La paja en el ojo de Dios (77 page)

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Authors: Jerry Pournelle & Larry Niven

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: La paja en el ojo de Dios
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—Basta de suspicacias —dijo Sally—. Por favor. Me alegro de que lo hayamos aclarado todo.

—Pese a nuestra capacidad —dijo el pajeño encogiéndose de hombros—, es inevitable que se produzcan malentendidos entre especies alienígenas. ¿Recuerdan las puertas de los baños?

—Sí. —Sally pudo ver que Ben Fowler se disponía a hacer una pregunta; siguió hablando rápidamente para impedírselo—. Una vez aclarado eso, ¿qué
hacen
su Amos cuando no quieren a un hijo?

Sintió calor en las mejillas y sospechó que estaba ruborizándose. El doctor Horvath la miraba curioso. Maldito viejo verde, pensó. Claro que no soy justa con él.

Los pajeños gorjearon unos instantes.

—Es frecuente la abstinencia —contestó Jock—. Tenemos también métodos químicos y hormonales como ustedes. ¿Quieren que les expliquemos cómo funcionan?

—Me interesan más los incentivos —dijo el senador Fowler—. ¿Qué le pasa a un Amo, o a un Marrón o a cualquier otro si empieza a tener hijos cada seis meses?

—¿No consideraría eso como un acto de independencia más importante que los intereses de la raza?—preguntó Jock.

—Sí.

—Nosotros igual.

—Y así fue como empezaron las guerras —concluyó el doctor Horvath—. Senador, con todos los respetos, creo que tenemos respuesta a nuestras preguntas. Los pajeños controlan sus poblaciones. Cuando los individuos no están de acuerdo, hay conflicto. A veces esto lleva a guerras. ¿En qué difiere esto de los humanos?

Benjamín Fowler se echó a reír.

—Doctor, no hace más que pedirme que considere su punto de vista, que está basado en la ética. Usted nunca considera el mío, que no lo está. Nunca he pretendido que la raza humana fuese superior a los pajeños... ni en ética ni en inteligencia ni en ninguna otra cosa. Sólo afirmo que es mi raza, y que me han encargado que defienda los intereses humanos. —Se volvió a los pajeños—. Ahora que ya nos han visto funcionar —continuó Fowler—, ¿qué piensan de nuestro Imperio?

Jock rió entre dientes.

—Senador, ¿qué quiere que le diga? Estamos en poder de ustedes... los tres, y toda nuestra gente. Sus naves de guerra controlan el punto de Eddie el Loco que lleva a nuestro sistema. Ustedes podrían quizás destruirlo, y he oído discursos en la trivisión en que se pedía precisamente eso...

—No de alguien importante —protestó Anthony Horvath—. Locos y chiflados...

—Desde luego. Pero lo dijeron. Así que cualquier respuesta que dé a la pregunta del senador tiene que ser a la fuerza lo que yo crea que él quiere oír. ¿Qué remedio?


Bien dicho —gorjeó Ivan—. Los humanos parecen respetar la admisión de verdades contrarias a intereses. En este caso, lo sabrían inevitablemente de todos modos. Pero ten cuidado.


Confía en mi habilidad, Amo. Date cuenta de que la mayoría se han tranquilizado. Los únicos que no están satisfechos son el eclesiástico y el oficial de la Marina. El Mediador Imperial está ahora indeciso, y cuando entramos en esta habitación estaba decidido en contra nuestra.

—Tengo miedo —dijo Charlie—. ¿No sería mejor decírselo todo, ahora que saben tanto? ¿Cómo vamos a poder ocultar nuestros Ciclos y nuestras pautas reproductivas secretas a la larga? Amo, me gustaría decírselo todo...

—Te callarás y dejarás que Jock hable a los humanos. Delega en ella todas las cosas que te inquieten.

—Asi lo haré, Amo. Recibí instrucciones de obedecerte. Aun así pienso que mi Amo tenía razón.

