Vencer al Dragón (36 page)

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Authors: Barbara Hambly

Tags: #Fantasía, Aventuras

BOOK: Vencer al Dragón
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Ella no me conjuró,
replicó Morkeleb, furioso.
No puede hacerlo. No tiene dominio sobre mi mente.

—Estás aquí, ¿no es verdad? —dijo John lentamente, y las garras metálicas del dragón rascaron la piedra mientras su cabeza giraba con furia.

—¡John! ¡Morkeleb! —dijo Jenny con severidad.

El dragón volvió a acostarse con un silbido leve, pero las puntas de sus antenas temblaban de irritación.

—¿Es posible que ella también se sienta conjurada por algo que hay en la Gruta?

Te digo que no hay nada allí,
dijo el dragón.
Nada, excepto piedra y oro, agua y oscuridad.

—Volvamos atrás un poco entonces —dijo John—. No lo que quiere Zyerne en la Gruta, sino simplemente lo que quiere.

Gareth se encogió de hombros.

—Oro no. Ya visteis como vive. Podría tener todo el oro del reino si quisiera. Tiene al rey… —Dudó y luego siguió hablando con calma—. Si yo no me hubiera ido al norte, seguramente me tendría a mí y muy probablemente un hijo para reinar durante el resto de su vida.

—Antes vivía en la Gruta —señaló Trey—. Parece que desde que se fue ha estado tratando de obtener el control sobre ella. ¿Por qué se fue? ¿Los gnomos la expulsaron?

—En realidad no —dijo Gareth—. Quiero decir, no le prohibieron formalmente entrar en la Gruta hasta este año. Hasta entonces, podía entrar y salir de los niveles superiores como cualquier otra persona de Bel.

—Bueno, si ella sabe cambiar de forma, quiere decir que podía ir adonde quisiera siempre que no se acercara a los magos —razonó John, acomodando sus lentes con un dedo índice—. ¿Y qué pasó hace un año?

—No sé —dijo Gareth—. Dromar le pidió a mi padre en nombre del Señor de la Gruta que no le dejara a ella…, ni a cualquier otro hijo de hombre, en realidad…

—De nuevo, eso me parece una precaución lógica contra alguien que puede cambiar de forma.

—Tal vez. —Gareth se encogió de hombros—. Entonces no lo pensé…, gran parte de la impopularidad de los gnomos empezó en ese instante, por esa norma. Pero hablaron específicamente de Zyerne porque había… —Buscó las palabras exactas en su memoria compendio, entrenada por las baladas—… «profanado algo sagrado».

—¿Alguna idea de lo que era?

El príncipe meneó la cabeza. Como John, parecía consumido, cansado; su camisa, una ruina flotante de suciedad y agujeros de chispas; su cara brillando levemente con una barba casi invisible de adolescente. Trey, sentada a su lado, no estaba mucho mejor. Con su espíritu práctico de siempre, había llevado un peine en su bolsa y se había peinado el cabello. Ahora colgaba hasta más allá de sus muslos en mechones rizados. El brillo suave de sus colores fantásticos se había suavizado un poco hasta convertirse en blanco nieve y violeta, como la piel de una bestia fabulosa contra el pelo apelotonado de la capa de Gareth.

—Profanar algo sagrado, una «cosa» entonces —repitió Jenny pensativa—. No es la forma en que lo dijo Mab. Ella dijo que Zyerne había envenenado el corazón de la Gruta…, pero el corazón de la Gruta es un lugar más que un objeto.

—¿Sí? —preguntó John con curiosidad.

—Claro, estuve ahí. —El silencio del lugar susurraba en su memoria—. Pero en cuanto a lo que quiere Zyerne…

—Tú eres maga, Jen —dijo John—. ¿Qué quieres?

Gareth parecía escandalizado por la comparación, pero Jenny sólo lo pensó un momento y luego dijo:

—Poder. Magia. La clave de la magia es magia. Mi deseo más grande, ése por el cual sacrificaría todo lo demás, es aumentar mis habilidades.

