Piense y hágase rico (28 page)

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Authors: Napoleon Hill

Tags: #Autoayuda

BOOK: Piense y hágase rico
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Todos estos hechos se mencionan con anterioridad a una afirmación que haré ahora: durante mis reuniones con mis
consejeros invisibles
, siento que mi mente se muestra de lo más receptiva a ideas, pensamientos y conocimientos que me llegan a través del sexto sentido.

Ha habido un gran número de ocasiones en las que me he enfrentado a situaciones de emergencia, algunas tan graves que mi vida llegó a correr verdadero peligro, y en las que me he visto milagrosamente guiado hacia la superación de esas dificultades, gracias a la influencia de mis
consejeros invisibles
.

Mi propósito original al convocar estas reuniones con seres imaginarios fue el de impresionar mi propio subconsciente, a través del principio de la auto sugestión, con ciertas características que yo deseaba adquirir. En años más recientes, mi experimentación ha adquirido una tendencia distinta. Ahora acudo a mis consejeros invisibles para consultarles cada problema difícil con el que debo enfrentarme, ya sea propio o de mis clientes. A menudo, los resultados han sido verdaderamente asombrosos, a pesar de que no dependo por completo de esa forma de consejos.

Una fuerza vigorosa de crecimiento lento.

El sexto sentido no es algo que uno pueda quitarse y ponerse a voluntad. La habilidad para usar este gran poder va creciendo con lentitud, mediante la aplicación de los otros principios expuestos en este libro.

No importa quién sea usted, ni cuál pueda haber sido su propósito al leer esta obra, lo cierto es que puede aprovecharse de ella sin llegar a comprender el principio descrito en este capítulo. Eso es cierto, sobre todo, en el caso de que su propósito principal sea el de la acumulación de dinero o de otras cosas materiales.

He incluido el capítulo sobre el sexto sentido porque este libro ha sido diseñado con el propósito de presentar una filosofía completa por la que los in dividuos puedan dirigirse para alcanzar aquello que le piden a la vida. El punto de partida de todo logro es el deseo.

El punto final es esa rama del conocimiento que nos conduce a la comprensión de uno mismo, de los demás y de las leyes de la naturaleza; en definitiva, el reconocimiento y la comprensión de la felicidad.

Esta clase de comprensión sólo se alcanza de forma completa a través de la familiaridad y el uso del sexto sentido.

Tras acabar este capítulo, usted habrá observado que, durante su lectura, se sentía elevado a un nivel más alto de estimulación mental. ¡Espléndido! Vuelva a leerlo dentro de un mes y observe cómo su mente alcanza un nivel de estimulación aún más elevado.

Repita esta experiencia de vez en cuando, sin que le preocupe lo mucho o lo poco que aprenda en cada ocasión, y terminará por encontrarse en posesión de un poder que le permitirá desembarazarse del desánimo, dominar el temor, superar la dilación y utilizar la imaginación con plena libertad. Entonces percibirá el tacto de ese
algo
desconocido que ha sido el espíritu motivador de todo pensador, líder, artista, músico, escritor o estadista realmente grandes. Será el momento de transmutar sus deseos en su equivalente físico o financiero, y lo hará con la misma facilidad con la que antes se tumbaba y se abandonaba ante la aparición de la primera señal de oposición.

15: Los seis fantasmas del temor

Cuando haya leído este último capítulo, haga inventario de sí mismo, y descubra cuántos fantasmas se interponen en su camino.

Antes de poder utilizar cualquier parte de esta filosofía con éxito, su mente tiene que estar preparada para recibirla. La preparación no resulta difícil. Empieza con el estudio, el análisis y la comprensión de los tres enemigos que necesita eliminar de su mente: la indecisión, la duda y el temor.

El sexto sentido nunca funcionará mientras estos tres elementos negativos continúen en su mente, ya sea en su conjunto o por separado. Los elementos de este trío infernal se hallan estrechamente relacionados; allí donde haya uno de ellos, puede estar seguro de que los otros dos también se encuentran cerca.

¡La indecisión es la semilla del temor! Recuérdelo a medida que siga con la lectura. La indecisión se cristaliza en la duda, y ambas se mezclan y se con vierten en temor. El proceso de
mezcla
suele ser lento. Ésa es una de las razones por las que estos tres enemigos son tan peligrosos. Germinan y crecen sin que su presencia sea detectada.

El resto de este capítulo describe un fin que debe alcanzar antes de que pueda poner en práctica esta filosofía, como un todo. También analiza una condición que ha reducido a gran número de personas a la pobreza, y afirma una verdad que debe ser comprendida por todos aquellos que acumulan riquezas, ya se midan éstas en términos de dinero o de un estado mental, mucho más valioso que el dinero.

