Sex code (78 page)

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Authors: Mario Luna

Tags: #Autoayuda

BOOK: Sex code
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»En fin, supongo que lo que quiero decir es que eres como una bonita maleta de viaje… De algún modo».

Recuerda que es importante añadir elementos a tus rutinas que hagan que parezcan espontáneas, como si se te estuvieran ocurriendo en ese momento. Espero que esto aquí se aprecie bastante bien.

TEST DE LA CONFIANZA (RR+K)

Este test consiste en algo así como llevar a cabo una serie de Kinotests y actuar a la vez como comentarista de estos, poniendo relevancia en la confianza o falta de la misma que ella muestra hacia ti. Se trata, por ello, de una rutina de Romance especialmente indicada para kinoescalar, logrando que esta parezca más natural y libre de tensiones.

Esta rutina no tiene, además, por qué usarse en solitario, ya que combina a la perfección con muchas otras. Supongamos, por ejemplo, que le pides la mano para practicar un poco de quiromancia. Entonces, podrías decir: «Estás a gusto conmigo, ¿verdad? Lo sé porque me has ofrecido la palma hacia abajo, cosa que apunta a que existe una relación especial entre nosotros».

Si al decir esto compruebas, por ejemplo, que empieza a dar muestras de incomodidad, puedes aliviar la excesiva tensión con un comentario gracioso, del tipo: «Vamos, que estás perdidita por mí, ¿eh? Pero te advierto que no va a resultarte tan fácil como eso», y entonces tendrías que ralentizar un poco tu avance, recurriendo a otro tipo de rutinas.

Si, por el contrario, te ofrece la palma hacia arriba, puedes aprovecharte para mostrarte decepcionado de una forma divertida. «Vaya», podrías lamentarte, «después de todo lo ocurrido entre nosotros, ¿aún no tienes confianza en mí?» Como es lógico ella se sorprenderá y te preguntará qué te hace pensar eso, oportunidad que tú podrás aprovechar para explicarle en qué consiste el Kinotest.

Esto, además, te dará pie a hablar de otros kinotests (jamás, por cierto, utilices con ella la palabra «Kinotest»), enfocándolo como algo curioso e interesante. Por ejemplo, puedes después de esto ofrecerte para aplicarle lo que podrías llamar el «test de la química», diciéndole que el objetivo de este test es comprobar si puede o no existir química entre ambos. A continuación, le haces algún tipo de caricia sensual pero de apariencia inocente, como olfatearle lentamente el cuello hasta el lóbulo de su oreja, o pedirle que se arremangue para pasar lentamente la mano a un milímetro de su brazo (es importante que te propongas mantener esta distancia), o recorrer lentamente su nuca con los dedos, para terminar agarrando las raíces de su pelo y efectuar un suave pero firme tirón en la zona baja de este. Aun cuando su cabello no se erice, conviene que encuentres otras razones (sus pupilas, su respiración, su pulso, etc.) para argumentar en favor de la existencia de química potencial entre vosotros.

Ni que decir tiene que debes enfocar todo este conocimiento que compartes con ella algo que interesante, ya que revela información valiosa sobre los seres humanos, el modo en que estos se expresan y relacionan, cosa que encuentras apasionante. Jamás debes hacer alusión al Kinotest como técnica o rutina para ligar más, saber si una mujer está preparada para pasar al siguiente nivel, etcétera.

Tampoco hará falta señalar que tu misión última es generar confianza y hacer que se sienta a gusto en tu compañía y con tu contacto físico, por lo que debes tocarla con sabiduría y hacer uso de toda tu destreza con el fin de que disfrute de dichos momentos. Puedes, además, introducir dinámicas Amplificadoras del tipo Priva y Dale o Dale y Priva, para amplificar su deseo de mantener contacto físico contigo.

Te recomiendo que, para que este test sea efectivo, aprendas cuanto puedas sobre las mejores técnicas para tocar y, en general, todo conocimiento encaminado a lograr que las mujeres se recreen con los contactos físicos que mantengáis.

