Incansable (19 page)

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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Incansable
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Geary entendió, por fin, lo que pretendía.

—¿Pretende engañar a los comandos síndicos haciéndoles pensar que sus objetivos todavía están presentes hasta que sea demasiado tarde para impedir la evacuación real?

—Sí, señor —afirmó Carabali—. Pero debo mantener apostada una tropa de cortina, y, cuando todo el mundo haya subido, los comandos se encontrarán cerca. Podemos ralentizarlos, pero no lograremos detenerlos. —En el visualizador de Geary se abrió una imagen que mostraba la pantalla táctica de la coronel—. Situaré los onagros aquí y aquí, de forma que no entren en el campo de visión de los comandos síndicos. Necesitaré situar pelotones de marines aquí, aquí y aquí. —Se iluminaron una serie de arcos básicos e inclinados compuestos por varios símbolos de los marines—. En el momento en que se eleve el último transbordador de evacuación, otros tres transbordadores se posarán en estas ubicaciones a lo largo del límite de la zona de aterrizaje más cercano a mis hombres. Acto seguido, los tres últimos pelotones correrán como condenados hacia los transbordadores y saldrán de ahí. Los onagros estarán programados para autodestruirse justo después.

Geary estudió el plan y asintió.

—¿Tendrán tiempo de alejarse los últimos transbordadores si los síndicos descubren lo que está ocurriendo y activan las bombas en el acto?

—No lo sé, señor. Puede que no, pero no se me ocurre un plan mejor.

—Un momento, coronel. —Se giró hacia Desjani y le explicó la situación—. ¿Qué opina? ¿Hay algo más que podamos hacer contra un enemigo que pretende abortar mediante bombas nucleares y desde tan cerca la evacuación de emergencia de nuestros hombres?

Desjani inclinó la cabeza con aire meditabundo y, tras mucho pensarlo, lo miró.

—Tal vez podamos intentar una cosa. Yo entonces era una simple oficial subalterna, pero, por lo que recuerdo, funcionó en el sistema estelar Calais. La situación era muy parecida a esta; el enemigo les pisaba los talones a los últimos transbordadores en salir.

—¿Qué hicieron?

Desjani esbozó una sonrisa apagada.

—Lanzamos un bombardeo de saturación programado para cruzarse con los transbordadores de evacuación, de modo que las bombas impactaran contra la superficie una vez que aquellos se hubieran alejado lo suficiente de la zona de peligro.

—Es una broma. ¿Arrojar todas esas rocas por el mismo espacio aéreo planetario por el que ascienden los transbordadores? ¿Y qué les pareció el plan a los pilotos de los transbordadores?

—Creyeron que sería una masacre. A los evacuados tampoco les entusiasmaba la idea. Pero podemos hacer lo que hicimos entonces: descargar en los pilotos automáticos de los transbordadores el patrón de bombardeo y las trayectorias previstas de cada proyectil. En teoría, los pilotos automáticos pueden trazar una ruta entre las rocas y ganar la altura suficiente antes de que los proyectiles impacten contra la superficie y la hagan saltar por los aires.

Geary consideró la idea. No le atraía. Pero…

—¿Dice que en Calais funcionó?

—Sí, señor.
En general, dio buen resultado.
Es cierto que no todas las rocas que atraviesan la atmósfera siguen la trayectoria prevista, pero, en Calais, los transbordadores que debían abrirse paso entre la lluvia de proyectiles eran muchos más que aquí.

En general, dio buen resultado. Geary llamó de nuevo a Carabali.

—Coronel, tenemos un plan para apoyar el último ascenso. —Le expuso la estrategia sugerida por Desjani—. Usted decide si la ponemos en práctica.

Al parecer, había conseguido sorprender a Carabali, si es que su gesto era de asombro y no de espanto. Sin embargo, la coronel exhaló y asintió.

—Si no lo intentamos, señor, lo más probable es que perdamos las tres naves y a todos los marines que las ocupen. Al menos, esta alternativa aumenta las posibilidades de que se salven. Informaré a los pilotos de los tres últimos transbordadores de lo que va a ocurrir.

—Avíseme si alguno de ellos no quiere asumir el riesgo para que pueda buscar otro piloto entre la flota.

Carabali agravó el gesto ligeramente.

—Ya se han ofrecido, señor. Los tres pilotos son marines. Por favor, hágame saber los detalles del bombardeo en cuanto disponga de ellos, señor.

—Lo haré. —Geary cortó la conexión con Carabali, se reclinó hacia atrás y respiró hondo—. Bien, escúchenme todos: vamos a poner en práctica el plan de la capitana Desjani. Debemos sincronizar el bombardeo con toda la precisión posible si queremos que esos tres transbordadores se salven.

