Una campaña civil (64 page)

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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

BOOK: Una campaña civil
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Había escogido ese día su uniforme de teniente.

—Es extremadamente urgente.

Vassily tenía de nuevo aquella expresión de Socorro-estoy-en-la-capital-corrupta-otra-vez. Ekaterin sintió la tentación de cerrarles la puerta en la cara a los dos, dejando a Vassily para que lo mataran y devorasen los caníbales que seguro que en su imaginación poblaban los callejones de Vorbarr Sultana… o sus habitaciones de estudio. Pero Hugo añadió:

—Por favor, Ekaterin. Es urgentísimo.

A regañadientes, ella cedió y les indicó que entraran en el saloncito de su tía.

No se sentaron.

—¿Está Nikki? —preguntó Vassily de inmediato.

—Si. ¿Por qué?

—Quiero que lo prepare usted para viajar de inmediato. Quiero llevármelo de la capital lo más pronto posible.


¿Qué?
—Ekaterin casi estuvo a punto de soltar un grito—. ¿Por qué? ¿Qué mentiras se ha tragado ahora? No he visto a lord Vorkosigan ni he hablado con él más que en una breve visita anteayer, para decirle que estaba exiliada. ¡Y estuvo usted de acuerdo con eso! ¡Hugo es mi testigo!

Vassily agitó las manos.

—No es eso. Tengo información preocupante.

—Si procede de la misma fuente, es usted más tonto de lo que creía posible, Vassily Vorsoisson.

—Lo comprobé llamando a lord Richars en persona. He aprendido muchas más cosas sobre esta volátil situación en los dos últimos días. En cuanto a Richars Vorrutyer sea nombrado conde del Distrito Vorrutyer esta mañana, pretende plantear una acusación de asesinato en el Consejo de Condes contra el lord Auditor Vorkosigan por la muerte de mi primo. En ese punto, creo que la sangre salpicará las paredes.

Ekaterin sintió un nudo en el estómago.

—¡Oh, no! ¡El idiota…!

Tía Vorthys, atraída por las voces, se asomó desde la cocina para escuchar. Nikki, tras ella, apagó su grito de
¡Tío Hugo!
al ver las caras tensas de los adultos.

—Vaya, hola, Hugo —dijo la tía Vorthys. Añadió, insegura—: Y, um… ¿Vassily Vorsoisson, no?

Ekaterin les había hecho a ella, y a Nikki, un breve resumen de su anterior visita: Nikki se sintió indignado y un poco asustado. La tía Vorthys apoyó la opinión de Miles de que sería mejor esperar a que el tío Vorthys regresara para intentar arreglar el malentendido.

Hugo le dirigió un respetuoso saludo, y continuó pesadamente:

—Tengo que estar de acuerdo con Ekaterin, pero esto sólo aumenta la preocupación de Vassily. No puedo imaginar qué le ha entrado a Vorrutyer para hacer ese movimiento mientras el mismísimo Aral Vorkosigan está en la ciudad. Habría sido más sensato esperar a que el Virrey regresara a Sergyar antes de atacar a su heredero.

—¡Aral Vorkosigan! —exclamó Ekaterin—. ¿De verdad crees que
Gregor
permitirá este ataque a una de sus Voces Elegidas? Por no mencionar que alguien intente iniciar un grave escándalo público a dos semanas de su boda… Richars no es idiota, está loco.

O actuaba movido por un pánico ciego, pero ¿de qué podía tener pánico Richars?

—Por lo que sé, está loco —dijo Vassily—. Es un Vorrutyer, al fin y al cabo. Si esto acaba en las luchas callejeras entre los Altos Vor que hemos visto en el pasado, nadie en la capital está a salvo. Sobre todo alguien a quien haya conseguido atraer a su órbita. Quiero quitar a Nikki de en medio antes de que tenga lugar la votación. Podrían cortar las líneas de monorraíl, ya sabe. Lo hicieron durante la guerra de los Pretendientes —hizo un gesto hacia su tía Vorthys para que ella confirmara este hecho.

