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Authors: Aurora Seldon e Isla Marín

Tags: #Erótico

Efecto Mariposa (17 page)

BOOK: Efecto Mariposa
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—Pues... ¿qué quieres que te diga? Sois un par de locos...

—No hace falta que digas nada. Tenías razón al reclamarme, Richie. Lo siento.

Richie sonrió.

—Te estás convirtiendo en un hombre muy frío, Sasha. Eso puede estar bien para el ambiente donde trabajas, pero no para Tommy ni para mí. Yo también siento no haber buscado antes esta conversación.

Se miraron unos momentos y Sasha sonrió.

—¿Amigos?

—Tonto, ven aquí.

Un abrazo sincero hizo que Sasha por fin olvidase su rencor.

—Escucha, quiero que siempre estés junto a Tommy —dijo Richie muy serio. Pocas veces estaba tan solemne. Sasha lo miró con atención—. Yo no sé si seréis pareja algún día, o si seréis sólo amigos. Pero es importante que estés a su lado. Él necesita cariño. Todo el cariño que puedas darle, siempre.

Sasha frunció el ceño. Lo que había detrás de esa conversación no le gustó.

—Estaremos ambos, ¿verdad? Siempre con Tommy —dijo tentativamente.

—Promételo —pidió Richie perdiéndose en su mirada gris—. Promételo, Sasha.

El ruso lo prometió y Richie pareció aliviado. Luego fue a ducharse y anunció que iría a atender algunas cosas y que no lo esperasen. Sasha lo vio salir, de pie en la puerta de la cocina. Sólo entonces se dio cuenta de que Richie no le había confirmado la pregunta.

3

Sasha se volvió a quedar dormido junto a Tommy. Aclaradas las cosas con Richie, solamente quería descansar; sabía que al volver a Oxford el intenso ritmo que llevaba le daría poco descanso.

Un par de horas más tarde, un rayo de sol, que en ese Londres invernal y neblinoso era casi un milagro, incidió en los ojos cerrados de Tommy, que gruñó y se dio la vuelta, tratando de esquivarlo. Aún con los párpados cerrados el rayo lo había medio cegado y le dolía. Apretó la cara contra la almohada y murmuró una maldición. Se había espabilado: ahora ya no podría seguir durmiendo.

Notó el calor de un cuerpo a la izquierda de la cama, pero por la derecha sólo sentía frío. Alguien se había ido. Esperaba que no hubiera sido Sasha. No se atrevió a levantar la cabeza para comprobarlo.

Al sentir el movimiento, Sasha despertó.

—¿Tommy? —susurró.

—Luz… sueño… sol… ciego… —dijo y gruñó sin apartarla cara de la almohada. Ya no necesitaba hacerlo. Sasha estaba ahí. Aunque ahora se preguntaba dónde habría ido Richie.

Sasha se levantó y cerró las cortinas, haciendo desaparecer el rayo de sol.

—¿Así? ¿Quieres que te alcance tus gafas?

—Mmm No… Dormir —contestó arrebujándose más con las mantas.

—A mí me ha dado hambre —dijo Sasha, sacudiéndolo—. No hemos desayunado y pronto será hora de almorzar.

—Hambre… sueño… —Una palabrota se oyó, atenuada con la almohada. Finalmente Tommy giró el rostro y lo miró con los ojos entrecerrados—. Hace frío, ¿por qué no traes algo de comida aquí y desayunamos en la cama?

—De acuerdo.

Sasha abandonó la habitación y volvió al poco rato con el desayuno que Richie había preparado.

—¿Café solo o café con leche? —preguntó.

—Chocolate no podría ser, ¿verdad? Con leche y cantidades ingentes de azúcar. ¿Qué tenemos para desayunar?

—No hay chocolate —dijo Sasha—. Richie preparó tostadas, hay mantequilla y mermelada y también huevos escalfados.

Tommy se incorporó y se puso a untar mantequilla y mermelada en un par de tostadas.

