Desafío (11 page)

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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

BOOK: Desafío
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—Qué bien. —Mis palabras compiten con la campanilla de la entrada, que se sacude con fuerza debido al portazo que la mujer ha dado al salir—. Seguro que no vuelvo a verla pronto.

Miles le resta importancia al asunto con un gesto de la mano y un encogimiento de hombros.

—Da igual. Créeme, tengo cosas mucho más importantes en qué pensar que el estado de las cuentas de Jude.

—¿Sí? ¿Como cuáles?

Meto el recibo en la caja morada, donde los guardo siempre, muy consciente del peso en mis hombros de la mirada de Miles, que está esperando a que le haga caso de una vez para contarme el verdadero motivo de su visita.

—Bueno, como tú, por ejemplo.

Me observa mientras me siento en el taburete y cruzo los brazos. Pongo mucho cuidado en mantener una mirada inexpresiva, como si no estuviera nerviosa ni preocupada, como si aguardara con paciencia su explicación.

—Bueno —continúa—, para empezar, no he vuelto a verte en el instituto desde el primer día. Y eso significa que no has ido a clase, porque te he buscado por todas partes. Te he esperado a la salida de las aulas, junto a tu taquilla, en la mesa del comedor, pero nada.
Niente
. Y eso quiere decir que no has estado allí.

Encojo los hombros sin confirmar ni negar nada… aún. Primero necesito comprobar si los argumentos que tiene contra mí son sólidos.

—Estoy seguro de que dirás que tienes tus razones, que tu larga ausencia (o la prolongación del verano, si quieres llamarlo así) no es asunto mío, pero quiero que sepas que te equivocas. Sí que es asunto mío. De hecho, es más que eso. Porque, como tu amigo, como uno de tus mejores amigos, estoy en la obligación de decirte que tu sutil desaparición no me afecta solo a mí, sino a todos nosotros. Incluso la gente a quien no consideras tu amiga está resultando afectada, lo creas o no.

Vuelvo a encogerme de hombros. No sé muy bien qué decir, pero no puedo perder el tiempo con esto. A Miles le encantan los monólogos largos y, por la pinta que tiene esto, va a tardar bastante en dar este por terminado.

—Ya sabes, gente como yo, como Damen y… bueno, quizá Haven ya no entre en esa categoría, pero da igual, ya nos concentraremos en eso más tarde. Lo que intento decirte es que estás… —Se queda callado, engancha los pulgares en las trabillas delanteras de los vaqueros y mira a su alrededor en busca de la palabra adecuada. Al final, vuelve a mirarme y añade—: Nos estás ignorando. Nos has dado de lado. Es como si ya no te importáramos.

—Miles… —empiezo a decirle. Aprieto los labios mientras intento pensar en la mejor forma de continuar—. Oye, entiendo tu punto de vista. De verdad que sí. Y, créeme, sé que es normal que lo veas de esa manera, pero te aseguro que hay un montón de cosas que no sabes. Cosas que ni siquiera te imaginas. En serio, si te dijera lo que ocurre… —Cierro los ojos y niego con la cabeza, consciente de que incluso a mí me resulta difícil creerlo la mayor parte del tiempo—. No puedo contarte nada ahora, pero créeme si te digo que si supieras una pequeña fracción de lo que ocurre, bueno, me darías las gracias por mantenerte al margen.

Hago una pausa para dejar que asimile mis palabras, para que entienda que hablo muy en serio, y luego continúo.

—Siento mucho que te parezca que te estoy dando de lado y que no me importas, pero eso no es cierto. Ni de lejos. En estos momentos eres casi el único amigo de verdad que tengo. Me encantaría contártelo, y te prometo que lo haré. Pronto. De verdad. Pero ahora estoy… estoy un poco… preocupada, eso es todo.

—¿Y qué pasa con Damen? ¿También piensas contárselo a él?

Lo miro sin intentar ocultar mi asombro. La verdad es que no puedo creer que quiera echarme en cara eso.

—No des por sentado que sabes más de lo que sabes, por favor —le pido con un tono de voz algo más duro de lo que pretendía—. Hay muchas cosas que desconoces. Cosas que no entiendes. Nada es tan simple como parece a primera vista y, créeme, esto va mucho más allá. Tiene raíces muy profundas.

Miles baja la vista al suelo y da golpecitos en la moqueta con la punta del pie. Está reordenando sus pensamientos para decidir cuál es la mejor forma de enfrentarse a mí. Al final, levanta la cabeza y me mira a los ojos.

—¿Y alguna de esas cosas incomprensibles para mí tiene algo que ver con el hecho de que seas…?

Me quedo paralizada, sin respiración. La palabra flota hasta mí y choca con mi campo de energía antes incluso de salir de sus labios.

Y no hay nada que pueda hacer para impedirlo. No hay forma de rebobinar para evitar que lo diga.

—¿… inmortal?

Clava los ojos en los míos, y no puedo apartar la vista por más que me esfuerzo.

Se me pone la piel de gallina.