—Bueno, eso es cierto —admitió ella—. Pero ni siquiera la guerra abierta de los Pretendientes destruyó la capital. La lucha estuvo bastante concentrada en varios puntos.

—Pero hubo luchas alrededor de la universidad —respondió él.

—Algunas, sí.

—¿Las viste? —preguntó Nikki, distraído su interés al instante.

—Sólo las localizamos para evitarlas, querido —le dijo ella.

Vassily, algo reacio, añadió:

—Puede acompañarnos usted también, Ekaterin… y usted también, naturalmente, señora Vorthys… o mejor aún, refugiarse con su hermano —indicó a Hugo—. Es posible, ya que es bien sabido que ha llamado usted la atención de lord Vorkosigan, que pueda convertirse en objetivo.

—¿Y no se le ha pasado por la cabeza que está usted siendo dirigido por los enemigos de Miles hacia ese objetivo? ¿Que se ha dejado manipular y utilizar como herramienta suya? —Ekaterin tomó aire—. ¿No se le ha ocurrido a ninguno de los dos que Richars Vorrutyer tal vez no sea nombrado conde? ¿Que podría serlo Dono?

—¿Esa mujer loca? —dijo Vassily, asombrado—. ¡Imposible!

—Ni loca ni mujer —dijo Ekaterin—. Y si se convierte en lord Vorrutyer, todo este ejercicio se convertirá en nada.

—No estoy dispuesto a arriesgar mi vida, ni la de Nikki, por eso, señora —dio Vassily, estirado—. Si quiere usted quedarse aquí y correr el riesgo, bueno, no discutiré con usted. Sin embargo, tengo la obligación absoluta de proteger a Nikki.

—Y yo también —dijo Ekaterin, fríamente.

—Pero mamá —dijo Nikki, claramente intentando acabar con aquel debate—. Lord Vorkosigan no mató a papá.

Vassily se inclinó y le dirigió una sonrisa de compasión.

—Pero ¿cómo lo sabes, Nikki? —preguntó amablemente—. ¿Cómo lo sabe nadie? Ése es el problema.

Nikki cerró la boca y miró inseguro a Ekaterin. Advirtió que no sabía hasta qué punto debía mantener en secreto su audiencia privada con el Emperador… ni ella tampoco.

Tuvo que admitir que la ansiedad de Vassily era contagiosa. Hugo ya había contraído la fiebre. Y aunque había pasado mucho tiempo desde que las luchas entre los condes amenazaron seriamente la estabilidad del Imperio, si tenías la mala suerte de que te pillaran en un intercambio de disparos con las tropas imperiales enviadas a sofocarlas el peligro no sería menor.

—Vassily, estando tan próxima la boda de Gregor, la capital rebosa de hombres de Seguridad. Cualquiera, de cualquier rango, que hiciera el menor movimiento para provocar desórdenes públicos en este momento sería neutralizado tan rápido que no se dará ni cuenta de qué lo ha golpeado. Sus temores son… exagerados —ella hubiese querido decir
infundados
, pero ¿y si Richars conseguía el condado y el derecho a presentar cargos criminales contra sus nuevos pares en el Consejo?

Vassily sacudió la cabeza.

—Lord Vorkosigan se ha creado un enemigo peligroso.

—¡Lord Vorkosigan es un enemigo peligroso! —ella se mordió la lengua, demasiado tarde.

Vassily la miró un instante, sacudió la cabeza y se volvió hacia Nikki.

—Nikki, recoge tus cosas. Nos vamos.

Nikki miró a Ekaterin.

—¿Mamá? —preguntó, inseguro.

¿Qué era lo que había dicho Miles sobre ser emboscado por tus costumbres? Una y otra vez, había cedido a los deseos de Tien en los asuntos referidos a Nikki, incluso cuando estaba en desacuerdo con él, porque era el padre de Nikki, porque tenía derecho, pero sobre todo porque obligar a Nikki a elegir entre sus dos progenitores parecía una crueldad capaz de destrozarlo. Nikki siempre había estado prohibido como peón en sus conflictos. Que Nikki hubiera sido rehén de Tien en el particular campo de las leyes por la custodia de Barrayar había sido una consideración secundaria, aunque era un muro contra el que ella ya había chocado más de una vez.

