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Authors: Alberto Vázquez-Figueroa

Tags: #Novela, Novela histórica

Cienfuegos (29 page)

BOOK: Cienfuegos
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—¡Ni Don Luis, ni porras! ¡Pedazo de cabrón!

—¡Pero, bueno! ¿Qué falta de respeto es ésa? ¡Queréis explicaros!

—¡Naturalmente, señora! —replicó excitadísimo el converso—. ¡Mirad esas otras tumbas! ¿Qué pone en las lápidas?

—Nombres.

—¡Sí! Eso es: nombres y fechas «Sebastián Salvatierra», y luego, en más pequeño; «Muerto en La Española en 1493».

—Ya lo veo.

—«Gavilán», «Muerto en La Española en 1493…

—«Simón Aguirre». «Muerto en La Española en 1493…

—«Pedro Gutiérrez». «Muerto en La Española en 1493…


Cienfuegos
. «Muerto en La Gomera en 1593…

—¿Cómo habéis dicho?

—He dicho: «Muerto en La Gomera en 1593.»

—¡Pero eso es absurdo!

—¡Y tan absurdo! —admitió el converso—. Y muchísimo más absurdo teniendo en cuenta que yo le enseñé a escribir y reconozco la inmunda letra de ese maldito hijo de puta.

—¿Y eso qué significa?

—Significa que él mismo se escribió su propia lápida y por lo tanto aquí debajo no hay nada… —Desperdigó a puntapiés el pequeño montículo y dejó a la vista una tierra dura y firme que evidentemente no había sido removida—. ¡Nada…! —exclamó— ¡Ni cadáver ni nada…!

La vizcondesa de Teguise, que se había visto obligada a sentarse en el suelo absolutamente anonadada e incapaz de coordinar las ideas, agitó una mano ante los ojos como si quisiera alejar el fantasma de la locura e inquirió por último con un hilo de voz:

—¿Queréis darme a entender que está vivo?

—Seguramente.

—¿Dónde?

—Eso ya no lo sé.

Tendió la mano y le ayudó a ponerse dificultosamente en pie porque se diría que la alemana no sólo se sentía incapaz de coordinar sus ideas, sino incluso sus movimientos.

—No comprendo —musitó casi con un lamento—. ¡No comprendo nada de nada! ¿Por qué existe una tumba sin cadáver y con semejante leyenda?

—Porque sin duda ese astuto y retorcido cabrero pretendió dejar un mensaje que tan sólo leyeran aquellos que le quisieran tanto como para venir a rezar ante su tumba.

—¿Qué clase de mensaje?

—Que está vivo, piensa seguir estándolo cien años, y que espera que le entierren en La Gomera.

—¿Pero por qué de esta manera tan absurda?

—Porque no desea que nadie más que nosotros lo sepa. —Se encogió de hombros—. Tal vez se avergüenza de ser el único sobreviviente; tal vez existe algún secreto que no quiere que se divulgue. ¡No lo sé!, pero lo que sí sé es que esa lápida me lo está diciendo todo en muy pocas palabras.

Ella le aferró con fuerza la mano y su expresión había cambiado por completo, como si la vida hubiera vuelto a su cuerpo y la luz a sus ojos.

—¡Dios bendito! —musitó—. ¡Si fuera cierto! ¡Si estuviera vivo!

—¡Lo está! —replicó Luis de Torres absolutamente seguro de sí mismo—. Me juego la cabeza a que lo está.

—¿Pero dónde?

El hizo un amplio gesto que abarcaba la selva, los montes, la playa y la inmensidad del océano.

—¡Eso no lo sé! Tal vez tierra adentro; tal vez mar afuera. ¿Qué importancia tiene? —La aferró por la cintura y la elevó en el aire como si se tratara de una niña… haciéndola girar a su alrededor—. ¡Lo único que importa es que ese jodido
Cienfuegos
está vivo y, algún día, volverá…!

Madrid-Lanzarote, Octubre-Noviembre 1987.

LIBRO SEGUNDO: CARIBES

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