Sasha se sirvió un huevo escalfado y una tostada, y se sentó en la cama, comiendo en silencio, pensando en todo lo que Richie le había dicho.

—¿Dónde ha ido Richie? ¿Dijo cuándo volvería? —preguntó Tommy, sirviéndose café con un poco de leche y mucha azúcar.

—No. Dijo que nos quedáramos cuanto quisiéramos, pero que no lo esperásemos…

El muchacho frunció el entrecejo y sin decir palabra, se comió una de las tostadas en un par de bocados. Tras echar un trago de café, suspiró.

—Vale. Me alegro de que vinieras... los tres estamos maravillosamente, aunque en los últimos tiempos haya habido cierta tensión. —Tommy calló, temeroso de meter la pata.

Sasha se sirvió café

—Para tu tranquilidad, creo que debo decirte que ya no hay ninguna tensión. Estuve hablando con Richie antes de que te despertaras.

—¿Os habéis arreglado? ¿Sois buenos amigos otra vez? —preguntó Tommy, tratando de disimular la emoción en sus ojos. Lo había pasado fatal desde que había notado esa tensión entre ellos. Se sentía dividido.

—Siempre lo hemos sido —dijo Sasha sonriendo—. Es sólo que… ya sabes. Mejor no hablar de ello.

—Bueno, vale, no preguntaré. —Estaba absolutamente feliz de saber que dos de sus mejores amigos se llevaban bien otra vez. Exultante, se tumbó en la cama, estirándose como un gato.

Al verlo así, una oleada de amor y de deseo invadió a Sasha. Por un momento deseó que el tiempo se detuviera y que siempre estuvieran así, juntos y felices. Sin pensarlo más dejó la taza de café sobre la mesita y se tumbó sobre Tommy, cubriéndolo de besos.

«Te amo», pensó, mirándolo a los ojos. Pero no pronunció las palabras. Pronto tendría ocasión para decirlas, cuando, graduado en Oxford y con un cargo gerencial en el laboratorio, pudiera tener los medios para llevar la vida que quería.

Tommy le devolvió los besos con una radiante sonrisa que llegaba hasta sus ojos, sin adivinar nada de lo que estaba pasando por la cabeza a su amante.

4

El regreso a Oxford fue más penoso de lo que Sasha había previsto y se recriminó duramente por su debilidad. Ese fin de semana junto a Tommy en el ambiente familiar de la mansión Andrew y la visita a Richie habían sido demasiado perfectos y los echaba de menos.

No quería pensar en ello. «Una preocupación a la vez», se dijo, enfrascándose en su programa de estudios.

Pero al día siguiente, en el campus, se llevó una enorme sorpresa que lo tuvo taciturno algunos días: Derek tenía novio.

Sí, le cayó como un balde de agua fría verlo caminar de la mano con Guy Sinclair, a quien conocía de algún encuentro ocasional, y recordó que Derek también lo había invitado ese fin de semana a su casa de campo.

Lo peor fue cuando Derek se acercó a saludarlo.

—¡Hola, Sasha! Te perdiste un fin de semana apoteósico. Mira lo que conseguí.

Guy, nada cohibido, lo saludó radiante:

—Espero que te hayas divertido en Londres.

—Desde luego —dijo Sasha ocultando la sorpresa lo mejor que pudo—. ¿Debo felicitaros por algo? —cuestionó al ver los rostros sonrientes y felices.

—Somos novios —informó Derek—. Y Guy lo sabe todo… —No completó la frase. Era evidente que Guy «lo sabía».

—Se hace lo que se puede —observó el ruso, sin detectar celos en el novio de Derek.

—Dale saludos a Tommy cuando lo veas —pidió Derek—. Hasta pronto.

—Se los daré.

La pareja se alejó y Sasha los estuvo mirando hasta que se perdieron de vista. Con pasos lentos, buscó el aula donde se dictaba el seminario de Gestión Estratégica y abrió su cuaderno de apuntes. Pero no pudo prestar atención a la clase.