Pero maldición, nunca le había hecho un juramento de honor a Vassily Vorsoisson. Él no poseía la mitad del corazón de Nikki. ¿Y si, en vez de jugadora y peón, Nikki y ella fueran de pronto aliados, iguales sitiados? ¿Qué sería posible entonces?

Ekaterin se cruzó de brazos y no dijo nada.

Vassily intentó tomar la mano del niño. Nikki se escudó detrás de su madre, y chilló:

—Mamá, no tengo que ir, ¿verdad? ¡Tenía que ir a casa de Arthur esta noche! ¡No quiero ir con Vassily! —su voz estaba cargada de una profunda inquietud.

Vassily tomó aire y trató de recuperar el equilibrio y la dignidad.

—¡Señora, controle a su hijo!

Ella lo miró durante un largo instante.

—Vaya, Vassily —dijo por fin, con suavidad—. Creía que estaba usted revocando mi autoridad sobre Nikki. Parece que no confía en mi capacidad para juzgar su seguridad o bienestar. ¿Cómo puedo controlarlo entonces?

La tía Vorthys, al captar la indirecta, dio un respingo; Hugo, padre de tres hijos, también lo pilló. Acababa de darle a Nikki permiso tácito para ir a su aire. El solterón Vassily no lo entendió.

—Vassily —empezó a decir débilmente la tía Vorthys—, ¿de verdad cree usted que es aconsejable…?

Vassily alzó una mano, severo.

—Nikki. Ven. ¡Tenemos que tomar el tren de las once y cinco en la Estación de la Puerta Norte!

Nikki se puso las manos a la espalda y dijo valientemente:

—No.

—¡Si tengo que agarrarte y llevarte a rastras, lo haré! —dijo Vassily, como última advertencia.

—Gritaré —replicó Nikki—. Le diré a todo el mundo que me está secuestrando. Les diré que no es mi padre. ¡Y todo será verdad!

Hugo parecía cada vez más alarmado.

—Por el amor de Dios, no pongas histérico al chico, Vassily. Pueden seguir así durante horas. Y todo el mundo se queda mirando como si fueras la reencarnación de Pierre
Le Sanguinaire
. Las ancianas se acercan y te amenazan…

—Como ésta —interrumpió la tía Vorthys—. Caballeros, déjenme disuadirlos…

El acosado y ruborizado Vassily hizo otro intento por agarrar a Nikki, pero el chaval fue más rápido y se colocó detrás de la profesora esta vez.

—¡Les diré que me está secuestrando por «
propósitos morales
»! —gritó desde detrás de esa amplia barrera.

Vassily le preguntó a Hugo con asombro:

—¿Cómo sabe ese tipo de cosas?

Hugo no le dio importancia.

—Probablemente ha oído la frase. Los niños repiten estas cosas, ya sabes.

Estaba claro que Vassily no lo sabía. ¿Falta de memoria, tal vez?

—Nikki, mira —dijo Hugo con voz razonable, agachándose un poco para mirar al niño escondido detrás de la profesora—. Si no quieres ir con Vassily, ¿por qué no te vienes conmigo y con tía Rosalie, y Edie y los chicos, durante una temporadita?

Nikki vaciló. Ekaterin también. El argumento podría haber funcionado, insistiendo un poquito más, pero Vassily se aprovechó de la distracción momentánea para agarrar a Nikki por el brazo.

—¡Ja! ¡Te pillé!

—¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! —gritó Nikki.

Tal vez fuera porque Vassily no tenía el entrenamiento como padre necesario para distinguir rápidamente entre el verdadero dolor y el simple ruido, pero cuando Ekaterin lo miró con mala cara dio un paso atrás, aflojando inconscientemente su presa. Nikki se zafó y corrió hacia las escaleras.

—¡No voy a ir! —gritó por encima del hombro—. ¡No voy a ir y no iré! No puede obligarme. ¡Mamá no quiere que vaya!