—¿O con el hecho de que tengas poderes psíquicos? ¿De que tengas todo tipo de poderes, tanto mentales como físicos? ¿Es porque serás joven y hermosa eternamente? ¿O por el hecho de que nunca envejecerás ni morirás? Igual que tu querido Damen, que lleva en este mundo seiscientos años y lo que le queda, y a quien hace poco también has decidido dar de lado. —Entorna los párpados mientras observa mi rostro—. Dime, Ever, ¿voy encaminado? ¿Son esas cosas a las que te refieres?

—¿Cómo sa…? —empiezo a decir.

Pero las palabras quedan ahogadas por la voz de Miles.

—Ah, y no nos olvidemos de Drina, que resulta que también era inmortal. Y luego está Roman, por supuesto. Por no mencionar a Marco, a Misa y a Rafe…, esos molestos parásitos con los que Haven, por algún motivo desconocido, ha decidido salir. Y no puedo creer que se me haya olvidado mencionar a la más reciente incorporación a la banda de hermosos inmortales, nuestra querida Haven. O debería decir «mi» querida Haven y tu reciente enemiga inmortal, a pesar de que fuiste tú quien decidió convertirla en lo que es. ¿Son estas las cosas que dices que no entendería?

Trago saliva con fuerza, incapaz de hablar. Incapaz de hacer otra cosa que quedarme sentada y mirarlo fijamente. Sin embargo, a pesar de que me horroriza que me lo haya soltado así (ya que escuchar los extraños acontecimientos de mi vida enumerados con una voz tan neutral y práctica apenas me parece real), hay una pequeña parte de mí que se siente aliviada.

He guardado el secreto demasiado tiempo, y no puedo evitar sentirme más ligera, más animada, como si por fin me hubiese liberado de una carga que me resultaba demasiado pesada.

Sin embargo, Miles aún no ha terminado. Solo acaba de empezar. Así que niego con la cabeza y me concentro en prestarle atención.

—Si te pones a pensarlo de una manera metódica y lógica, lo más irónico es que resulta bastante evidente que quien debería evitarte soy yo.

Entrecierro los ojos, sin saber muy bien cómo ha llegado a esa conclusión, pero con la certeza de que está a punto de explicármelo.

—Imagina lo que es descubrir que los amigos a los que creías conocer tan bien, los mismos amigos a quienes les cuentas todo, no son lo que parecen ser. Y no solo eso: además, todos y cada uno de ellos forman parte de un club superexclusivo y supersecreto. Un club en el que se da la bienvenida a todo el mundo menos a mí. —Se calla y hace un gesto negativo mientras se dirige a la parte delantera de la tienda para echar un vistazo al escaparate y a la calle iluminada por el sol. Cuando vuelve a hablar, sus palabras suenan forzadas—. Debo admitirlo, Ever: duele mucho. De eso no hay duda. Me ha dolido en el alma. Desde mi punto de vista, que es el único desde el que puedo ver las cosas, da la impresión de que no quieres que me una al grupito de los inmortales. Parece que no quieres conocerme. Parece que no quieres ser mi amiga ahora, y mucho menos para siempre.

Se da la vuelta para enfrentarse a mí, y me basta ver la expresión de su cara para saber que las cosas están mucho peor de lo que me imaginaba. Sé que debo decir algo rápido, algo que lo tranquilice, pero antes de que pueda abrir la boca, Miles empieza con el segundo asalto y me obliga a esperar sentada a que llegue mi turno.

—¿Y sabes qué es lo que me mata? ¿Sabes quién consideró oportuno explicarme por fin todo esto? —Se queda callado esperando que diga algo, pero no pienso hacerlo. Es obvio que se trata de una pregunta retórica. Este es su espectáculo, su guión, y no tengo ninguna intención de robarle protagonismo—. ¿Sabes quién ha sido la única persona de vuestra banda supersecreta de belleza eterna que ha estado dispuesta a mirarme a los ojos y a contarme todas estas cosas increíbles?

Lo sé antes de que termine la frase. Antes de que pronuncie su nombre.

Damen.

Recuerdo el momento en que Miles envió por correo electrónico los retratos que había descubierto en Florencia; los retratos que Roman quería que encontrara.

Recuerdo que a Damen le temblaban los dedos cuando me cogió el teléfono, cómo entornó los párpados y apretó la mandíbula, con cuánta valentía aceptó el hecho de que alguien desenterrara el secreto que llevaba siglos guardando.

Recuerdo su promesa de aclarar las cosas con Miles, de dejar de esconderse y de mentir, de contarle la verdad por fin y aclararlo todo.

Sin embargo, no creí ni por un momento que llegara a hacerlo.

—Damen —confirma Miles, que asiente con vehemencia sin apartar los ojos de mí—. Teniendo en cuenta que lo conozco desde hace… ¿Cuánto? ¿Menos de un año? Mucho menos tiempo del que te conozco a ti, desde luego; y también mucho menos del que conozco a Haven. Y, sin embargo, ha sido él quien me lo ha contado. A pesar de que hablo con él mucho, muchísimo menos que con cualquiera de vosotras, ha sido él quien se ha decidido a ser honesto conmigo. Siempre ha sido uno de esos tipos reservados (y ahora entiendo por qué), y en realidad nunca hemos estado muy unidos, pero ha sido el único que me ha tratado como un verdadero amigo. El único que me ha considerado digno de confianza, alguien a quien se le pueden contar las cosas. Se sentó frente a mí y me lo contó todo: la verdad sobre ti, sobre él, sobre… todo. ¡Sobre todo!

