El Camino de las Sombras (24 page)

BOOK: El Camino de las Sombras
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Repararon en él enseguida, y fue extendiéndose el silencio entre los bravucones que bromeaban a voces, los soldados que hacían estiramientos y las mujeres que comprobaban una y otra vez sus hojas.

—¿Estáis todos? —preguntó una mujer con aspecto de erudita que entró desde una sala lateral. Estuvo a punto de chocar contra el hombretón que la había precedido cuando aquel paró en seco.

A Kylar se le cortó la respiración. Era Logan. No iba a asistir como espectador, iba a competir. Entonces la maga vio a Kylar, y ocultó su sorpresa mejor que la mayoría.

—Ah... Ya veo. Bueno, joven, ven conmigo.

Muy atento a mantener sus andares de gallito, Kylar pasó por delante de Logan y los demás. Resultaba extrañamente satisfactorio oír los susurros que estallaban a sus espaldas.

La enfermería se había utilizado antaño para atender a los combatientes esclavos heridos. Tenía aspecto de haber presenciado muchas muertes. Incluso había canales que recorrían la base de todas las paredes, para que fuese más fácil lavar la sangre.

—Soy la hermana Drissa Nile —dijo la mujer—. Y aunque los maestros aprenden a usar todas las armas de filo, para este torneo solo puedes usar tu espada. Tengo que pedirte que te quites el resto de las armas.

Kylar le dedicó su mejor mirada a lo Durzo Blint. La hermana carraspeó.

—Supongo que podría unirlas mágicamente a sus fundas. No podrás desenvainarlas hasta dentro de unas seis horas, cuando las tramas se disipen.

Kylar asintió en señal de conformidad. Mientras la maga murmuraba las tramas de magia con que iba envolviendo cada una de las fundas, él examinó el cuadro de emparejamientos que había colgado en la pared. No tardó en encontrar a Logan y entonces dedicó unos instantes a buscarse a sí mismo antes de caer en la cuenta. «Ya, como que los Nueve iban a inscribirme con mi auténtico nombre.»

—¿Cómo figuro en la lista? —preguntó.

La maga hizo una pausa y señaló.

—Voy a jugármela y suponer que eres ese. —El nombre constaba como «Kagé». Drissa murmuró y de la nada apareció un acento sobre la «e»—. Kagé, la Sombra. Si no te ha enviado el Sa'kagé, jovencito, más te vale procurarte un caballo rápido.

No hacía falta preocuparse. Kylar se alegró de ver que estaba en el grupo opuesto al de Logan. Su amigo había crecido hasta dar cuerpo a su estatura. Logan de Gyre ya no era torpe, llegaba muy lejos con los brazos y era fuerte, pero entrenar una hora cada dos días no era lo mismo que adiestrarse varias horas diarias bajo la tutela del maestro Blint. Logan era buen luchador, pero de ningún modo llegaría a los últimos cruces de su grupo, lo que significaba que Kylar no tendría que enfrentarse a él.

Sacó su espada y la hermana Nile le aplicó la salvaguardia mágica. Kylar probó la hoja y no solo estaba plana, sino embotada en un pequeño círculo alrededor de cada filo, lo que demostraba que la hermana sabía lo que se hacía. Hasta una espada de prácticas podía cortar si se asestaba un tajo lo bastante fuerte. Por otra parte, las tramas no parecían añadir peso alguno a la hoja ni cambiar su recorrido en el aire.

—Bien —dijo Kylar. Estaba intentando ser tan lacónico como Durzo para no dar a conocer su voz. La mayoría de las voces impostadas de Kylar seguían haciéndole parecer un niño que intentaba sonar como un hombre. Era más embarazoso que eficaz.

—Las normas del torneo son que gana el primer espadachín que toque tres veces a su oponente. He enlazado una salvaguardia al cuerpo de todos los combatientes que hace reaccionar la espada del oponente. La primera vez que toques al adversario, tu espada brillará de color amarillo. La segunda, naranja, y la tercera, rojo. Ahora viene lo último —dijo la hermana—. Asegurarme de que no tienes Talento. Para eso tendré que tocarte.