En lo alto de las escaleras se volvió frenéticamente, mientras Vassily, que lo perseguía, llegaba al pie.

—¡Lamentarás haber hecho sufrir a mamá!

Hugo, diez años mayor y con mucha más experiencia, sacudió exasperado la cabeza y lo siguió más despacio. La tía Vorthys, muy apurada y un poco cansada, lo imitó. Desde arriba, oyeron cerrarse de golpe una puerta.

Con el corazón martilleando, Ekaterin llegó al pasillo superior cuando Vassily intentaba abrir la puerta del estudio de su tío y sacudía el pomo.

—¡Nikki! ¡Abre esta puerta! ¡Ábrela de inmediato!, ¿me oyes? —Vassily se dio la vuelta para mirar suplicante a Ekaterin—. ¡Haga algo!

Ekaterin se apoyó en la pared, se cruzó de nuevo de brazos y sonrió lentamente.

—Sólo conozco a un hombre que haya podido sacar a Nikki de una habitación cerrada. Y no está aquí.

—¡Ordénele que salga!

—Si insiste en quedarse con su custodia, Vassily, es problema suyo —le dijo Ekaterin fríamente. Dejó implícito que aquél sería el primer episodio de muchos.

Hugo llegó sin aliento.

—Acaban por calmarse y salir, tarde o temprano —dijo—. Temprano si no hay comida ahí dentro.

—Nikki sabe dónde esconde el profesor sus galletitas —dijo la tía Vorthys, distante.

Vassily se incorporó y miró la pesada puerta de madera y los viejos apliques de hierro.

—Supongo que podríamos derribarla —dijo, vacilante.

—¡En mi casa ni se le ocurra, Vassily Vorsoisson!

Vassily señaló a Ekaterin.

—Tráigame un destornillador, entonces.

Ella no se movió.

—Búsquelo usted.

No añadió
bruto tontorrón
en voz alta, pero, de algún modo, así se entendió.

Vassily se puso muy rojo pero volvió a inclinarse.

—¿Qué está haciendo ahí dentro? Oigo voces.

Hugo se inclinó también.

—Creo que está usando la comuconsola.

La tía Vorthys miró fugazmente hacia su cuarto, pasillo abajo. Allí había una puerta que daba al cuarto de baño, donde a su vez había otra puerta que comunicaba con el estudio del profesor. Bueno, si la tía Vorthys no iba a señalar esta ruta alternativa y no protegida a los dos hombres que ahora apretujaban las orejas contra la puerta, ¿por qué iba a hacerlo Ekaterin?

—Oigo dos voces. ¿A quién demonios puede estar llamando por comuconsola? —preguntó Vassily, con un tono despectivo que no invitaba a responder.

De repente, Ekaterin se dio cuenta. Contuvo la respiración.

—Oh, cielos —dijo en voz baja. La tía Vorthys se la quedó mirando.

Durante un histérico instante, Ekaterin pensó en echar a correr y usar las puertas alternativas, para desconectar la comuconsola antes de que fuera demasiado tarde. Pero el eco de una voz risueña sonó en su mente…
Veamos qué pasa
.

Sí. Veamos
.

Uno de los condes aliados de Boriz Vormoncrief parloteaba en el Círculo de Oradores. Miles se preguntó cuánto tiempo continuarían estas tácticas para perder tiempo. Gregor empezaba a parecer enormemente aburrido.

El lacayo personal del Emperador salió de la pequeña sala de conferencias, subió al palco y murmuró algo al oído de su señor. Gregor pareció brevemente sorprendido, dijo unas cuantas palabras y despidió al hombre. Hizo un gesto al lord Guardián del Círculo de Oradores, quien se le acercó. Miles se tensó, esperando que Gregor detuviera los retrasos y ordenara que comenzara la votación, pero en lugar de eso el lord Guardián se limitó a asentir y regresó a su escaño. Gregor se puso en pie, y se perdió tras la puerta situada detrás del palco. El conde que hablaba advirtió de reojo este movimiento, vaciló, y luego continuó.

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