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Authors: Caesar Alazai

Tags: #Terror, #Drama, #Religión

El bokor (41 page)

BOOK: El bokor
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—Eso es descomposición social, no posesión.

—Que tal esto, en Florida, un grupo de tres adolescentes fue acusado de matar a golpes a los padres de una cuarta niña de su grupo. Estos adolescentes participaban en el juego de rol y fantasía vampiro.

—No estará comparando a mi padre con un adolescente ¿o si?

—Claro que no, pero meterse con el ocultismo no produce ningún beneficio. La Palabra de Dios nos dice que evitemos el ocultismo porque puede ser adictivo y dañino. Aquello en lo que nos centramos afecta nuestras acciones y nuestra perspectiva de la vida. Por lo tanto, debemos meditar en lo que edifica la mente, el cuerpo y el espíritu.

¿Era su padre miembro de alguna secta?

—Hubo un tiempo en que sí. Tenía muchas dudas en su cabeza.

—¿Qué clase de dudas?

Lo normal, cosas como: ¿Pueden los videntes predecir sucesos futuros? ¿Pueden los médium realmente hablar con los muertos? ¿Cómo se explican los fenómenos psíquicos?

—Nada fuera de lo normal.

—Eso es lo que decía delante de mí, es probable que en su intimidad fuera mucho más oscuro.

—Tratar con el ocultismo exige un enfoque equilibrado. La cosmovisión bíblica reconoce tanto el mundo físico como el espiritual. Hay seres físicos, pero también seres espirituales del bien y del mal. No podemos ignorar lo sobrenatural, pero tampoco debemos estar obsesionados con ello.

¿Sabe de C. S. Lewis?

—Por supuesto.

—Pues el comentó: "Hay dos errores iguales y opuestos en los cuales puede caer nuestra raza con relación a los demonios. Uno es no creer en su existencia. Otro es creer y tener un interés malsano en ellos. Ellos mismos están tan complacidos por un error como por el otro, y reciben a un materialista o a un mago con el mismo deleite. Lo que pide Lewis, igual que nosotros, es un enfoque equilibrado.

—¿Entonces usted declara creer en las artes del ocultismo?

—Hay numerosas afirmaciones de acontecimientos sobrenaturales en el mundo del ocultismo. Sin embargo, no todos los fenómenos ocultistas deben ser atribuidos a lo sobrenatural. Ha habido casos en los que las personas han atribuido rápidamente sucesos no explicados a lo demoníaco, solo para descubrir más tarde otras explicaciones naturales. Esto suele causar vergüenza y daña la credibilidad de la persona y del grupo. Debemos cuidarnos de investigar todas las explicaciones posibles.

—Pero ustedes hacen exorcismos.

—La mayoría de los fenómenos ocultistas son meros trucos. Técnicas como la prestidigitación, engaños físicos o mecánicos, la suerte o la probabilidad matemática, y la lectura corporal pueden explicar muchos casos. Por ejemplo, se creía que un psíquico judío tenía poderes sobrenaturales, como la capacidad de mover o doblar objetos a cierta distancia con su mente. Hasta llegó a engañar a científicos con sus proezas. Sin embargo, se demostró que sus supuestos poderes eran falsos cuando un mago realizó las mismas proezas, exponiendo los trucos del charlatán.

Otros fenómenos pueden ser atribuidos a factores psicológicos o incluso psiquiátricos. Por ejemplo, una persona que demuestra tener varias personalidades y habla con diferentes voces puede tener un trastorno de personalidades múltiples que debería ser tratado con medicación. Los cambios inusuales de la personalidad o el temor de objetos o nombres pueden deberse a algún tipo de desequilibrio químico. Uno debería ser cuidadoso e investigar estas posibilidades antes de concluir que hay poderes ocultistas trabajando o que es una posesión demoníaca.

—Posesión o no, usted condena estas cosas.

—Cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen. Luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte. Demasiado a menudo, los cristianos somos rápidos para atribuir malos hábitos y conflictos a lo demoníaco, y no asumimos la responsabilidad por nuestras acciones. Por ejemplo, la adicción al sexo es el resultado de ceder a nuestra naturaleza pecaminosa, y no una actividad satánica, necesariamente. Antes de atribuir sucesos y dificultades al mundo demoníaco, primero deberíamos determinar si es consistente con la actividad demoníaca, según la describe la Biblia, y que no puede explicarse naturalmente. Entonces podemos considerar la posibilidad de que sean demoníacos.

—Siento que está usted evangelizándome.

—No puedo dejar mi vocación de lado, pero no es mi intención convertirla al catolicismo así de buenas a primeras.

—Mi padre solía decir que el catolicismo es intolerante y mezquino. Que ustedes los sacerdotes se sentían superiores y por eso llegaban a una rápida condenación que a menudo hacía que la persona se retrajera y se metiera más en el ocultismo. Muchas personas ingresan a organizaciones ocultistas porque la iglesia los rechaza.

