gratis.

Hikaru mira hacia arriba y respira profundamente.

—Bien, ¿y qué debo hacer para conseguir dinero?

—Bueno, el trabajo no es algo que aquí abunde… pero siempre hay cosas que a la gente no le gusta o no puede hacer. Mis brazos ya son débiles y la bomba del pozo de agua está trabada. Yo siempre suelo ir a esta hora a la fuente, te daré 75 P si vas y me traes algo de agua —el viejo sonríe y extiende el balde a Hikaru.

Hikaru va entonces al pozo de agua en el centro de la ciudad. Ve la bomba, pone el balde y comienza a bombear con su brazo sano. La fuerza no le supone ninguna dificultad, pero reconoce que para una persona normal debe ser duro. El agua comienza a salir lentamente.

—Vaya, ¡qué joven más fuerte! —exclama una señora que se acerca con su vasija a buscar agua—. ¿Podrías llenar también la mía?

—Mmm… La verdad es que necesito dinero, ¿qué le parece a cambio de unas monedas?

Entonces Hikaru se pone a llenar balde tras balde de gente que comienza a amontonarse.

Lau pasa por ahí con su disfraz.

—¡Oh! Veo, no quieres trabajar para mí, pero ayudas a todo el resto del pueblo. ¿Eres un robot misionero o algo así?

—¡Cállate! estoy juntando dinero para poder acceder a Internet.

—¿Me das agua a mí también?

—Ponte en la fila.

Lau está última en la fila. Cuando llega su turno, Hikaru llena su balde con agua. Ella le da un par de moneditas, apenas 20 P.

Hikaru mira las moneditas. “Tacaño…”

—Tú eres el mecánico del pueblo, ¿no deberías realizar el mantenimiento de la bomba?

—No lo haría ni aunque me pagasen… Si yo la arreglase, el desierto se encargaría de devolverla a este estado en 2 días. Lo que necesita es un refugio, pero el Consejo del pueblo no me escucha.

—A mí me parece una buena idea.

—¿Verdad que sí? —dice Lau impulsivamente.

Hikaru se asombra de esa reacción en el hombre.

—¿Por qué el Consejo no presta atención?

—Hace tiempo llegó un forastero diciendo que a unos pocos kilómetros de aquí había napas de petróleo. Comentó esto al Consejo y les prometió una fortuna a cambio de mano de obra para la perforación.

“Ya me preguntaba yo dónde estaban los jóvenes…” piensa Hikaru.

—Lo cierto es que somos un país pobre y el método de extracción de petróleo es algo antiguo y riesgoso. Ya se ha llevado la vida de algunos hombres. —Lau agrega esto mirando al piso, luego levanta la vista a Hikaru y dice—. Debo irme.

Hikaru vuelve al API, le da su balde con agua al viejo y le entrega los 500 P que pedía.

—¿Dónde me enchufo? —pregunta Hikaru.

—Pasa, pasa, allí hay un par de máquinas.

Hikaru entra a la casa del viejo y pasa una cortina. Allí se encuentra con unas máquinas viejas, similares a la de la casa de Feder, y pasa mucho tiempo buscando la información. En algún momento Hikaru encuentra el video de la charla de la ONU y lo observa.

—Es extraño… de pronto comienzan una discusión eufórica, pero ordenada… como si se quisiera dar un mensaje lo más claro posible.

El viejo de la tienda llama a Hikaru a los gritos.

—¡Hey forastero! Ya se ha cumplido tu hora, si quieres seguir tienes que pagar.

—¿Cómo? ¡¿Ya?! —responde Hikaru—. Tan solo un momento más. El viejo termina por desenchufar la zapatilla a la que están conectadas las computadoras y apaga todo.

—Eso fue todo —le dice—. Ahora vuelve a tu alojamiento, estoy cerrando por hoy.

Hikaru deambula pensativo por el pueblo.

—No es demasiado lo que pude averiguar… El panorama es confuso… he pasado cerca de dos meses desactivado y de alguna forma todos los países están en guerra matándose unos a otros con mi invento. ¿Cómo ha sucedido?

Hikaru se topa con Lau en el camino, está con su disfraz puesto entregando un artículo reparado y cobrando el trabajo.

—Se acerca una tormenta de arena, si te encuentra en la calle quedarás como la bomba de agua o peor. Ven a refugiarte en mi casa, me daría pena ver mi trabajo echado a perder —le dice Lau.

Hikaru la mira.

—…

La tormenta comienza, Lau y Hikaru están en la casa. Lau, aún con el disfraz, pone agua a calentar.

—¿Cuál es tu problema?

—¿Cómo?

—Trabajar para mí sería menos duro, y tendrías mantenimiento gratis. ¿Por qué te molestas en trabajar por unas monedas? ¿Qué clase de robot eres?

—Yo necesito corregir mis errores.

—Yo puedo corregir tus errores. Tengo aquí el material necesario y sé algo de programación.

—No es eso… tengo una deuda con el mundo.

—¿Y qué significa eso?

—Significa que no puedo ser tu robot ni aunque quisiera. No puedo quedarme en este pueblo mucho tiempo más. ¿Podrías arreglar mi brazo? Te lo pagaré.

—¡Si quieres que te lo arregle para que puedas escapar ni lo sueñes!

—Bien, pagaré por mi brazo y por mi libertad. ¿Estamos de acuerdo?

Lau lo mira en silencio por un tiempo.

—No será barato… y quiero la paga por adelantado.

Vida en el desierto

Al día siguiente Hikaru se presenta a buscar trabajo a la excavación de petróleo. Se encuentra hablando con el capataz en una oficina improvisada a cien metros de donde se lleva a cabo la perforación.

—Lo siento —dice el capataz—. Todos los trabajos que tenemos para ofrecer necesitan de brazos sanos y fuertes. Me temo que no tenemos trabajo para ti.

—Pero mi brazo izquierdo es muuuuy fuerte, debe creerme.

—Lo siento, así son las cosas.

—¡Espere! Póngame a prueba, lo que usted quiera, le demostraré de lo que soy capaz.

—No seas ridículo, ya es suficientemente peligroso para una persona sana —una campana empieza a sonar—. Es la alarma de accidentes… ¿Ves lo que te digo?, no seas tonto, ¡vete de aquí! —el capataz sale corriendo.

Other books

A Sunday at the Pool in Kigali by Gil Courtemanche
The Detachment by Barry Eisler
The Lovegrove Hermit by Rosemary Craddock
Migratory Animals by Mary Helen Specht
The Day She Died by Catriona McPherson
Rainbow's End by Irene Hannon
Eighth Fire by Curtis, Gene
Blood Bond by Green, Michael