Cine o sardina (45 page)

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Authors: Guillermo Cabrera Infante

Tags: #Ensayo, Referencia, Otros

BOOK: Cine o sardina
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Hammer recobra el conocimiento en un hospital, donde su secretaria Velda y un detective amigo le informan que de la fiscalía federal quieren interrogarlo. Este interrogatorio y las crípticas frases finales de Cristina lo hacen desobedecer los avisos aviesos para iniciar su propia investigación. Sigue las pistas más disímiles que apuntan sin embargo a un científico asesinado hace poco, crimen cometido por un gángster local, Carl Evelio que no es bello. Los conspiradores tratan de comprar a Hammer regalándole un auto deportivo nuevo, aparentemente en pago del viejo que perdió. Pero el auto es un caballo de Troya: tiene dos bombas ocultas. Un mecánico amigo, Nick, que siempre reacciona con exclamaciones explosivas («¡Va va voom!» es una de ellas), desmantela las bombas, mientras Hammer decide visitar a Evello y es recibido por su hermana Bella. Hammer no sólo seduce a la hermana sino que reduce por la fuerza a los secuaces de Evello. Luego busca y encuentra a la compañera de Cristina, llamada por ahora Lily Carver, escondida en su apartamento. Todas las mujeres con que se encuentra Hammer son bellas y fugaces, pero Lily es tan neurótica y repulsiva que Hammer se interesa en ella. Pero Nick es asesinado en su garaje antes de poder decir «Va» y Hammer es secuestrado por Evello.

Todos los tahures se reúnen en la casa de la playa propiedad de un tal Dr. Soberin. Al hablar el doctor Hammer reconoce la voz del torturador que mató a Cristina. Sobreponiéndose a una buena dosis de pentotal sódico (en este caso sádico) que es el suero de la verdad y la venganza, Hammer mata a Evello y a su mejor matón y se escapa. Cuando regresa a casa encuentra que Velda ha desaparecido pero, con Carver, descifra el mensaje mortal de Cristina: «Recuérdame» viene de un verso de Christina Rosetti. El poema, musical, da la clave. Rompiéndole una mano al guardián de guardia del necrocomio, Hammer obtiene gentilmente la llave de una casilla de un club atlético y encuentra lo que Velda llamó «
the great whasit
», la gran incógnita: Una caja negra. Deja la caja como la encontró, pero Lily (como Velda y las dos como Albertina) ha desaparecido. Luego lo espera la policía que le revela que la caja en cuestión contiene plutonio radiactivo, tesoro tras el que están «innúmeros espíritus armados». Cuando Hammer y su amigo policía encuentran la taquilla vacía (lo que ocurre a menudo con muchas películas), Hammer sigue una pista vieja como si fuera una carretera nueva —que conduce a la casa en la playa y al Dr. Soberin. Allí descubre que Lily Carver, alias Gabrielle, alias el ángel de las tinieblas, ha atacado al Dr. Soberin por haberle propuesto unos pocos rompecabezas en griego (la caja de Pandora, Cerbero que guarda el Averno, etc.), enigmas que son enemas para la Lily, quien no solo mató al mal doctor sino que le dispara a Hammer a quemarropa. Cuando ella finalmente abre la caja que contiene la bomba atómica, el artefacto nuclear le quema la ropa primero y luego todo el cuerpo y la casa de paso —mientras Hammer rescata a Velda de donde la tenían escondida. Los dos se refugian en el océano Pacífico cercano.
The end
.

Pero para enriquecer esta película hecha de paranoia pura los productores han fabricado dos finales distintos. En uno Hammer y Velda se salvan en el mar en un bautizo contra el mal. En el otro, la casa, como todo el mundo, estalla en fuegos de artificio narrativo. El Dr. Soberin, Lily, Velda y Hammer perecen consumidos por la llama blanca de la bomba. Afortunado que soy tengo copias de la cinta con ambas soluciones.

Restreno de una obra maestra

Cuando se estrenó
El beso mortal
nadie le hizo caso. En su estreno sólo José Luis Guarner le dio su merecido y para titularlo en España sugirió el título cubano: este otro cronista siempre estaba al día y a la noche del cine.

Kiss Me Deadly
es la joya de la corona de las películas B. Una película B es aquella que tiene un presupuesto escaso por no decir mínimo. Antes se exhibían en la primera parte del programa, aunque segundas partes fueran malas. Las mayores productoras de películas B eran la Republic y la Monogram, a quien Jean-Luc Godard dedicó su primera película,
À bout de souffle
, un calco y un homenaje al mismo tiempo. Pero, ay, Jean Paul Belmondo no era Bogart, a quien copiaba. Hoy las películas B han sido sustituidas por las películas para la televisión,
made for TV
, cuya mediocridad ha creado un género y un estilo y un lenguaje y como dicen,
TV gives you TB
: la televisión da tisis.

El beso mortal
está ahora más al día que muchos estrenos. ¿No han oído hablar ustedes de los ladrones de material atómico que nadan en agua pesada con dólares y trafican con la posibilidad de hacer una bomba atómica en el patio de la casa de Saddam Hussein? Estos son los personajes de
Kiss Me Deadly
, esta es la materia de que están hechos sus sueños —es decir, muchas pesadillas.