JUEGO DE LA CONFIANZA (RR+K)

«Mira, solo hay una forma de saber si dos personas pueden confiar una en la otra. La llamo el Juego de la Confianza. ¿Te interesa descubrir si podemos confiar el uno en el otro? Sígueme».

Entonces os levantáis y vais a un sitio solitario, ya que esto es imprescindible para poder jugar al Juego de la Confianza. Allí, le explicas que consiste en que una persona se sitúe de pie de espaldas a la otra. A continuación, debe dejarse caer hacia atrás, manteniendo el cuerpo recto. La otra persona, debe salvarla de un buen porrazo justo cuando está a punto de caer del todo, pero no antes.

Si al principio da mucho miedo, puede empezar a jugarse en la playa. Dicho sea de paso, ten mucho cuidado de con quién juegas este juego, ya que si no te cogen cuando estás cayendo puede ser muy peligroso.

MASAJE DE MANOS (RR+K)

«Necesitas relajarte. Dame la mano», le dices. Y le haces un masaje de mano. Puedes seguir hablando de cualquier otra cosa o dejar que lo haga ella. Lo importante es hacer que ambos os sintáis más a gusto y más cómodos con el contacto físico.

Por cierto, para hacer esta rutina bien conviene que aprendas a hacer masajes de manos. Existen cursos y libros al respecto.

ME GUSTA OLER A LAS MUJERES (RR+K+C+V)

«A veces se ponen histéricas. Me han llegado a gritar: ¡Por el amor de Dios, fóllame ya! En otras ocasiones, me han tumbado sobre la cama, me han desnudado a la fuerza y se han puesto a hacerme cosas… sin mi consentimiento.

»Pero me encanta oler.

»Hay quien piensa que estoy zumbado, pero yo sigo convencido de que el olor particular de una persona dice mucho sobre ella. Puedo saber si está nerviosa o asustada, o si le apetece que la acaricien o la abracen. Creo que incluso puedo descubrir cosas sobre su personalidad tras olerla durante treinta segundos. De hecho, no sé si una chica puede gustarme o no hasta que no le he pasado la nariz por el cuello y por la nuca.

»Una tía puede estar buenísima, pero si no conecto con su olor… Nada que hacer».

El primer párrafo puedo incluirlo o no, según la situación y las circunstancias. Esta rutina me gusta porque, aparte de que me encanta oler a las mujeres, con frecuencia da pie a que las chicas me pidan que las huela, para ver si les puedo decir algo sobre ellas. Cuando esto ocurre, procedo como con cualquier otra rutina de Lectura en Frío. Además, en estos casos la rutina se convierte en un potente Kinoescalador.

Normalmente las huelo por encima, acercándome y alejándome para crear cierta Tensión Sexual. Y, en un momento dado, a menudo les pregunto: «¿Quieres saber ahora si podrías gustarme o no?». Si responden afirmativamente las premio con una olida de las buenas, por cuello y nuca, cuyo único propósito es hacerles sentir escalofríos y erizarles el vello del cuello.

Cuando el Objetivo me pregunta si podría gustarme, aprovecho para aplicar un Dale y Priva. La miro a los ojos con gravedad y le digo:

«Podrías… Vaya si podrías…». Al decir esto, creo Tensión Sexual y provoco un impacto sexual. En otras palabras, pego tirón. Así que, siguiendo la Dinámica del Pescador, ahora me toca soltar hilo: «Pero me temo que somos demasiado parecidos. No congeniaríamos». Es decir, paso a DEMASIADO PARECIDOS, o cualquier otra rutina o comentario que me permita descualificarme. Así, mantengo vivo el reto y alivio un poco la Tensión Sexual.

EN PELOTAS POR LA MONTAÑA (RR)

«¿Sabes? Es algo que muy poca gente sabe, pero a veces me encanta perderme por lugares salvajes y olvidarme hasta de mi sombra.

