Authors: Juan Ernesto Artuñedo
—¿Peso mucho?
—No
—Ya vuelven otra vez
—Qué energía
—Algún día van a romper la cama
—Hm
—¿Vamos a verles? —me susurra al oído
—¿Cómo?
—A ellos no les importa
—No sé
—¿No te da morbo escucharlos?
—Sí
Me besa en el cuello.
—¿Por qué ríes? —me pregunta
—Me da cosquillas
—¿La barba?
—Sí
—¿No te gusta?
—Estoy con un pie en el cielo
—¿Y el otro?
—También
—Joder qué ruido hacen
—Lo deben escuchar los vecinos, ¿no?
—Aunque estén sordos
—Es que retumba
—Ya te digo
—¿Lo hacemos?
Satur levanta la persiana. Yo hace un rato que estaba despierto. Miro su cuerpo. Me mira. Su sonrisa me hace sonreír.
—¿Es tarde? —pregunto
—Las doce
—¿No tenías cosas que hacer?
—Mañana
—¿Se han levantado estos?
—Creo que no, hace un rato alguien ha ido al aseo
—También lo he oído
—¿Estabas despierto?
—Sí
—No me he dado cuenta
—Te escuchaba
—No he dicho nada
—Respirar
—Tengo un hambre
—Yo también
—Y me estoy meando desde hace una hora, voy al aseo
Sale. Cierra la puerta. Entra en el aseo. Corro a la cocina. Desnudo. Vuelvo. Entra Satur. Le miro. Estoy a punto de reírme. Me contengo. Le abro la sábana. Se tumba. Apoya su peluda barriga sobre mi costado. Me río.
—¿También te hace cosquillas? —me pregunta
—No, es por esto
—¿De dónde los has sacado?
—De la cocina
—Tengo alergia
—¿A los melocotones?
—A la piel
—Habían bollicaos
—Qué buenos
—Ahora vengo
Me pongo los calzoncillos. Salgo disparado. Giro en el pasillo. Me encuentro de frente con Pablo.
—Buenos días
—Buenos —contesto
Está completamente desnudo. Aparto la vista.
—No soy un leproso —me dice
—No, es porque me gusta demasiado
—Entonces mira
Miro. Vuelvo a mirar. Si me derrito me tienen que arrancar del suelo con raspeta.
—¿Dónde ibas? —me pregunta
—A la cocina
—¿Quieres algo?
—Un bollicao para Satur
—¿Cómo sabes que hay bollicaos?
—Porque antes he entrado a por un melocotón para Satur
—Él tiene alergia
—Por eso volvía
—Pues cógelo
—Gracias
—Y mírame que no muerdo
Salgo de la cocina. Empalmado. Me apoyo en la pared para tocar el suelo. Entro en el cuarto. Isma en la otra cama hablando con Satur. Desnudo también. Me tapo los calzoncillos con el bollicao.
—Buenos días —le digo
—Buenos
—Le traigo un bollicao a Satur que he cogido en la cocina y Pablo me lo ha dado
—Entra hombre
Le miro de reojo. No puedo disimular el bulto. No le dan importancia. Creo que hasta les hace gracia. No puedo evitar mirar el cuerpo de Isma, cualquier parte, da igual, un pie, un brazo, un pecho, la barriga. Termina con Satur y sale del cuarto moviendo el culo de lado a lado. Satur deja la bolsa del bollicao en la mesita. Le observo. Me encanta verlo comer. Termina.
—¿Qué buscas? —pregunto
—El tabaco
—Yo llevo
—Debo tenerlo por aquí
—Toma
—Gracias
—¿Se puede fumar aquí?
—Abriremos la ventana
—¿No lo habías dejado?
—Tendré que volver a intentarlo
—Hace un buen día
—Sí
—¿Me puedo sentar aquí?