El reparto

Ralph Meeker vino del teatro donde sustituyó en Broadway a Marlon Brando en
Un tranvía llamado Deseo
. Debutó en el cine con
Teresa
, siempre haciendo después de soldado o de vaquero villano. Volvió a ser elegido por Robert Aldrich para
The Dirty Dozen
, donde era un recluta díscolo. Murió de un ataque al corazón en 1988. Irónicamente sus dos últimas películas se titulan
El invierno mata
y
Sin aviso
.

Albert Dekker fue uno de esos villanos perfectos: alto, autoritario y bronco adornó con su aspecto viril y vil y su dicción correcta más de un personaje unívoco. Sus mejores momentos fueron el del vesánico gigante de la ciencia en
Dr. Cíclope
y este Dr. Soberin, más modesto y menos científico pero más peligroso de
El beso mortal
. Dekker se suicidó en 1968 al meter su cabeza en una bolsa de plástico. Estaba vestido con sostén, liguero y pantaleta negros y sandalias de tacón alto, también negras —el villano que muere como una víctima.

Hay un tercer hombre en el reparto, Fortunio Bonanova, uno de mis actores secundarios favoritos. En
El beso mortal
está haciendo, ¿qué otra cosa?, de un fanático de la ópera, que oye cantar a Caruso en su vieja vitrola mientras él mismo canta un ¡aria de
Martha
! Para sacarle información Hammer le rompe un disco de su colección —y claro, Bonanova, canta.

La estrella que cayó del cielo

Cuando por fin se estrenó
Performance
, en 1970, tres años después de hecha (luego de haber estado prohibida por la propia Warner Brothers, que la produjo, cuando su productor declaró que «esa película atroz» sólo se estrenaría por encima de su cadáver, llegando inclusive a secuestrar el negativo), la pregunta sin respuesta en el mundo del cine era quién había sido el verdadero director de esta cinta singular, tal vez la mejor del lustro inglés.
Performance
aparecía —una cosa rara más en un filme raro— como correalizada por dos directores. La pregunta se hacía doble. ¿Había sido dirigida en realidad por Donald Cammell, que escribió el guión y era un buen conocedor del mundo
pop
de Londres y de las muchas complicaciones posibles en el sexo? ¿O había sido su realizador Nicholas Roeg, el brillante técnico que fotografió, entre otros filmes,
Farenheit 451
,
Lejos del mundanal ruido
y, sobre todo,
Petulia
? Cammell cayó en el silencio después de
Performance
[4]
, pero Roeg hizo otras películas, como
Walkabout
, filmada en Australia, un fracaso menor, y
Don't look now
, filmada en Venecia, un éxito menor. Sin embargo, su próximo filme despejó las dudas sobre quién era el verdadero talento detrás de
Performance
. Ese filme es
El hombre que cayó a la tierra
.

No revelo mucho si cuento que un día un hombre cayó del espacio exterior a la Tierra, ya que la revelación está en el título. Ocurrió en un lugar solitario (aparentemente porque esta criatura extraterrestre era vigilada constantemente) de Kentucky. En un pueblo vecino extrae un pasaporte de un bolsillo, dice (con acento de Londres) que es inglés y cambia un anillo de oro puro por dinero. Pronto revela al espectador una vasta colección de anillos de oro y reúne suficiente dinero para comprar los conocimientos de un abogado de patentes (Buck Henry, mejor actor que escritor) en Nueva York, a quien acto seguido muestra un espécimen aparentemente plástico que resulta electrónico y unas hojas llenas de símbolos matemáticos. El visitante dice que su nombre, predeciblemente, es Newton. El abogado declara con pasmo que sus descubrimientos pondrán fuera de mercado a la Ica, Eastman Kodak y Dupont, como se sabe los tres más poderosos consorcios químicofotográficos del mundo.

Thomas Jerome Newton adquiere en seguida un Cadillac negro con teléfono, por el que se comunica exclusivamente con su abogado, y se va a vivir a un hotel de tercera en Nuevo México. Allí tiene una extraña crisis de agotamiento físico con hemorragia nasal y vómitos, y es ayudado por una sirviente solícita, Mary-Lou (Candy Clark, la inolvidable rubita de
American Graffiti
), que lo cuida y le procura un televisor como entretenimiento. Newton resulta un adicto, no a las drogas ni al alcohol, sino al agua y a la televisión —pronto tiene seis televisores en el cuarto, todos encendidos a la vez—. Mientras tanto, en Chicago, Nathan Bryce (Rip Torn, ese excelente actor), profesor de química que sostiene peligrosas relaciones promiscuas con sus alumnas, recibe de regalo un libro que trata significativamente de poesía y pintura, y lo abre (¿al azar?) por la página que tiene una reproducción de
La caída de Ícaro
. Una de sus alumnas que muestra idéntica pasión por la gimnasia sexual y por la fotografía, le muestra el testimonio de su reciente coito en un rollo de fotos reveladas e impresas a color instantáneamente, procedimiento tan novedoso que sería la envidia de la Polaroid. Bryce decide dejar su cátedra y sus alumnas y solicita trabajo de la compañía que produce tales maravillas químicas —no sin antes echar una ojeada de nuevo a
La caída de Ícaro
y a la página opuesta, donde viene un fragmento de poema que alguien dedicó al cuadro de Bruegel, la cámara acercándose luego sobre la reproducción hasta descubrir la pierna zambullente, que es la única evidencia de la caída del hijo de Dédalo, el inventor.

