Una campaña civil (53 page)

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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

BOOK: Una campaña civil
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El hombre de la librea los condujo a un hermoso despacho que tenía aproximadamente el tamaño de una planta de la casa del profesor. Al fondo, una figura semifamiliar estaba encorvada ante una enorme comuconsola, cruzada de brazos. El emperador Gregor Vorbarra era grave, esbelto, moreno, guapo, aunque de rostro afilado, algo cerebral. El holovid no le hacía justicia, decidió Ekaterin al instante. Iba vestido de azul oscuro, apenas con un adorno militar en la pared externa de las perneras y en el cuello de la túnica. Miles estaba junto a él, vestido de impecable gris, aunque parecía un poco menos impecable con los pies abiertos y las manos metidas en los bolsillos de los pantalones. Se interrumpió a media frase: sus ojos se alzaron ansiosos hacia el rostro de Ekaterin mientras ella entraba, y sus labios se entreabrieron. Dirigió a su compañero Auditor un breve gesto.

El profesor no necesitó la indicación.

—Señor, permítame que le presente a mi sobrina, la señora Ekaterin Vorsoisson, y su hijo, Nikolai Vorsoisson.

Ekaterin se libró de un embarazoso intento de cortesía cuando Gregor dio un paso al frente, le tomó la mano y se la estrechó con firmeza, como si fuera una de los iguales entre los que era el primero.

—Señora, es un honor.

Se volvió hacia Nikki y le estrechó también la mano.

—Bienvenido, Nikki. Lamento que nuestra primera reunión esté ocasionada por un asunto tan difícil, pero confío en que habrá otros momentos más felices —su tono no era estirado ni condescendiente, sino perfectamente natural. Nikki consiguió devolverle el apretón como un adulto y sólo se quedó un poco boquiabierto.

Ekaterin había visto a unos cuantos hombres poderosos antes; casi todos la habían ignorado, o la habían mirado con esa vaga apreciación estética que ella había dirigido a los adornos del pasillo. Gregor la miró directamente a los ojos como si viera hasta el fondo de su cráneo. Fue a la vez irritantemente incómodo y extrañamente tranquilizador. Les indicó un conjunto de sofás y sillones tapizados de cuero al fondo de la habitación y dijo amablemente:

—¿No quieren sentarse?

Las altas ventanas daban a un jardín de espectaculares terrazas escalonadas, de plantas veraniegas. Ekaterin se sentó de espaldas a él, con Nikki a su lado: la fría luz del norte cayó sobre el rostro de su imperial anfitrión cuando ocupó un sillón frente a ellos. El tío Vorthys se sentó en medio; Miles acercó una silla y se sentó un poco separado de todos. Parecía tranquilo, cruzado de brazos. Ella no estaba segura de si podía considerarlo tenso y nervioso y triste. Y enmascarado. Una máscara de vidrio…

Gregor se inclinó hacia delante.

—Lord Vorkosigan me ha pedido que me reúna contigo, Nikki, a causa de los desagradables rumores que corren acerca de la muerte de tu padre. Dadas las circunstancias, tu madre y tu tío-abuelo consideraron que era necesario.

—Lo cierto es que yo no habría traído hasta aquí al pobre si no fuera por esos idiotas —intervino el tío Vorthys.

Gregor asintió, divertido.

—Antes de empezar, unas… palabras de advertencia. Puede que no seas consciente de ello, Nikki, pero en la casa de tu tío has estado viviendo bajo cierta vigilancia. A petición suya, es lo más limitada y discreta posible. Sólo ha pasado a niveles más altos y más visibles dos veces en los tres últimos años, durante algunos casos suyos inusitadamente difíciles.

—La tía Vorthys nos enseñó los receptores de vid del exterior —comentó Nikki.

—Eso es sólo una parte —dijo el tío Vorthys.

La parte menor, según el concienzudo informe que un amable oficial de SegImp de paisano le dio a Ekaterin al día siguiente de que Nikki y ella se mudaran.