—Claro, ven
Me pasa el brazo por el cuello. Los dos sentados en la cama. Echando el humo por la ventana. Tiramos la ceniza en la bolsa del bollicao. Miramos al cielo. Azul. Nubes blancas. Le miro la barriga. La barba. Los ojos. La cara. Mi universo.
—¿En qué piensas?
—Me había perdido —le digo
—¿Dónde estabas?
—Lejos de aquí
—Ahora estás a mi lado
—Sí
—Junto a mí
—Con Satur
—Lucas y Satur
—Sí
—¿Me das otro cigarro?
—Toma
—¿De qué te ríes?
—De nada
—¿Fuego?
—Eres guapísimo
—Tú también
—Y por dentro
—¿Dentro de esto? —tocándose la barriga
—Y por aquí, por aquí y por aquí también
Me abraza con cariño. Apagamos el cigarro y follamos. Empujamos hasta perder las fuerzas. Nos corremos y volvemos a follar. En la cama, el suelo, en el alféizar de la ventana. Haciendo ruido. En silencio. Pensando en nosotros y con los que follamos ayer. Metiendo. Recibiendo. Amándonos y utilizándonos. Nos corremos de nuevo. Ya ni se nos levanta. Nos hacemos un cigarro. Volvemos a la carga. Semen fuera, semen dentro. En la boca, en el agujero. Sobre el pecho. Los limpiamos. Como animales. Nos gusta follar. Somos uno y muchas partes. Nos miramos. Desencajados. Sin poder parar. Sudados. Resbalando. La última paja. No podemos corrernos. Nos miramos. Tensos. En el suelo. Cruzándonos los pies. Nos corremos. Tragamos semen. El uno del otro. Y nuestras almas. En un último esfuerzo. Caemos agotados.
—Voy a ducharme —me dice levantándose como puede
Coge los calzoncillos del suelo y sale del cuarto. Me tumbo en la cama. Miro las formas de las nubes. Me levanto de un salto. Hago las camas. Las sábanas empapadas. Dejo la ropa de Satur en la silla. La mía en una bolsa y a la mochila. Entra Satur con el pelo revuelto y la piel mojada. Salgo. Entro en el baño. Me ducho rápido. Abro la puerta en calzoncillos. Pablo esperando. Nos volvemos a dar los buenos días. Esta vez con una sonrisa. Me voy poniendo los piratas limpios por el pasillo.
—A ver si te caes —me dice Isma
—Buenos días
Entro en el cuarto. Dejo la puerta abierta. Satur se está vistiendo.
—Ya están levantados —le digo
Nos miramos. Nos besamos. Cojo la mochila y salimos. Pablo canta en la ducha. Echo una última mirada a las camas. Dejo la puerta entreabierta. Al fondo la ventana. Me giro. Tropiezo con Satur.
—Perdona —le digo
—¿Dónde está Isma?
—Iba por el pasillo
—Cómo desafina el condenado de Pablo
Entramos en la cocina. Ismael prepara la comida. Lleva puesto el delantal rojo. Pero vestido.
—Qué bien huele —dice Satur
—Es por la albahaca
—¿Qué haces?
—Espaguetis con salsa pesto
—Qué bueno
Me siento en una butaca de madera. Apoyo la espalda en la pared. Una pequeña ventana comunica la cocina con la salita. Miro a través. El trivial sobre la mesa. Los porros también.
—...ayudarte? —Satur a Isma
—Ya lo hago yo —interrumpo
Me acerco. Abro el grifo.
—Buenos días —dice Pablo entrando en la cocina—, por fin todos juntos
Me giro. Pantalones cortos y camisa blanca. Sin abrochar. Barriga... me quemo con el agua. Abro el grifo azul. Dejo un vaso bajo el chorro. Echo lavavajillas en la esponja. Aprieto. Sale espuma. Pablo pasa por detrás de mí. Le da los buenos días a Isma con cariño y un beso. Satur abre un cajón y saca cubiertos. Pablo sale de la cocina y entra en la salita. Se agacha. Recoge el trivial. ...cubierta de pelo por debajo de la camisa.