—Pero ella ya es la maga más poderosa de esta tierra —protestó Trey.

—No, según Mab.

—Supongo que había magos gnomos más poderosos en la Gruta —dijo John, interesado—. Si no, no habría necesitado llamar a Morkeleb.

¡Ella no me llamó!

La cola del dragón volvió a golpear como la de un gato.

No puede hacerlo. Su poder no es tan grande.

—Alguien tiene un poder así —hizo notar John—. Antes de que acabaras con la Gruta y los magos que había en ella, los gnomos eran lo bastante fuertes para mantener a Zyerne lejos. Pero murieron todos o al menos los más fuertes…

—No —dijo Jenny—. Eso es lo que me intriga. Mab dijo que ella misma era más fuerte que Zyerne en algún momento en el pasado. Eso quiere decir que Mab está más débil o Zyerne más fuerte.

—¿Es posible que el poder de Mab se haya debilitado de alguna forma al aparecer Morkeleb? —John echó una mirada al dragón—. ¿Sería posible que tu magia disminuyera ante la de otro?

No sé nada de la magia de los humanos, ni de la de los gnomos;
replicó el dragón.
Sin embargo, entre nosotros, no se puede quitar magia a otro. Es como sacarle sus pensamientos y dejarlo sin nada.

—Ésa es otra cosa —dijo Jenny, cruzando los brazos sobre las rodillas levantadas—. Cuando me encontré con Zyerne ayer… Mis poderes han crecido, pero no debería haber podido derrotarla como lo hice. Ella puede cambiar de forma…, debería haber tenido mucha más fuerza que yo. —Miró a Gareth—. Pero no cambió de forma.

—Lo hace —protestó el muchacho—. Yo la vi.

—¿Últimamente? —preguntó John, de pronto.

Gareth y Trey se miraron.

—¿Desde la llegada del dragón? O, para decirlo con otras palabras, ¿desde que no puede entrar en la Gruta?

—Pero de todas maneras, es inconcebible —insistió Jenny—. El poder no es algo que dependa de un lugar o de una cosa, igual que el conocimiento. El poder de Zyerne no puede disminuir y el de Mab tampoco. El poder está dentro de uno, aquí, o en Bel, o en las Tierras de Invierno, o donde quiera que estés. Es algo que se aprende, algo que uno desarrolla… Todo poder debe pagarse…

—Pero parece que Zyerne nunca ha pagado por el suyo —dijo John. Su mirada pasó de Jenny al dragón y luego de vuelta a Jenny—. Dices que la magia de los gnomos es diferente. ¿Hay alguna forma en que ella haya podido robar poder, Jen? ¿En que pudiera estar usando algo a lo que no tiene derecho? Estoy pensando en eso que dijiste, que no sabe lo que son los Límites… lo cual es obvio, porque llamó a un dragón del que no puede librarse…

¡Ella no me llamó!

—Ella parece creer que lo hizo —señaló John—. Al menos sigue diciendo que fue ella la que echó a los gnomos de la Gruta. Pero sobre todo estoy pensando en las arrugas que hay en su rostro.

—Pero no tiene arrugas —objetó Trey, desconcertada por ese cambio brusco de tema.

—Justamente. ¿Por qué no las tiene? Todos los magos que conozco: Mab, que no es tan vieja para un gnomo; el viejo Caerdinn, ese mago vagabundo, pequeño, loco que venía a las Tierras de Invierno y tú, Jen, las marcas del poder están escritas en todos esos rostros. Aunque a ti no te ha envejecido —agregó rápidamente, con un interés por la vanidad de ella que hizo sonreír a Jenny.

—Tienes razón —dijo Jenny con lentitud—. Ahora que lo dices, no creo que nunca haya conocido a un mago que fuera tan…, tan agradable de aspecto. Tal vez eso es lo que me preocupó primero. Y Mab dijo algo acerca de que Zyerne robó secretos. Zyerne misma dijo que cuando logre entrar en la Gruta tendrá poder para destruirnos a todos. —Frunció el ceño cuando otro pensamiento se coló en su mente—. Pero no tiene sentido. Si crees que puede haber ganado su poder estudiando artes de los gnomos…, metiéndose en lugares prohibidos y leyendo los libros de su magia más profunda, estás equivocado. Yo busqué un libro así en los Lugares de Curación y no encontré ninguno.