—No entraré a defender a la iglesia en ese tema, supongo que su padre tenía buenas razones para sentirse rechazado por quienes conformamos la iglesia, pero esto no es culpa de Dios, sino de los hombres que llevamos mensajes equivocados.

Señorita Strout, ¿siguió usted el ejemplo de su padre?

—¿Se refiere a si practico el ocultismo?

—El ocultismo, la santería, todas esas cosas de las que esta isla está tan llena.

—No puedo negar que alguna vez usé las cosas que habían en casa.

—Tener artículos ocultistas cerca, como tablas guija, cartas y estatuas, puede ser una fuente de tentación para volver. Debería usted quemarlos si es que aun los tiene.

—No sé siquiera si esas cosas aún existen, quizá estén en la casa que nos robó la Mano de los Muertos.

—Siento que usted aún tiene vínculos con ese mundo.

—Espero no me tache usted de bruja.

—Al buscar la liberación del ocultismo, no podemos quedarnos a mitad de camino. Debemos dedicarnos a alejarnos del pecado y seguir a Cristo con todo nuestro corazón. Los creyentes deben prestar atención a la exhortación de Pablo de vestirse con toda la armadura de Dios. En Efesios, Pablo nos recuerda que «nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales». Solo los cristianos que se ponen bajo la autoridad de Cristo pueden tratar con el mundo del ocultismo, y solo los que están protegidos por su armadura pueden resistir al Adversario y ser liberados del ocultismo.

—Comienza usted a asustarme, me da la impresión de que antes de que lleguemos a su casa habrá iniciado usted un rito exorcista.

—Espero no llegar tan lejos.

—Quizá hasta fuera divertido.

—¿A qué se refiere?

—Pues imagínese la escena, yo intentando corromperlo y usted por su parte intentando exorcizar mis demonios. Cada uno con sus armas, usted con ese crucifijo que lleva al pecho y yo —dijo mojándose los labios— intentando usar las pocas armas de que dispongo.

—No creo que sus armas sean limitadas.

—Pero conoce usted bien mi arsenal —dijo riéndose— en cambio yo, conozco muy poco del suyo. Eso en cualquier tribunal de guerra sería considerado una gran desventaja para mí.

—No llegaremos a estar en guerra.

—Quizá si o quizá no, los caminos por este mundo son insospechados, hace unas horas no nos conocíamos y ahora, estamos hablando de que usted desea exorcizarme.

—No he dicho tal cosa.

—Lo adivino en sus ojos.

—Quizá quien deba ser exorcizado en ese caso sea yo.

—No sería yo la indicada para hacerlo. Al menos no en este momento. De seguro antes de exorcizarlo, conocería más a fondo a esos demonios que dice tener dentro.

Amanda se echó a reír de una manera contagiosa. Kennedy no era alguien que reía con facilidad, pero aquella mujer le despertaba muchos de sus sentidos y no podía negar que los fundamentos de su vocación estaban siendo puestos a prueba por aquella mujer.

—Quisiera tener la oportunidad de seguir hablando con usted.

—Intente detenerme, padre Kennedy.

—Cuando estábamos en mi casa, tengo que admitir que sentí temor de lo que pudiera pensar la gente.

—Es natural, padre, pero ya no soy una niña, así que ya puede usted despreocuparse de que lo consideren pederasta.

—También me preocupa su reputación.

—Adivino que ya le han dicho algo respecto a su relación conmigo.

—Tengo que admitirlo. Mi amigo Jean y la señora Candau me han prevenido de sus posibles influencias.

—No tengo el gusto de conocerlos.

—Pues ellos parece que sí saben de usted y no han dejado de decirme que estoy en peligro.

—¿Se siente usted en peligro?

—La verdad es que me siento sumamente complacido de haberla conocido.

—Igual me pasa a mí. Siento que existe una conexión entre nosotros que hasta este momento no he logrado identificar qué es. Quizá si no fuera usted sacerdote, hasta pensaría que…

—No lo diga.

—No soy mojigata padre, pero tampoco quiero que se haga a la idea de que soy una zorra que desea pervertir a un sacerdote.

—No me había pasado tal cosa por la mente —mintió el padre.

—Lo ha vuelto a hacer usted.

—¿Qué cosa?

—Llevarse los dedos a los labios al mentir.

—No es cierto.

—Por supuesto que lo es, con lo cual queda claro que usted piensa que deseo pervertirlo.

—Tampoco yo soy un niño, así que eso no debería preocuparle.

—Me preocuparé más de lo que sus amigos tengan que decir de mí.

—¿Conoce de casualidad usted a los padres Barragán y Casas?

—Por lo que entiendo ya no son sacerdotes.

—Así es, fueron expulsados por la iglesia.