—¿Dónde los dejo? —pregunto a Isma
—Arriba, en el armario
Coloco platos, un cenicero y vasos. Gotean sobre mis manos. Sigo fregando.
—Déjalo ya —me dice Isma
—Ya acabo
Vierte los espaguetis en un cuenco.
—Pues toma la sartén —pasándomela—, cuidado que quema
Friego. Satur vuelve a por servilletas y vasos. Le guiño un ojo. Me besa en el cuello. Sonrío. Acabo con la sartén. Me seco las manos con un trapo de cocina con ositos dibujados. Lo dejo doblado sobre el mármol. Entra Pablo. Isma le pasa el cuenco de pasta. Se va para la salita. Isma abre la nevera. Saca una ensalada. Cierra. La deja sobre la mesa de la cocina y la aliña. También especias.
—A comer —me dice
Los cuatro en la salita. Pablo y Satur tumbados en el sofá fumando. Isma enciende la tele y pone videos musicales. Acaba
Tio Vivo
de los Piratas y se funde con
Un Viaje Alucinante
de La Habitación Roja. Baja el volumen. Nos servimos ensalada con cubiertos grandes de plástico.
—Aquí están las vinajeras —dice Isma—, por si alguien quiere más aceite o sal
La pruebo. Está buena. Sigo comiendo. Satur echa más aceite. Pablo pimienta. Lleva lechuga cortada en juliana, palitos de cangrejo, manzana troceada, queso fresco, dátiles, pasas, tomate, olivas verdes sin hueso y aguacate.
—Como un viajero sin dinero —canta la tele— intentaré llegar a tu cerebro, a ver si te enganchas a mí, porque yo estoy colgado por ti, y me das una oportunidad...
Pablo abre la botella de vino. Brindamos. Por nosotros. Satur coge un trozo de pan. Mastica despacio. Pincho queso fresco y tomate. Relajo los músculos del cuello. Estoy tenso. Aguacate. Se deshace en mi paladar. Qué bueno. Isma me llena la copa con vino blanco. Se lo agradezco con una sonrisa. Relajo las piernas. Una oliva sin hueso.
—Nadie habla —dice Pablo
—¿Abrimos la ventana? —pregunta Satur
Me levanto y la abro. Corre el aire.
—Mejor —dice Satur
—¿En qué trabajas? —le pregunto a Pablo al mismo tiempo que recuerdo que anoche estaba hasta los huevos. Pongo cara de que si no quiere contestar que no lo haga que yo sigo comiendo sin molestar
—En una carnicería —me dice Isma
Como con la boca cerrada.
—¿Dónde se metieron Paco y Paco? —pregunta Satur
—No salieron de casa —dice Isma—, esta mañana tenía un mensaje en el móvil, que estaban cansados y no les apetecía...
—Qué sosos —interrumpe Satur
Miro las manos de Pablo. Como queso fresco.
—...y que no sabían si ir al cine o a cenar y que al final se quedaron viendo la tercera temporada de
Queer as Folk
, que les ha pasado David, y comiendo palomitas y...
—Y la polla —dice Pablo
Reímos. Casi se me escapa una pasa de la boca. Bebo más vino. Entra suave. Hasta la cabeza. Pablo descorcha otra botella. Sirve. Me levanto y recojo los platos de la ensalada.
—Trae cuatro limpios —me dice Isma
Entro en la cocina. Vacío los restos de ensalada en la basura. Dejo los platos en el fregadero. Abro el armario de arriba. De reojo al otro lado de la ventana. Están hablando en voz baja. Cojo los platos. Cierro. Salgo.
—...que han visto —continúa Isma— a Paco el gordo con una chica
—¡Qué me dices! —sorprendido Satur
—Lo que oyes
—Pero, ¿se estaban enrollando?
—Dice que de eso no está seguro, pero que iban cogidos de la mano...