—Pensaba que podrías Ver.

—Y puedo, pero he oído rumores de gente capaz de camuflar su Talento, y no faltaré a mi juramento de asegurarme de que este combate sea justo, ni siquiera aquí, ni siquiera por el Sa'kagé.

Drissa puso la mano encima de la suya y empezó a murmurar para sus adentros. Según Blint le había explicado, las mujeres necesitaban hablar para usar su Talento, aunque al parecer no hacía falta que dijesen nada comprensible.

Drissa paró de repente y lo miró a los ojos. Se mordió el labio y después volvió a ponerle la mano encima.

—Eso no es ningún camuflaje —dijo—. Nunca había visto... ¿Lo saben? Deben de saberlo, supongo, o no lo habrían enviado a él, pero...

—¿De qué estás hablando? —preguntó Kylar.

La hermana Nile dio un paso atrás a regañadientes, como si la incomodara tener que tratar con un ser humano cuando tenía entre manos algo mucho más interesante.

—Estás roto —le dijo.

—Que te den.

La maga parpadeó.

—Lo siento, quería decir... La gente suele hablar de «tener el Talento» como si nada, como si fuera tan sencillo. Pero no lo es. Para que un hombre o una mujer se convierta en mago deben coaligarse tres factores. Primero, está el
glore vyrden
, que vendría a ser la magia vital. Se trata de magia que se recolecta de los procesos vitales, igual que obtenemos energía de la comida, o es posible que provenga del alma... No lo sabemos, pero es interna. La mitad de la gente tiene glore vyrden. Puede que todos lo tengan, y que en la mayoría sea demasiado pequeño para detectarlo. En segundo lugar, hay personas que tienen un conducto o proceso que traduce ese poder en magia o acción. Suele ser muy estrecho. A veces está bloqueado. Pero pongamos que alguien ve que a su hermano se le cae encima un carro cargado de heno; en ese caso extremo, ese alguien podría echar mano de su glore vyrden por única vez en su vida y ser capaz de levantar el carro. Por su parte, los hombres que tienen glore vyrden y un conducto abierto tienden a ser atletas o soldados. A veces se demuestran muy por encima de quienes los rodean, pero luego, como a todo el mundo, les cuesta recuperarse. La cantidad de magia que usan es pequeña y se agota con rapidez. Si se les dijera que están usando magia, no lo creerían. Para que un hombre sea un mago, necesita también un tercer componente: debe ser capaz de absorber magia del sol o del fuego para poder recargar su glore vyrden una y otra vez. La mayoría absorbemos la luz a través de los ojos, pero otros lo hacen por la piel. Creemos que por eso los gorathi de Friaku van a la batalla desnudos, no para intimidar a sus enemigos sino para acceder al máximo de magia posible.

—¿Y qué tiene eso que ver conmigo? —preguntó Kylar.

—Jovencito, tú puedes absorber magia, sea por los ojos como un mago, sea a través de la piel, que prácticamente te brilla de magia. Diría que tienes una inclinación natural hacia la magia corporal. ¿Y tu glore vyrden? Nunca he visto otro igual. Podrías tirarte media noche usando magia y no la agotarías. Es perfecto para un ejecutor. Pero... —Hizo una mueca—. Lo siento. Tu conducto...

—¿Qué le pasa, está bloqueado? ¿Está mal? —Kylar ya sabía que lo tenía bloqueado. Blint llevaba años intentando romper el bloqueo. Eso explicaba también por qué Blint le hacía tumbarse al sol o acercarse peligrosamente a fuegos de forja: había intentado forzar una sobrecarga de magia, para que Kylar no tuviera más remedio que usarla.

—No tienes conducto.

—¿Lo puedes arreglar? El dinero no es problema —dijo Kylar, con el corazón encogido.