»Hace un par de semanas, antes de que se hiciera de noche desconecté el teléfono, cogí el coche y llené el depósito de gasolina con la intención de perderme. Es algo que me encanta hacer de cuando en cuando.

»Pasé por Casinos y me compré un queso, un chorizo de ciervo y una barra de pan de pueblo. Después, me perdí por la montaña de creo que era Chelva. Estaba ya anocheciendo, pero ni siquiera encendí la linterna. Me dediqué a caminar durante horas por un camino de montaña y escuchando toda clase de ruidos extraños a mi alrededor. Era súper chulo.

»El planeta no está hecho de calles, semáforos, casas y edificios, ¿sabes? Es diferente. Esa noche me di cuenta de que lo es.

»Al volver tenía un hambre de lobo, así que me abroché el anorak y me puse a comerme el queso y el chorizo junto al coche, mientras miraba las estrellas. Después bajé los respaldos, saqué mi edredón nórdico de pluma de ganso y me quedé frito.

»Me desperté a las ocho de la mañana. Estaba en un lugar completamente deshabitado. En torno a mí, hasta donde alcanzaba la vista, no había un alma. Me quité toda la ropa, excepto las botas, y me puse a caminar durante horas. Me sentía libre como el viento. Es increíble, pero cuando se anda por la montaña no se tiene frío, aunque se esté en pelotas.

»Sé que no es lo que hace la mayoría de la gente, pero no molesto a nadie y me hace sentirme un habitante de este planeta».

MATA A UNO, FÓLLATE A UNO, CÁSATE CON UNO (RR)

«Quédate bien con la gente de este lugar, porque vas a tomar algunas decisiones importantes. Debes matar a uno, follarte a otro y casarte con otro distinto. A ver, ¿a quién matarías? Y ¿por qué?».

No importa dónde os encontréis. En cualquier lugar, este suele ser un juego excelente para crear complicidad, un ingrediente básico de la Conexión con el que te vendrá muy buen contar en tu Campaña de Romance. Se basa en el principio CONSPIRACIÓN DE «NUESTRO MUNDO».

Es importante que le saques punta al juego, recreándote en los aspectos cómicos y aprovechando las oportunidades de generar Romance que se te presenten. Recuerda que debes animarla a que explique y razone cada una de sus elecciones.

MI PRIMERA VEZ —VERSIÓN EXTENDIDA— (RR+ V+VUL)

«No, en serio. ¿Quieres saber de verdad por qué les tengo miedo a las mujeres? Me pasa un poco como al perro de Pavlov. Cada vez que este perrito iba a comer, hacían sonar una campanilla. Al final, aunque no le trajesen la comida, el perrito babeaba igual. Todo lo que tenían que hacer era sonar la campanilla. Lo habían condicionado. Me sigues, ¿no?».

Lo normal es que aquí diga que no o se ponga a sacar conclusiones raras mientras yo niego con la cabeza. Entonces me preguntará qué quiero decir.

«Verás, cuando tenía seis años me pasó algo que me traumatizó bastante. Y creo que eso me ha condicionado para el resto de mi vida. La verdad es que esto no se lo he contado nunca a nadie, pero creo que contigo puedo hacer una excepción. Bueno, la verdad es que no sé si debo. No, da igual, déjalo, te vas a reír».

Aquí lo habitual es que ella me anime a seguir y me dé toda clase de razones por las que puedo confiar en ella. Después de todo, a las chicas les encantan las confidencias. Si por alguna de aquellas no lo hiciese, paso a otra rutina, más que nada para demostrarle que puedo vivir sin terminar mis historias y que no necesito su atención. Lo normal, sin embargo, es que me obligue a seguir. Y sigo:

«Verás, de crío yo era un poquito dominante. Ya sabes, me gustaba dármelas de cabecilla del grupo y todo eso, organizar pandillas, montar expediciones y declarar la guerra a los del patio de al lado. Ese tipo de cosas. Lo curioso es que, por lo que sea, los otros niños me hacían caso y se sumaban a mis cruzadas, aun cuando fueran un poco mayores.