¿Por qué estaba tan afectado? Derek no le importaba. No como pareja, eso estaba muy claro. Era el hecho de saber que ya no lo necesitaba. En ese momento entendió cómo se había sentido Tommy al sorprenderlos juntos: amor propio herido, ¿traición? No era una traición, nunca habían hablado de ser nada especial. Solamente sexo ocasional y camaradería.

Pero el sexo podría tenerlo con cualquiera… La camaradería no. Y realmente apreciaba la amistad de Derek.

Cuando acabó el seminario al que apenas había atendido, fue en busca de Derek y lo encontró sentado en el comedor principal bebiendo un café. Solo, lo cual era una suerte.

—¿Puedo? —preguntó sentándose a su lado.

—Claro.

—Oye… lo de esta mañana… Realmente me alegro por ti —dijo mirándolo con toda la intensidad de sus ojos grises.

—Gracias, lo aprecio mucho. —Derek sonrió—. Quiero que sigamos siendo amigos.

—Descuida. Lo seremos. —Sasha le palmeó la espalda y se levantó—. Nos vemos luego.

Esa pequeña charla tuvo un efecto mágico en él. Se dijo que había estado demasiado encerrado en Tommy, Richie y los Andrew, y aunque conocía a mucha gente, nunca se había sentido especialmente unido a ellos; ni con Grant y sus amigos, ni con Randy, Patrick, Alan y los chicos del grupo. A diferencia de Tommy, él no se involucraba.

Con Derek era distinto. Quizá fuera el inicio de una real amistad.

5

—Está bien, dime qué ocurre —pidió Tommy.

Alison no dijo nada, sólo miró por la ventanilla del auto que los alejaba de Camden Palace, donde habían ido a bailar

—Lo siento —dijo Tommy.

—¿Qué es lo que sientes?

—Lo que sea que yo haya hecho, porque sé que te has enfadado aunque no me lo quieras decir.

—Tommy, no somos novios ni nada de eso.

—Lo sé.

—Entonces yo no podría enfadarme contigo por coquetear por allí, ¿verdad? —razonó Alison.

—Pues no, supongo que no. Pero entonces...

—Nunca ocultaste que eres bi, pero ese no es el punto.

Tommy se detuvo frente al edificio donde vivía Alison.

—¿Cuál es el punto? —preguntó suavemente.

—El punto es que puedo entender que a mi amigo cariñoso le gusten otras mujeres, pero verlo morreándose con un hombre en la discoteca aprovechando que yo había ido al baño me parece de muy mal gusto.

—Lo siento, de verdad. Era un viejo amigo, se llama Sydney...

—Ya me lo dijiste, Tommy. Y no tendría que estar enfadada, pero lo estoy.

Tommy suspiró. Era la primera vez que discutía con Alison y le supo muy mal. Sobre todo porque había sido su culpa.

«Querida, soy un puto y no puedo evitarlo. Por eso hasta Sasha huye de mí...»

—Lo siento. De verdad lo siento —murmuró—. No vi nada malo en saludar a Sydney con un beso, hacía tiempo que no lo veía y la última vez fue...

—¿Fue?

—Fue interesante, amable....

—¡Dios mío, te acostaste con él!

—Er... sí. Pero sólo fue una vez, por un artículo sobre sexo que yo había escrito y... —Alison le cubrió la boca.

—Calla, no quiero más detalles.

—Lo siento. Te juro que si hubiera sabido que te enfadarías, jamás lo hubiera hecho.

—¿Hablas de haberlo besado o haberte acostado con él?

—Las dos cosas... aunque lo segundo fue hace tiempo, pero te juro que...

—Tommy, ¿cómo se llamaba tu artículo?

—«El sexo como un medio de expresión, de conocimiento, de ayuda al prójimo, y un mecanismo de poder.»

Alison rió sin poderlo evitar, y en medio de su risa saltaron algunas lágrimas. Tommy la abrazó con fuerza.