—¿Y si valoró mal a los humanos? —preguntó Jock—. ¿Y si nos consideran una amenaza para sus descendientes? ¿No nos destruirían a todos ahora, que aún pueden?

—Silencio. Habla a los humanos.


El Embajador indica que, como el Imperio es a la vez la asociación humana más poderosa y el grupo más próximo a nuestro sector natal, va en interés nuestro establecer una alianza con el Imperio, independientemente de nuestras opiniones. Estamos rodeados.

—De eso no hay duda —aceptó Sally—. Tío Ben, ¿cuánto durará esto? Los técnicos en cuestiones económicas han hecho ya un borrador de los acuerdos ¿No podíamos pasar a estudiar los detalles?

Fowler no estaba satisfecho. Se veía en sus cejas fruncidas y en sus hombros tensos. Ya había bastantes problemas en el Imperio sin pajeños. Si la tecnología pajeña caía en manos de exteriores y rebeldes, podía pasar cualquier cosa.

—Hay un borrador de acuerdo —dijo lentamente el senador Fowler—. Antes de que se lo expongamos, tengo otra proposición. ¿Les interesa a ustedes incorporarse al Imperio? Como miembro de primera clase del sistema, por ejemplo... tendrían ustedes gobierno autónomo, representación en Esparta y acceso a la mayoría de los mercados imperiales.

—Lo hemos considerado. Llevaría tiempo estudiar los detalles...

—No —dijo decidido el senador Fowler—, eso no es posible. Disculpen, pero no tenemos intención de permitir que sus ingenieros inventen el Campo y construyan una flota de guerra. La primera condición sería admisión inmediata de observadores imperiales en cualquier punto de su sistema.

—Desarme. Confianza en sus buenas intenciones —dijo Jock—. ¿Cómo podríamos someternos a esas condiciones?

—Eso no tiene que preguntármelo a mí —dijo Ben—. Sino a ustedes.


Dije que harían esta oferta

gorjeó Charlie.

—No podemos aceptar

afirmó Ivan
—.
Quedaríamos desvalidos. Suponed que los humanos son sinceros. Suponed que el Imperio no nos destruyese en cuanto se hiciera evidente nuestra auténtica naturaleza. ¿Podemos creer que dentro de unas generaciones presidiría el Imperio la misma benevolencia? Es un riesgo que no podemos correr. La raza debe asegurar su supervivencia.

—¡No hay ninguna seguridad!

—Debemos salir de nuestro sistema hacia el universo. Cuando estemos firmemente asentados en varios sistemas, los humanos no se atreverán a atacar ninguno de ellos —dijo Jock. Sus gestos mostraron impaciencia.

—¿Estás convencido de que no podemos aceptar esta oferta? —preguntó Charlie.

—Ya hemos discutido eso —dijo Jock—. Los humanos querrán llegar al final. Querrán desarmar a los Guerreros. Los Amos no permitirían eso, se lanzarían a la lucha. Habría guerra precisamente cuando los humanos lo esperasen. No son tontos, y sus oficiales de la Marina nos tienen miedo. Los observadores estarían respaldados por fuerzas abrumadoras. Si fingiésemos aceptar, se sentirían justificados para destruirnos: recordad la suerte de los planetas humanos sublevados. Esta oferta ni siquiera serviría para ganar tiempo.

—Entonces da la respuesta que acordamos —ordenó Ivan.


El Embajador lamenta que un acuerdo de este género exceda a su autoridad. Podemos hablar en nombre de todos los pajeños, pero sólo dentro de ciertos límites; poner toda nuestra raza en vuestras manos queda fuera de ellos.

—Es lógico —dijo el doctor Horvath—. Sea razonable, senador.

—Procuro ser razonable, y no se lo reprochaba. Les hice una oferta, eso es todo. —Se volvió a los alienígenas—. Ha habido planetas incorporados al Imperio contra su voluntad. No disfrutan de ninguno de los privilegios que les he ofrecido.