—Todas las comuconsolas están también controladas o aseguradas —continuó Gregor—. Sus vehículos están vigilados. Cualquier intruso no autorizado provocaría la respuesta de SegImp en menos de dos minutos.

Los ojos de Nikki se abrieron de par en par.

—Me pregunto cómo entró Vormoncrief —no pudo dejar de murmurar Ekaterin.

Gregor sonrió a modo de disculpa.

—Su tío Vorthys prefiere que SegImp no sacuda de arriba abajo a todos sus visitantes ocasionales. Y Vormoncrief estaba en la lista de conocidos debido a sus visitas anteriores —miró de nuevo a Nikki—. Pero si continuamos esta conversación hoy, cruzarás por fuerza una línea invisible, de un nivel inferior de vigilancia a otro bastante más alto. Mientras vivas en la casa de tu tío, o si… alguna vez vas a vivir a la casa de lord Vorkosigan, no notarás la diferencia. Pero cualquier viaje largo por Barrayar tendrá que ser autorizado por un oficial de seguridad, y tus posibles viajes fuera del planeta serán restringidos. La lista de colegios a los que puedas asistir será de repente más corta, más exclusiva y, lo siento, más cara. El lado positivo es que no tendrás que preocuparte por encontrarte con criminales casuales. El lado negativo —dirigió un gesto con la cabeza a Ekaterin—: los
hipotéticos
secuestradores que consiguieran salirse con la suya tendrían que ser muy profesionales y extremadamente peligrosos.

Ekaterin contuvo la respiración.

—Miles no mencionó esa parte.

—Me atrevo a decir que Miles ni siquiera lo pensó. Ha vivido sometido a ese tipo de medidas de seguridad toda la vida. ¿Piensa un pez en el agua?

Ekaterin miró a Miles. Él tenía una expresión muy extraña, como si acabara de rebotar en una pared cuya existencia ignorara.

—Viajar fuera del planeta. —Nikki captó el único asunto en esta intimidadora lista que le parecía importante—. Pero… yo quiero ser piloto de salto.

—Para cuando seas lo bastante mayor como para estudiar para piloto de salto, espero que la situación haya cambiado —dijo Gregor—. Esto se aplica principalmente a los próximos años. ¿Sigues queriendo continuar?

No se lo preguntaba a Ekaterin. Se lo preguntaba a Nikki. Ella contuvo la respiración, resistiendo la urgencia de instarle a hacerlo.

Nikki se lamió los labios.

—Sí —dijo—. Quiero saberlo.

—Segunda advertencia —dijo Gregor—. No saldrás de aquí con menos preguntas de las que tienes ahora. Cambiarás unas por otras. Todo lo que yo te diga será verdad, pero no será completo. Y cuando llegue al final, te encontrarás en el límite absoluto de lo que puedes conocer ahora, tanto por tu propia seguridad como por la del Imperio. ¿Sigues queriendo continuar?

Nikki asintió, aturdido. Estaba transfigurado por la intensa presencia de aquel hombre. Igual que Ekaterin.

—Tercera y última. Nuestros deberes Vor recaen sobre nosotros a veces a edad demasiado temprana. Lo que voy a decirte impondrá una carga de silencio que a un adulto le resultaría difícil de soportar —miró a Miles y Ekaterin, y al tío Vorthys—. Aunque tendrás a tu madre y a tus tíos para compartirla. Pero por ser la primera vez, tendrás que dar tu palabra. ¿Puedes hacerlo?

—Sí —susurró Nikki.

—Dilo.

—Juro por mi palabra como Vorsoisson… —Nikki vaciló, escrutando ansiosamente el rostro de Gregor.

—Mantener la confidencialidad de esta conversación.

—Mantener la confidencialidad de esta conversación.