El propósito de este capítulo consiste en enfocar nuestra atención sobre la causa y la cura de los seis temores básicos. Antes de poder dominar a un ene migo, debemos conocer su nombre, sus hábitos y el lugar de residencia. A medida que lea, analícese a sí mismo y determine cuál de los seis temores básicos está con usted, si es que tiene alguno.

No se deje engañar por los hábitos de esos enemigos sutiles. A veces, permanecen ocultos en el subconsciente; en él son difíciles de localizar y aún más difíciles de eliminar.

Los seis miedos básicos.

Hay seis miedos básicos, de los que todo ser humano sufre en una u otra ocasión, ya sea por cada uno de ellos o en una combinación de los mismos. Cualquier persona sería afortunada si no sufriera de los seis. Citados por el orden en que suelen aparecer, son:

  1. El temor a la pobreza
  2. El temor a la crítica
  3. El temor a la enfermedad
  4. El temor a la pérdida del amor de alguien
  5. El temor a la vejez
  6. El temor a la muerte

Todos los demás temores son de menor importancia; todos ellos pueden ser agrupados bajo estos seis epígrafes.

Los temores no son más que estados de la mente. El estado de la mente de cada cual se halla sometido a control y dirección.

El hombre no puede crear nada que no haya concebido previamente en forma de un impulso de pensamiento. Tras haber hecho esta afirmación, hay que hacer otra de mayor importancia aún: los impulsos del pensamiento del hombre comienzan a trasladarse de inmediato en su equivalente físico, al margen de que esos pensamientos sean voluntarios o involuntarios. Los impulsos de pensamiento que son captados por simple casualidad (pensamientos emitidos por otras mentes) pueden determinar el destino financiero, empresarial, profesional o social con la misma seguridad que los impulsos de pensamiento que uno mismo crea con intención y diseño.

Estamos estableciendo aquí los fundamentos para la presentación de un hecho de gran importancia para quien no comprende por qué algunas personas parecen tener
suerte
, mientras que otras, de igual 0 mayor habilidad, entrenamiento, experiencia y capacidad cerebral, parecen destinadas a soportar la desventura. Ese hecho se explica con la afirmación de que todo ser humano tiene la habilidad de controlar su propia mente por completo y, con ese control, es evidente que cada persona puede abrir su mente a los impulsos de pensamiento emitidos por otros cerebros, o cerrarla a cal y canto y admitir únicamente aquellos impulsos de pensamiento de su propia elección.

La naturaleza ha dotado al hombre de un control absoluto sobre una sola cosa: el pensamiento. Esto, unido al hecho adicional de que todo lo que el hombre crea se inicia en la forma de un pensamiento, nos conduce muy cerca del principio mediante el cual podemos llegar a dominar el temor.

Si es cierto que todo pensamiento tiene una tendencia a transformarse en su equivalente físico (y eso es cierto, más allá de todo espacio razonable para la duda), también será cierto que los impulsos de pensamiento de temor y de pobreza no pueden traducirse en términos de valor y ganancia financiera.

El temor a la pobreza.

No puede existir compromiso alguno entre la pobreza y la riqueza. Los dos caminos que conducen a ellas van en direcciones opuestas. Si lo que usted desea son riquezas, tiene que negarse a aceptar cualquier circunstancia que conduzca hacia la pobreza. (La palabra
riqueza
se utiliza aquí en su más amplio sentido, refiriéndonos con ella a los planos espiritual, mental y material.) El punto de partida del camino que conduce a la riqueza es el deseo. En el primer capítulo, usted recibió instrucciones completas para el uso adecuado del deseo. En este capítulo sobre el temor encontrará instrucciones completas para preparar a su mente con el propósito de hacer un uso práctico del deseo.

Así pues, éste es el lugar en el que se le planteará un desafío mediante el que determinará de modo definitivo cuánta de esta filosofía ha absorbido usted. Aquí está el punto en el que puede convertirse en profeta y pronosticar, con exactitud, qué le reserva el futuro. Sí, después de haber leído este capítulo, usted se halla dispuesto a aceptar la pobreza, será mejor que prepare a su mente para recibir pobreza. Se trata de una decisión que usted no puede evitar.

Si lo que exige son riquezas, determine en qué forma las recibirá, y cuánto necesitará para sentirse satisfecho. Ya conoce el camino que conduce a la riqueza. Se le ha proporcionado una especie de mapa de carreteras que, si lo sigue, lo mantendrá en la vía adecuada. Si se descuida y no inicia el recorrido del camino, o si se detiene antes de haber llegado, no podrá echarle la culpa a nadie, excepto a usted mismo. Esa responsabilidad es exclusivamente suya. Ninguna justificación le salvará de aceptar la responsabilidad si ahora fracasa o si se niega a exigirle riquezas a la vida, porque la aceptación le exige una sola cosa —la única que usted puede controlar—, un estado de la mente. Un estado mental es algo que uno asume. No se puede comprar, sino que ha de ser creado.