Por su parte, Mary-Lou y Newton se han hecho amantes, y el Ícaro moderno, que padece
flashbacks
de extrañas criaturas depiladas o viscosas en un desierto extraterrestre, puede detectar visiones de los desaparecidos pobladores del Oeste. Al mismo tiempo, se ha hecho construir una casa junto a un lago (su pasión por el agua) en la que ha instalado doce televisores, que mira a la vez. Bryce logra establecer una extraña relación con Newton, quien aparentemente puede teleportarse y presentarse antes de que ambos hombres se conozcan. El profesor sospecha que Newton es algo más que un excéntrico y prepara un artefacto oculto para obtener evidencia sobre su identidad real. Newton, que es capaz de ver los rayos X, se da cuenta de la trampa, pero está demasiado borracho para intervenir. Bryce descubre que Newton es un extraterrestre por medio de la radiografía, pero Newton mismo se revela a Mary-Lou, ahora una amante exigente, por un procedimiento que puede llamarse
strip-tease
total. Thomas Jerome Newton, o como se llame esta criatura, aparece totalmente desnudo y viscoso, dejando sobre la piel tibia de Mary-Lou, que insiste en hacer el amor con este monstruo, una baba repelente que es la huella de su mano.

Por fin, Newton confía a Bryce que es un extraterrestre (después que hemos visto innúmeras visiones de criaturas muriendo de sed en el desierto imposible, pero todavía viscosas: su familia dejada detrás por la que siente un conmovedor afecto) que ha venido a la tierra en busca de un refugio con agua, como el que ha visto por la televisión en su planeta, pero al momento siguiente le comunica que intenta regresar en un cohete de su creación. Pero agentes no identificados quieren acabar con el poderoso consorcio de Newton, y cuando éste va a partir en su nave espacial particular, en medio de turbas adulantes, es secuestrado —y aquí la película se deshace, pero no termina—. Parecen haber pasado años, porque el abogado ha envejecido considerablemente, lo que no impide que él y su amigo íntimo sean lanzados desde el rascacielos en que viven por los misteriosos agentes, Ubicuo y Rencoroso. Pasan más años y Bryce y Mary-Lou, que son amantes desde hace tiempo, aparecen viejos y casi decrépitos. Newton, por su parte, se mantiene tan joven como un Dorian Gray extraterrestre, pero está confinado en una especie de arresto domiciliario y sometido a absurdas investigaciones médicas. Mary-Lou, añorante, intenta ver a Newton, y lo consigue, para encontrarse al antiguo amante abstemio convertido en alcohólico, y tienen un curioso reencuentro amoroso, en el que Newton, que aborrecía la violencia, hace el amor con auxilio de un enorme revólver, cargado con salvas. Pasan más años todavía y Bryce, siempre tras la pista del visitante del espacio exterior, encuentra un disco que por razones privadas del argumentista le conduce a Newton. El de ellos es el encuentro entre un anciano y un joven vestido como afectado petimetre de los últimos años treinta, de sombrero de fieltro y traje cruzado. Pero es Bryce quien tiene la última palabra ante el borracho Newton: «Mister Newton ha bebido más de la cuenta», le dice al camarero y el filme termina con Newton bajando los ojos, la cabeza y el sombrero de fieltro, mientras se oye sonar
Stardust
, ese nostálgico
Polvo de estrellas
, en la versión de Artie Shaw.

Si he contado la película entera es para ayudar al lector que vaya a ser espectador, pues Roeg (auxiliado por Paul Mayersberg, el guionista) ha hecho su filme con complicación más que complejidad, lleno de saltos de choque, disoluciones de la continuidad y cargas de
flashbacks
y proyecciones al futuro. Es, sin duda, su película más ambiciosa (incluyendo
Performance
), pero, como dice Raymond Chandler, «el problema con la ficción fantástica como regla general es el mismo problema que afecta a los dramaturgos húngaros: no hay tercer acto». No hay tercer acto en
The man who fell to earth
, que es una película que parecía prometedora y resultó malograda. Las escenas de sexo (la recurrencia más visible en el filme, aparte de las visiones extraterrestres), son menos gratuitas que el coito en
Don't look now
(del que se dijo que Donald Sutherland y Julie Christie «lo hicieron de veras», como si esta realización tuviera que ver con el arte), pero no tienen la necesidad de ocurrir que tenían en
Performance
, que trata de la identidad sexual. En el resto del filme impera la gratuidad. Hay, sin embargo, una revelación extraordinaria en
El hombre que cayó a la Tierra
. Se llama David Bowie.

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