Dejo los platos en la mesa. Cojo la fuente de ensalada.
—Déjala —me dice Pablo con la mirada
Escuchamos a Isma.
—...y entonces va y...
Corro el plato de espaguetis hacia el centro y el cuenco de la ensalada hacia una punta. Satur remueve los espaguetis con los cubiertos grandes de la ensalada sin perder comba de lo que dice Isma.
—...y lo más fuerte es que parece ser que hay un video con ellos dos...
—No me digas —dice Satur
—...¡follando!
—No —dice Satur
—Sí
—¡Qué morbazo!
—Sólo son rumores —interrumpe Pablo
—¿Y el otro Paco? —pregunta Satur
—No sé, yo no le he preguntado nada por si acaso
—Pero ¿siguen juntos?
—De momento sí, bueno, ahora que pienso, por eso anoche se quedaron en casa
—No especules —le dice Pablo
—Ya, pero no te parece un poco raro, si ellos no salen de La Cueva ni para cenar... que se llevan bocadillos mientras ven películas de osos
—Qué fuerte —dice Satur—, no me imagino a Paco el gordo entrando en el armario a su edad
—Hombre —dice Isma—, tú ya sabes que estuvo casado
—Por eso mismo lo digo
—A lo mejor le pega a todo
—Pero si sólo tienes que ver cómo mira a los jovencitos
—Va —dice Pablo—, ¿es que no tenéis hambre?
—¿Y el video? —pregunta Satur
—Hay que conseguirlo ya
—¿De verdad existe?
—Eso dicen
—¿Y cómo es que grabaron un video?
—Se ve que a ella le pone
—Ah, ¿lo grabó ella?
—Sí, y se ve que tiene más. Todos con osos
—Qué fuerte
—Ya te digo
—¿Me vais a dejar comer tranquilo? —Pablo enfadado
—Ya te contaré —Isma a Satur
—Sí, que si no qué va a pensar este chico de Castellón
—Tienes los ojos rojos —me dice Isma
—¿Ya?
Me lleno el plato de espaguetis. Pruebo. Está de cine. Pablo coge el último trozo de pan de la cestita. Me levanto y voy a por más.
—En el segundo cajón —me parece oír a Isma
Lo abro. Servilletas de cocina y papel de aluminio. Abro el segundo cajón del otro lado del horno. Una barra de pan. La cojo. Cuchillo. Corto en rodajas. Lleno la cestita y entro en la salita. Pablo sigue el vuelo del pan con los ojos. La dejo en la mesa y coge un trozo. Lo desmenuza con delicadeza y lo moja en el pesto. Para dentro. Pincho los espaguetis con el tenedor. Ruedo. Entran en mi boca sin tocar los labios. Mastico. Despacio. Qué buenos. Isma me ha vuelto a llenar la copa de vino. Bebo. Entra fresco. Como agua. Pablo cambia el canal de la tele. Noticias. El hombre del tiempo. Gordo. Con bermudas. Camisa hawaiana desabrochada. Señala el mapa con una regla de escuela. Sonriendo a medias. Sol en toda España. Calima en Canarias. Niebla por la mañana en levante. Temperatura récord en la capital. Imágenes de algún lugar en la cornisa cantábrica con gente bañándose. El hombre del tiempo superpuesto como si estuviera con los pies en el agua del mar. Ismael mirándole de arriba abajo con la boca llena. Yo echándome hacia un lado para verle un poco más la barriga por debajo de la camisa y si tengo suerte una teta de pelo rubio cubierta. Dejo de esforzarme. El hombre apoya el codo en una barra de bar virtual y deja al descubierto todo lo que quiero ver. Isma tose. Casi se le sale la comida pero cierra la boca a tiempo. Los cuatro mirando el televisor. En silencio. Bebo vino. Se me ha salido el pene de los calzoncillos y noto cómo se alarga por mi pierna.
—¡Qué hombre! —dice Isma cuando acaba de tragar