—No se trata de hacer un agujero con un taladro. Vendría a ser más bien como fabricar unos pulmones nuevos. Esto no es algo que ninguna sanadora de la Capilla haya visto nunca, y mucho menos tratado de arreglar; además, con la magnitud de tu Talento, yo diría que intentarlo resultaría letal tanto para ti como para la sanadora. ¿Conoces a algún mago dispuesto a jugarse la vida por ti?

Kylar negó con la cabeza.

—Entonces, lo siento.

—¿Podrían ayudarme los gandíanos? Ellos tienen a los mejores sanadores, ¿no?

—Preferiré no darme por ofendida por ese comentario, aunque la mayoría de las hermanas lo harían. He oído historias estrambóticas sobre la escuela verde masculina. No es que me lo crea, pero oí de un mago que había salvado al hijo nonato de una moribunda metiéndolo en el vientre de su hermana. Aunque sea cierto, eso es atender un embarazo, y las sanadoras nos las vemos con embarazos difíciles a diario. Lo tuyo no lo vemos nunca. La gente acude a nosotras porque está enferma. Llevan a sus hijos a la Capilla o a una de las escuelas masculinas porque han prendido fuego al granero, curado a un compañero de juegos o lanzado una silla a alguien usando solo su mente. La gente como tú no acude a nosotros; se queda frustrada por la vida, como si estuvieran destinados a más pero nunca pudieran alcanzarlo.

—Gracias —dijo Kylar.

—Lo siento.

—Así que eso es todo. ¿No tengo remedio?

—Estoy segura de que los antiguos podrían haber hecho algo por ti. A lo mejor hay algún viejo manuscrito olvidado en una biblioteca gandiana que pueda ayudarte. O quizá haya alguien en la Capilla que esté estudiando los trastornos del Talento sin que yo me haya enterado. No lo sé. Podrías intentarlo. Pero yo en tu lugar, no tiraría mi vida por la borda buscando algo que nunca vas a encontrar. Resígnate.

En esa ocasión, Kylar no tuvo que esforzarse. La mirada de Durzo Blint acudió a sus ojos sin ningún problema.

Capítulo 26

Kylar saltó a la arena del estadio dispuesto a hacer daño a alguien. Las gradas estaban llenas a rebosar. No había visto nunca a tanta gente. Los vendedores circulaban por los pasillos anunciando arroz, pescado y botas de cerveza. Los nobles tenían criados que los abanicaban para aliviar el creciente calor, y el rey ocupaba un trono, bebiendo y bromeando con su séquito. Kylar creyó avistar incluso al general supremo Agón a un lado, con cara de pocos amigos. La aparición de Kagé desató los murmullos del público.

Entonces se abrió la puerta que tenía delante y por ella salió un campesino grandote. Se oyeron unos vítores poco entusiasmados. A nadie le importaba en realidad quién ganase, tan solo se alegraban de que fuese a empezar otra pelea. Sonó un cuerno y el corpulento campesino desenvainó una gran espada bastarda herrumbrosa. Kylar desenfundó su propio acero y esperó. El campesino cargó contra él y levantó su espada para asestarle un mandoble de arriba abajo.

Kylar le salió al paso de un salto, le clavó la espada con fuerza en el estómago y, mientras el campesino pasaba de largo tropezando, le lanzó sendos cortes al riñón y el gemelo. Su espada brilló amarilla, naranja, roja.

Pareció pillar desprevenido a todo el mundo salvo a los maestros de armas, que ocupaban una sección especial con sus capas de color rojo y gris acero. Tañeron una campana en el acto.

Sonaron unos pocos aplausos y otros pocos abucheos, pero la mayor parte del público parecía más perpleja que otra cosa. Kylar envainó su espada y volvió caminando a la cámara de los luchadores, mientras el campesino se sacudía el polvo entre maldiciones.

Esperó a solas, inmóvil, sin hablar con nadie. Justo antes de su siguiente turno, un matón descomunal con un rayo tatuado en la frente se sentó a su lado. Kylar creía que se llamaba Bernerd. A lo mejor era Zocato... no, Zocato era el gemelo de la nariz rota.