—Es extraño, ¿no te parece? —musitó John—. Pero cuando dices que el poder no está relacionado con ninguna cosa en particular, al igual que el conocimiento…, el conocimiento se puede almacenar en un libro. ¿Hay alguna forma en que se pueda almacenar poder? ¿Un mago puede usar el poder de otro?

Jenny se encogió de hombros.

—Ah, sí. El poder puede acumularse en ancho tanto como en profundidad; muchos magos pueden enfocar su poder todos juntos y dirigirlo hacia un solo hechizo que ninguno de ellos puede lograr solo. Se puede hacer cantando, meditando, bailando… —Dejó de hablar cuando la visión se elevó de nuevo en su mente, la visión del corazón de la Gruta—. Bailando… —repitió con suavidad, luego meneó la cabeza—. Pero de todos modos, el poder está controlado por los que lo conjuran.

—¿En serio? —preguntó John—. Porque en Poliborus dice…

Morkeleb lo interrumpió.

Pero si le prohibieron llegar a la Gruta, Zyerne no puede haber estado cerca de él cuando se elevó el poder que me envió este deseo y me llamó de vuelta a este sitio. Ni puede haber estado cerca de la Gruta para conjurar los sueños que me trajeron aquí la primera vez. Y no hay otros magos que hayan podido reunirse para conseguir tal poder.

—¡Eso es lo que estoy tratando de decirte! —interrumpió John—. En Dotys…, o en el Analecto de Poliborus o tal vez es en el
Elucidus Lapidarus…

—¿Qué? —preguntó Jenny, totalmente consciente de que John era capaz de buscar la fuente de referencia durante diez minutos en el nido de urraca de su memoria.

—Dotys…, o Poliborus…, dicen que los magos podían usar cierto tipo de piedra para reunir el poder. Podían poner poder en ella, generación tras generación, a veces, o podían unirse en un momento…. y creo que menciona el baile…, y cuando necesitaban mucho poder, para defender el reino o derrotar a un dragón o a un mal realmente poderoso, podían conjurar el poder que ya estaba en la piedra.

Se miraron uno a otro en silencio, maga y príncipe, muchacha y guerrero y dragón. John continuó.

—Creo que lo que los gnomos estaban resguardando, lo que está allí en el corazón de la Gruta, es un depósito de poder. —La voz de John era suave en la oscuridad de terciopelo—. Y en ese caso, todo lo que tenía que hacer Zyerne era robar la llave que guardaba ese depósito. Si fue aprendiz en los Lugares de Curación, eso no debe de haber sido difícil.

—Y si está mentalmente en contacto con el poder, puede usarlo de alguna forma, incluso a distancia —dijo Jenny—. Yo lo sentí cuando luché con ella…, un poder que nunca había sentido. No un poder vivo, como Morkeleb, sino fuerte porque está muerto y no le importa lo que hace. Debe de ser la fuerza de todos sus actos, para cambiar de forma y para enviar la maldición contra los gnomos, la maldición que te trajo desde el norte, Morkeleb.

—Una maldición que todavía tiene fuerza, lo quiera ella o no. —Los anteojos de John brillaron a la luz de las estrellas y él sonrió—. Pero no le debe de ser fácil trabajar a distancia, la señora Mab no podía usarlo contra Zyerne misma. Eso explicaría por qué Zyerne tiene tanta necesidad de conseguir la oportunidad de volver a la Gruta.

¿Y entonces?,
preguntó Morkeleb con amargura.
¿Acaso tu inestimable Dotys o tu sabio Poliborus hablan de una forma de combatir la magia de esas piedras?