—Muy bien. —Gregor se echó hacia atrás, aparentemente satisfecho—. Voy a explicarlo de la manera más sencilla posible. Cuando lord Vorkosigan salió con tu padre esa noche, con destino a la estación experimental, ambos sorprendieron a unos ladrones. Y viceversa. Tanto tu padre como lord Vorkosigan fueron alcanzados por unos aturdidores. Los ladrones huyeron, dejando a ambos encadenados por las muñecas a una barandilla en el exterior de la estación. Ninguno de ellos fue lo bastante fuerte para romper las cadenas, aunque los dos lo intentaron.

Nikki miró a Miles, que tenía la mitad del tamaño de Tien, poco más grande que el propio Nikki. A Ekaterin le pareció ver las ruedas girando en su cabeza. Si su padre, mucho más grande y fuerte, no había podido liberarse, ¿podía echarse la culpa a Miles por fracasar igualmente?

—Los ladrones no pretendían que tu padre muriese. No sabían que las reservas de su mascarilla de oxígeno eran bajas. Nadie lo sabía. Eso fue confirmado más tarde por un interrogatorio con pentarrápida. El nombre técnico de este tipo de muerte accidental no es asesinato, sino homicidio, por cierto.

Nikki estaba pálido, pero no al borde de las lágrimas todavía.

—¿Y lord Vorkosigan… no pudo compartir su mascarilla porque estaba atado?

—Estábamos a un metro de distancia —dijo Miles con voz átona—. Ninguno de los dos podía alcanzar al otro.

Extendió las manos para indicar la distancia. Con el movimiento, sus mangas dejaron al descubierto sus muñecas; las cicatrices rosadas donde las cadenas habían cortado hasta el hueso también quedaron a la vista. Ekaterin se preguntó si Nikki se daba cuenta de que había estado a punto de arrancarse las manos en el intento. Casi sin darse cuenta, Miles puso las mangas en su sitio y se metió las manos en los bolsillo.

—Ahora la parte difícil —dijo Gregor, mirando a Nikki a los ojos. A Nikki tenía que parecerle que eran las dos únicas personas del universo.

¿Va a continuar? No… no, para ahí
… Ella no estaba segura de que la aprensión se notara en su cara, pero Gregor asintió, comprensivo.

—Ésta es la parte que tu madre no te diría nunca. El motivo de que tu padre condujera a lord Vorkosigan a la estación fue porque se había dejado sobornar por los ladrones. Pero había cambiado de opinión y quería que lord Vorkosigan lo declarara Testigo Imperial. Los ladrones se enfurecieron por su traición. Lo encadenaron a la barandilla de esa forma cruel para castigar su intento de recuperar su honor. Dejaron un disco de datos con documentación de su implicación para que sus rescatadores lo encontraran, para asegurarse de que cayera en desgracia, y luego llamaron a tu madre para que fuera a recogerlo. Pero… al no saber que sus reservas de oxígeno eran bajas, la llamaron demasiado tarde.

Ahora Nikki parecía aturdido y pequeño.
Oh, pobre hijo mío. Yo no habría manchado el honor de Tien a tus ojos; sin duda en tus ojos es donde se guarda todo tu honor

—Debido a hechos posteriores de los ladrones que nadie puede discutir contigo, todo esto es un secreto de Estado. Por lo que el resto del mundo sabe, tu padre y lord Vorkosigan salieron solos, no se encontraron con nadie, se separaron mientras caminaban en la oscuridad y lord Vorkosigan encontró a tu padre demasiado tarde. Si alguien piensa que lord Vorkosigan tuvo algo que ver con la muerte de tu padre, no vamos a discutírselo. Puedes decir que no es cierto y que no quieres discutir del tema. Pero no te dejes meter en disputas.

—Pero… —dijo Nikki—, ¡pero eso no es justo!

—Es duro —dijo Gregor—, pero necesario. La justicia no tiene nada que ver. Para ahorrarte la parte más dura, tu madre, tu tío y lord Vorkosigan te contaron la tapadera, y no la historia real. No puedo decir que hicieran mal.