—No es exactamente mi plan —murmuró Desjani, y, acto seguido, se puso a trabajar—. Teniente Julesa, teniente Yuon, alférez Kaqui, apliquen al plan de evacuación de los marines las últimas correcciones de la coronel Carabali y ejecuten un plan de bombardeo mediante los sistemas de combate. Necesitamos algo que sature la zona de la que salgan los transbordadores de forma coordinada con la línea de tiempo de los marines, a fin de que las bombas impacten a los cinco segundos de que los transbordadores hayan salido de la zona de peligro.

—Capitana —preguntó el teniente Yuon—, ¿y si los transbordadores tienen algún problema o sufren un retraso?

—No puede haber retrasos. Las tres naves tienen que despegar en el instante programado; de lo contrario, los marines morirán a manos de los síndicos. Necesito el patrón de bombardeo para ayer.

Los consultores se pusieron a trabajar de inmediato mientras Geary observaba su visualizador. En la parte centrada en el combate de tierra, podía ver que los símbolos de los enemigos aparecían y desaparecían de repente, a medida que los sensores de los marines iban captando los rastros de los comandos síndicos. Los marines disparaban cada vez que detectaban a un enemigo, aunque, al parecer, resultaba complicado alcanzar los blancos, que se movían por un entorno repleto de lugares en los que esconderse. Según los comandos síndicos se acercaban a la zona de aterrizaje, los marines, poco a poco, se iban replegando para mantener una pantalla entre los síndicos y el centro del campo.

En la zona de evacuación, los últimos prisioneros liberados iban montando en los transbordadores y Carabali llamaba a los otros marines. En el visualizador se apreciaban los dos onagros persas, que no dejaban de producir señales propias de grandes grupos de personas todavía cercanas a la zona de aterrizaje.

Eran muchas las cosas que tendrían que salir bien. Geary odiaba que el éxito de una operación dependiera de tantos factores.

—Es extraño, ¿verdad? —observó Desjani—. Está ocurriendo lo mismo que en Corvus: nos enfrentamos a los comandos de las Fuerzas Especiales Síndicas en una misión suicida.

—Supongo que esto es parecido —admitió Geary.

—A los de Corvus no los mató. —Lo miró con expresión interrogante—. Pero a estos los vamos a triturar.

—Exacto. En Corvus quería dejar claro lo inútil que era el esfuerzo de los comandos, para que no se convirtieran en mártires. —Señaló el visualizador con la mano—. Aquí morirán como mártires, pero no alcanzarán su objetivo. Nosotros, en cambio, sí cumpliremos nuestra misión, por muchos obstáculos que nos pongan, por lo que su muerte no significará nada. En cualquier caso, la única manera de detener a esos comandos es haciéndolos saltar por los aires.

—¡Capitana! —llamó el teniente Julesa—. El plan de bombardeo está listo.

Envíenoslo a mí y al capitán Geary.

Geary estudió el resultado, obligándose a ignorar las dudas que le surgían al ver las trayectorias de más de cien proyectiles de bombardeo cinético que se entrecruzaban con los tres transbordadores, y observó que las bombas hacían blanco apenas los transbordadores abandonaban la zona de riesgo.

—Bien, capitana Desjani, esperemos que su plan funcione.

—Llámelo mi plan si funciona —objetó Desjani.

Geary pulsó los mandos necesarios para enviarle el plan a la coronel Carabali; esta, a su vez, se lo pasó a sus transbordadores y lo transmitió como orden prioritaria; las naves debían hallarse en la posición correcta en el preciso momento en que se iniciara el bombardeo. Momentos más tarde, el acorazado
Incansable
entró por el canal.

—Señor, ¿este plan es correcto?

—Es correcto. Necesitamos ejecutarlo a la perfección.

—Es una forma amable de decirlo, señor. ¿Los marines están de acuerdo?

—Están de acuerdo.

—Muy bien, señor. Dirigiremos las rocas hacia los puntos establecidos y nos aseguraremos de que impacten en el momento adecuado.

—Gracias,
Represalia
. ¿Algún problema por su parte?

El oficial al mando de la
Represalia
tardó unos diez segundos en responder.

—No, señor. En este momento estamos cargando las maniobras e introduciendo los comandos en los sistemas de la
Represalia
. Cumpliremos con nuestra parte.

Geary miró el visualizador con aire sombrío. La coronel Carabali estaba montando en uno de los últimos transbordadores de la zona de aterrizaje del campo de prisioneros junto con los marines que quedaban en el recinto. Los tres pelotones que mantenían a raya a los comandos síndicos seguían replegándose e intentando ralentizar su avance hacia la zona de aterrizaje. Las detecciones momentáneas de los comandos indicaban que se estaban aproximando demasiado a la zona de aterrizaje.

—Aquí vienen los tres últimos transbordadores —comentó Desjani.