El temor más destructivo.

El temor a la pobreza es un estado mental. Sólo eso. Pero es suficiente para destruir las posibilidades de alcanzar los logros deseados en cualquier empresa.

Este temor paraliza la facultad de razonamiento, destruye la facultad de la imaginación, elimina la confianza en sí mismo, socava el entusiasmo, desanima la iniciativa, conduce a la incertidumbre de propósito, estimula la dilación, elimina el entusiasmo y convierte el autocontrol en una imposibilidad. Le arrebata a uno el encanto de la personalidad, destruye la posibilidad de pensar con exactitud, distrae la concentración del esfuerzo, domina la perseverancia, reduce la fuerza de voluntad a la nada, destruye la ambición, ensombrece la memoria e invita al fracaso en toda forma concebible. Mata el amor y asesina las emociones más exquisitas del corazón, desanima la amistad e invita al desastre en cien formas diferentes, conduce al insomnio, la miseria y la infelicidad, y todo ello a pesar de la evidente verdad de que vivimos en un mundo de sobreabundancia de todo aquello que podamos desear, sin nada que se interponga entre nosotros y nuestros deseos, excepto la falta de un propósito definido.

El temor a la pobreza es, sin el menor género de dudas, el más destructivo de los seis temores básicos. Ha sido situado a la cabecera de la lista porque resulta el más difícil de dominar. El temor a la pobreza surge de la tendencia heredada del hombre a devorar a sus semejantes en el plano económico. Casi todos los animales inferiores se ven motivados por el instinto, pero su capacidad para
pensar
es limitada y, en consecuencia, se devoran físicamente los unos a los otros. El hombre, con su sentido superior de la intuición, y capacidad para pensar y razonar, no se come físicamente a su semejante; obtiene mayor satisfacción cuando lo devora financieramente. El hombre es tan avaricioso que se ha necesitado aprobar toda clase de leyes concebibles para salvaguardarlo de sus semejantes.

Nada produce tanto sufrimiento y humillación al hombre como la pobreza. Sólo aquellos que la han experimentado comprenden todo el significado de esta afirmación.

Así pues, no es de extrañar que el hombre tema a la pobreza. A lo largo de una abundante serie de experiencias heredadas, el hombre ha aprendido que no se puede confiar en algunos de su especie cuando se trata de cuestiones relacionadas con el dinero y con las posesiones terrenales.

El hombre experimenta tal avidez por poseer riqueza que está dispuesto a adquirirla de todas las maneras posibles —por medios legales si es posible o por otros si es necesario.

El autoanálisis puede poner al descubierto debilidades que a uno no le gustaría reconocer. Esta forma de examen es esencial para todos aquellos que exigen de la vida algo más que mediocridad y pobreza. Al analizarse a sí mismo punto por punto, recuerde que, en este caso, usted es juez y parte, fiscal y defensor, acusador y acusado; y recuerde también que está afrontando un juicio. Así pues, enfréntese a los hechos directamente. Hágase preguntas concretas a sí mismo y exíjase respuestas directas. Una vez que haya terminado el examen, sabrá más sobre sí mismo. Si tiene la sensación de no poder ser un juez imparcial en este autoexamen, confíe en alguien que le conozca bien y que pueda actuar como tal, hasta que usted sea capaz de examinarse a sí mismo. Lo que usted anda buscando es la verdad. Consígala, sin que le importe a qué precio, aun cuando pueda sentirse temporalmente embarazado por ella.

Cuando se le pregunta a la gente qué es lo que más teme, la mayoría contesta:
No temo a nada
. La contestación es inexacta porque pocas personas se dan cuenta de que se encuentran atenazadas, obstaculizadas, fustigadas en lo espiritual y en lo físico por alguna forma de temor. La emoción del temor se halla tan sutil y profundamente enraizada que uno puede pasar por la vida sobrellevándola sin llegar a reconocer jamás su presencia. Sólo un análisis valeroso pondrá al descubierto la presencia de este enemigo universal. Cuando usted inicie este análisis, busque a fondo en su carácter. A continuación le ofrecemos una lista de los síntomas que debería buscar en sí mismo.

Síntomas del temor a la pobreza.

Indiferencia
. Suele expresarse a través de una falta de ambición; de una predisposición a tolerar la pobreza; de una aceptación, sin protestar, de toda aquella compensación que la vida pueda ofrecer; de una pereza mental y física; de una falta de iniciativa, imaginación, entusiasmo y autocontrol.

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