—Bueno —dijo John, una sonrisa de diversión en los extremos de su boca—, ésa fue la razón por la que vine al sur, ¿sabes? Mi copia del
Elucidus Lapidarus
no está completa. Nada de lo que hay en mi biblioteca está completo. Por eso acepté ser el Vencedor de Dragones para el rey, porque necesitamos libros, necesitamos conocimientos. Quiero estudiar todo lo que pueda, pero no es fácil.

Con el tamaño del cerebro humano, claro que no,
replicó Morkeleb, que perdía el control irracionalmente.
¡Y no eres más sabio que Vencedor de Dragones!

—Nunca dije que lo fuera —protestó John—. Son sólo esas baladas, ¿sabes?…

Las garras crujieron de nuevo sobre las piedras. Jenny, exasperada con los dos, empezó a decir:

—Realmente voy a tener que dejar que te coma esta vez…

Trey se apresuró a interrumpir.

—¿Podríais usar vos la Piedra, señora Jenny? ¿Usarla contra Zyerne?

—¡Claro! —Gareth saltó como un chico de escuela sobre el escalón de piedra—. ¡Eso es! Combatir fuego con fuego.

Jenny se quedó callada. Sentía que todos la miraban: Trey, Gareth, John, la mirada de cristal del dragón vuelta hacia ella desde arriba. La idea del poder se movía en su mente como lujuria, el poder de Zyerne. La clave de la magia es magia…

Vio la preocupación en los ojos de John y supo lo que debía de ser su propia expresión. Eso la tranquilizó un poco.

—¿En qué estás pensando?

Él meneó la cabeza.

—No lo sé, amor.

Quería decir que no iba a interponerse en la decisión que ella tomara. Jenny interpretó bien su mirada y dijo con suavidad:

—No usaría mal ese poder, John. No me transformaría en algo como Zyerne.

La voz de John fue sólo para ella esta vez.

—¿Estás segura?

Ella empezó a contestarle, luego se detuvo. Aguda y clara, oyó la voz de la señora Mab que decía:
Ella tomó los secretos de otros más grandes que ella, los profanó, los ensució, envenenó el mismo corazón de la Gruta…
Recordó, también, esa sensación de poder pervertido que había brillado en la luz de la lámpara alrededor de Zyerne y del pobre Servio y la forma en que la había cambiado el toque de la mente del dragón.

—No —dijo finalmente—. No puedo estar segura. Y sería estúpido mezclarme con algo tan poderoso sin conocer sus peligros, incluso si pudiera llegar a adivinar por mí misma la llave que se usa para entrar.

—Pero es nuestra única oportunidad de derrotar a Zyerne —protestó Gareth—. Volverán, sabéis que lo harán… No podemos quedarnos en este pozo para siempre.

—¿Podríamos aprender lo suficiente sobre la Piedra para que vos pudierais evitar sus poderes de algún modo? —sugirió Trey—. ¿Os parece que puede haber una copia de ese
No se qué
del que hablasteis en la biblioteca del palacio?

Gareth se encogió de hombros. Su sabiduría podía extenderse hasta el conocimiento de siete variantes menores de la balada de Damaguerrera y el Gusano Rojo del valle de Welder, pero era nula en cuanto a todo lo referente a oscuras enciclopedias.

—Pero seguro que hay una en Halnath, ¿verdad? —dijo Jenny—. Y si no contiene esa información, habrá gnomos que puedan saber algo.

—Si nos lo dicen. —John se apoyó cuidadosamente un poco más arriba contra el granito del pilar de la puerta; las pocas partes de su camisa que no estaban ennegrecidas por la sangre, muy blancas en la luz creciente de la luna contra el brillo metálico de las hebillas de su jubón—. Los que son como Dromar no van a admitir que existe siquiera. Ya tuvieron bastantes problemas con seres humanos que controlan la Piedra y no puedo decir que no los comprenda. Pero pase lo que pase —agregó mientras los demás caían una vez más del entusiasmo a una reflexión desesperada—, nuestro próximo movimiento debe ser salir de aquí. Como dice nuestro héroe, sabes que Servio y las tropas del rey volverán. El único lugar al que podemos ir es Halnath y tal vez allí tampoco. ¿Son muy estrechas las líneas del sitio, Gar?

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