—Espero no le moleste que le diga que lo tenían merecido, al menos puedo afirmarlo en el caso de Barragán.

—¿Sabe de lo que se les acusó?

—A Barragán de asesinar a su amante mientras hacía un rito exorcista. Eso fue en Cuba.

A Casas se le acusó de pederastia.

—¿En Haití?

—Así es. Y no es un caso lejano.

—¿Conozco a la niña?

—No lo sé, la chica se llama María.

—Hay una niña llamada así, hace unas semanas entró a la iglesia se despojó de las ropas…

—Se lo que pasó. Tenga usted cuidado.

—¿Y eso lo dice porque…?

—Porque en esa ocasión tuvo usted suerte de que la iglesia estaba llena, pero de haber estado usted solo lo pudieron haber acusado al igual que al padre Casas.

—¿Cree que Casas fue emboscado por una niña?

—Creo que en Haití se mueven muchas fuerzas que van mucho más allá de la inocencia de una niña. Si se gana usted la enemistad de Baby Doc o la Mano de los Muertos, pueden utilizar cualquier truco para que sea expulsado de la iglesia o algo mucho peor.

—Agradezco su prevención.

—Tómeselo en serio, padre Kennedy, a veces es mejor no hacer mucho ruido.

—Lo intentaré —dijo tomando la mano suave de Amanda Strout y besándola con cariño. —Hemos llegado, el tiempo vuela cuando se está con usted.

—Entonces debemos repetirlo —dijo montándose al coche. —Claro, si su amigo no logra atravesarme con esa mirada.

Adam volvió la cara en dirección hacia donde miraba Amanda y vio a Jean Renaud con su mirada clavada en los dos. Su rostro denotaba enojo, como si de pronto esa mujer fuera un obstáculo para la misión que debía llevar a cabo.

Capítulo XXVII

Johnson llegó a la casa de los Bonticue, era quizá, de las más sobrias y elegantes de todo Nueva Orleans, no solo debió haber costado una fortuna sino que además había sido construida con un excelente gusto, muy al estilo francés. Contrario a las demás de los alrededores, era de una sola planta, con un frente amplísimo y un jardín que de seguro cuidaba un profesional. Desde la calle era imposible ver qué tanto fondo tenía, pero se adivinaba que debía ser de al menos unos cien metros. El lugar era apacible, con muchos niños jugando en los jardines o conduciendo sus bicicletas o patines en las amplias calles de cemento. No había terminado de aparcar su auto cuando un hombre salió a su encuentro, traía cara de pocos amigos y Johnson pudo ver que la señora Bonticue intentaba frenar a aquel hombre.

—¿Señor Bonticue? Soy el detective Johnson de la unidad de homicidios —dijo mostrando su placa sin dejar que el hombre tomara la iniciativa.

—Detective Johnson, quiero decirle que pienso poner una denuncia ante los tribunales por la forma en que su compañero y usted han tratado a mi familia.

—No sé de qué me está hablando.

—Mi esposa fue testigo de la aparición de esos cuerpos en la iglesia y dio parte a la policía como correspondía, pero ustedes se han tomado la libertad de interrogar a mi hijo.

—Mi compañero consideró que era necesario.

—¿Me quiere decir qué rayos tiene que ver mi hijo Francis con estos hombres?

—Señor Bonticue, le ruego que se calme.

—No quiero calmarme —decía el hombre con espuma en las comisuras de la boca. —Francis me ha dicho que ustedes lo quieren relacionar con este caso y que le han hecho preguntas acerca del chico que se mató con la sobredosis.

—Señor Bonticue, le recuerdo que soy un agente de la ley, su hijo puede tener información valiosa para esta investigación y es preciso que hable de nuevo con él.

—Tengo influencias con el juez Vinton.

—Puede usted llamarlo si lo desea, pero déjeme hacer mi trabajo.

—Mi hijo no está en casa.

—Y no sabrá dónde se encuentra supongo.

—Es un adolescente y estamos en carnavales, puede estar en cualquier sitio.

—¿Puedo hablar con su esposa?

—Ya ella les dijo todo lo que sabe.

—Señor Bonticue si no colabora lo va a lamentar.

—¿A qué se refiere?

—A que a un hombre de su posición no le vendrá bien un escándalo.

—¿Me está amenazando?

—Por supuesto que no, pero usted conoce a los tipos de la prensa, cualquier palabra que uno diga puede ser malinterpretada.

—Es usted un maldito bocón.

—Bien. En ese caso me iré y buscaré una orden del juez Vinton, de seguro le agradará saber que usted se siente su protegido.

Espere un momento —dijo Bonticue cuando el detective empezaba a caminar hacia su auto— no es necesario molestar al juez. Pero no quiero que hagan pasar un mal rato a mi esposa, con este caso ya ha sufrido bastante.

—¿Sabe dónde está su hijo?

—Pase en media hora, lo estará esperando.

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