—Ahí fuera tienes Nueve hinchas que estarían encantados si la próxima vez dieras un poco de espectáculo —le comunicó el forzudo antes de marcharse.

El segundo oponente de Kylar era ymmurí. Los señores de los caballos no acudían a menudo a la ciudad, de modo que el público estaba emocionado. Era un hombre menudo, cubierto por varias capas de cuero marrón de caballo, cuero que le ocultaba hasta la cara. También él había conservado sus cuchillos en el cinto, unos grandes gurkas curvados hacia delante. Su espada era una cimitarra, excelente para dar tajos yendo a caballo, pero no tan buena para un combate de esgrima. Además, estaba borracho.

Fiel a sus órdenes, Kylar jugó con él, esquivando fuertes mandobles en el último momento, intercalando patadas giratorias y acrobacias y, en pocas palabras, saltándose todo lo que Durzo le había enseñado. Contra un rival competente, decía Durzo, nunca intentes una patada por encima de la rodilla. Sería demasiado lenta. Y ten siempre un pie en el suelo. Saltar te compromete con una trayectoria que no puedes cambiar. El único uso de una patada voladora era el que los ceuríes le habían dado al inventarla: desmontar a la caballería desde el suelo cuando no quedaba más opción. En la arena, el público enloqueció con la victoria de Kylar.

Mientras se retiraba tras el combate, Kylar vio salir a Logan. Su oponente era Bernerd, o Zocato. Kylar esperaba que el gemelo no fuese demasiado duro con él. Al cabo de unos minutos, sin embargo, Logan entró acalorado y triunfal en la cámara. Bernerd (o Zocato) debía de haber pecado de exceso de confianza.

En su tercer duelo Kylar tuvo por contrincante a un maestro de esgrima local que se ganaba la vida adiestrando a jóvenes nobles. El hombre miraba a Kylar como si fuese la serpiente más vil de todo Midcyru, pero contraatacaba con demasiado ímpetu y, tras tocar a Kylar una sola vez, perdió y se alejó hecho una furia.

Hizo falta que Logan ganara su tercer combate contra otro maestro de esgrima para que Kylar empezase a ver gato encerrado. Después él mismo ganó su cuarto duelo contra un soldado veterano; curiosamente, un soldado raso que no venía de buena familia, pero que debería haberle dado más guerra. El soldado no era buen actor. Kylar casi no atacó por las aberturas que dejaba en su guardia: clamaban tanto al cielo que estaba seguro de que eran trampas.

Entonces lo entendió. El campesino había sido real. El ymmurí estaba drogado. Al maestro de esgrima lo habían intimidado. El soldado estaba comprado. Era un torneo de eliminatorias, de manera que ya solo quedaban dieciséis hombres. Reconoció a cuatro como miembros del Sa'kagé, por lo que a buen seguro habría otros cuatro que no conocía. Los Nueve habían amañado los emparejamientos. Eso lo enfureció. Sin embargo, superó con facilidad sus últimos combates como si tuvieran importancia, repartiendo patadas giratorias voladoras, llaves de brazos, barridos con las piernas, complicadas combinaciones para desarmar al rival y cualquier otra maniobra ridícula que se le ocurriese.

Había pensado que los Nueve creían en él, que le daban una auténtica oportunidad de demostrar su valía, de vencer o morir. Pero aquello no era más que otro timo. Había grandes guerreros, pero los habían sobornado. Sin duda los corredores de apuestas estaban haciendo su agosto mientras Kylar ascendía por un grupo de emparejamientos y nada menos que Logan de Gyre iba saliendo airoso en el otro. Logan, el alto y apuesto Logan, vástago de una de las mejores familias, gozaba de una inmensa popularidad. De modo que el Sa'kagé había amañado los primeros cruces de Logan para que fuesen muy reñidos y mejorar los beneficios de las apuestas a su favor. Después el joven señor de Gyre había barrido en las últimas rondas. Los grandes luchadores se dejaban caer en momentos improbables y llenaban aún más las arcas del Sa'kagé.

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