La consultora de operaciones intervino en ese momento.

—Últimos transbordadores de evacuación aterrizando en cinco, cuatro, tres, dos uno. Posados.

Los marines de los tres últimos pelotones salieron disparados hacia las naves. Geary se preguntó cuánto tardarían los comandos síndicos en darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.

—El
Incansable
y la
Represalia
están iniciando el bombardeo de cobertura —informó el consultor de sistemas de combate.

Geary se sentó y observó cómo las rocas se precipitaban hacia el área donde estaban posados los tres transbordadores, al tiempo que los marines alcanzaban las naves y se abalanzaban a su interior. A un lado del visualizador, dos líneas de tiempo se aproximaban a su final: una indicaba el momento en que los transbordadores despegarían y, la otra, el instante en que las bombas impactarían contra la superficie. Los dos grupos de números corrían demasiado parejos como para que Geary no se intranquilizara.

En el puente del
Intrépido
nunca había reinado un silencio tan profundo; la tensión de la atmósfera mantenía mudos a los tripulantes, que esperaban para ver el desenlace de aquella apuesta a vida o muerte.

—Los transbordadores tienen que despegar dentro de los próximos diez segundos —informó Desjani.

—Sí. Ya lo veo. —Geary podía ver también el último grupo de marines que corrían a toda velocidad hacia su nave.

—El transbordador Uno ha despegado y se eleva a máxima velocidad —informó la consultora de operaciones—. El enemigo dispara contra las naves desde la superficie. Los comandos síndicos están saliendo al descubierto para atacar los últimos transbordadores. Sus sistemas defensivos están contraatacando y adoptando medidas de protección. El transbordador Tres ha despegado. El transbordador Dos informa de un fallo en el mecanismo de sellado de la escotilla del compartimento principal. —Geary sintió que se le cortaba la respiración—. El transbordador Dos está despegando con la escotilla abierta. La velocidad y el sistema de protección se verán afectados.

Geary podía ver la acción: las estelas del fuego enemigo, que perseguían a los transbordadores mientras estos se elevaban hacia el cielo, y los disparos de las naves hacia la superficie dirigidos contra los indicadores de los comandos síndicos, que, equipados con sus armaduras de sigilo, seguían siendo casi invisibles. Entretanto, por arriba se acercaban más de un centenar de proyectiles de bombardeo que, en cuestión de segundos, atravesarían el mismo espacio aéreo que los transbordadores.

Resultaba extraño lo mucho que podía llegar a durar un segundo.

Capítulo 6

Las trayectorias de los transbordadores y las bombas se cruzaron para, instantes después, separarse de tal manera que las naves siguieron ganando altitud y las rocas continuaron descendiendo directas hacia la superficie. Geary oyó que los pilotos de los transbordadores gritaban por el circuito de mando.

—¡Uno de esos malditos pedruscos casi me arranca la oreja!

—¡Turbulencias severas! ¡Intentando mantener el control!

—¡Hemos perdido la escotilla principal! —informaron desde el transbordador Dos—. ¡Asegúrense de que esos marines se aprietan bien el cinturón y mantienen la armadura sellada! ¡Será lo único que los proteja del vacío!

En la superficie, todo el sector central del antiguo campo de prisioneros saltó por los aires a consecuencia de la brutal explosión producida por los impactos simultáneos de las rocas de bombardeo. Los escombros y la metralla salieron disparados hacia arriba, persiguiendo a los transbordadores como si el planeta entero quisiera saltar para engullirlos y devolverlos a la superficie.

A continuación, se produjo otro estallido entre las ruinas acumuladas en un flanco del campo, y un hongo de fuego, aún más grande, se elevó como acariciando el cielo.

—Los síndicos han detonado una de sus bombas nucleares —informó la consultora de operaciones.

—Vamos —urgió Desjani a los transbordadores con un susurro mientras estos se elevaban todavía perseguidos de cerca por la onda expansiva y una columna de escombros.

—¡Nos han alcanzado! Daños en la unidad de elevación de estribor. Mantenemos la trayectoria. Velocidad máxima reducida un veinte por ciento.

—Alejándonos de la zona de riesgo.

—Daños múltiples en la parte inferior. Dos orificios. Cambiando a sistema auxiliar los controles de maniobra.

Geary no estaba seguro de si había pasado el peligro, si los transbordadores se habían salvado de la destrucción en el campo de prisioneros y habían escapado de los comandos síndicos que lo ocupaban. Pero sus dudas no tardaron en disiparse.

—Todos los transbordadores están a salvo. La
Coloso
se está acercando al transbordador Dos para realizar un acoplamiento de emergencia. Los transbordadores Uno y Tres continúan según lo previsto hacia la
Espartana
y la
Custodia
.

—Muy bien —dijo Desjani con una sonrisa—. Era mi plan.

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