—Lo siento, de verdad lo siento...

Alison lo miró a los ojos y aceptó el pañuelo que él le tendió.

—Supongo que no puedes evitarlo, ¿verdad?

—Es difícil...

—Ya. No puedo enfadarme, no contigo.

Una sonrisa adornó el rostro de Tommy, que hizo ademán de bajarse con ella.

—Hoy no —dijo Alison con firmeza—. Me sentiría rara

—Lo sien...

—No vuelvas a decir eso o gritaré; será mejor que vuelvas y busques a Sydney. —Alison bajó del auto—. Y, Tommy... quiero pedirte algo.

—Lo que quieras.

—Mañana tráeme una copia de ese artículo.

Tommy rió.

—A tus órdenes.

Capítulo 9
1

Tommy se arrebujó entre las mantas en su habitación de Greenshaw Hall, a mediados de abril, uno de esos días nublados y lluviosos en que sólo apetece quedarse en la cama.

«Eso es lo que haré. Me quedaré en la cama. Estoy abrigado y la vista es inmejorable.»

Frente a él estaba su cuadro y fantaseó con él unos momentos como solía hacer cuando se despertaba en casa de Alex. Simplemente le parecía hermoso. Un bello e inapreciable regalo del audaz pintor para su novio, que seguramente habría causado un buen escándalo. Imaginaba la escena, el cuadro cubierto con un lienzo en una importante exposición y descubierto luego por su autor mientras se lo dedicaba a su novio. Un par de damas desmayadas… los caballeros tosiendo discretamente y aparentando no haber oído ni visto nada. Y el cuadro, con su modelo desnudo y orgulloso, dominándolo todo.

Quince días atrás le había contado a Sasha esa escena que imaginaba y habían reído juntos, añadiendo detalles. Sí, las cosas con Sasha marchaban mejor.

Tommy se adormiló al calor de las mantas y tuvo la vaga conciencia de que alguien había entrado a la habitación. Una vaga conciencia que pronto se transformó en certidumbre, cuando una manita le tocó la mejilla.

—¡Tío Tommy! —Ariel, en pijama y descalzo, lo miraba con los ojitos brillando—. Mami tiene regalo.

Registró brevemente la frase del pequeño pero no hizo caso. A veces había que interpretar lo que decía Ariel y no tomarlo literalmente.

—Ven aquí, estás helado.

Lo alzó sin esfuerzo y lo metió en la cama. Su cuerpecito entró rápidamente en calor y Tommy lo abrazó y lo besó, dejando fluir sin reservas todo el cariño que sentía por el pequeño.

—¿Tío Sasha? —preguntó Ariel como hacía siempre que lo veía en la mansión.

—Está estudiando mucho. Vendrá en unos días y tomaremos el té contigo, ¿vale?

—Vale.

El niño miraba atentamente el cuadro. No era la primera vez que lo hacía, Tommy lo había sorprendido varias veces sentado en el suelo mirándolo fascinado y se había preguntado qué podría ver un niño de tres años en un cuadro así.

—¿Te gusta mi cuadro? —susurró.

—Sí. Es bonito.

«Bonito» no era la palabra que Tommy habría usado. Fascinante, sensual, erótico, excitante. Pero para el vocabulario del pequeño era el calificativo máximo que reservaba a sus juguetes favoritos.

—¿Es tu amigo? —preguntó Ariel con sana curiosidad infantil.

Tommy no tuvo corazón para decirle que probablemente el hombre del cuadro ya habría muerto, o que estaría tan anciano que no lo reconocería. Además, había una profunda verdad en las palabras del niño y recién caía en la cuenta: el hombre del cuadro lo había acompañado en sus momentos más negros, deprimido por el abandono de Sasha, por el rechazo de sus padres, por su incierto futuro. Se identificaba con el hombre del cuadro, recostado entre las blancas sábanas, soñando con su amante, esperándolo como el propio Tommy esperaba a Sasha.

—Sí. —Sonrió—. Es mi amigo.

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