—No sé lo que los Amos harían si intentasen ustedes conquistar nuestro sistema —comentó Jock—. Sospecho que lucharían.

—Perderían —dijo tranquilamente el senador Fowler.

—Haríamos lo posible porque no fuera así.

—Y al perder podrían absorber ustedes un volumen tal de nuestras fuerzas que
perderíamos
la mayor parte de este sector. Y el impulso unificador retrocedería quizás un siglo. La conquista resulta siempre cara. —El senador Fowler no añadió que la esterilización no; pero este pensamiento no expresado colgó pesadamente sobre la sala iluminada.

—¿Podemos hacer una contraoferta? —dijo Jock—. Permítannos establecer centros de producción en mundos deshabitados. Nosotros los terraformaremos: por cada mundo que nos den, terraformaremos otro para ustedes. En cuanto a los desajustes económicos, pueden formar empresas para establecer un monopolio en el comercio con nosotros. Parte de las acciones podrían venderse al público. Se mantendría el equilibrio para poder compensar a las empresas y trabajadores desplazados por nuestra competencia. Creo que descubrirían que esto minimizaría los inconvenientes de nuestra nueva tecnología, dándoles a ustedes al mismo tiempo todos los beneficios.

—Magnífico —exclamó Horvath—. Precisamente mi equipo está trabajando en eso. ¿Estarían de acuerdo con esto? Comercio sólo con empresas autorizadas y con el gobierno imperial.

—Desde luego. Pagaríamos también por la protección naval del Imperio a nuestros mundos coloniales... no tenemos ningún deseo de mantener flotas en las regiones del espacio que ustedes controlan. Para asegurarse, podrían inspeccionar los astilleros de las colonias.

—¿Y el planeta natal? —preguntó Fowler.

—Supongo que el contacto entre Paja Uno y el Imperio sería mínimo. Sus representantes serían bien recibidos, pero no nos gustaría ver sus naves de guerra cerca de nuestros hogares... He de decirles además que estábamos muy preocupados por aquella nave de combate que orbitaba nuestro planeta. Era evidente que llevaba armas que podían convertir a Paja Uno en un planeta casi inhabitable. Nos sometimos, llegamos incluso a invitarles a que se aproximasen más, precisamente para demostrar que no teníamos nada que esconder. Nosotros no somos una amenaza para el Imperio, señores. Como muy bien saben, son ustedes los que constituyen una amenaza para nosotros. Sin embargo, creo que podemos llegar a un acuerdo en beneficio mutuo (y para seguridad mutua) sin tensiones innecesarias y sin que una raza haya de confiar en la benevolencia de la otra.

—¿Y terraformarían un planeta para nosotros por cada uno que se quedaran? —preguntó Horvath.

Pensó en las ventajas: incalculables. Pocos sistemas estelares tenían más de un mundo habitable. El comercio interestelar era terriblemente caro comparado con el comercio interplanetario, pero las operaciones de terraformación eran aún más costosas.

—¿No es bastante? —preguntó Jock—. Supongo que se hacen cargo de nuestra situación. Tenemos sólo un planeta, unos asteroides y una gigante gaseosa que no podemos hacer habitable. Merece la pena realizar una inversión enorme de recursos para duplicar lo que tenemos. Digo esto porque es evidente, aunque sé que sus procedimientos mercantiles no suelen incluir la admisión de inconvenientes. Por otra parte, sus planetas inhabitables de órbitas propicias no deben de ser para ustedes de gran valor, porque si no los habrían terraformado ya. Consiguen, pues, algo por nada, mientras que nosotros tendremos que hacer un gran esfuerzo. ¿Les parece justo el trato?

—Magnífico para la Marina —dijo Rod—. Prácticamente una nueva flota pagada por los pajeños...