Miles y él se miraron firmemente a los ojos; la cejas de Miles se alzaron en una expresión interrogante, a lo cual Gregor respondió con un ligero gesto irónico. Los labios del Emperador formaron algo que no era del todo una sonrisa.

—Todos los ladrones están bajo custodia imperial, en una prisión de máxima seguridad. Ninguno de ellos saldrá pronto. Toda la justicia que podía hacerse se ha hecho; no queda nada por terminar allí. Si tu padre hubiera vivido, ahora estaría también en la cárcel. La muerte zanja todas las deudas de honor. A mis ojos, ha redimido su crimen y su nombre. No puede hacer más.

Fue mucho, muchísimo más duro que nada que Ekaterin hubiera imaginado, que Gregor o ninguno se hubiera atrevido a imaginar. El tío Vorthys parecía sombrío, e incluso Miles parecía molesto.

No:
ésta
era la versión suavizada. Tien no había intentado recuperar su honor; simplemente se había enterado de que habían descubierto su delito y trataba de evitar las consecuencias. Pero si Nikki se pusiera a gritar
¡No me importa nada el honor! ¡Quiero recuperar a mi padre!
, ¿podría ella decir que hacía mal? Imaginó que un poco de ese grito aleteaba en sus ojos.

Nikki miró a Miles.

—¿Cuáles fueron sus dos errores?

Él repuso al instante, con un esfuerzo que Ekaterin no podía imaginar.

—Primero, no informé a mi equipo de seguridad cuando salí de la cúpula. Cuando Tien me llevó a la estación los dos esperábamos una confesión en grupo, no una confrontación hostil. Entonces, cuando sorprendimos a los ladrones, fui un segundo demasiado lento a la hora de desenfundar mi aturdidor. Un retraso de un segundo. Los grandes pesares son los más pequeños.

—Quiero ver sus muñecas.

Miles retiró los puños de su camisa y tendió las manos, palma abajo y palma arriba, para que Nikki pudiera inspeccionarlas de cerca.

Nikki frunció el entrecejo.

—¿También su mascarilla se estaba quedando sin aire?

—No. La mía estaba bien. La comprobé cuando me la puse.

Todos esperaron. Al cabo de un minuto, Gregor preguntó amablemente:

—¿Tienes alguna pregunta más en este momento?

Silencioso, Nikki negó con la cabeza.

Con expresión pensativa, Gregor miró su crono y se levantó, haciendo un gesto con la mano que impidió que todos se pusieran en pie. Se acercó a su mesa, rebuscó en un cajón y regresó a su asiento. Extendió la mano sobre la mesa y le entregó a Nikki una tarjeta de código.

—Toma, Nikki. Es para que la guardes. No la pierdas.

La tarjeta no tenía marcas de ningún tipo. Nikki le dio la vuelta, curioso, y miró a Gregor.

—Esta tarjeta te pondrá en contacto con mi canal de comuconsola personal. Muy pocos amigos y parientes tienen este acceso. Cuando la pongas en la ranura lectora de tu comuconsola, aparecerá un hombre y te identificará y, si estoy disponible, me pasará contigo a través de la comuconsola más cercana. No tienes que decirle nada. Si se te ocurre alguna pregunta más luego (como es posible que suceda, porque te he dado mucha información para que la asimiles en tan poco tiempo), o si, simplemente, necesitas hablar sobre el asunto, puedes usarla para llamarme.

—Oh —dijo Nikki. Torpemente, después de darle la vuelta una vez más, se la metió en el bolsillo de su túnica.

Una leve relajación en la postura de Gregor y del tío Vorthys, y Ekaterin llegó a la conclusión de que la audiencia había terminado. Ella se dispuso a levantarse cuando le dieran la indicación, pero entonces Miles levantó una mano… ¿es que siempre tenía la última palabra?

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