»Pero la que más adoración y reverencia mostraba era Eva, la chica de la puerta de al lado. Lo curioso de Eva es que si le hubiese dicho que había visto un unicornio, se lo habría creído. Si le hubiese pedido que se viniera conmigo a cazar saltamontes, también lo habría hecho. Y eso que les tenía un miedo espantoso.

»El caso es que un día decidí que tocaba saltar los escalones del patio. Había dos tramos, uno de cinco y otro de seis. El de cinco mis amigos y yo llevábamos tiempo saltándolo, pero el de seis lo acabábamos de conquistar hacía poco. Eva aun no lo había hecho.

»Le dije que aprovechase, ahora que estábamos solos ella y yo. Si no lo hacía, no podría pertenecer a la pandilla.

»Salté yo primero, para demostrarle que era posible. Después fue su turno. Se preparó y… Saltó.

»—Me hago un poco de daño en los pies —me dijo. La verdad es que no era la única. Yo también me hacía un poco de daño en los pies. Estaba claro que había un problema. Y, como líder, tenía que hacer algo.

»—Está bien —dije—. Tengo una idea.

»Era cierto. Tenía una. Le expliqué que, cuando uno saltase, el otro se tumbaría boca arriba en el suelo. De esta forma, el saltador podría desplomarse encima del otro justo después de tocar el suelo con los pies, amortiguando así el impacto.

»Lo probamos una vez. Funcionó. Lo probamos otra, y también funcionó. Nos gustó tanto el nuevo sistema que decidimos incorporarlo y hacerlo así todo el tiempo.

»Al cabo de un rato, tuve otra de mis ideas geniales. Pensé que, si ella se subía la falda y yo me bajaba los pantalones, los resultados serían todavía mejores. Lo probamos una vez, y así fue. También decidimos incorporarlo al nuevo sistema.

»Al cabo de un rato, tuve una idea que pensaba que superaba a las anteriores. Quería probarla.

»—Eva —le dije—. Tengo otra idea mejor. Pero tenemos que ir a los naranjos. Vamos.

»Justo enfrente de nuestro edificio, había un pequeño descampado. Bajando una pequeña rampa de tierra, se extendía un campo de naranjos. Nosotros nos detuvimos justo al lado de la rampa.

»Le expliqué que ahora íbamos a hacer lo mismo que en los escalones, pero sin escalones. Y esta vez ella se bajaría las braguitas antes de subirse la falda. Por mi parte, yo me bajaría los pantalones y los calzoncillos. La idea era amortiguar la caída mucho mejor.

»—Qué grande —dijo ella. Esto lo recuerdo con toda claridad. Sin embargo, lo cierto es que no era grande. Lo que pasaba es que la tenía dura, y tengo entendido que Eva nunca había visto una en dicho estado.

»A partir de aquí mis recuerdos se nublan. Recuerdo que fui yo el primero en caer encima, pero creo que luego estuvimos un rato sin levantarnos. También recuerdo que la sensación era agradable.

»Pero eso es lo de menos.

»Lo que me traumatizó fue lo que ocurrió después.

»No recuerdo si fue esa misma tarde o al día siguiente, pero lo cierto es que la mamá de Eva me invitó a comer palomitas. La cosa olía a gato encerrado desde el principio, porque en la vida me había invitado a comer palomitas. O al menos no de esa forma. Me sentó en un sofá junto a Eva y se dirigió a mí como si fuera un adulto. Me explicó que, lo que había hecho, no era propio de una persona tan responsable y aplicado como yo. Lo decía porque era profe en nuestro colegio y sabía que sacaba unas notazas. Pensé que, como su balcón daba a la calle, quizás nos había visto desde él.

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