—Un momento —dijo el senador Fowler—. Estamos hablando del precio y aún no hemos decidido lo que haremos. Jock se encogió de hombros.

—Yo les hice una oferta, nada más. —Su imitación de la voz y los gestos del senador despertaron risas. Ben Fowler frunció el ceño un momento y luego rió también.

—Bueno —dijo Fowler—. No sé a qué acuerdo llegaremos, pero sí que tengo hambre. Kelley, traiga a nuestros invitados un poco de chocolate y pida la cena. Podríamos también ponernos cómodos mientras acabamos esta discusión.

54 • Fuera de la botella


Está resuelto —informó Jock—. El senador está a punto de aceptar
.
Sally ya ha aceptado.


¿Y Blaine? —preguntó Ivan.

—Hará lo que quiera el senador, aunque preferiría estar de acuerdo con Sally. Le agradamos, y ve ventajas para la Marina. Es una lástima que se volviera loca su Fyunch(click); ahora nos sería de gran utilidad.

—¿Crees que puede resultar? —preguntó Charlie—. Jock, ¿cómo es posible? Antes de que fundemos esas nuevas colonias, los imperiales descubrirán cómo somos. Visitarán nuestro sistema, y se enterarán. ¿Qué pasará entonces?

—Nunca lo sabrán —dijo Jock—. Su propia Marina lo impedirá. Habrá visitas de naves sin armas, pero no arriesgarán más navíos de guerra. ¿Acaso no podemos engañar a unas cuantas naves llenas de humanos? Nunca podrán hablar nuestro idioma. Tendremos tiempo para prepararnos. Nunca les dejaremos ver Guerreros. ¿Cómo se enterarán? Mientras tanto, se asentarán las colonias. Los humanos no pueden tener idea de la rapidez con que podemos fundar colonias, ni de la rapidez con que podrán las colonias construir naves. Estaremos entonces en una posición de trato mucho mejor, en contacto con muchos humanos... y podremos ofrecerles lo que quieran. Tendremos aliados, y nos extenderemos lo suficientemente lejos para que ni siquiera el Imperio pueda exterminarnos. Si no pueden hacerlo con seguridad, no lo intentarán. Así es como piensan estos humanos.

El infante de marina les trajo la bebida que los humanos llamaban chocolate y bebieron con placer. Los humanos eran omnívoros, como los pajeños, pero los gustos y sabores que preferían los humanos eran generalmente insípidos para ellos. Sin embargo, el chocolate... era excelente y, con hidrocarburos extra para simular las aguas de su mundo natal, incomparable.

—¿Qué alternativas tenemos? —preguntó Jock—. ¿Qué harían si se lo dijésemos todo? ¿No enviarían su flota a destruirnos para librar a sus descendientes de nuestra amenaza?

—Apruebo este acuerdo —dijo Ivan—. Tu Amo lo aprobará también.

—Quizás —dijo Charlie; se puso a pensar, adoptando una actitud que excluía el mundo exterior. Era un Amo...— puedo aceptarlo —dijo—. Es mejor de lo que esperaba. ¡Pero es muy peligroso!


El peligro existe desde que los humanos llegaron al sistema pajeño —dijo Jock—. Es menor ahora que antes.

Ivan observaba atentamente. Los Mediadores estaban muy alterados. La tensión había sido grande, y pese a su control exterior estaban acercándose al límite. No correspondía a su naturaleza desear lo que no podía ser, pero él esperaba que tuviesen éxito las tentativas de producir un Mediador más estable; era difícil trabajar con criaturas que podían ver de pronto un universo irreal y establecer juicios basándose en él. La regla era siempre la misma. Primero deseaban lo imposible. Luego trabajaban por conseguirlo, aun sabiendo que era imposible. Por último, actuaban como si lo imposible pudiese lograrse, y permitían que la irrealidad influyese en
todos
los actos. Se daba más entre los Mediadores que en el resto de las clases, pero también se daba entre los Amos.

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