—Miles… —Mi voz suena vacilante, ya que no sé qué decirle ni si está dispuesto a escucharme.

Pero cuando me mira con la cabeza inclinada hacia un lado y una ceja enarcada a modo de desafío, sé que lo está. Y antes de que pueda empezar, antes de que pueda enumerar la lista de razones por las que lo he mantenido al margen (todas razones muy buenas y válidas por las que debería estarme agradecido), comprendo que primero tengo que averiguar una cosa.

Necesito averiguar qué le ha contado Damen.

Las palabras exactas que ha utilizado.

Y, aún más importante, por qué ha decidido divulgarlo todo ahora, cuando podría haber esperado un poco… un mucho, en realidad.

Cierro los ojos un momento para dejar que mi mente se mezcle con la suya. Sé que estoy incumpliendo mi promesa de no espiar jamás la mente de mis amigos a menos que sea absolutamente necesario, pero sigo adelante, desesperada por saber qué ocurrió ese día.

La palabra «perdóname» llena el espacio que nos separa, crece y se extiende hasta que casi dejo de ver la forma de las letras.

Espero que Miles también pueda percibirla y que encuentre una manera de perdonar lo que estoy a punto de hacer.

Capítulo doce

E
stiro el brazo por encima del mostrador a toda velocidad, tan rápido que Miles no tiene forma de impedírmelo. No comprende lo que está a punto de ocurrir hasta que ya es demasiado tarde. Le aplasto la muñeca contra el vidrio, con más fuerza de la que pretendía, y pongo mi mano encima para apretarle bien la palma sobre la superficie. Apenas soy consciente de sus forcejeos, de su lucha por intentar liberarse.

Pero da igual.

Sus esfuerzos son inútiles. Un diminuto píxel en mi pantalla.

En lo que se refiere a la fuerza bruta, no es rival para mí.

Y cuando por fin lo entiende, suelta un enorme suspiro, abre su mente y se resigna a lo que sabe que estoy a punto de hacer.

Me cuelo en su cabeza sin problemas y me tomo un momento para tranquilizarme y echar un vistazo a mi alrededor. Descarto todos los pensamientos ajenos al tema y me lanzo en picado hacia la escena que deseo visualizar.

Veo a Miles subirse al coche de Damen. Al principio se siente relajado y feliz, ya que espera un agradable almuerzo fuera del campus, pero luego se aferra con fuerza al asiento y abre los ojos como platos. Su rostro se convierte en una máscara de terror cuando Damen sale a toda velocidad del aparcamiento del instituto hacia la calle
.

Para ser sincera, debo admitir que no sé qué me sorprende más: lo que Damen está a punto de hacer o que mantenga su promesa de seguir asistiendo a todas sus clases cuando está claro que yo no he cumplido la mía.


No te preocupes

dice Damen, que echa un vistazo a Miles y suelta una risotada
—.
Estás a salvo. Eso casi puedo garantizártelo
.

—¿
Casi
? —
Miles da un respingo. Encorva los hombros y cierra los ojos mientras Damen maniobra entre las largas filas de coches a una velocidad bastante más moderada de lo que le permiten sus habilidades. Lo mira de reojo, con recelo, antes de decir
—:
Bueno, al menos sé de dónde te viene lo de conducir como un loco. ¡Conduces igual que los italianos
! —
Niega con la cabeza y se encoge de nuevo
.

Y ese comentario hace que Damen se ría aun con más ganas
.

El sonido de su risa me provoca un vuelco en el corazón que no puedo controlar.

Lo echo de menos.

Eso no hay forma de negarlo.

Verlo así, con el sol reflejado en el brillante cabello oscuro y sus manos fuertes aferradas al volante… Bueno, me deja muy claro lo vacía que está mi vida sin él.

Sin embargo, rememoro de inmediato todas las razones por las que hice lo que hice. Queda mucho por averiguar de nuestras anteriores vidas juntos; cosas que necesito conocer antes de ir más lejos.

Parpadeo para concentrarme de nuevo, decidida a dejar eso atrás mientras sigo observando el recuerdo de Miles.

Damen se detiene en Shake Shack, donde le compra a Miles un café aderezado con trocitos de galletas Oreo, antes de conducirlo a uno de los bancos pintados de azul, el mismo en el que él y yo nos sentamos una vez. Se toma un momento para contemplar la hermosa playa llena de sombrillas de colores, que parecen lunares gigantes clavados en la arena, los surfistas que esperan la siguiente ola y una bandada de gaviotas que vuelan en círculos en lo alto; luego vuelve a concentrarse en Miles, que sorbe por la pajita a la espera de que empiece a hablar
.

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